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Anàlisi :: globalització neoliberal
La Expo y la internacional sin nombre
16 mai 2015
A vueltas con los acontecimientos sucedidos durante el último Primero de Mayo en Milán
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El carácter destructivo posee únicamente una consigna: crear espacio [...] Convierte lo existente en ruinas, pero no por amor a las ruinas, sino por el camino que conduce a ellas.
Walter Benjamin
La Expo Universal, como su nombre indica, tiene vocación global: mostrar el estado del mundo desde el punto de vista del capitalismo. Todo lo que acaece en torno a su organización tiene por lo tanto muchas probabilidades de alcanzar un idéntico nivel de visibilidad y de coherencia. Conviene recordar que hace ahora cerca dos siglos que en los alrededores de Londres se originaba por vez primera lo que se constituiría a partir de entonces como la primera Exposición Internacional. Un movimiento que pretende estar a la altura de los tiempos que corren está obligado de esta manera a poder hacer frente a ese estado del mundo desde el punto de vista de la insurrección y expresarlo a su vez con consistencia.
El policía-periodista de Il Manifesto llegado a un punto percibe que en la insurrección de Milán resuenan los ecos de algunas prácticas que tienen en común todos los eventos importantes que han recorrido recientemente Europa, y trata desesperadamente de disociarse invitando a todas las “realidades del movimiento" a hacer lo mismo.
Pero la verdad es que si es fácil y cómodo disociarse de una manifestación es mucho más difícil hacerlo de la realidad; incluso de parte de quien proviene todo el histerismo que recorre a borbotones en prensa e internet y que sospechamos fractura la serenidad de muchas colectividades políticas estos días. Afortunadamente existen otras tantas compañeras y compañeros que en vez de abandonar lo real buscan mantenerse dentro o como mínimo razonar sobre ello.
Durante años, observando lo que sucedía en otros países de Europa y del mundo, muchos de aquellos que hoy se indignan reclamaban con desaliento como era posible que en Italia no estallase una revuelta contra la bulimia del poder capitalista. Ahora que ha sucedido esperan que la policía y la magistratura, respaldada de fantasmagóricos servicios de orden, la haga desaparecer lo más pronto. Dando muestras una vez más de la tradicional cobardía delatoria que caracteriza a nuestra izquierda local.
Es una banalidad decir que en la actualidad cualquier gesto político está obligado a confrontarse con el Espectáculo, pero no lo es asumirlo por descontado como uno de los planes del conflicto, como uno de sus terrenos más ásperos. Cualquier revuelta contemporánea debe simultáneamente actuar sobre varios niveles de percepción, debe crear las propias imágenes y reemplazar las enemigas. Con razón Bifo escribe que si no hubiese sido por las acciones de los „insurrectos“ la esfera de la información habría estado saturada por imágenes triunfalistas del gobierno y de sus lacayos, y por eso le está agradecido. ¿O piensa realmente alguno que televisiones y periódicos habrían dedicado más de unas breves líneas de un artículo a una pacífica marcha de protesta en defensa de los derechos de la democracia?
En cualquier caso a nosotros nos parece que en el movimiento se lamentan y a lo mejor lo hagan acusando a los “insurrectos” de buscar a toda costa la visibilidad mediática porque esperaban tenerla ellos. No podemos más que sugerirles a ellos que también las imágenes se „conquistan con empuje“.
La insurrección de Milán se inscribe en una constelación que por lo que se refiere a Europa ha comenzado a formarse inmediatamente después del reflujo del movimiento de las Acampadas. Una vez que se acabó la historia de los Indignados y de las plazas ocupadas muchos han elegido organizarse por barrios en las ciudades, de crear nuevas bases sobre las que vivir y luchar, buscando hacer existir de forma material ese “común” del que se ha hablado tanto en los últimos años. Se ha comenzado a defenderlo. La revuelta de Gamonal contra la gentrificación, luego la resistencia en Barcelona contra el desalojo de Can Vies, la serie de revueltas después del asesinato de Rémi Fraisse en Francia, asesinado por la policía mientras trataba junto a otros de defender un territorio contra las obras faraónicas del futuro aeropuerto de Nantes, la organización en muchas ciudades italianas de redes de apoyo mutuo contra los desahucios. Luego se ha pasado al contraataque. Los destrozos que han atravesado Frankfurt el día de la inauguración de la sede del BCE y luego en Milán con motivo de la Expo forman parte de la realización de este movimiento revolucionario. Invitamos a quien, incluso de buena fe, no consigue ver una “estrategia política” en la serie de revueltas europeas a ser más flexible e intentar ver aquello que sucede desde este ángulo de visión, desde este particular punto de vista. Creemos que entonces muchas cosas se volverán más claras. A diferencia de todo lo que se dice a propósito de la “escasa comprensibilidad” de las acciones, presumimos que para aquellos a quienes la crisis se la ha hecho pagar realmente todo ha resultado suficientemente comprensible como para no necesitar subtítulos. Con toda evidencia se trata de un intento de hacer volver la crisis contra sí misma, de empezar a hacer pagar el precio a quienes en el transcurso de estos últimos años se han organizado para destrozar la vida de millones de personas. Impedir que los festejos de gobiernos y patrones sellasen el cumplimiento de su misión y de reabrir la cuestión. Y la cuestión que hay que reabrir es la cuestión revolucionaria. Son las luchas, los conflictos, las insurrecciones las que producen el “pueblo que falta” y no al contrario.
Probablemente haga falta volcar el punto de vista incluso respecto a las dinámicas de lo que ha pasado en Milán y dejar de pensar solamente en como ha estado organizado el dispositivo de orden público. La insurrección ha buscado y puesto en práctica sus objetivos entre los cuales, ciertamente, estaba la redefinición del mobiliario urbano pero también el de mantener a distancia a la policía y se ha organizado consecuentemente. Aquel que mire con un poco de atención las docenas de vídeos que circulan puede darse fácilmente cuenta de la táctica rigurosamente asimétrica puesta en práctica por los insurgentes. Y creemos que muchos estarán de acuerdo que si bien los coches incendiados no constituyen grandes objetivos que llevar a cabo son preferibles a las docenas de cabezas abiertas que hubiese provocado un ataque frontal. Que un uso determinado de la fuerza corra el riesgo de evitar una masacre por la otra parte es una vieja regla bien conocida de los movimientos autónomos de antaño.
La insurrección, cuando se produce, pone en crisis la ligazón social, aquello que el Estado evita disolver, y lleva las identidades políticas y sociales a un punto de indiferenciación. No existe un “sujeto social de referencia” de la insurrección y todos, se quieran o no violentos, serán interpelados por la interrupción que expresa en el tiempo y en el espacio: las “acciones” son una invitación dirigida a quien sea a tomar posición.
Ahora mismo nos parece que en el actual estado de las cosas en Europa solo hay dos posibilidades respecto a todo esto. O se piensa que hay que dirigirse al gobierno, es la hipótesis Podemos/ Syriza, o bien que valga la pena intentar una “verticalización” diferente de las luchas, es decir organizarlas en un movimiento revolucionario. Las dos posibilidades no son compatibles y bien miradas no son ni tan siquiera alternativas entre sí: son enemigas. Por esto mismo, una vez más el obstáculo más molesto que los revolucionarios se encuentran ante sí es una clase política de izquierdas dentro y fuera del movimiento. Por el momento muchos acusan, unos por molestas otros por simple cálculo.
La pelea acaba apenas de empezar..
Por la Autonomia Diffusa Mondiale
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Sindicat Terrassa