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Notícies :: globalització neoliberal |
Democracia representativa, ritual, estado y poder político. El capitalismo, el contrato social y el estado moderno
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per fai (grupo tierra) |
09 mai 2015
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“Todos los partidos políticos, sin excepción alguna, en tanto aspiren al poder público, no son sino formas particulares del absolutismo. No habrá libertad para los ciudadanos; no habrá orden en la sociedad, ni unidad entre los trabajadores, mientras que en nuestro catecismo político, no figure la renuncia absoluta a la autoridad, armazón de todo tutelaje”
Pierre-Joseph Proudhon |
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Democracia representativa, ritual, estado y poder político.
El capitalismo, el contrato social y el estado moderno
Las bases económicas y políticas de los estados modernos fueron ideadas en un principio por aquellos ilustrados que querían establecer un nuevo sistema económico y político que rompiese con el orden absolutista monárquico, y conducir a la humanidad a nuevos campos del desarrollo social, económico, político y científico. Libertad, igualdad y fraternidad fueron los lemas de la revolución francesa, Tout pour le peuple et par le peuple (“Todo para el pueblo y por el pueblo”) de los Jacobinos y Government of the people, by the people, and for the people (“Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”) de Abraham Lincoln como base de la creación de los Estados Unidos, primer parís cuya constitución se basa en los principios liberales.
Aun así, el fin del absolutismo no trajo el fin de la “idea monárquica”, tal y como señalo Pierre-Joseph Proudhon, sino que despertó a una nueva vida debido a la centralización política del jacobinismo y a la ideología del Estado nacional unitario. En 1776, el filósofo escocés Adam Smith estableció las bases para la economía moderna y el capitalismo actual. En “La riqueza de las naciones”: el propósito principal del estado es promover la empresa privada y permitir que las fuerzas del mercado operaran sin excesiva interferencia de los gobiernos. El estado solo debía limitarse a un sistema legal para que el comercio fluyera sin trabas, a emprender la construcción de grandes infraestructuras, y la financiación de la educación pública, proyectos que él consideraba entonces poco rentable.
Thomas Hobbes, filósofo inglés, para garantizar el orden y la seguridad elaboró una metáfora por la cual el pueblo vive en un estado violento de naturaleza, estableciendo un contrato social con el monarca absoluto, por el cual es en este quien recae la responsabilidad de dirigir el estado. El objetivo para Hobbes es el dar libertad a la humanidad para que se ocupe de la ciencia, el arte, la exploración y otros aspectos de la civilización. Este concepto de contrato social fue defendido por John Locke, padre del liberalismo moderno, con el fin de que los seres humanos se sometan a un gobierno para la preservación de la propiedad. Defendió además la democracia representativa con una asamblea legislativa electa en la que residiera la autoridad política.
Jean-Jacques Rousseau, en su libro “El contrato social” estableció la base del discurso demócrata actual, expresando que el pueblo es el soberano de todos los ciudadanos conformando el cuerpo político que emana de la voluntad general, que no es más que el bien común de la “ciudadanía”.
Pero no es a través del contrato social como se conformarían los estados, sino como expresó Mijail Bakunin, a través de la violencia y la conquista, argumentando como ningún estado ha tenido jamás un contrato por base, “pero que la ficción del contrato libre base del estado les es necesaria, y se la conceden sin más ceremonias”. El periodo más significativo para la consolidación de los estados modernos fue a través de la centralización política y económica de los estados tras siglos de turbulencias internas y rivalidades dinásticas o estamentos por el poder; por lo que el estado moderno tiene su raíz en el centralismo autoritario, hasta después de la II Guerra Mundial, donde los estados adquirieron un creciente número de funciones relativas al bienestar, para asegurar así un fortalecimiento del capitalismo como motor económico y la democracia representativa como motor político.
La consagración del contrato social, el estado, la propiedad privada y el capitalismo se estableció a través de la Carta Universal de los Derechos Humanos, en cuyo artículo 17 establece que toda persona tiene derecho a la propiedad, y que nadie será privado arbitrariamente de su propiedad.
Pierre-Joseph Proudhon advirtió que no era posible eliminar las tradiciones autoritarias de las monarquías solo en el terreno y conservándolas en todos los demás elementos, ya que se entrega la causa de la liberación social a un nuevo tipo de despotismo. La explotación económica, la opresión política y la servidumbre intelectual no significaban sino diferentes fenómenos producidos por una misma causa, la simbología de la idea monárquica y absolutista como forma de esclavitud humana. Expresó que el capitalismo es “la monarquía de la economía”, ya que convierte al trabajo en tributario del capital, del mismo modo que la sociedad rinde tributo al estado y al espíritu de la iglesia. Y al igual que el capital hace respecto al trabajo, lo hace el estado y la autoridad en relación a la libertad.
Mijail Bakunin, para criticar la nueva forma de autoridad que se establece en el nuevo poder político y económico por el estado moderno, cuya raíz principal está en el absolutismo monárquico, pone como referente el lema del despotismo ilustrado de “Tout pour le peuple, rien par le peuple” (todo para el pueblo, nada para el pueblo), para establecer cómo cualquier gobierno- sea de “santos y nobles, liberales y hasta republicanos- siente que tiene como la misión conducir a las masas, aun sacrificando los intereses de estos últimos.
El voto como ritual de la democracia representativa
Después de más de 30 años desde la transición Española, allá por los años 1975 a 1978, hemos normalizado el voto como eje de la democracia representativa y el sistema político Español. Cada 4 años, si todo va bien en el gobierno de turno, nos llaman a votar. Carteles colgados de las farolas o en los paneles publicitarios con la cara del candidato del partido mayoritario, un lema y el color representativo, carteles por las paredes de las calles y avenidas de otros partidos no tan mayoritarios, pancartas en puentes y plazas con el debido permiso, a través de militantes decididos etc. Todo, claro está, según el dinero que haya para gastar. Los medios de comunicación de masas bombardean constantemente a través de internet, televisión, revistas y periódicos con encuestas, anécdotas o publicidad, adjudicando estatus a este o a aquel político etc, con la función de presionarnos para participar el día señalado en el ritual de la democracia. Nos dicen que ese día somos importantes, tanto, que incluso exclaman que el poder está en manos del pueblo. En otros medios te pueden vender que ese día es la fiesta de la democracia, tal y como satiriza el grupo de punk madrileño Rumania en su canción fiesta democrática. En definitiva, un día de efervescencia colectiva con el objetivo de renovar el poder legislativo, en el caso de España, las cortes generales formadas por el congreso y el senado y en la UE el parlamento.
Émile Durkheim, destacado sociólogo francés, habla del rito como momento de ebullición colectiva, regeneración del alma y pertenencia y dependencia colectiva de un orden moral superior. Un ritual religioso, al igual que el del voto en la democracia representativa, actúa en el seno de un grupo de personas, en este caso los habitantes con derecho a voto de un estado determinado o una comunidad política como en el caso de la UE, para mantener, renovar y reforzar los sentimientos de pertenencia colectiva y dependencia de un orden moral superior, que representa el estado y sus instituciones, que nos rescata y nos protegen del caos y el desorden que conllevaría la ausencia de los 3 poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. Los militantes de los partidos, durante el periodo electoral usan imágenes, señas, colores y todo tipo de simbología para reconocerse entre ellos y ensalzar a sus líderes y su identidad nacional, territorial o local.
Aun pudiendo venderse la democracia representativa como una fiesta, realmente el voto no incluye ningún carácter lúdico. El antropólogo francés Marcel Mauss expresó que los actos sociales no son rituales si no tienen eficiencia material, poniendo como ejemplo las costumbres, los juegos o las fiestas. En el caso del voto, si existe una eficiencia material en cuanto a que se renuevan como hemos expresado anteriormente, el poder legislativo como motor político del estado.
Por supuesto, en un primer momento nos animan a participar de este rito colectivo ensalzando nuestra pertenencia a toda esta comunidad, para que la misma pueda continuar adelante y se hagan efectivas todas aquellas políticas para tener una mejor educación, sanidad, servicios sociales, empleo etc. Más tarde, una vez terminado el ritual y establecido el poder, todo aquel que no haya participado del ritual democrático, como en cualquier grupo de personas o religión que se precie, será señalado, marginado, culpabilizado por la derrota de este o aquel, y más tarde ignorado. Y la tradición se vuelve a repetir una y otra vez cada cierto tiempo dentro de un panorama social en evolución constante.
La legitimidad es uno de los tres principales atributos del estado. Esto es, que tiene que existir un derecho justificable a gobernar. Para que un estado liberal como España o Portugal se legitimen necesitan del ritual de voto “pro tempore” cada 4 años, para que todos y cada uno de los componentes de un país o una comunidad con su participación, legitimen la necesidad de la existencia del estado, y que sean gobernados por aquellos que han escogido.
Max Webber, sociólogo alemán, indica que la legitimidad es un carácter crucial para la propia definición del estado. Para ello, expresa que el estado “es una comunidad humana que reclama el monopolio del uso legítimo de la fuerza en un territorio dado”. El uso del término legítimo implica que solo el estado tiene el derecho a emplear la fuerza o a autorizar que otros la usen, por lo que la violencia queda en el monopolio del estado para legitimarse y disuadir o disolver cualquier intento se subvertir el orden establecido.
Últimas elecciones europeas
Hay diversos análisis, todos de ellos parciales, sobre los resultados en las últimas elecciones europeas. Contemplando las estadísticas se pueden sacar varias conclusiones:
1. Los partidos que propugnan una ideología política y económica clave para el sostenimiento de la Unión Europea y el capitalismo, (casi la totalidad de los partidos que han conseguido representación), no llegan ni al 40% de la población de la UE.
2. La población que no ha votado y que por tanto con su abstención no está legitimando la existencia de la UE, es más del 57% de la población de la UE.
3. Entre los escépticos que participan de estas elecciones, la extremaderecha empieza a tener una especial importancia, como en el este de Europa, en Francia, o el escaño logrado por el NPD en Alemania, siendo la primera vez que el fascismo consigue representación en este país después del derrocamiento de Adolf Hitler.
Al margen de que ciertos grupos políticos quieran o puedan plantear sacar rendimiento político por el triunfo de la abstención, lo que está claro, es que la gran mayor parte de la población con derecho a voto en la UE (ya que por ejemplo los inmigrantes no pueden votar), no cree ni legitima en absoluto al parlamento europeo ni a las estructuras Europeas (creadas en 1992 con el tratado de Maastricht, cuando el mercado europeo, la CEE, se transformó en lo que actualmente es la Unión Europea).
En el caso de España, al igual que en el resto de Europa, ha habido una abstención 55% de la población con derecho a voto que ha decidido no legitimar las instituciones europeas. Y entre los votados: los partidos mayoritarios, el PP y el PSOE hacen aguas, sufriendo un fuerte descalabro. Sin embargo, la socialdemocracia se afianza (al igual que en Grecia o en Suecia actualmente), nos referimos tanto IU como a Bildu, ERC o el BNG. Pero es Podemos, quien ha sabido canalizar el descontento social a nivel general.
El caso de Podemos
Una, es la clave principal de la socialdemocracia en España, necesita renovarse. El PSOE ya no representa las aspiraciones de la izquierda, e IU utiliza eslóganes vacíos que intentan llamar la atención de todo un sector social organizado en torno al 15M, (movimiento social que se mostró apartidista y muy contrariado, que no opuesto, con el sistema político representativo español).No obstante, son los fundadores de Podemos los que han sabido aprovechar muy bien el momento social actual. Pablo Iglesias, un líder joven, irónico, y carismático, con muy buena formación política, muy buena cobertura mediática, uso de elementos de participación y democracia directa, y un discurso mezcla de marxismo, autogestión y ciudadanismo (muy similar de las reivindicaciones nacidas en el seno de las asambleas del 15M), diciendo lo que cada sector social quiere escuchar. Ha sabido ilusionar a los votantes tanto de movimientos sociales, como clasistas y de una clase media desanimada con los partidos tradicionales. Aun suponiendo un boom en estas elecciones, no se dijo a donde irían a parar estos votos, que no es otro sitio que a la formación política GUE/NGL (Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica), a la cual pertenece el PIE e IU.
Para entender el presente hay que conocer el pasado. La socialdemocracia ha presentado y presenta actualmente como cualquier otro organismo que quiera alcanzar el poder político una seria amenaza para los movimientos obreros y sociales, muy especialmente a todos los que pretendemos superar al estado y al capitalismo. Su principal objetivo es canalizar el descontento social a través del voto y diluir las luchas en el parlamentarismo. Y aquí entra en el juego Podemos, cuyos círculos pues aunque funcione como una plataforma ciudadana hacia el interior, hacia el exterior no deja de ser un híbrido de partido político. Y esto es peligroso porque puede llevar a engaño a todo aquel que no tiene mucha formación política, pero que se siente a gusto en los movimientos asamblearios, ya que la jerarquización, la especialización y los dictados autoritarios de la cúpula llegarán antes o después, eliminando por completo todo lo que se ha creado durante años.
La nueva generación de líderes de izquierdas, al igual que banqueros, empresarios y demás políticos saben que, para parasitar del sudor de los trabajadores, algo tienen que cambiar para que todo siga igual.
La propuesta organizativa de Podemos a través de círculos, no es ni novedosa ni revolucionaria. Salvando las distancias, tiene grandes similitudes con la ya propuesta por Jean-Jacques Rousseau en el libro de “El contrato social”: en el que se expresa que el pueblo es soberano, de todos los ciudadanos, conformando el cuerpo político que emana de la voluntad general, la cual es el bien común. Una pequeña élite tomara las decisiones cotidianas, mientras que los ciudadanos ejercerían su autoridad a través de asambleas populares (refiriéndose Rosseau a los varones con una renta determinada).
En ambos casos, el cuestionamiento del estado, del ejercicio del poder, y de la autoridad es totalmente nulo, al contrario, lo refuerza con unos planteamientos distintos para evitar cualquier tipo de insurrección que pusiese en peligro la existencia política y social de la burguesía.
Ni Pablo Iglesias ni Juan Carlos Monedero estarán luchando por el trabajador cuando este esté despedido, ni estarán cuando el sindicalismo oficial de elecciones sindicales, comités de empresa y liberados sindicales vuelvan a firmar otro ERE u otra reforma laboral que siga flexibilizando el mercado de trabajo. No estarán con cualquier persona que este ahora mismo torturado en un calabozo, una cárcel o un CIE. Lo que denominan estrategia de política exitosa en sus numerosos discursos, solo encierra el populismo, el desclasamiento obrero, el mantenimiento de la paz social con la patronal y la reafirmación en la necesidad del estado y la autoridad.
Nosotros preferimos los hechos del día a día, y la simbiosis entre ideología y prácticas coherentes que las vacías palabras de los mítines de cualquier político. Tiempo al tiempo.
Grupo Tierra |
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