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Notícies :: pobles i cultures vs poder i estats
Sobre "En deuda. Una historia alternativa de la economía" (de David Graeber)
27 feb 2015
Publicado en "Las Torres de Lucca", Número 5 (julio-diciembre 2014), páginas 121-125.
La deuda no es simplemente un subproducto de una ristra de operaciones económicas. El análisis típicamente numérico de los balances financieros no es el que nos ofrece este autor, un antropólogo norteamericano que sorprende con un análisis beatífico que por fin ve la luz en castellano. Es un libro ambicioso. Un amigo del autor confesó al leer el borrador que “no sabía de nadie que hubiese escrito un libro así en cientos de años” y, ciertamente, no le faltaba razón. A lo largo de la obra se combinan a la perfección una radical puesta en cuestión de asunciones económicas ampliamente difundidas y que forman parte del auténtico credo de nuestro tiempo con un estilo sencillo, directo y lleno de guiños; que lo hacen apto para un público no especialista.

Sin embargo, a pesar de la importancia de su papel crítico y pedagógico, tal vez el rasgo más característico del título que tenemos entre manos sea el holismo propio de una investigación antropológica de calado. Graeber se toma las páginas necesarias para presentarnos con todo lujo de detalle una auténtica enciclopedia de las deudas y una explicación de cómo han configurado a lo largo y ancho del mundo aspectos básicos de infinidad de instituciones sociales e hitos históricos. Cualquiera puede descubrir los intrincados nexos entre deudas de muy diversos tipos y sociedades también heterogéneas, mientras el lector especialista puede perderse en un aparato crítico riquísimo –que constituye una quinta parte del volumen del libro- y que vuelve una argumentación sugerente y arriesgada en un desafío para quien pretenda refutarla.

Tampoco es casual que el autor -apodado ‘líder’ del conocido movimiento Occupy Wall Street - comience ejemplificando a la perfección el punto decisivo de la obra, que podríamos resumir en una pregunta sencilla, provocadora y quizá hasta ingenua: ¿debemos pagar nuestras deudas? En un contexto internacional de crisis económica, en el que la sombra de la bancarrota planea por igual sobre empresas, estados y familias, y en el que la necesidad de crédito se ha convertido en poco menos que garantía de supervivencia para unos y otros, Graeber ha tomado el pulso a nuestras convicciones afirmando que la necesidad imperiosa de pagar no solo constituye una suerte de imperativo económico a revisar, sino, antes bien, la premisa fundamental de nuestras nociones de justicia y moralidad cuyo origen conviene rastrear.

Para ello, se nos invita a recorrer los orígenes de los sistemas crediticios en los albores de la humanidad y en las pequeñas comunidades ‘primitivas’, estudiadas por los antropólogos. En este momento se nos advierte de que se derrumbará sin solución el mito fundacional de la disciplina económica: el trueque. Casi cualquier manual de economía universitario comienza imaginando el fantástico mundo del trueque: algo así como una economía y sociedad parecidas en lo esencial a la nuestra pero sin dinero, lo cual obligaría a intercambiar directamente unos objetos por otros. ‘Te doy veinte gallinas por esta vaca’. Además de lo dudoso de las premisas, la conclusión no podría estar más equivocada.

La economía clásica siempre ha supuesto que el orden de los acontecimientos, en lo que a la historia de los intercambios se refiere, era tal que al trueque le sucedía la moneda, y a esta, el crédito y la deuda. Sin embargo, Graeber pone sobre la mesa toda una serie de datos que refutan por completo aquella ficción en lo que quizás sea el episodio más sonado en el que una teoría ha sido falsada en toda la historia del saber: no hay en la literatura etnográfica disponible ni un solo ejemplo de algo parecido a un trueque. Allá donde se ha observado cualquier actividad económica en sociedades sencillas, las personas mantienen infinidad de deudas de muy diverso tipo con sus vecinos. Pero no solo eso, el registro arqueológico demuestra que algunos de los más antiguos documentos recogen anotaciones de créditos y débitos. Lo más hiriente tal vez sea que mientras Adam Smith escribía en su proverbial obra "La riqueza de las naciones" sobre aquella tierra del trueque, ambientándola en las llanuras de los nativos norteamericanos, ya se encontraban publicadas las obras de Lewis Henry Morgan –considerado el padre de la antropología norteamericana- sobre las seis naciones iroquesas, en las que tal hipótesis se desmentía.

¿Qué intención o motivos movían una y otra vez a los economistas a cerrar los ojos ante todas las pruebas y testimonios? La fantasía del trueque es solo el artilugio intelectual que permite obviar de inmediato las verdaderas ficciones que permitieron a la economía constituirse como disciplina: que el ser humano es un individuo que actúa maximizando el beneficio y que el intercambio demercancías -especialmente cuando interviene el dinero- es por completo ajeno ala actividad del estado. Estas dos asunciones permiten independizar intelectualmente la economía en una esfera que simplemente no es pensable como tal en las comunidades estudiadas tradicionalmente por la antropología,donde ni el estado ni la moneda aparecen en absoluto.

Por decirlo con otras palabras, frente a la omnipresencia del don, del regalo, en las sociedades más simples; la gran transformación que supuso el intercambio generalizado de bienes con moneda exigió toda una serie de mediaciones institucionales entre las cuales el estado tiene un papel predominante. La vida económica allí donde han permanecido comunidades sencillas obedeció –y todavía obedece- a imperativos morales cuyos lazos con las personas constituyen un auténtico cemento social. Graeber, lejos de petrificar aún más la dicotomía entre nuestras sociedades y aquellas que se nos antojan exóticas, analiza la pendiente resbaladiza que las separa.

En las sociedades en las que es dominante lo que el autor llama principio del ‘comunismo’, se establecen esferas de intercambio en las que los objetos de cada una pueden intercambiarse entre sí, pero jamás por un objeto de otra esfera diferente. Esta característica, omnipresente también en la literatura etnográfica, da cuenta de la diversidad propia de todas las sociedades estudiadas; de que los seres humanos no son intercambiables por cualquier otra cosa. Si bien es verdad que en este tipo de economías no cabe hablar propiamente de dinero, –pues su uso generalizado es precisamente la negación de las esferas de intercambio- un análisis de su antecedente más inmediato revela que en lugar de usarse para intercambiar ‘pollos por gallinas’ resultaba ser algo más parecido a una ofrenda para arreglar matrimonios o para compensar la muerte violenta de un vecino. Graeber sugiere para este tipo de vida económica el paradójico nombre de ‘economía humana’. ¿Qué mide el dinero en estas sociedades? La respuesta es sencilla, ni más ni menos que una deuda impagable: el valor de la vida humana.

Sin embargo, el mito del trueque y la ficción de que todas las relaciones humanas se basan esencialmente en el cálculo de intereses persiste más allá delos círculos de economistas. Es por eso que en un momento inesperado de la obra, el autor llama al estrado a un testigo quizá inesperado: Friedrich Nietzsche. En su obra "La genealogía de la moral", publicada más de un siglo después que la obra cumbre de Adam Smith, personifica a la perfección los resultados de imaginar el mundo en términos exclusivamente comerciales, ignorando con más saña aún el conocimiento etnográfico obtenido hasta la fecha.

Para Nietzsche, los actos de comprar y vender preceden a cualquier otra forma de relación interpersonal y los atributos de estas acciones se transfieren alas primeras instituciones humanas. Adam Smith también lo creía, al admitir que el origen mismo del lenguaje se basaba en nuestra natural propensión al intercambio. Para ambos, la sociedad viene después. Pero Nietzsche fue más lejos afirmando que todo sistema humano de moralidad provenía de esta capacidad de negociar, calcular e intercambiar. Después de señalar que la palabra alemana ‘Schuld’ significa tanto ‘deuda’ como ‘culpa’ concluye que en la antigüedad ser deudor es equivalente a ser culpable y que los acreedores, lejos de exigir compensaciones monetarias en forma de interés, torturaban al deudor mientras establecían cuánta carne de su propio cuerpo debían llevarse como pago. En otro orden de cosas, Nietzsche también asegura que los seres humanos imaginan sus relaciones con la sociedad en estos términos y que si los‘hombres primitivos’ rinden lealtad a la tribu de la que forman parte es porque le ofrece seguridad que de otro modo no encontraría y que además, los rituales conmemoran las deudas con los espíritus de los fundadores. En opinión de Nietzsche no hay nada gratis y siempre cabe la sospecha de no haberles devuelto el favor con creces. Esa deuda no pagada es lo que justificaría que, ante la desobediencia de las leyes ancestrales, la tribu reaccione como un acreedor furioso. No hace falta decir que no existe ni un solo testimonio o prueba de semejantes imaginaciones que, por otro lado, son perfectamente coherentes si se aceptan las hipótesis de partida.

Sin embargo, la mejor respuesta a quien quiera que pudiera tomarse en serio estas fantasías en las que los ‘salvajes’ se mutilan unos a otros para pagar sus deudas sea escuchar a uno de ellos. Así caeremos en la cuenta de que aquella ficción se parece más a la visita de un cobrador y sus matones de hoy endía. Aunque es solo un ejemplo entre muchos de los testimonios recogidos, se ha convertido en una de las frases más tópicas de la antropología: “En nuestro país somos humanos. Y como somos humanos nos ayudamos. No nos gusta que nos den las gracias por eso. Lo que hoy consigo yo, puede que mañana lo obtengas tú. Por aquí decimos que con los regalos se hacen esclavos, y con los látigos, perros.” Esta reflexión sobre la prohibición de calcular intereses, de ‘llevarle la cuenta’ a nadie, o de camuflar un agradecimiento o un regalo con un chantaje o un soborno supone un desafío a nuestra forma de pensar desde los principios de nuestra sociedad a nuestra vida cotidiana, si es que cabe distinguirlas. Pero este es solo el principio de una historia de más de cinco mil años en la que se dan cita desde las religiones y las filosofías más antiguas hasta los sistemas políticos y económicos actuales.

A través de esta rigurosa historia -considerada el libro más influyente del año por el diario "The Guardian"- pero no por ello menos amena y transversal, se nos muestra de forma clara y rotunda que, no siendo falso el tradicional discurso sobre los orígenes del capitalismo a través de la 'acumulación primitiva' y la progresiva desposesión, vallado y apropiación de tierras comunales; hay una historia menos conocida en la que se convirtieron las economías humanas del crédito en las economías del interés y de la gradual transformación institucional de las redes morales entre personas debido a la intrusión más o menos anónima del poder del estado y de unas dosis de violencia difíciles de ponderar. Hasta tal punto esto es así que nuestras más íntimas convicciones sobre la justicia y la ética se han visto trastocadas por ella, desde el albor de los tiempos hasta la actualidad, en el que las finanzas especulativas nos ofrecen un mundo en el que solo somos libres de comprar un pedazo de nuestra propia servidumbre.


OCTAVIO BARRIUSO VARELA
Universidad Complutense de Madrid
octaviobarriuso ARROBA gmail.com
Nº 5 (julio-diciembre 2014)
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http://www.forocomunista.com/t32684-en-deuda-una-historia-alternativa-de-la-economia-libro-de-david-graeber-en-varios-formatos-

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