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Notícies :: especulació i okupació
Un lugar llamado Bungehuis
25 feb 2015
Crónica de la ocupación de la biblioteca de la Universidad de Amsterdam, cuyos gestores quieren venderla a una cadena de hoteles.
A eso de las siete de la tarde del pasado jueves se hizo pública la sentencia judicial que debería acabar con la ocupación de la biblioteca universitaria Bungehuis. Los estudiantes se habían atrincherado allí desde el viernes pasado; aguantaron sentaditos toda la noche en los aseos y al amanecer bloquearon con muebles todas las puertas que daban a la calle. En los últimos años varios movimientos, partidos y sindicatos de estudiantes habían estado oponiéndose por medio de los canales oficiales a los recortes de presupuesto que se anuncian para el 2016, pero la universidad siempre hizo oídos sordos a sus objeciones. Una actitud que en Holanda no solo es de dudosa moralidad, sino que además resulta que es contraria a la ley.

En los años setenta estallaron en Amsterdam protestas estudiantiles contra el control autoritario y paternalista que ejercían los catedráticos sobre las políticas de enseñanza superior. Los jóvenes baby-boomers holandeses lograron introducir una ley nacional que requería para cualquier decisión importante el consenso tripartito de la administración, el profesorado y los estudiantes. Pero desde los años noventa se empezó a impulsar un modelo de gestión neoliberal, y los managers de la Universidad de Amsterdam (UvA) han ido obviando sistemáticamente el voto de los otros dos estamentos. No hace mucho la rectora decidió unilateralmente iniciar una fusión con la facultad de humanidades de la Vrije Universiteit (VU), la otra gran universidad de la ciudad, de tradición cristiana. Las clases de letras se desplazarían al extrarradio y se eliminarían una veintena de departamentos de idiomas como el checo, el árabe o el griego moderno. También quieren vender al mejor postor la biblioteca llamada Bungehuis, un edificio art-deco monumental situado en pleno centro. La prensa ha revelado que el comprador sería SoHo, una cadena de hoteles de tipo club privado con varios establecimientos en grandes ciudades como Londres y Nueva York y que no sirve más que a 290 miembros, todos ellos personalidades bufonescas de la música y el cine.

Hasta ahora no he querido escribir demasiado sobre la ocupación porque la respuesta de la junta de gobierno ha sido tan desproporcionadamente agresiva que me amargaba solo de pensarlo. Primero insultaron la inteligencia del movimiento, compuesto por unos 100 alumnos y un profesor de 61 años, ofreciéndoles un local alternativo donde debatir. Obviamente, el tiempo de negociar en condiciones de asimetría se había acabado y los estudiantes estaban recurriendo a la ocupación para allanar el campo de juego. Inmediatamente después de enviarles esta propuesta por correo electrónico, les cortaron internet, bloqueando toda posibilidad de que los estudiantes pudieran responderles o comunicarse con el exterior. Después de tres días, interpusieron una demanda contra el grupo donde exigían una compensación de 100.000 euros por estudiante por día a partir de la sentencia judicial prevista para el jueves. Por suerte la jueza, aunque ha acabado fallando a favor de la universidad, también les rebajó la multa a 1000 euros por día para todo el grupo, con una cuantía máxima de 25.000 euros, más costes procesales y la factura del posible desahucio.

Desde los años noventa se empezó a impulsar un modelo de gestión neoliberal y los managers UvA han ido obviando sistemáticamente el voto de los otros dos estamentos

Me he decidido a escribir ahora porque aparte de todas las cosas conmovedoras que he visto en esta semana, acabo de leer una cosa divertida. Durante la ocupación, todo el que quisiera visitar la biblioteca podía entrar por uno de los ventanucos traseros. La calle está en cuesta y, salvo los holandeses más altos, casi todos teníamos que andar encaramándonos a una escalera. Y por esa escalera derrengada de pintor pasaron, en desobediencia flagrante de las órdenes patronales, desde catedráticas feministas sexuagenarias y bibliotecarios pálidos a turistas intrépidos, abogados, y más abogados, operadores de cámara, algún jevimetal con ganas de bronca, técnicos de laboratorio... y con el frío que hacía allí dentro. Pero siempre había alguna charla interesante o una película. Bueno, pues la famosa escalera coja de aluminio se acaba de subastar en frente del edificio por 1.000 euros. Ya tienen la primera noche pagada.

El ultimátum se cumplió a las 23 horas del jueves, después de una conferencia de prensa abarrotada de periodistas de todo el país. Pasarán al menos una noche más en el edificio, posiblemente hasta el lunes, desoyendo el dictamen judicial. El profesor ya no está solo, se ha unido otro más, italiano. De los estudiantes quedan sólo como una veintena, pero ya antes de oír la sentencia circuló una lista de 150 profesores, investigadores y estudiantes de doctorado, que le decían a la rectora, "mira, eso de la multa de los 100.000 euros, mándamela ya de paso a mí también". Y aunque no están de cuerpo presente, la lista de gente que los apoya sigue creciendo.

Mientras tanto, por la zona llevan varios días paseándose los furgones blindados de los antidisturbios. Pero el desahucio forzoso seguramente se iniciará por el tejado para no dañar la arquitectura monumental del edificio.

El viernes los estudiantes no recibieron la esperada visita de los antidisturbios. Es más, a eso de las diez tuitearon que se les estaba enfriando el café que le habían preparado al brazo fuerte de la ley. Sí se ha pasado un policía local a preguntar si no querían, quizá, irse a casa ya de motu propio, que se les ve un poco ojerosos. Los bomberos llegaron más tarde y entre chascarrillos confesaron que ellos también andaban de bronca con sus jefes, y que les picaba ver cómo se hacía eso de ocupar la propia oficina. Hace media hora llegó otro policía con una libretita; estaban saliendo del edificio menos elementos de los que entraban, y eso, en fin, al parecer "it's not the idea". En las ventanas van apareciendo, junto a la lista de reivindicaciones, ejercicios de lengua húngara, como la ortografía correcta de la palabra /kurva/.

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Sindicat Terrassa