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Anàlisi :: pobles i cultures vs poder i estats
La larga marcha hacia una sociedad sin Estado
19 gen 2015
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“La calma más grande reina aquí actualmente. Todo es silencioso, como una noche de invierno envuelta en la niebla. Sólo se escucha un misterioso y monótono sonido, como si fueran unas gotas salpicando. Son las ganancias del capital que caen dentro de las cajas fuertes de los capitalistas que casi se desbordan. Se oye el contínuo aumento de la riqueza de los ricos. Por momentos, este rugido ahogado se mezcla con un sollozo emitido en voz baja, el sollozo de la indigencia. Algunas veces un suave sonido metálico hace eco, como de un cuchillo que está siendo afilado”.

(Heinrich Heine, septiembre de 1842)

“Es comprensible que cuando uno se enfrenta a un monstruo dispuesto a dominarnos, la tentación sea volverse para enfrentarse a él cara a cara y combatirlo denodadamente. Esto valdría para describir prácticamente todas las revoluciones y movimientos de liberación habidos hasta ahora, y hay situaciones en las que no se puede evitar actuar así. Pero éste no es el modo en que vamos a proceder nosotros. No vamos a enfrentarnos al monstruo consumista-capitalista. Lo que vamos a hacer es, de hecho, ignorar a muerte al capitalismo”.

(Ted Trainer, “The transition to a Sustainable and Just World”, 2010)

“La sociedad productivista y consumista no puede ser sustentada por el planeta. Necesitamos construir una nueva civilización capaz de asegurar una vida digna a una enorme población humana (hoy más de 7.200 millones), aún creciente, que habita un mundo de recursos menguantes. Para ello van a ser necesarios cambios radicales en los modos de vida, las formas de producción, el diseño de las ciudades y la organización territorial: y sobre todo en los valores que guían todo lo anterior.
...Esto es más que una crisis económica y de régimen: es una crisis de civilización”.

(Del manifiesto “Última llamada”)


Si no hubiera más opciones, yo preferiría practicar “la ignorancia a muerte” antes que ponerme a “afilar los cuchillos”. No podemos reeditar fracasadas formas de lucha, como tampoco podemos eludir la realidad de una confrontación que ya existe por voluntad que nos es ajena, por la iniciativa agresora del propio sistema al que nos enfrentamos.

Además, siendo las circunstancias actuales tan radicalmente diferentes a todas las conocidas anteriormente, parece razonable pensar que la confrontación debiera adoptar hoy estrategias radicalmente nuevas, que operen en la frecuencia de onda de esas nuevas circunstancias en las que hoy se produce la agresión.

En la actual situación histórica, por la exclusiva vía “política” del sistema no puede llegarse más allá de su versión socialdemócrata, cuya toda finalidad es hacer soportable al sistema, dotándolo de “rostro humano”. Es, sin duda, la alternativa “socialmente más presentable” de las que dispone el sistema de dominación. Pero hoy tenemos fundamento para afirmar que se trata de una versión irrepetible por imposible, toda una utopía. La socialdemocracia fue ensayada con éxito en los países occidentales durante las décadas posteriores a la segunda guerra mundial y se tambaleó en cuanto aparecieron los síntomas más graves de la crisis sistémica que le es consustancial al capitalismo, sin poder resistir la competencia de su alter ego en versión neoliberal. Sucede que cuando le llegan las crisis económicas y éstas se radicalizan socialmente, el sistema tiene que recurrir a su genuino ADN feudal y autoritario, sin espacio para más contemplaciones. Allí donde por efecto de las crisis el Estado ve reducida su base social (las clases mercenarias), está obligado a prescindir de su careta social y a concentrarse en su misión original, o sea, en la defensa del botín acumulado históricamente mediante la apropiación de los bienes que por ley natural son comunales: los recursos naturales y los del conocimiento humano. A partir de ahí, todas las formas de dominación no son sino consecuencia de este expolio universal y sistemático.

La financiarización y globalización de la economía capitalista tuvo un gran éxito estratégico cuando logró “difuminar” el capital, al deslocalizarlo geográficamente en tanto lo concentraba virtual y corporativamente. Pero la versión socialdemócrata del sistema ya no podrá disfrutar de otra oportunidad como aquella, porque su tiempo se agota al mismo ritmo que se agota el carburante con el que produce y mueve las mercancías. Esta es hoy su letal debilidad, su concluyente talón de Aquiles; no la subversión de la clase social explotada por el trabajo asalariado, no la razón moral de la dignidad humana burlada, no las evidencias de una falsa democracia, no; su punto más débil, lo que producirá su colapso, será un fallo generalizado en la producción y circulación de mercancías, por falta de carburante...Y carente de energía, sin crecimiento y sin circulación, el sistema verá caer su economía al modo en que se caen las bicicletas cuando se deja de pedalear.

Aún contando con el fracaso ecológico y social que es consustancial a la economía capitalista, el sistema dominante no tiene alternativa más presentable que la socialdemocracia, algo que le sirva para ganar tiempo en lo que se agota el petróleo, a la espera de que suceda un futuro milagro científico, una mágica energía con la que dar continuidad a su forma de producir y mover las mercancías. Por eso que siga hoy intentando la vía keynesiana, socialdemócrata, a base de tapar las arrugas con capas de maquillaje ideológico y retoques de imagen. Y a eso responde el intento de resucitar la socialdemocracia en su versión respondona, el partido Podemos en el caso de España. En la gran crisis de los años veinte, la respuesta de la dominación fue el fascismo, la globalización lo fue en la crisis de los setenta, los gobiernos socialdemócratas sólo le son funcionales al capitalismo en tiempos de expansión económica, que son bien aprovechados para fidelizar a las masas consumistas a través de una eficaz campaña de ofertas (el Estado de Bienestar),con el que logra incrementar espectacularmente la fe económica en la que se fundamenta la religión del “progreso”, de inequívoca titularidad estatal-capitalista.

Hace unos días, decía Iñigo Errejón que Podemos "ya ha ganado las elecciones". Yo estoy de acuerdo. Con su mismo fundamento, yo puedo afirmar otro adelanto: el tiempo de su gobierno está acabado desde antes de su inauguración.

Lo previsible es que el colapso económico se acelere y agudice socialmente con el declive definitivo en la producción de petróleo, lo que puede alargarse por una o dos décadas, pero no podemos esperar que por sí mismo este colapso abra la puerta al advenimiento de una sociedad mejor, igualitaria y democrática. Ahí seguirá estando el aparato estatal, el aparato nuclear de la dominación, su imbatido torreón. Porque siendo el decrecimiento el único horizonte económico real, la batalla proseguirá: decrecimiento de renta comunitaria o decrecimiento de renta básica. O lo que es lo mismo, la sociedad contra el Estado.

Asistimos hoy a una guerra mundial televisada, que nos es falsamente presentada como una confrontación de civilizaciones, una guerra “entre la democracia occidental y el yihadismo oriental”, cuando desde la invasión de Irak buena parte de la gente del mundo venimos sospechando que esa guerra es en realidad una batalla a muerte por el control del último petróleo. Y como en todas las guerras, en ésta tampoco veremos morir a quienes las provocan y declaran, no veremos caer en la batalla a ningún magnatario, sólo a gente de a pie, gente de oriente y occidente asesinados por el fuego cruzado del terrorismo estatal y religioso, terrorismo al cabo. En los pocos años que faltan para que el petróleo deje de manar, cabe esperar, pues, la continuidad del genocidio petrolífero en los desiertos de oriente y en los bulevares de occidente. Y cabe esperar algún efímero “coletazo” socialdemócrata, previo al colapso económico y social, pero lo previsible es que el sistema vaya contrayendo su maquinaria y concentre sus menguadas energías en el aparato militar y represivo; será una reedición postmoderna y neofeudal del fascismo, del Estado en su forma pura, ya sin Podemos, ya sin más contemplaciones ni pamplinas ciudadanistas. Ya vemos esos indicios, es lo que hay y así hay que afrontarlo.

Parece razonable que sea por la autonomía energética por donde deberíamos priorizar una estrategia de supervivencia, que también será de autodefensa y confrontación. Urge que vayamos reduciendo nuestro consumo a lo necesario y que éste se nutra lo más posible de productos elaborados localmente y autoelaborados por nosotros mismos de forma personal y cooperativa. Urge crear monedas sociales que atrapen el dinero que hoy circula por anónimas sociedades, bancos y mercados virtuales, en beneficio de los espacios presenciales, locales y comunitarios. Es el mayor daño que ahora podemos infringir al sistema. Aproximarnos a la soberanía energética, alimentaria y tecnológica es hoy un objetivo prioritario en el largo camino hacia una sociedad emancipada. Y aún así, esta estrategia será insuficiente si sigue la inercia organizativa a la que nos ha acostumbrado la parte izquierda del sistema, la que debilita la potencia social en luchas partidistas y fragmentarias (electoral, sindical, vecinal, feminista, ecologista, etc). Lo razonable es que la organización social de la supervivencia, si bien ha de germinar localmente -en asambleas comunales autónomas-, no debería producirse al margen de su dimensión ética y ecológica, que la convierte en integral y global. No por un abstracto humanitarismo universalista, sino por la dimensión planetaria del desastre que se avecina y del sistema que hasta aquí nos ha conducido.
Mira també:
http://blognanin.blogspot.com.es/2015/01/la-larga-marcha-hacia-una-sociedad-sin.html

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Comentaris

Re: La larga marcha hacia una sociedad sin Estado
20 gen 2015
el mayor daño que podemos infringirles es con la accion directa y el sabotaje; creando islas artificiales no les hacemos ningun daño. Con la soberania tecnologica lo unico que se hace es reconocer sus paradigmas capitalistas y perpetuar esta sociedad hiper tecnologica. Son las luchas parciales las que debilitan a la lucha mas general pues los que practican las luchas parciales no tienen ninguna intencion en transformarlas en luchas mas generales. La socialdemocracia no es una alternativa, es la respuesta capitalista a la alternativa revolucionaria, la unica verdadera alternativa. La funcion de los socialdemocratas de todo pelaje es hundir y enterrar las ideas revolucionarias, este siempre ha sido el rol de la socialdemocracia y es ese el objetivo que persiguen tambien ahora.

Para terminar con el capitalismo no hay atajos, ni autonomias alimentarias ni energeticas ni hostias, y mucho menos se hara imprimiendo dinero "nuestro" se hace solo y exclusivamente destruyendo el capitalismo y a los capitalistas lo demas son solo cuentos para niños y vivir de falsas esperanzas. Siempre ha habido comunas y gente que ha vivido (o intentado vivir) al margen de las sociedades dominantes y solo cuando lo han hecho con las armas en la mano defendiendo la total autonomia es cuando han sido atacados por el estado y sus perros guardianes, lo demas es todo folclore para entretenermos y hacernos perder tiempo.
Sindicat Terrassa