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Perú: No solo en Francia se mata periodistas también en Perú y hasta hoy existe impunidad caso Luis Morales
09 gen 2015
Recordemos lo de Francia pero no olvidemos el asesinato de Luis Morales, el periodista peruano asesinado por el grupo terrorista del Servicio de Inteligencia del Ejército.
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Recordemos lo de Francia pero no olvidemos el asesinato de Luis Morales, el periodista peruano asesinado por el grupo terrorista del Servicio de Inteligencia del Ejército.


Preambulo

Lo ocurrido ayer en Francia ha llevado al paroxismo a casi el 100% del periodismo y la criolla clase política peruana.

Pero les queremos hacer conocer que aquí en el Perú a un colega periodista lo asesinaron impunemente y hasta hoy no hay culpables, como en el caso del colega Hugo Bustíos y… como en el caso de la matanza de Putis.

Asi como se solidarizan y demandan sanciones, cuándo haremos lo mismo por el colega LUIS MORALES, el valiente periodista ayacuchano que fue asesinado durante el gobierno fujimontesinista por elementos de inteligencia del Ejército.

Habrá estado el hoy Ministro Daniel Urresti en este crimen sin nombre contra Luis Morales?. Conste que este asesinato abrió de inmediato el asesinato de otras personas en Ayacucho como como la valiente ex Alcaldesa de Huamanga Leonor Zamora.




Los otros crímenes de "Colina"

César Hildebrandt Chávez
politicaconosur

Favio Urquizo Ayma, uno de los asesinos del grupo Colina que se encuentra en prisión, escribía minuciosa y crudamente sus aventuras criminales en un diario personal, narrado en tercera persona, y en el que habla de sí mismo con el seudónimo que usaba cuando era agente de inteligencia operativo del Servicio de Inteligencia del Ejercito: "Agente Carrión". Estas son sus crónicas.

"El agente Carrión, siempre ahí, haciendo prevalecer lo que manda el sistema, su sangre fría, no le importa el sufrimiento de las personas, nunca conoció sentimiento alguno, el sólo sabía que era Carrión y punto." El lunes 21 de enero de 1991, un grupo de agentes operativos llegaron desde Lima al fuerte militar Los Cabitosla, en la provincia de Huamanga, Ayacucho. Las órdenes se dieron desde la más alta dirección: la DINTE. El Servicio de Inteligencia del Ejército se encargaría del recojo de información de la zona, y el comando encargado de los asesinatos sería el letal G-2.

El "reglaje" comenzó a mediados de mayo de ese año. Luis Morales Ortega, uno de los más importantes periodistas de Ayacucho, había denunciado desapariciones y diversos casos de violación a los derechos humanos en los que estaban implicados oficiales del Ejército.

Morales sabía que en cualquier momento atentarían contra su vida. En su casa, hoy abandonada, había construido un sótano para ocultarse temporalmente. El hombre de prensa tenía armamento, perros y alarmas. En un mes, los agentes registraron todos sus movimientos: a qué hora salía, dónde comía, a quiénes visitaba, cómo se vestía. A mediados de junio de 1991, todo estaba preparado para el atentado.

"La misión era sencilla, se debía eliminar al objetivo y no debía pasar del 13 de julio. Alquilamos un vehículo marca Toyota color blanco, le cambiamos las placas". El 12 de julio, los agentes vigilaron la casa de Morales Ortega durante todo el día. Cuando éste apareció eran las 2:30 de la tarde: la hora de salida de los colegios.

"En principio debíamos haber logrado el objetivo el 12 de julio, en horas de la tarde, pero no fue así ya que un grupo de escolares lo salvo temporalmente. En el jirón Tres Mascaras había un colegio, y cuando nuestro objetivo llegaba, los niños salían de su centro educativo".

"Molestos retornamos al cuartel. Esa noche Carrión no durmió pensando que le quedaba el ultimo día para ejecutar el trabajo y no debían fallar".

EL PERIODISTA LUIS MORALES, UNA DE LAS VÍCTIMAS DEL AGENTE "CARRIÓN"

El operativo se pospuso para las 5 de la mañana del día siguiente, sábado 13 de julio. El día anterior, el periodista Luis Morales había pactado un desayuno con su colega Magno Sosa, a las 9 de la mañana. Se iban a reunir en la Plaza Mayor.

Magno Sosa, testigo presencial, relata los hechos: "Luis Morales sale de su casa y camina por el jirón Tres Máscaras. En la esquina ve una camioneta blanca estacionada, con tres hombres dentro. Más tarde, testigos afirmaron haber visto la camioneta salir y entrar varias veces del fuerte militar Los Cabitos".

En ese momento, Morales sospechó. Trató de escapar hacia la Plaza Mayor, dobló por el jirón San Martín. Los agentes salieron del vehículo, cada uno con revólveres calibre 38. Lo persiguen.

Morales Ortega llegó hasta la puerta de una quinta en la que vivía una prima suya. Tocó fuerte, pero nadie respondió. En la vereda de enfrente, un vendedor de caramelos fue testigo de la escena.

Una mujer vio a los asesinos correr por la calle con las armas en las manos. Los agentes alcanzan al periodista, que estaban a tres metros de distancia. Antes de ver el rostro de sus victimarios, Luis Morales Ortega recibió cinco disparos, tres en la espalda, dos en la cabeza, uno de ellos salió por su nariz.

Horas después, el vendedor de caramelos, uno de los testigos del crimen, desapareció. El otro testigo, la mujer, corrió sin parar por varias calles. En ese momento, los agentes no lograron identificarla.

"Festejamos el triunfo. Salio publicado en la revista caretas a fines de julio de 1991. El festejo duro hasta el día siguiente que fue un domingo 14 de julio. Se vio la reacción en los medios de comunicación social y la repercusión mundial que causo. Fuimos felicitados".


FRANCISCO SOLIER Y FAMILIA

Celestina Huallanca y su esposa, Francisco Solier García, junto a su madre, vítimas de "Carrión".

La mujer que vio el crimen del periodista Luis Morales Ortega se llamaba Celestina Huallanca, tenía cuarenta y cuatro años, y era profesora de Ciencias Sociales en el colegio Mariscal Cáceres. Esa misma tarde denunció el asesinato del periodista en la comisaría de Huamanga. Los testigos refieren que estaba muy exaltada.

Horas después regresó a su casa, y se lo contó todo a su marido, el profesor de química y física de la universidad San Cristobal, Francisco Solier García.

Los agentes sabían que había un testigo vivo, una mujer que había presenciado la operación. Averiguaron su nombre y su dirección. En la noche fueron a buscarla.

"La orden venía desde la dirección en Lima: 'nadie queda vivo'. El 17 de julio, a las 12 de la noche, se 'golpeo' la casa del objetivo".

El matrimonio de Francisco Solier y Celestina Huallanca tenía un solo hijo, Waldir, y vivían además, con dos sobrinos, Carlos Rodríguez y Eduardo Chauca.

A las doce de la noche del 17 de julio de 1991, los agentes de inteligencia portaban ametralladoras modelo HK MP-5 con silenciadores. Los vecinos recuerdan que ese día dos vehículos cercaron la cuadra y que escuchaban pasos en los techos de sus casas.

Los agentes "Carrión" y "Arturo" rompieron el portón de la casa de los Solier. Encontraron a cuatro personas en la sala y dispararon. Francisco Solier abrazó a su hijo Waldir para protegerlo, pero fue inútil. Varias horas después, la fiscal encontraría sus cuerpos, abrazados. El único sobreviviente de la matanza fue Eduardo Chauca, uno de los sobrinos de Francisco Solier. En 1991, él tenía sólo 9 años.

Chauca recuerda: "estábamos todos, eran cerca de las 11, fuimos a la sala todos: mi tío, mi tía, su sobrino. Justamente ese día me acosté temprano". Esa noche hacía frío y, a falta de mantas, su tía Celestina Huallanca lo cubrió con la ropa que acababa de secar. Fue por ese motivo que los asesinos no lo pudieron ver, y él salvó su vida.

Al día siguiente, Eduardo se levantó a las 9. No sabía nada: los silenciadores de las armas de los asesinos eliminaron el estruendo de la balacera. Al abrir la puerta de su cuarto, Eduardo descubrió el macabro hallazgo: "me levante, primero vi a mi tía echada, al lado de la puerta boca abajo estaba, con todo de sangre. Luego vi a su sobrino debajo de la cama. Más adentro encontré a mi tío Pancho con su hijo. Ya estaba muerto, hasta el cerebro había salido la bala".

Durante varios años, Eduardo Chauca tuvo graves problemas psicológicos. Su familia cuenta que era agresivo y que, hasta meses después del asesinato de toda su familia, no dijo palabra alguna.

"Fue fácil. Carrión mató a dos personas. Se notaba que no reparaba en nada de sentimientos. Ni el lloriqueo de las victimas le conmovía. ¡Que valor! En fin: ¡misión cumplida!".

EL AGENTE CARRIÓN

"Carrión es una persona intelectualmente hábil, estatura regular, serio, fornido, no conversa, solo escucha. para él, Carrión debía ser sinónimo de respeto, autoridad".

El 21 de octubre de 2001, la Dirección de Inteligencia del Ministerio del Interior capturó al suboficial Favio Javier Urquizo Ayma, de 34 años, arequipeño y vinculado al escuadrón de aniquilamiento "Colina".

En su domicilio la policía encontró valiosa documentación: una agenda con nombres y teléfonos de conocidos personajes, un expediente con diversas incursiones militares hechas por la DINTE y el SIE y, lo más importante, doce páginas escritas mecanográficamente y tituladas: "El Agente Carrión". "El agente Carrión" es el diario personal de Favio Urquizo Ayma. En cada página, Urquizo habla de sí mismo en tercera persona y se hace llamar Luis Ernesto Carrion López. En aquel informe, relató sus operaciones de seguimiento y ejecución, todas realizadas en Huamanga desde julio hasta diciembre del año 1991.

La crudeza de los párrafos de este informe es espeluznante: Urquizo relató con lujo de detalles no sólo la manera como se ejecutaron los asesinatos, sino lo que él sintió después de ellos.

Urquizo cuenta en su diario que, durante todo el año 1991, él personalmente siguió a varios presuntos terroristas que, según sus informaciones y análisis, operaban en la ciudad de Huamanga.

En el mes de agosto de ese año, el agente Carrión, o Favio Urquizo, junto con otros suboficiales de inteligencia que pertenecían al grupo denominado G-2, mataron a ocho presuntos senderistas. Según Carrión, él mismo se encargaba de infiltrar a los terroristas y ganarse su amistad.

Según la versión de Urquizo, nadie, ni la Policía ni ninguna autoridad, conocían de la ejecución de estas operaciones especiales ni de la existencia del G2.

Cinco años después de los crímenes de Huamanga, a mediados de octubre de 1996, Urquizo se hizo conocido cuando tres cargas de dinamita explotaron en las instalaciones de la filial de red global, en la provincia de Puno.

Luego de declararse culpable, este suboficial fue acusado por el Ejército como el autor material del ataque contra la estación de Red Global. En abril de 1997, fue encerrado en el penal de máxima seguridad de Yanamayo y en enero de 1998, ocho meses después, fue absuelto de toda culpa.

"Carrión debía ser inigualable porque, para el, dos o mas estrellas a la vez no pueden brillar en el firmamento, solo debía ser Carrión".


LUIS CONTRERAS

"El tiempo pasa. Se logró detectar e identificar a un terrorista que se encontraba infiltrado entre nosotros, en el fuerte los cabitos. Es nada menos que un mecánico electricista que tenia acceso a dicha instalación militar".

Y, en parte, era cierto. Desde julio hasta setiembre de 1991, el mecánico Luis Contreras Palomino, de 41 años, dueño de una tienda de repuestos en Huamanga, realizó varios trabajos dentro del cuartel militar Los Cabitos, lugar de refugio del escuadrón de aniquilamiento G2.

Su trabajo consistía, básicamente, en reparar motores. Sin duda, sus continuas visitas laborales despertaron sospechas y, el 14 de setiembre de ese año, se tomo la decisión de eliminarlo.

A la 1 de la tarde, Lucho Contreras, el "Negro" como lo conocían, invitó a tres amigos a tomar unas cervezas en el conocido bar huamanguino, El Copón Sagrado, después de trabajar en su taller.

"5 y media de la tarde. Llego el momento. Carrión ingresa al bar y ubica a su objetivo".

"Dispara cuatro tiros en la cabeza. Le quedan dos cartuchos. Salen a perseguirlo y la serenidad de Carrión sale a relucir una vez más. Carrión voltea, se para y como a seis metros de los que lo perseguían, apunta con el revolver y dispara. Carrión desaparece. Dirección desconocida. Logro escapar con solo un tiro en el tambor del revolver".

Esa tarde no hubo policías. Se festejaba el aniversario de la PIP. El cuerpo del mecánico Luis Contreras permaneció tirado en el piso del bar hasta las 10 de la mañana del día siguiente.

LEONOR ZAMORA

"Llego el 21 de diciembre de 1991. Recuerdo bien que era un sábado. Salimos a las 6 horas del G2 hacia la ciudad. Carrión eliminaría a la perra miserable, la ex alcaldesa de huamanga Leonor Zamora".

Leonor Zamora Concha, ex alcaldesa de la provincia de Huamanga. Leonor Zamora Concha fue alcaldesa de la provincia de Huamanga desde 1983 hasta 1985. Durante su gestión, denunció varios casos de violaciones a los derechos humanos y, debido a esto, tuvo severos enfrentamientos con mandos militares de la región.

Siendo alcaldesa, su casa había sido revisada varias veces.

Al abandonar la municipalidad, se había dedicado a la docencia en la universidad San Cristóbal de Huamanga, dictando clases en la facultad de Ciencias Sociales.

El 21 de diciembre de 1991, a las 10 de la mañana, Leonor Zamora caminaba por la plaza mayor de Huamanga hacia el colegio María Parado de Bellido, donde se celebraba una pollada.

"Son aproximadamente las 12:30. Hay tensión en todos, pero para Carrión era igual, no era la primera vez, estaba sereno: ¡el dijo que ese día la eliminaba!"

Esta vez lo asesinos no portaban ametralladoras modelo HK, sino revólveres. En las operaciones anteriores, habían dejado regadas balas calibre 9 milímetros, usadas por ese tipo de armamento que, casualmente, había sido adquirido por el Ejército en años anteriores y destinado a las zonas de emergencia.

Según el propio Urquizo, había que despistar las investigaciones que pudiesen involucrar al comando del Ejercito Peruano.

"2 y quince de la tarde. El objetivo sale del colegio. Carrión se pone una gorra y alista su 38 Smith Wesson. Espera a que cruce el jirón libertad. Carrión se acerca. Está a un metro. Saca el revolver. Apunta a la cabeza y con sangre fría descerraja dos tiros consecutivos".

"Carrión ve caer el cuerpo inerte. Da media vuelta y hace un tercer tiro que cae en las nalgas del cuerpo. Luego cruza la vereda y corre".

"Cuando llega a la otra cuadra deja de correr. Guarda el arma. Se saca la gorra y la camisa. Toma un taxi y se repliega a encontrarse con los otros agentes para festejar el triunfo de la misión y brindar con cerveza por ese gusto".

En todos estos asesinatos, las investigaciones oficiales terminaron archivando los casos. En algunos de ellos, la culpa se la llevó Sendero Luminoso quien, en varias ocasiones, se encargó de desmentir su responsabilidad.

El expediente Carrión contiene valiosa información que podría desenredar casos claves de violaciones a los derechos humanos. Hoy sus páginas, mientras son analizadas rigurosamente en la Comisión de la Verdad, duermen el sueño de los justos en el despacho de la fiscal de la nación, Nelly Calderón.

"Así se cierra con broche de oro el año 1991. Estos momentos vividos serán de grato recuerdo para los que participamos en estas operaciones especiales. Huamanga volvía a llorar a sus muertos...quienes eran los autores... Nadie sabía nada... Sentimos lo que es el peligro. Vivir con la muerte. Inteligencia no es cualquier cosa. Inteligencia es el nivel máximo del Ejército Peruano. 1991"

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