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Notícies :: antifeixisme
Se están violando derechos humanos en su nombre
04 gen 2015


Desde un punto de vista ético -entendiendo los derechos humanos como el estándar ético de nuestra sociedad-, la única razón sincera para no apoyar la movilización por los derechos de los presos y presas vascas del sábado que viene, con independencia de las razones personales que se tengan para no acudir, es no querer compartir demandas con quienes han apoyado la violencia política o con quienes defienden que lo que hicieron esas personas ahora presas está justificado, estuvo bien. Es un planteamiento harto problemático, se mire por donde se mire.
Empezando porque esas personas presas hicieron cosas tan dispares como atentar contra otras personas, promover un periódico o hacer política. Y, aun siendo así, porque resulta difícil sostener que se estaría de acuerdo con que se respeten los derechos de Javier Salutregi, Pablo Gorostiaga o Arnaldo Otegi, por poner ejemplos canónicos, y no de otro preso condenado por, entre otras cosas, violar los derechos humanos de otras personas. Es lo que tienen los derechos humanos, que tienen voluntad universal y que pretenden sustituir a otras concepciones morales basadas, por ejemplo, en la venganza.

Siguiendo con este argumento, aunque sea difícil de justificar, que esos presos pertenezcan a un colectivo quizás dificulte dar ese apoyo a algunas personas, pero es que el castigo añadido e injusto que padecen se les aplica colectivamente. A los presos y presas vascos, sí, pero, y este es uno de los argumentos más irrefutables, también se aplica particularmente a sus familiares, que padecen un castigo arbitrario e injustificable moralmente. Los 17 familiares y amigos muertos en accidente a causa de la dispersión son uno de los capítulos menos reconocidos y más tristes del conflicto. Y cada fin de semana se activa esa ruleta rusa. Resulta difícil admitir en Euskal Herria que esta realidad no te afecta, que no te incumbe.

Hoy GARA recoge otro aspecto de la violación de derechos en este contexto: el de los hijos e hijas de presos. El único argumento para no posicionarse contra la violación de los derechos de esos niños y niñas es algo así como decir «¡pues que sus padres lo hubiesen pensado antes!», muestra de una vileza de nuevo difícil de sostener.

La falta de pluralidad de la convocatoria suele ser un argumento recurrente, pero no deja de ser falaz. Tanto porque es mentira -entre los convocantes hay personas de diferentes trayectorias y destinos políticos-, como porque si no es más plural es precisamente porque esa misma gente que la apoyaría si fuese más plural no la apoya. Un argumento circular de manual.

Algunos dicen que este no es su problema, que no es su prioridad, lo cual es legítimo, pero no quita para apoyar su resolución, dado que de no hacerlo estarán mirando para otro lado, algo de lo que seguramente habrán acusado a otras personas. Entre ellas, a esas con la que no quieren compartir pancarta. De no hacerlo, no se entiende muy bien por qué se consideran moralmente tan superiores a ellas, si en este terreno su postura es cuando menos análoga.

Cálculos destinados al fracaso

El debate, no obstante, trasciende lo personal, y tiene relación con el parroquianismo, la parcialidad moral y con un extraño sentido de la obediencia que se han impuesto en nuestra sociedad, probablemente como consecuencia del conflicto que hemos vivido.

Hay mucha gente en la sociedad vasca que si no apoya abiertamente o no acude a la movilización de este sábado es porque sus representantes políticos, su partido o sus líderes le han dicho que no debe hacerlo. Porque alguien en un despacho ha decidido que si se apoya se admite que se están violando esos derechos y que, aunque sea evidente que es así, de no hacerlo se puede mantener la ficción de un relato donde unos hicieron todo bien y otros hicieron todo mal. Porque alguien ha hecho el cálculo de que defender todos los derechos para todas las personas «beneficia a la izquierda abertzale», cuando es evidente que la mayor beneficiaria de asumir esa norma general como principio rector de la política vasca sería la sociedad en su conjunto.

Incluso en términos «maquiavélicos», ese cálculo es erróneo, porque el suelo ético se resquebraja bajo los pies de quienes miran para otro lado, quienes aceptan que se violen derechos humanos en nombre de un bien mayor, de la seguridad, de la razón de estado, de un cálculo, del relato, en su nombre.

Por obediencia, parroquianismo o cálculo, personas que sí defienden el principio de todos los derechos para todas las personas, también las que están presas, pero que militan, apoyan o votan a PNV y PSOE, no van a secundar públicamente esta movilización. Pese a ello, otras muchas personas que provienen de esos partidos sí irán a Bilbo o apoyarán públicamente estas reivindicaciones básicas. Merecen un reconocimiento no tanto por sostener algo con lo que están de acuerdo, sino por romper inercias, por mirar al futuro más que al pasado.

La marcha «Euskal Herrira ahora, now, maintenant, orain!» será multitudinaria, plural, innovadora y pacífica. Ese clamor por los derechos humanos demostrará una vez más que la sociedad vasca avanza hacia un escenario de paz, justicia y democracia, a menudo a pesar de la escasez de talla política y de la pobreza de espíritu de algunos de sus dirigentes y de las estructuras de los partidos. Esa sociedad escribirá el relato de lo que aquí ocurrió, y en ella hay que concentrarse.

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