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Talibanes españoles
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per Jaime Richart |
15 jul 2003
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El pasado día protestaba enérgicamente contra el gobierno y su partido, y decía que, metafóricamente, como ciudadano de la República abandonaba el Parlamento, las Comunidades y las instituciones ante el insoportable vasallaje con el que ambos someten a la oposición política y al pueblo en virtud de sus mayorías absolutas, allá donde existen y en cuanto tienen la oportunidad de hacer valer... |
Pues bien, eso, recurrir al boicot, ausentarse de las instituciones, es lo que creo debieran hacer todos los restantes grupos políticos. El "rodillo", como en su día llamaban machaconamente ellos a la gestión del partido socialista, es cada día más asfixiante y se extiende a más espacios. No hablemos del martillo pilón aplicado a asuntos como el Prestige, o el gravísimo de meter al país entero en una aventura bélica de tal obscenidad... Es que en el tema de la política genuinamente interior, no contento con sus conquistas electorales supuestamente regulares el PP patrocina, promueve o aprovecha las deserciones del principal partido de la oposición, haciendo estratagema de sus complicidades y de la estratagema una vía aparentemente inédita para adueñarse de todos los focos de poder que no controla. Aparta a los funcionarios judiciales insobornables y se propone suprimir la Fiscalía Anticorrupción a través de uno de sus secuaces más marcadamente politizados, como es el caso del Fiscal General del Estado; Anticorrupción que, cuando le convino, forzó a instituir. Esto, por poner los dos ejemplos recién salidos del horno...
Pero no es sólo a involución a lo que asiste incólume el país. Es talibanismo puro... a la española. Y en estos casos, y habida cuenta la falta de sensibilidad política, el estilo burdo de gobernar, la prepotencia en aumento reforzada por los lazos que les une al campeón actual del neofascismo, el emperador yanqui, lo que cabe para hacerles frente no son sólo las urnas, sino emplear su mismo lenguaje. Entre hienas hay que ser una hiena. No valen las sutilezas, la retórica, la logomaquia o las quejas dentro de la cortesía parlamentaria o la sujeción a las reglas escritas y no escritas del juego democrático. A estas gentes hay que combatirlas con sus mismas armas: una buena dosis del mismo juego sucio que dominan, más cinismo y actitudes resonantes y espectaculares. De poco sirve jugar bien si el adversario nos hace trampas y además las consentimos...
Ha llegado a tales alturas el desmán, que para recuperar el mínimo equilibrio que exige la Política en libertad —aun aceptando las mayorías absolutas— sólo cabe una reacción de la misma alta intensidad que tiene la fuerza avasalladora que aplica el PP a todo cuanto toca. Y una manera bien sencilla y elocuente sería la pacífica y continuada protesta gandhista: dejando de acudir al Parlamento: que legislen ellos; dejando de asistir a las Asambleas en las Comunidades y ayuntamientos: que decidan ellos. De todos modos es lo que hacen... Cualquier cosa menos la de servir de comparsería quejumbrosa pero al fin consentidora, que sólo sirve para fingir todos en el interior y fuera ante el resto del mundo, que en España funciona una democracia saludable y nadie rechista. El hecho de poder hacer crítica y renegar en los medios oficiales y autorizados —cada vez más controlados y maniatados—, y de poder clamar sin cortesía en Internet, en absoluto satisface las condiciones indispensables de una democracia...
Si la fuerzas políticas no reaccionan, pronto el país entero se encontrará en una ratonera o un callejón sin otra salida que las manifestaciones salvajes y las huelgas generales. Y si no es así, no es que todo vaya medianamente bien: es que nuestra sociedad estaría enferma... |
