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Anàlisi :: corrupció i poder
La decadencia de los movimientos sociales
03 set 2014
Está en nuestra mano mostrar el rechazo más absoluto a quienes intentan aprovecharse de los movimientos políticos de base para convertirlos en la vanguardia de plataformas políticas pseudo-radicales. Somos nosotros y nosotras, que luchamos en las calles, los barrios, en las asambleas quienes tenemos realmente la determinación y la fuerza para enfrentarnos a la dominación. Ningún partido político debería representarnos, ningún partido político debería sentarse a nuestro lado.
LA DECADENCIA DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

Ya ha llovido mucho desde que las plazas se llenaran de tiendas y reivindicaciones, desde que surgiera ese espíritu de protesta tan amplio y a la vez tan rotundo que fue el 15M. La aparición de este “movimiento” trajo de manera intrínseca muchos debates, muchas discusiones, aprendizaje, formación política, etc…
A nivel personal, fueron muchas las discrepancias que desde mi persona pude encontrar hacia varios debates y decisiones que se plantearon desde estas asambleas tan multitudinarias. No faltaron los políticos que intentaron llevar a su terreno a todos esos jóvenes inexpertos que tenían más ganas que ideas claras. No faltaron quienes aprovecharon para criticar y señalar a aquellas personas que nunca nos creíamos que la revolución se llevaría a cabo entregando flores a quienes nos golpean y reprimen. No faltaron momentos de desánimo, donde el reformismo más institucional parecía (y quizá acabara siendo así) llevar la voz cantante dentro del discurso de la indignación. Y es que quizá indignación era una palabra que se quedaba corta para describir lo que muchas personas sentíamos y sentimos viendo como el sistema de dominación se hace cada vez más denso e indestructible.
Desde luego, el movimiento 15M sostuvo muchos propósitos que quienes creemos firmemente en un cambio real, en una revolución, no acabábamos de entender. Sin embargo, la máxima, el punto crucial de este movimiento era lo que nos hacía albergar esperanzas de que pudiera ser muy útil para ir creando una conciencia revolucionaria. Si en algún momento hubo un punto de verdadero consenso, fue la decisión de no trabajar con partidos políticos, de no constituir el movimiento como plataforma política. Si algo estaba claro en esas asambleas es que la revolución podía ser pacífica e ir la mano de la policía (craso error, desde luego) pero se llevaría a cabo desde la calle, no desde las urnas. Pasado el tiempo, los sectores más reformistas consiguieron que parte del movimiento tomara un carácter más reformista, acercándose a la vía política y parlamentaria (Democracia Real YA, por ejemplo). Sin embargo si algo se sacó en claro de todo aquello, si algo identificaba a todo el mundo, era el absoluto rechazo de todos los partidos políticos, el rechazo de las elecciones y el parlamentarismo como formas de lucha, ya que ni lo son, ni pueden potencialmente serlo.
Sin embargo, pasado el tiempo, en la ciudad de Zaragoza, y personalmente creo que esto es algo que puede aplicarse a gran parte del estado, se ha podido observar un crecimiento del número de partidos políticos minoritarios, que se las dan de revolucionarios. Estas pequeñas organizaciones, asombrosamente, no han surgido de aquellas personas que, provenientes de instituciones políticas, se intentaban aprovechar del movimiento, ni de gente inexperta que todavía creyera que el camino hacia un cambio pudiera llevarse a cabo a través de partidos políticos. Los nuevos partidos políticos minoritarios surgen, sorprendentemente, de entre quienes llevan años trabajando en los movimientos sociales, en las calles, siendo parte de la lucha activa. Nuevos proyectos políticos (Partido X, Podemos…) inundan ahora las fachadas con sus carteles, y otros no tan nuevos siguen defendiendo el camino que durante años han rechazado y criticado.
No supone, en mi opinión, un problema que personas que han participado activamente en movimientos sociales, quizá por desesperación, cansancio o inercia, decidan cambiar las asambleas por mítines, los debates por ruedas de prensa, las luchas de barrio por elecciones. La lucha no se pierde ni se abandona porque un grupo de renegados decidan crear una plataforma política. Cada uno decide, desde luego, cuál es su camino y el rumbo que elige en su vida.
El verdadero problema surge, como es el caso, cuando estos partidos intentan involucrarse en los movimientos sociales como parte de los mismos. Cuando intentan hacernos creer que ellos son los mismos, que sus ideas no han cambiado, que el parlamentarismo es solo otra estrategia más y que debemos, como parte de los movimientos sociales, colectivos, apoyarles en su tarea o incluso unirnos a ellos. Lo que hay que plantearse es si estas plataformas políticas tan revolucionarias fueron en algún momento parte de los movimientos sociales o todo fue una estrategia para desviar con disimulo el camino de las calles a las urnas.
Por desgracia, estas organizaciones políticas que dicen representar a los movimientos sociales están consiguiendo alejarnos del verdadero camino de la lucha. Cada vez son más las jornadas, fiestas populares, asambleas en las que estos partidos participan junto a colectivos y asociaciones, cada vez más las luchas de base que se han venido desarrollando en la ciudad son copadas por movimientos políticos.
Lo que es más preocupante de todo esto es como hemos consentido que se desvirtúen todos estos actos que siempre han sido parte de la cultura de lucha de la ciudad. Hemos dejado que el parlamentarismo y la burocracia se sienten en la misma mesa que las ideas revolucionarias y asamblearias.
¿Dónde quedó el espíritu del 15M? ¿Dónde quedó el rechazo a los partidos políticos, sean del color que sean? ¿Hemos dejado que estos partidos se adhieran a nuestras luchas o es que no nos hemos dado cuenta de que lo hacían? Sea como sea, debemos replantearnos la estrategia que debemos llevar. O seguir trabajando con partidos políticos hasta ser parte de ellos, hasta que nos veamos todos representados por una sección radical de la socialdemocracia que no será capaz de llevar a cabo ningún cambio representativo en nuestras vidas, ya que ni lo desea ni lo puede hacer. O seguir reforzando el tejido asociativo que generan las relaciones personales, de igual a igual, seguir haciéndonos fuertes en asambleas, en las calles y en los barrios hasta que todo estalle, y no debiéndole nada a nadie, tengamos el coraje y los medios para que seamos nosotras mismas quienes cambiemos las cosas.
Porque la lucha está en la calle y no en el parlamento. O como mucho, la lucha está o en la calle o en el parlamento, cada cual que decida, pero que no nos vengan vendiendo la moto de que ambas son compatibles. Hasta que no haya un profundo rechazo a las instituciones políticas por parte de los movimientos sociales (cosa que hace unos años parecía obvio), hasta que no se separen definitivamente ambos caminos, la lucha social de los movimientos antagonistas no será una cuestión que preocupe realmente al poder, al estado, al capitalismo. Está en nuestra mano mostrar el rechazo más absoluto a quienes intentan aprovecharse de los movimientos políticos de base para convertirlos en la vanguardia de plataformas políticas pseudo-radicales. Somos nosotros y nosotras, que luchamos en las calles, los barrios, en las asambleas quienes tenemos realmente la determinación y la fuerza para enfrentarnos a la dominación. Ningún partido político debería representarnos, ningún partido político debería sentarse a nuestro lado.

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