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Notícies :: immigració
Entonces, ¿qué? ¿Abrimos las fronteras?
03 mar 2014
En cuanto alguien cuestiona la política de extranjería, no tarda en aparecer la misma pregunta trampa
No falla. En todo debate sobre inmigración, cuando alguien cuestiona la política de extranjería, lo mismo en una tertulia televisiva que en una cena de amigos, no tarda en aparecer el pesado de siempre con la misma pregunta, ya amarillenta, que te arroja como un cubo de agua: “Entonces, ¿qué? ¿Dejamos las fronteras abiertas y que entren todos?”.

Ahí suelen encallar la mayoría de debates, en un callejón sin salida. En una trampa. Porque la sola formulación de la pregunta ya es una encerrona, una forma tramposa de anular tus argumentos por la vía de cogerte, sacarte en volandas de la tertulia o la cena de amigos, llevarte en un coche oficial y depositarte en el sillón de presidente del Gobierno, para después ponerte en la mano la pluma de firmar decretos: “venga, a ver qué haces ahora, listo, a ver si te atreves a abrir las fronteras”.

Pues no, oye. No te dejes llevar al callejón otra vez. Defiéndete. Para empezar, niégate a responder la pregunta trampa. Primero, porque no es tu problema, no lo has creado tú como para ahora tener que resolverlo en 24 horas. Segundo, porque no vale hablar aisladamente de fronteras, sino de todo un sistema fallido que hace que miles de personas sean expulsadas de sus tierras. La respuesta sensata es: “sí, defiendo la apertura de fronteras, pero dentro de una transformación radical que va mucho más allá de la ley de extranjería.”

¿Significa eso que mientras no se consiga cambiar un sistema económico internacional que fuerza desplazamientos de personas, mientras tanto hay que seguir blindando la frontera? Pues tampoco. No al menos al precio que hemos visto en Ceuta.

No, porque el problema no es la frontera. Y mucho menos la frontera sur, teniendo en cuenta que la entrada de personas por Ceuta, Melilla o el mar es insignificante. En los años de crecimiento económico, cuando llegaba más de medio millón de personas migrantes al año, se estimaba que más de un 70% lo hacía en avión, por algún aeropuerto español, entrando con los papeles en regla o como turistas para luego quedarse. El resto, la mayoría entraba por carretera desde otros países europeos, y menos del 5% venía en patera, pese a que las únicas imágenes de inmigración que nos daban los medios eran las del mar.

Hoy sucede lo mismo con Ceuta y Melilla. Los 30.000 que supuestamente estarían en el norte de África esperando para entrar siguen siendo una cifra modesta comparado con el movimiento de aeropuertos y carreteras.

Pero es que además la frontera en sí misma no es problema, si está abierta o cerrada. Yo he viajado por medio mundo y jamás he tenido que saltar una valla ni llegar a nado a una playa, y a veces eran países mucho más blindados que Ceuta. De la misma forma que la desaparición de controles fronterizos en Europa no vació ningún país. Así que dejemos de poner el foco en la frontera, que no está ahí el problema.

La altura del muro tampoco es un elemento decisivo, ni el número de muertos en el intento. Hace años no había doble alambrada con cuchillas, y sin embargo no saltaban de doscientos en doscientos. Ninguna frontera sirve para impedir la entrada, sino para hacerla más dolorosa, o para operar como una perversa selección natural que garantiza que solo entren los más fuertes, los más listos, los que pagan más.

Aparte de todo esto, al plasta que nos pregunta qué haríamos con la frontera mañana mismo, hay que recordarle más cosas: que para “avalancha”, los más de cinco millones que vinieron durante la década previa a la crisis. Y no solo no hubo conflictos sociales ni aumentó por ellos la delincuencia, sino que además fueron esenciales para sostener la prosperidad de aquellos años. Vinieron sobre todo trabajadores, y generaron mucha riqueza que no repartimos por igual con ellos.

Por último, al pesado de turno avísenle de que si los 30.000 africanos entrasen mañana mismo, seguirían siendo más los inmigrantes que se marchan que los que llegan. Llevamos ya varios años en que son más los que salen del país que los que entran. Y por cierto, entre quienes se marchan, también hay españoles, que se van confiados de no encontrar una maldita frontera que les rechace.
Mira també:
http://www.eldiario.es/zonacritica/ceuta_fronteras_inmigrantes_6_229987025.html

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Comentaris

No Borders, No Nations
04 mar 2014
Chiquito y yo caminábamos lentamente. Apesadumbrados descendíamos por los sinuosos círculos del Infierno. De repente mi guía, muy excitado, haciendo ortopédico ademán de caminar hacia atrás gritó:
- ¡No puedorrr! ¡No puedorrr!
- ¿Qué ocurre?- le pregunté intrigado.
- ¡Este círculo está reservado para el pecadorrr de la meseta! ¡El Tonto Fachadolid! ¡Jaarrrll!- respondió expresivamente.

Efectivamente allí estaba. Con su inconfundible semblante de hombre gris, mediocre, cínico. Parecía hambriento, por la celeridad con la que se dirigía hacia una mesa repleta de manjares africanos. Mas cuando estaba a punto de engullirlos, unos demonios elegantemente vestidos- con logos de grandes multinacionales en los alfileres de sus corbatas- se los arrebataban.

El Tonto, que se percató de nuestra presencia, con una mirada triste nos dijo:
- Todos los lacayos del Poder sabíamos que la banca y las grandes corporaciones junto con el complejo militar industrial - nunca mencionado por nuestros gobiernos ni nuestros medios de comunicación - eran las auténticas MAFIAS responsables de la tragedia migratoria.

Tras soltarnos esta confesión, inició su tortuosa marcha por el círculo infernal, forzado en parte por el hambre, en parte por el hostigamiento de otros demonios con uniforme militar.
Padeciendo horas de calor abrasador y horas de frío helador, su insoportable situación le impelía a saltar , casi al final del círculo, una valla coronada con afiladas cuchillas.
Algún demonio con mala hostia había colgado de un alambre un cartel que rezaba: “ESTAS SENTINAS NO SON AGRESIVAS”. En su desesperado intento por saltar la valla, el Tonto se hacía dolorosos y profundos cortes con las relucientes cuchillas. No sé si en sentido literal o figurado: sangraba como un gocho. Tras infructuosos intentos, su torpeza física le invitó a desistir de tan audaz empresa.
Para sortear tan infranqueable obstáculo, le vi aventurándose a nado en las frías aguas de un oscuro mar. Pero en la otra orilla, unos demonios de color verde con tres cuernos negros en la cabeza le esperaban. Cuando estaba cerca de la playa salvadora, imagino que exhausto y entumecido por el frío, debió sentir los disparos con que amigablemente era recibido por dichos demonios, provocándole una indescriptible angustia. O eso me pareció, por la expresión de su cara. Casi a punto de ahogarse, consiguió pisar tierra. Besando la arena me pareció feliz. Supongo que creyó haber escapado de su círculo infernal. Pero un demonio verde le indicó que allí las reglas no escritas eran las mismas que en Ceuta. Y como en el juego de la oca, pero con escolta verde, fue devuelto a la casilla de salida. Y así eternamente.
Chiquito y yo íbamos a proseguir nuestro infernal descenso cuando, justo en ese momento, sonó mi despertador.


PD1: Esta chorrada no pretende ser una parodia de la “Divina Comedia” de Dante, sino una denuncia de la “Maldita Tragedia” a la que se ven abocados miles de seres humanos, ahora.

PD2:
Contra la ciudadanía y la soberanía nacional,
ni monarquía ni república,
¡Abajo el Estado!
Sindicat Terrassa