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Notícies :: amèrica llatina
Crítica des d'Honduras a les eleccions i la democràcia, per Melissa Cardoza
29 nov 2013
La companya escriptora feminista Melissa Cardoza reflexiona sobre les eleccions a Honduras, qüestionant el mateix fet de votar i la mateixa idea de democràcia. Plantejament molt valent especialment a un país com Honduras, on opinar, especialment per les dones, és tot un risc. Tota la nostra escalfor feminista i llibertària per la Melissa.
Por estos días.

Se ha vuelto complicado hablar, por estos días, de cosas variadas. Inevitablemente se vuelve a lo mismo y de las mismas maneras. Las elecciones, las candidaturas, las mesas, el fraude, la candidata, etc. El tema no es que se hable de esto como la coyuntura prioritaria, porque de hecho lo es, sino lo difícil que se ha vuelto hablar como un ejercicio de la política, es decir intercambiar, escuchar, poder ver otras perspectivas que no nos alejen aunque no estemos de acuerdo.

Las decisiones están tomadas, son irrefutables y ya no se debaten; todo lo demás es traición. Ahora sólo flota en el ambiente un raro fervor que recuerda los domingos en que juega la selección. Los partidos políticos, como tantas instituciones, al parecer demandan feligresías más que ciudadanías, y hay un extraño encanto colectivo por dejarse avasallar por colores, canciones, emociones exaltadas, con otros rostros y parecidas formas, sólo hay que mirar la basura millonaria producida en las últimas semanas en todos los colores posibles. Qué enormes ganancias para los empresarios del plástico.

Mi vecina que no tiene aún 25 años y lava a diario un pencazo de ropa dice que va a votar a ver si consigue un trabajo porque nunca ha podido ganar su propio dinero. La señora de la esquina porque ya no quiere estar viendo a sus hijas cruzando fronteras peligrosas y despidiéndose de sus propias hijas. Mi padre porque está harto de los golpistas, algunas amigas para tener un respiro en medio de tanta muerte. Comparto las motivaciones, y no sólo eso. Desde junio del 2009 he sido parte de una gran cantidad de actos políticos producto de la autogestión, creatividad, fuerza y esperanza de mucha gente en este país.

Sin dinero, con propio esfuerzo e ingenio, con el mínimo para transportarse y sostenerse se han desarrollado importantes jornadas de discusión y acción política colectiva que han incrementado la conciencia, el conocimiento crítico de la historia propia, la información como herramienta de transformación, la creación artística política, toda una contracultura rebelde. Esa ha sido la gran ganancia de este tiempo, darnos cuenta que podemos generarnos pensamiento, arte, alternativas, compartir esas construcciones, sostenerlas con nuestro cuerpo y colectividades. Y eso va mucho, pero muchísimo más allá de quién se quede y cómo reparta las jugosas ganancias del poder del estado, que sí las tiene y sobre las que poco se habla.

Con eso me quedo.

No me quedo con la desmemoria de lo que significa participar activamente de una democracia desarrollista que tiene al planeta y a sus seres vivos, no sólo a las mujeres, pero especialmente a las mujeres, bajo amenaza de exterminio.

No me quedo con la idea fatal y falsa de que la política sólo sucede realmente en ciertos lugares y lo demás no construye, por lo tanto hay que postergar las utopías y las luchas históricas de movimientos autónomos y alejados de las urnas porque ahí no caben sus sueños, como si fueran sueños adolescentes.

No me quedo con la tramposa división, que de manera criminal hacen algunos que usan la palabra, de que si no se vota se está por la guerra porque no hay otras formas posibles de hacer poderes, cuando son estas otras formas posibles las que sostienen la frágil vida en este país, y de eso damos larga cuenta las mujeres y los pueblos indígenas.
No me quedo con que se considere honestamente y no por cinismo o agotamiento vital, -parafraseando a la poeta Audre Lorde- que las herramientas del amo, desmantelarán la casa del amo.

Esta mañana miraba las imágenes de los señores del TSE y el ejército haciendo su noble función de resguardar su democracia, claro, a ellos sí les pertenece, por eso invierten esa millonaria suma de lempiras en sostenerla. Fue importante para mí refrescar la memoria con las mismas sonrientes caras golpistas de hace cuatro años y no pude evitar en mi boca la sensación de secuestro colectivo en el que vivimos y desde donde pensamos que decidimos, escribimos, conversamos.
Sé que muchas personas votarán críticamente, aunque no entiendo muy bien este concepto, y todo lo que escribo seguro ya lo saben, pero escucho que de alguna manera también creen que su voto puede girar el rumbo de este país y por ello han tomado esa decisión. Que confían en que no habrá componendas políticas después de una comida en la embajada americana entre todos los protagonistas de la jornada democrática. Que tienen la certeza que sus representantes no negociarán las dignas propuestas de la resistencia: las luchas por una constituyente refundacional, original y popular; la desmilitarización del territorio y el fin de la violencia criminal del estado; la justicia contra los crímenes de los golpistas a quiénes ni perdón ni olvido; y en el caso de las feministas la histórica lucha del movimiento contra los femicidios y todas las formas de violencia contra las mujeres, aún cuando abandonen en el camino las luchas más importantes por la libertad del cuerpo de las mujeres, para usar un lamentable ejemplo que comparten todas las propuestas electoreras.

Algo de confianza queda en estas personas, sin duda, en el sistema electoral y en quienes les representarán. Grandes esperanzas, pero también leo renuncias y mucho miedo, miedo que comparto en mi propia piel, sin que comparta el modo en que esas personas lo conjuran. La gente que votará considera que hay que optar por el mal menor, y me pregunto si eso implica renunciar a que de verdad nos podemos reinventar una vida buena, un barrio, un país, un mundo mejor entre todas y no por algún decreto presidencial o pese a ellos.

Si tuviera un poco de esa confianza votaría, pero no la tengo. Sólo confío en que vendrán mejores días en los que se pueda volver a hablar sobre estas y otras preguntas.

Debo reconocerle a este sistema capitalista y patriarcal que ha tenido una gran habilidad para instalar en el imaginario del mundo que la democracia, el desarrollo y el casamiento son lo mejor posible y deseable.

Todavía nos van ganando. Pero esta es sólo otra jornada.



Melissa Cardoza
Escritora feminista hondureña

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