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Patologización de la resistencia cotidiana.
26 set 2013
Dentro de la lógica social hay una necesidad de normativización, que nos obliga a reconocer el mundo dentro de los límites impuestos. En el aspecto del sexo de las personas, el patriarcado necesita situarlas en la casilla destinada al varón o a la hembra, al hombre o a la mujer; o lo que es lo mismo, si hablamos de género, masculino o femenino. Este binarismo de una lógica patriarcal reaccionaria, y su fuerte carga moral que se asienta en los valores familiares más tradicionales y ultraconservadores, se vio seriamente afectado tras la lucha del movimiento de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales (LGBT) y la teoría queer, pero que, en su necesidad de clasificar y ordenar la percepción de ese nuevo mundo al margen de fe teológica, intentó integrar esa realidad y reutilizar, de nuevo, la concepción patriarcal binaria de su lógica heteronormativa, diferenciando entre hombres y mujeres, homo y heterosexuales. Es probable que para las luchas por la liberación sexual de finales de los 70, las leyes que reconocen y regulan los matrimonios homosexuales y la posibilidad de adopción de hijos de estas parejas, así como el cobro de pensiones por fallecimiento, etc..., se ha mostrado como insuficiente frente a las necesidades sociales y de libertad, pues sólo recoge el reconocimiento de la variante sexual de las personas, pero no de otra posible identidad que no sea la binaria, hombre o mujer.
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Lo mismo que sucedió antaño con la homosexualidad, los actuales manuales hegemónicos para el diagnóstico de enfermedades mentales, señalan dentro de los trastornos de personalidad y comportamiento, los llamados trastornos de identidad sexual (CIE-10 y DSM-IV), en los que incluyen a las personas transexuales, es decir, aquellas personas que sienten una profunda disconformidad entre el sexo biológico y el sexo psicológico o identidad sexual. Esta tensión es considerada como un trastorno al que llaman "disforia de género" o "síndrome de Benjamin", por lo que se obliga a estas personas, a someterse a tratamiento psiquiátrico como parte del proceso de ingesta de hormonas y el paso por el quirófano para el cambio de sexo.

De nuevo, esa lógica que necesita reordenar la realidad dentro del binarismo, no acepta que alguien pueda sentirse bien con unos atributos sexuales que según ellos, no corresponderían a su psicología sexual, y la intervención quirúrgica sería indispensable, en esa fase final del proceso de la lógica binaria, para volver a situarnos en la casilla de hombre o mujer.

Los prejuicios contra las personas transexuales son tan graves, que han desplazado a los gitanos del primer puesto en el rechazo social, al soportar la suma de estigmas de la prostitución, la delincuencia, la drogadicción, lo marginal, lo patológico, lo vicioso, etc, situación que se ve agravada, cuando se vive la transexualidad en entornos como una prisión. A pesar de que la Directora General de Instituciones Penitenciarias, Mercedes Gallizo, promulgó hace unos años una instrucción por la que se instaba a la administración penitenciaria a tratar a la persona transexual según su "identidad psico-social de género" y no sobre la "identidad sexual aparente", la realidad es bien diferente porque los cambios sociales necesarios, no se consiguen a través de leyes, ordenanzas, circulares y/o instrucciones, sino a través de la concienciación de las personas que conforman la sociedad, y más concretamente en este caso, del anquilosado estamento funcionarial que, por mucho que se aprueben leyes, siguen clasificando a las personas en base a la norma binaria, manifestando sus viscerales prejuicios homófobos y transfobos, sin que realmente nada cambie.

Así, la sociedad toma una dirección, aparentando cierto "talante progresista", y sus prisiones (instituciones) van por otra, manteniendo los valores de esa antigua "reserva espiritual" tan rancia y conservadora. En el encierro carcelario, las personas transexuales no sólo deben pasar por las humillaciones cotidianas del machismo de las personas presas, sino que además deben sumar las del funcionariado. Aparte del abuso de la normativización, Amnistía Internacional (AI) ha levantado la voz de alarma sobre el aumento de denuncias por parte de esas personas que escapan a la norma del género, señalando tratamientos crueles e inhumanos, tanto en los arrestos como en los cacheos y las detenciones en las celdas de los recintos policiales. AI denuncia que en prisión, se les practican cacheos repetidos e innecesarios, que la reclusión en celdas, se suele hacer en función de sus genitales y que por este motivo, las personas presas transexuales, "presentan un alto riesgo de ser víctimas de violencia física o sexual por parte de los otros presos, así como abuso físico, verbal y sexual por parte de los funcionarios". Los prejuicios que llevan a este tipo de agresiones son tan graves que una persona que se identificaba como funcionario, se negaba a reconocer estos hechos denunciados, esgrimiendo que, si tuvieran algún "problema serio", podrían pedir "el artículo 75.2 del Reglamente Penitenciario (posibilidad de refugiarse)", pero que no lo hacían porque "así sacan un dinerito fácil" con la prostitución y afirmando que, cuando se les ha llevado a un módulo de mujeres, "alguna de ellas ha "engordado" y a los 9 meses...", aludiendo a que los transexuales, en los módulos de mujeres, mantienen relaciones sexuales con estas y, haciendo gala de una morbosa fantasía y de una profunda ignorancia sobre transexualidad y travestismo, llegaba a afirmar que "ver a las presas y a los travestis estos bañándose juntos en la ducha! Ahí sí que puede haber violación". Por otra parte, diferentes personas presas transexuales, han interpuesto individualmente denuncias que les han resultado favorables a la hora de reconocerles su "identidad psico-social de género", obligando a la prisión a confinarlas en "módulos adecuados a su condición", levantado una fuerte desaprobación de una buena parte de los funcionarios, y volviendo ha clasificarlos como hombre o mujer en base al criterio inverso. La reacción de esa gran parte del funcionariado ha sido tan expeditiva que, en un intento desesperado por preservar el "modelo tradicional familiar" y como colmo del dislate, el PP ha planteado en el Congreso que se modifique la Ley de Igualdad, con la excusa de no perjudicar a las funcionarias de prisiones, trastocando así, una vez más, los papeles de víctima y agresor.

Otra de las alternativas que se plantean desde la institución, siguiendo el modelo heteronormativo del binarismo, es la creación de prisiones o módulos penitenciarios para personas transexuales. separados según su identidad sexual "psico-social". Este planteamiento surge porque la primera reacción en el momento de la clasificación, era que reclamase "refugio" o el confinamiento en aislamiento. De sobras es conocido que todo aislamiento agrava la salud psicológica de la persona sometida a él y ninguna de esas dos opciones solucionaba el abuso de los funcionarios; la propuesta de módulos para personas "trans", tampoco. Y aunque algunos colectivos del movimiento LGBT, han visto un avance en la aplicación de medidas como la circular de Mercedes Gallizo, o la posibilidad de estos módulos de segregación, en mi opinión, se está perdiendo el sentido de toda lucha de liberación, que no es otro que el camino que nos lleve al fin del patriarcado, la destrucción del capitalismo y la desaparición de todo tipo de prisiones, físicas, mentales, psicológicas, biológicas, etc...

¡MUERTE AL PATRIARCADO, MUERTE AL CAPITAL Y VIVA LA ANARQUÍA!

http://assembleamajaras.wordpress.com/2013/09/26/patologizacion-de-la-re/

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