Desde Gibraltar (Diario PERFIL)
Le llaman la Línea, a secas. De un lado y del otro de la Línea de la Concepción, el último reducto ibérico frente al Peñón de Gibraltar, las historias y las vidas de las personas son muy diferentes.
La policía ibérica apenas pasa vista rápida a los documentos de los españoles, de los europeos y de los extracomunitarios, pero el paso hacia ambos lados se colapsa para los conductores de autos que deben soportar hasta más de cuatro horas de espera sobre sus vehículos. Los bocinazos, los silbidos, las broncas y las quejas tanto de españoles que deben ingresar a trabajar a Gibraltar, como de “llanitos” (así se denomina, y autodenominan los gibraltareños) que quieren pasar hacia España, son moneda corriente por estos días.
“A mí me afectó mucho el conflicto”, dice, en la Línea, Adrián Angeleri, un joven argentino de 31 años, oriundo de Mar del Plata, que llegó a España hace diez años. “A mí el conflicto me dejó sin trabajo. Yo compraba tabaco a los llanitos que lo traían de Gibraltar y lo vendía aquí”, explica el joven que ahora está desocupado.
Adrián tiene un pequeño de un año, con su pareja gaditana y vive en un departamento subvencionado por el gobierno, por el que paga una hipoteca mensual de 27 euros. “Eso nos salva de pasarla peor”, explica. “De este lado, y de aquél, son muchos los que viven de la venta del tabaco que viene de Gibraltar”, agrega. “Aquí había un movimiento que generaba trabajo para muchos, pero se cortó con este problema”, explica.
“Los llanitos pasan el tabaco de este lado en las ruedas de los coches. Si la policía los agarra, les ponen una multa, pero para ir presos tienen que superar los 18 kilos. ¿Ves todos esos coches amontonados allí, en la frontera? Son los coches decomisados. Te quitan el coche y lo tiran ahí”, explica Adrián, que no es el único argentino que camina todos los días las calles del peñón.
“A mí me molesta porque también tengo clientes en Gibraltar y debo ir caminando”, dice a PERFIL, Reynaldo “Pelusa” Courtill, un argentino oriundo de Necochea que llegó a la Línea hace ocho años y que hoy es conocido en la zona como “el maestro parrillero”.
Pelusa comenzó vendiendo muebles, pero pronto se compró un par de parrillas, las soldó y comenzó a hacer asados a domicilio. Sara Ferguson y el príncipe de Dubai degustaron sus parrilladas. Los clubes de polo de Sotogrande, el barrio más chic de la zona, que concentra las canchas de golf y de polo más concurridas de Europa, lo contratan para que haga sus asados todos los días. E incluso, un restaurante chino, especialista en carnes en la Línea, pagó por sus servicios durante dos meses, para que le revelara los secretos del oficio. “España debería pedir asesoramiento a Argentina o proponerles un frente común. Nuestro país tiene larga experiencia en este tema, pero no sé si Argentina querrá ayudarles, luego del maltrato que le propinó España por el problema con YPF”, sostiene Pelusa.
El contraste a ambos lados de la frontera es realmente impactante: de un lado, se dispone el municipio de la Línea de la Concepción, una zona sumida en un estado de abandono y suciedad sorprendentes. Del otro, la ciudad de Gibraltar, que, si bien a la vez es un país, alberga tan sólo a un puñado de barrios; con calles y veredas limpias, con edificios de normalitos a lujosos, una vida económica dinámica, 50 mil empresas y la elegante Main Street, una especie de avenida Alvear pero con aires de costa. Aunque recelan de los ingleses, desde el inicio del conflicto y para dejar claro el dominio bajo el cual prefieren vivir, los gibraltareños exhiben en los balcones de sus casas, banderas inglesas.
“Sí, soy una llanita”, dice Lesly Smith, con reconocible acento andaluz. “Cruzo (la frontera) rápido porque vengo en moto, pero los coches se tiran pa´ cruzar de este lado unas cuatro horas. Esto es malo para todos. No queremos problemas, de este lado tenemos familia, y amigos, hay muchos españoles que trabajan en Gibraltar y tienen que ir andando, porque les demora varias horas pasar el coche. Lo mismo los llanitos: no podemos salir con coche porque te dejan esperando horas para dejarte entrar en la Línea”.
—¿Has escuchado hablar del conflicto de las islas Malvinas con Inglaterra?
—¿Malvinas?... Pues no. ¿Qué es eso?
“Los ingleses no tienen la menor idea de lo que es Gibraltar. Así como no tienen la menor idea de lo que son las Malvinas”, explica a PERFIL, Raquel Serrano, una bonaerense que reside en Cádiz desde hace siete años y trabaja en Cancha II, un restaurante ubicado en el interior del Ayala Polo Club, en Sotogrande. “Mis compañeros ingleses, dicen que en Inglaterra tienen un idea vaga sobre donde queda Gibraltar. Los tratan igual que a los kelpers ¿no? Además, los llanitos no conocen el problema de Malvinas, quizá porque ellos mismos no se sienten ingleses ni quieren serlo”, apunta.
Alex Mc Alister, es un taxista gibraltareño. Casi todos los días hace el mismo recorrido: “Llevo a la gente a la cima del Peñón a ver los monos, las cuevas, y el punto panorámico por 28 euros por persona”, cuenta a PERFIL. “He nacido aquí, yo, mi padre y mi abuelo que era escocés. Todo esto es un lío montado por los políticos, que no nos dejan vivir en paz”, dice. “Aquí dicen que somos un paraíso fiscal porque las empresas no pagan, pero yo pago impuestos muy caros”, comenta. “A Inglaterra no he ido nunca aunque los algunos ingleses toman vacaciones aquí”, agrega. Consultado sobre la situación de las islas Malvinas comenta: “Sí, las Malvinas, las conozco: ¿esas islas que son de Portugal?”.
A 600 metros del pie del Peñón, Laura Lucero, una joven de Lanús, montó junto a su esposo, Funny Park, el único parque temático para niños de la zona, con inflables y arnés saltarines. “A mí esto me mató”, dice a PERFIL. “Los llanitos tienen miedo de salir y ya no vienen. Son mis mejores clientes. Ellos vienen con sus hijos y no reparan en los precios pero ahora casi no vienen por aquí”, agrega. “A mí también me afecta la situación”, dice Maxi Fulgenzi, un joven, oriundo de Monte Grande, y esposo de Laura. “Además de trabajar en Funny Park, hago instalaciones de redes, antenas y sistemas, y por estos días tengo que entrar a trabajar a Gibraltar tirando de un carro cargado de materiales y herramientas, porque si voy con el coche es imposible. Esto nos perjudicó en varios sentidos”.
En relación a la contextualización con la situación de las islas Malvinas, Fulgenzi matiza que: “El tema es más complejo. “Yo crecí con Malvinas. Tengo 38 años y soy hijo de un ex combatiente de las Malvinas, crecí con la idea de que los ingleses son unos piratas, pero el tema aquí es distinto, mucho más complejo, hubo un acuerdo de cesión del Peñón, en Malvinas hubo una usurpación”, detalla Fulgenzi. “Con los llanitos aquí no hay ningún problema, son gente correcta y buenos vecinos. Ellos mismos no se identifican como ingleses sino como gibraltareños y aquí nos necesitamos de ambos lados para seguir conviviendo”, concluye el hijo de un combatiente que murió seis meses después de la guerra.
Esa guerra que enfrentó a la Argentina con Gran Bretaña por la soberanía de las Malvinas. La misma discusión por la soberanía que hoy protagoniza el Peñón de Gibraltar. |