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¿Por qué la mujer es objeto de violencia?
12 mar 2013
La razones sobre la violencia contra la mujer son tan complejas como diversas. Con este texto no queremos señalarnos a las mujeres como único objetivo de la violencia, sino como otro más, pero con algunas de las causas y razones que desde el patriarcado la fundamentan.

Algunas son violencias evidentes, pero hay otras mucho más sutiles. De todas, aquí sólo dejamos nuestra reflexión inacabada de algunas de ellas, sabiendo que nunca son un absoluto.
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La violencia es una respuesta deliberada agresiva de amenaza, eliminación o anulación y supervivencia, y/o también defensiva contra lo que se vive como amenaza. A diferencia de la agresividad del mundo animal, la violencia como comportamiento es sólo habitual entre los seres humanos que han sabido desarrollar tecnologías y estrategias para la explotación, el sometimiento y la destrucción en masa. La violencia como expresión del poder, actúa más allá de los cuerpos, dejando profundas marcas en el mundo simbólico, emocional y psicológico, tanto individual como colectivo.

Las formas de violencia entre la condición humana es muy diversa: atroz, bélica, lenta, emocional, cotidiana, invisible, física, encubierta, simbólica, consensuada, de género, abierta, psicológica… Independientemente de su manifestación y tipología (directa, estructural y cultural), la violencia suele obedecer habitualmente a una estructura jerárquica en la que, quienes se encuentran en una situación social y políticamente superior, se sienten con el hipotético privilegio de ejercerla contra las demás. Esta percepción de falso privilegio, es un reflejo de la interiorización del comportamiento autoritario y violento que reproducimos a imitación de la violencia ejercida desde las clases sociales y políticas, realmente privilegiadas, y frente a las que interactuamos desde nuestro oculto deseo de pertenencia a ellas. Este proceso de promoción en la escala jerárquica de las opresiones, es posible a través del cumplimiento y la integración de roles y comportamientos sociales y políticos, que condicionan las respuestas de nuestras relaciones. Nos estamos refiriendo al patriarcado, esa estructura de dominación que se refuerza con la aparición de los primeros ejércitos, la propiedad o la acumulación de bienes, y que se consolida desde el rol del hombre como dominador de las voluntades del resto de seres.

Una de las razones principales por las que se ejerce esa violencia, especialmente contra las mujeres tiene que ver justamente con el mantenimiento de este sistema de opresiones y con el miedo a perder el poder sobre la sumisión que se ejerce desde esa estructura jerárquica de dominación, a la que los hombres también se encuentran sometidos, pero habitualmente desde un escalafón superior, que es lo que les da esa falsa percepción de privilegio y a lo que erróneamente se resiste a perder.

Muchas mujeres y organizaciones feministas, hacen una lectura de la dominación desde esa lógica patriarcal del "privilegio" y, desde ese dolor, son incapaces de explicar que no es una pérdida de privilegios lo que está en juego en la lucha contra el patriarcado, sino la destrucción de esa estructura de dominación que ejerce diferentes opresiones. El privilegio no es más que una construcción social y cultural, para justificar y sostener el patriarcado, y reafirmando su existencia, acabamos dándole un sentido generalizado que no tiene y perpetuándolo.

En los conflictos armados de la guerra, que es una de las manifestaciones por excelencia de esa violencia, uno de sus objetivos fundamentales para la dominación es la implantación del terror con el bombardeo y exterminio de la llamada población civil.

¿Y quién suele ser mayoritariamente esa población civil?

Teniendo en cuenta que este sistema patriarcal ha designado como rol principal para el hombre el del guerrero, habitualmente esta población civil está compuesta por mujeres, niñas, niños, ancianas y ancianos. En esa estructura, la mujer debe cumplir su papel de cuidadora y madre, y es por ello que siempre se encuentra con las personas que necesitan del cuidado y la atención, y es también por ello que, al encontrarse juntas, suelen ser objetivo de la destrucción. Por encontrarse juntas y porque la herida que se deja en las niñas y niños, es irreparable. En cuanto a las mujeres, ellas son objetivo principal para evitar la reproducción de "guerreros", o para que, si los conciben en sus "vientres", sean los del enemigo a través de la violación. Porque sí, hay que decirlo de una vez muy alto y sin miedo, las violaciones, al igual que las esterilizaciones, son estrategias de guerra y de violencia contra los cuerpos y la integridad de las mujeres, que no sólo guardarán el recuerdo y el trauma de la agresión, sino que deberán de llevar consigo todo el cruel dilema del sufrimiento, no sólo el del absurdo "honor de hombres" o el rechazo familiar, sino el de amar, alimentar y ver crecer al hijo de su agresor y enemigo, o el de evitar que la semilla del odio germine en su cuerpo. Esta forma de violencia sexual ha sido utilizada como estrategia de aniquilación en las represiones contra los pueblos en resistencia y en las llamadas "guerras de baja intensidad" contra las comunidades y contra quienes las sostienen, que son fundamentalmente las mujeres.

La mujer es objeto de violencia porque desde la lógica patriarcal no se la puede considerar sujeto. Para ejercer violencia con toda su crueldad, no puedes concebir a la otra como semejante, sino como entidad "despreciable" e "inferior". Esa ideación de inferioridad arranca de un pánico ancestral y atávico, uno de cuyos orígenes es la capacidad que pone de manifiesto uno de los deseos imposibles y de las limitaciones de los hombres patriarcales y que no es otra que la capacidad de la concepción. No poder concebir y ejercer todo su sistema de dominación sobre los cuerpos de las niñas y los niños que nacen y que tanto necesitan sobretodo de la madre, hace que ésta se convierta en objeto para la dominación de sus hijas e hijos. La madre es la primera transmisora de valores a las criaturas recién nacidas, y sólo una madre verdaderamente conformada como objeto patriarcal, puede ser transmisora de unos valores que no le pertenecen como sujeto mujer y madre. Sólo desde la devaluación de la mujer, la madre puede renunciar a su propio deseo y ocupar el rol que el patriarcado le ha impuesto.

Los hombres, y padres, desde la percepción patriarcal de sus privilegios, cuidan y vigilan el cumplimiento de roles, ejerciendo sus violencias cuando estos son transgredidos por las mujeres, sus hijas e hijos. El padre resurge así, como figura de autoridad, dejando en manos de la mujer los aspectos que considera menores, pero que son los que verdaderamente sostienen la identidad familiar de la que él, es la autoridad.

Es en ese espacio de la intimidad familiar, en donde se viven "los gozos y las sombras", "las muertes chiquitas" y los afectos que nacen a la vida y las primeras violencias del hombre hacia la mujer. Los instintos de vida y de muerte (Eros y Thanatos) están íntimamente ligadas a la experiencia humana del deseo, manteniendo una estrecha relación, a veces enfrentadas, siempre de pasión. Y es desde ese origen de la Grecia clásica, de una falta básica que refleja el amor de Eros por Psique de donde parte esa idea de la "media naranja" que, algunas, tan erróneamente hemos utilizado para descalificar a todo lo romántico. Es en el encuentro apasionado y amoroso en el que vivimos la una para la otra, y vivimos gozosamente siendo nosotras con nuestras "muertes chiquitas", a través del placer de las demás. La vida encuentra su sentido en esos instantes, es el misterio de crear que tan celosamente anhela la condición humana y que guardamos y cuidamos fielmente las mujeres. En el patriarcado, es el dios hombre quien crea y destruye, y en algunas tradiciones la condición femenina desaparece para estar representada, en bastantes ocasiones, por un animal.

¿Dentro de la heteronormatividad patriarcal, si la mujer es portadora del "Eros", quién es el "Thanatos"?

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Sindicat Terrassa