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Comentari :: educació i societat
Epistemologia del punt cero i pensament des del “borde”
30 gen 2013
Recull de textos que conviden a actuar per a la descolonització, no ja dels "altres", sinó de les nostres pròpies vides.
Walter. D. Mignolo

“La epistemología del punto cero configurada , a suvez, por la teo y ego- política
del conocimiento ha moldeado la expansión imperial de Occidente durante cinco siglos.
El pensamiento desde el borde, por el contrario, está configurado por la geo, corpo-política del conocimiento y hace preguntas como cuáles son las relaciones entre lugares
geo-históricos y epistemologías, por un lado, y entre identidad y epistemologías por el
otro. Estas preguntas no han sido formuladas por epistemologías teológicas ni
egológicas.

Las posibilidades para el pensamiento desde el borde son muchas pero
todos tienen una cosa en común: cómo la gente se enfrenta en el mundo a la expansión
epistémico, económica y política de Occidente, si no quieren ser asimiladas sino más
bien imaginar un futuro que sea su propia invencióny no la invención de imperios
hegemónicos o subalternos. Alguien que nació y creció en la India inglesa no tiene
mucho en común con alguien que nació y creció en América Latina. Los lenguajes y las
religiones son diferentes y sus historias inconmensurables. Sin embargo, tienen una
historia semejante: la historia imperial/colonial del Occidente capitalista y los imperios
cristianos- España e Inglaterra-. Desde la perspectiva imperial, ya sea cualquiera de los
imperios dominantes (Inglaterra, América) o de los imperios subalternos (Rusia, China,
el imperio otomano del pasado- el pensamiento desdeel borde es una imposibilidad (
para admitirlo uno tendría que renunciar al privilegio de la episteme de la modernidad
occidental y admitir que el conocimiento y el entendimiento son generados más allá del
control de las normas institucionales). Desde la perspectiva colonial, el pensamiento
desde el borde es una necesidad hacia delante.”




RODOLFO KUSCH Y SU CRÍTICA A LA RAZÓN OCCIDENTAL

El filósofo Rodolfo Kusch (1922-1979)
criticó en sus escritos el pensamiento
racionalista de influencia europea que dominó
la interpretación de la cultura argentina desde
el momento de la conformación de la
nacionalidad a principios del siglo XIX. Su
obra desandó el camino transitado por
pensadores como Sarmiento y Alberdi. Kusch
trató de deconstruir toda la estructura lógica
mediante la cual aquellos habían aceptado la
explicación sobre el lugar que nos
correspondía en el mundo, tanto en un sentido
histórico, como político y económico.
Denunció las deformaciones de un sistema de
educación que partía de la convicción de la
superioridad de la racionalidad occidental
sobre las culturas autóctonas de América.
El sistema educativo trató, desde su
creación, (así como la religión durante la
época colonial), de convertir al nativo a la
racionalidad occidental, haciendo de esta
última un absoluto. Los revolucionarios,
educados en la concepción iluminista del
hombre, bajo cuya guía intelectual se
extendieron las revoluciones burguesas,
entendieron esa racionalidad materialista
como el modelo único de vida y sociedad
posible, y atacaron todo obstáculo que pudiera
existir entre su proyecto y otros modos de
vida existentes, como era el de las sociedades
indígenas americanas. Esto continuó durante
el período de las guerras civiles, en el siglo
XIX, en que las elites ilustradas juzgaron que
los campesinos y los pobres, los gauchos, con
su modo de vida, caracterizada por Sarmiento
como bárbara, resistían y se oponían al avance
del proyecto racionalista y liberal
eurocéntrico.

....

Deseaba asociar el
pensamiento a la vida y a la experiencia y fue
un testigo sensible del proceso revolucionario
peronista, con el que simpatizó. Su primer
libro, de 1953, La seducción de la barbarie,
investigó la relación entre dos racionalidades
presentes en América: la occidental, centrada
en el ser, en el ente, en la cosa, y la indígena,
centrada en el estar, en el domicilio, en el
hábitat, a la que la cultura letrada y académica
negaba su lugar dentro del saber (Lojo, 1992:
419). De ahí Kusch inició todo un periplo vi-tal, tratando de entender la cultura negada: la
forma de pensar del pueblo y del indígena
marginado.

.....

la experiencia de América
había generado una situación ontológica y
epistemológica única, que él caracterizaba
como un predominio del “estar” sobre el
“ser”, diferente a la experiencia europea, que
su maestro Heidegger veía centrada en el “ser”
y en el “ente”. Procuró profundizar en esta
intuición fundamental y formular una
explicación filosófica convincente sobre
cómo filosofar en América y dar los primeros
pasos para establecer una filosofía
auténticamente americana (Picotti, 2008).
Quisiera comentar en este ensayo uno de
sus últimos libros, Geocultura del hombre
americano, 1976, donde Kusch logra,
sintéticamente, exponer las preocupaciones
fundamentales de su pensamiento filosófico.
Su trayectoria, como pensador, es abierta, no
culmina en un sistema. Logra, con su crítica,
atacar muchas certidumbres racionalistas que,
en su concepto, paralizan el pensamiento
americano y lo vuelven estéril. Kusch muestra
con convicción que el pensamiento americano
no puede ser simplemente un anexo al
pensamiento racionalista europeo. El
pensamiento americano parte de un proceso
dialéctico de negación, que es, al mismo
tiempo, un movimiento de resistencia y
autoafirmación del hombre americano, ante
la invasión colonial de un pensar anquilosado
europeo que ve a América como ente, como
objeto, al que trata de manipular para su propia
utilidad, tanto en un sentido económico como
cultural. Al hacerlo la transforma en un objeto
sin vida y sin historia. El pensamiento
occidental no tolera otra racionalidad posible
que la propia.
Kusch se abocó a conocer a ese otro y
procuró fundar un pensamiento emancipador
basado en el hombre de América, buscándolo
en su propio hábitat e interpretando su vida
cultural y espiritual. Consideró que América
sufría un proceso de colonización cultural que
no ha cesado y le impide expresar su propia
cultura como una totalidad integrada y
autónoma.
Lo que llamamos cultura argentina, la
cultura de la pequeña burguesía urbana
ilustrada, es producto de enclaves euro-céntricos imitativos que reproducen las
categorías intelectuales europeas, pero ajenas
a la experiencia vital que las engendró en
Europa. Este tipo de pensamiento es estéril,
no enseña nada a América sobre su propia
condición y crea un autoconocimiento falso,
que sólo demuestra la inadecuación de
América al proyecto imperial eurocéntrico
que la engendró.






El crepuscle dels ídols, Nietsche.

"¿Me pregunta usted qué cosas son idiosincrasia en los filósofos?… Por ejemplo, su falta de sentido histórico, su odio a la noción misma de devenir, su egipticismo. Ellos creen otorgar un honor a una cosa cuando la deshistorizan, sub specie aeterni, —cuando hacen de ella una momia. Todo lo que los filósofos han venido manejando desde hace milenios fueron momias conceptuales; de sus manos no salió vivo nada real. Matan, rellenan de paja, esos señores idólatras de los conceptos, cuando adoran, —se vuelven mortalmente peligrosos para todo, cuando adoran. La muerte, el cambio, la vejez, así como la procreación y el crecimiento son para ellos objeciones, —incluso refutaciones. Lo que es no deviene; lo que deviene no es… Ahora bien, todos ellos creen, incluso con desesperación, en lo que es. Mas como no pueden apoderarse de ello, buscan razones de por qué se les retiene. “Tiene que haber una ilusión, un engaño en el hecho de que no percibamos lo que es: ¿dónde se esconde el engañador? —”Lo tenemos, gritan dichosos, ¡es la sensibilidad! Estos sentidos, que también en otros aspectos son tan inmorales, nos engañan acerca del mundo verdadero. Moraleja: deshacerse del engaño de los sentidos, del devenir, de la historia [Historie], de la mentira, —la historia no es más que fe en los sentidos, fe en la mentira. Moraleja: decir no a todo lo que otorga fe a los sentidos, a todo el resto de la humanidad: todo él es “pueblo”. ¡Ser filósofo, ser momia, representar el monótono-teísmo con una mímica de sepulturero! — ¡Y, sobre todo, fuera el cuerpo, esa lamentable idée fixe de los sentidos!, ¡sujeto a todos los errores de la lógica que existen, refutado, incluso imposible, aun cuando es lo bastante insolente para comportarse como si fuera real!…”. "


.......


"La otra idiosincrasia de los filósofos no es menos peligrosa: consiste en confundir lo último y lo primero. Ponen al comienzo, como comienzo, lo que viene al final —¡por desgracia!, ¡pues no debería siquiera venir! —los “conceptos supremos”, es decir, los conceptos más generales, los más vacíos, el último humo de la realidad que se evapora. Esto es, una vez más, sólo expresión de su modo de venerar: a lo superior no le es lícito provenir de lo inferior, no le es lícito provenir de nada… Moraleja: todo lo que es de primer rango tiene que ser causa sui . El proceder de algo distinto es considerado como una objeción, como algo que pone en entredicho el valor. Todos los valores supremos son de primer rango, ninguno de los conceptos supremos, lo existente, lo incondicionado, lo bueno, lo verdadero, lo perfecto —ninguno de ellos puede haber devenido, por consiguiente tiene que ser causa sui. Mas ninguna de esas cosas puede ser tampoco desigual una de otra, no puede estar en contradicción consigo misma… Con esto tienen los filósofos su estupendo concepto “Dios”… Lo último, lo más tenue, lo más vacío es puesto como lo primero, como causa en sí, como ens realissimum… ¡Que la humanidad haya tenido que tomar en serio las dolencias cerebrales de unos enfermos tejedores de telarañas!— ¡Y lo ha pagado caro!… "

.......

"—Contrapongamos a esto, por fin, el modo tan distinto como nosotros (—digo nosotros por cortesía…) vemos el problema del error y de la apariencia. En otro tiempo se tomaba la modificación, el cambio, el devenir en general como prueba de apariencia, como signo de que ahí tiene que haber algo que nos induce a error. Hoy, a la inversa, en la exacta medida en que el prejuicio de la razón nos fuerza a asignar unidad, identidad, duración, sustancia, causa, coseidad, ser, nos vemos en cierto modo cogidos en el error, necesitados al error; aun cuando, basándonos en una verificación rigurosa, dentro de nosotros estemos muy seguros de que es ahí donde está el error. Ocurre con esto lo mismo que con los movimientos de una gran constelación: en éstos el error tiene como abogado permanente a nuestro ojo, allí a nuestro lenguaje. Por su génesis el lenguaje pertenece a la época de la forma más rudimentaria de psicología: penetramos en un fetichismo grosero cuando adquirimos consciencia de los presupuestos básicos de la metafísica del lenguaje, dicho con claridad: de la razón. Ese fetichismo ve en todas partes agentes y acciones: cree que la voluntad es la causa en general; cree en el “yo”, cree que el yo es un ser, que el yo es una sustancia, y proyecta sobre todas las cosas la creencia en la sustancia-yo —así es como crea el concepto “cosa”… El ser es añadido con el pensamiento, es introducido subrepticiamente en todas partes como causa; del concepto “yo” es del que se sigue, como derivado, el concepto “ser”… Al comienzo está ese grande y funesto error de que la voluntad es algo que produce efectos,—de que la voluntad es una facultad… Hoy sabemos que no es más que una palabra… Mucho más tarde, en un mundo mil veces más ilustrado, llegó a la consciencia de los filósofos, para su sorpresa, la seguridad, la certeza subjetiva en el manejo de las categorías de la razón: ellos sacaron la conclusión de que esas categorías no podían proceder de la empiria, —la empiria entera, decían, está, en efecto, en contradicción con ellas. ¿De dónde proceden, pues? —Y tanto en India como en Grecia se cometió el mismo error: “nosotros tenemos que haber habitado ya alguna vez en un mundo más alto (—en lugar de en un mundo mucho más bajo: ¡lo cual habría sido la verdad!), nosotros tenemos que haber sido divinos, ¡pues poseemos la razón!”… De hecho, hasta ahora nada ha tenido una fuerza persuasiva más ingenua que el error acerca del ser, tal como fue formulado, por ejemplo, por los eleatas: ¡ese error tiene en favor suyo, en efecto, cada palabra, cada frase que nosotros pronunciamos! —También los adversarios de los eleatas sucumbieron a la seducción de su concepto de ser: entre otros Demócrito, cuando inventó su átomo… La “razón” en el lenguaje: ¡oh, qué vieja hembra engañadora! Temo que no vamos a desembarazarnos de Dios porque continuamos creyendo en la gramática… "

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