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Niños desplazados en 1996 de la comunidad Jesús Carranza, captados el 10
de septiembre de 2001
en la comunidad de San Marcos, municipio
chiapaneco de Sabanilla · Foto Francisco Olvera
Una tzotzil recibe a los asistentes al Encuentro Latinoamericano por la
Verdad y la Justicia,
el 13 de noviembre de 2008, en Acteal, Chiapas · Foto Moysés Zúñiga Santiago
Pablo González Casanova, cuando asisitió al primer Coloquio Internacional in memoriam Andrés Aubry,
en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, en diciembre de 2007Foto Víctor Camacho
Pablo González Casanova
La Jornada 26/01/2013
En primer lugar, propongo que enviemos un mensaje de
solidaridad al extraordinario comunicado que publicaron el 30 de
diciembre el Comité Clandestino Revolucionario Indígena y la Comandancia
del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Es un documento
de enorme importancia.
Al venir aquí estaba pensando cómo se vincula su sentido a los
cambios que ha habido en este tipo de encuentros. Los cambios se han
dado en varios sentidos, particularmente en el énfasis cada vez mayor
que se está poniendo en la categoría de capitalismo corporativo. Es una
categoría que nos permite un análisis mucho más profundo y preciso que
la categoría del poder desvinculada del poder del gran capital, y sin
articulación con el complejo empresarial, militar, político y mediático, que maneja un proceso mundial llamado globalización.
Por otra parte, me vino nuevamente al pensamiento lo mucho que he
aprendido oyendo las reflexiones de los compañeros, producto de la
memoria de sus luchas, de la práctica de sus teorías y del encuentro con
las que vienen de los movimientos de liberación y emancipación de otros
mundos, en particular del mundo occidental, pero también de África y
Asia, así como de las luchas de liberación en los años sesenta y setenta
en América Latina.
Al llegar aquí me pareció interesante destacar también cómo los
zapatistas han enriquecido y precisado el discurso de lo uno y lo
diverso, de lo constante y lo cambiante en la historia y la geografía
activa y cognitiva. Esas fueron algunas de mis rememoraciones. Pero hace
unos momentos pensé que era importante preguntar a un compañero
tzotzil: ¿Cómo leyeron el comunicado? Porque cada uno de nosotros
lo leyó e interpretó de una manera determinada o predeterminada. Lo que
contestó me ayuda a darme cuenta que uno lee de una manera que se puede
enriquecer con la manera de lo que otros leen.
El hermano tzotzil me respondió: “No lo leímos como si nos dijera
‘¿quién eres?’, sino ‘¿cómo te vas a ver en este mundo de diferencias y
que no es en todo diferente?’ Como si nos dijera: tenemos que encontrarnos y que actuar juntos.
Su respuesta se relacionó con algo que vi en el comunicado: el vínculo
más estrecho que se proponen los zapatistas con la organización nacional
de los pueblos indígenas, así como el intento de aumentar los vínculos
con los adherentes a su movimiento, y también de ampliarlos y fortalecerlos con otros movimientos sociales de México y el mundo.
El comunicado y la respuesta del hermano tzotzil me permitieron replantear el problema de que les quiero hablar brevemente.
Ésta es la oportunidad para pensar y organizar una inmensa Red de
Colectivos en Defensa del Territorio, y de la Tierra –y de la tierra con
t minúscula y con T mayúscula. Es una tarea fundamental, si se piensa en la otra política desde abajo y desde la izquierda, y si pensamos en la dialéctica de las necesidades inmediatas,
en que éstas muchas veces frenan o se oponen a las grandes luchas de
largo plazo –que las organizaciones de los pueblos más oprimidos logran
superar cuando ven cómo les quitan tierras y territorios y la
posibilidad misma de vivir.
Hay muchos pueblos en los que se juntan los proyectos inmediatos y
los de largo plazo, circunstancia que de una manera u otra los lleva a
crear, con la junta de las viejas y las nuevas resistencias y combates,
una nueva política –muy nueva– que escapa a la vieja alternativa de
reforma o revolución.
En realidad su planteamiento político corresponde a una creación
histórica tan nueva que es difícil de entender por quienes viven el
presente como si fuera el pasado. El problema no es exclusivo de quienes
están movidos por un pensamiento conservador, sino de aquellos que,
viniendo del comunismo, de la socialdemocracia o del nacionalismo
revolucionario, están acostumbrados a hacer política de partidos
electorales, política institucional al estilo del siglo XX.
La posibilidad de crear una Organización Mundial en Defensa del
Territorio y de las tierras y la Tierra constituye la posibilidad de
enfrentar una política cuyos poderosos dirigentes se están yendo en los
hechos a la extrema derecha del capital corporativo y de los complejos
empresariales, militares, mediáticos y políticos, mientras la izquierda
electoral ha dejado de ofrecer lo que antes ofrecía, o hace
ofrecimientos que no cumple, porque no tiene la menor fuerza para
cumplir, ni para construir la necesaria fuerza que exige un programa
mínimo –efectivo– contra el neoliberalismo y la globalización.
La creación histórica de los nuevos movimientos sociales de los
despojados, desregulados, subrogados, se enfrenta a una política de
recolonización del mundo por los complejos empresariales militares,
políticos y mediáticos, que usan dos elementos del poder: la propiedad y
la fuerza; el dominio y la soberanía, el poder de compra del propietario y el imperio
del poderoso, la megaprivatización como despojo legalizado de naciones y
sociedades, y una conquista del mundo legalizada y disimulada que se
apoya en las fuerzas militares y financieras y en los políticos,
aliados, subordinados y coludidos o cooptados.
Privatización y ocupación financiera y militar de estados y mercados
son dos medidas, de que el capital corporativo y sus complejos se valen
para ocupar –como propietarios, acreedores o como colonizadores
liberadores que en tiempos pasados se llaman civilizadores. Entre los
países privatizados incluyen a sus propios países sede y, por supuesto,
al resto del mundo. Con las más variadas medidas financieras, militares,
mediáticas han refuncionalizado o anulado numerosos intentos de reforma
al capitalismo o de revolución frente al capitalismo.
La refuncionalización de los estados-nación y de los sistemas
políticos es tal, que los han destrozado en sus estructuras y
organizaciones, en sus sentidos de la vida pública y en sus antiguas
luchas, programas y medidas que entre crecientes contradicciones
buscaban por lo menos algo del interés general y el bien común. Hoy con
el gobernar convertido en gobernanza facilitadora de las megaempresas
siguen destrozando, sometiendo y desmantelando de tal manera a los
pueblos que cualquier crítico mínimo del actual sistema de dominación y
acumulación capitalista no puede seguir pensando y actuando como antes.
Un deseo mínimo de saber en qué mundo vivimos nos lleva hoy a
registrar en nuestros conceptos y nuestra conducta que el capitalismo
corporativo y sus complejos están destruyendo cada vez más las
mediaciones que les resultaban útiles en la posguerra, a las que dieron
un fuerte impulso con el fin político de vencer al bloque soviético y
chino, y con el económico de aumentar la demanda agregada mediante el desarrollo estabilizador de la producción, los servicios y el consumo, nacionales, públicos y sociales.
Las mediaciones destruidas y en proceso de destrucción por el neoliberalismo y la globalización
contribuyeron a debilitar y acabar con distintos proyectos de las
fuerzas emancipadoras. Muchas de éstas pensaban lograr el socialismo y
la democracia a través de reformas. Sus partidarios defendían ideologías
y programas cuya efectividad se comprobaba con el Estado social y el desarrollista.
Sus partidarios pensaban que por ese camino podían alcanzar lo que
otros seguían planteando como la revolución necesaria, al estilo del 48
del siglo XIX, o como la había planteado Lenin al vincular la lucha de
los trabajadores con la lucha contra el capital monopólico e
imperialismo en una revolución armada concebida como parte de la
revolución mundial.
Las restructuraciones y refuncionalizaciones impuestas por las
fuerzas hoy dominantes fueron limitando la política de partidos
electorales y parlamentarios hasta suplantar la política de reformas con
la de contrarreformas llamadas reformas, y la guerra de contrainsurgencia con la guerra de recolonización, llamada de globalización.
Mientras gran número de las fuerzas progresistas continuaron en la
lucha legal y parlamentaria, buen número de los movimientos opositores
optaron por la vía armada. En todo caso la acumulación de fuerzas
electorales por los partidos logró subsistir hasta hoy, y predominar en
las corrientes socialistas y comunistas, y lo hizo y sigue haciendo
cuando cada vez están más privadas de sus programas y doctrinas y no
defienden ninguno mínimamente coherente en las palabras y los hechos.
Los antecedentes y evolución de este proceso son conocidos. La
revolución de principios del siglo XX no estalló en los países
hegemónicos del mundo capitalista y llegó cuando la mayoría de los
partidos comunistas, en general los prosoviéticos, decidieron luchar
como partidos políticos con dos objetivos: el de acumulación de fuerzas y
el de incrementar la solidaridad con los países del bloque soviético.
En esas circunstancias, las corporaciones y complejos combinaron cada
vez más la inmediación violenta con la mediación y mediatización política de sus enemigos de la guerra fría.
Durante décadas permitieron o se vieron obligados a permitir el desarrollo estabilizador,
junto con la descolonización formal de parte de África, Medio Oriente y
los países árabes. Así actuaron hasta que, desde los años sesenta, se
inició la gran crisis recurrente y sistémica que una y otra vez dan por
superada, lo que en los hechos revela ser del todo falso.
En el curso de la prolongada crisis la posición hegemónica de las corporaciones consistió en abandonar las políticas anticíclicas del Estado social y en pasar al adelgazamiento, desmantelamiento, refuncionalización y recolonización del propio Estado metropolitano y de los estados periféricos.
El capital corporativo impuso políticas financieras, políticas
militares, ideológicas, económicas, sociales, educativas, culturales,
ecológicas, así como empresariales de dominación y apropiación de
estados y mercados. Combinó y perfeccionó las viejas armas combinadas de
la represión y la corrupción y dio un salto en sus organizaciones
monopolistas para su integración en complejos
militares-empresariales-políticos y mediáticos. Buscando dar la máxima
efectividad posible a sus megaorganizaciones, recurrió a las nuevas
técnicas y ciencias electrónicas, digitales, cibernéticas, altamente
funcionales a la organización de sus políticas de expansión global.
La magna organización mundial del capital corporativo y de los
complejos empresariales militares les permitió dominar a un mundo que
paradójicamente se volvió cada vez más irracional en el inmenso entorno o
contexto en que opera, efecto llamado lateral en un mundo al que sus expertos consideran siempre como externalidades, las que en el mejor de los casos sólo se analizan para mejor desarmarlas, dominarlas y explotarlas.
Con la gran crisis de las mediaciones del Estado anterior, los
partidos políticos dejaron de distinguirse claramente en programas y
políticas, y todos o casi todos actuaron al mismo son. El menosmalismo,
como lógica política hegemónica, se impuso en situaciones cada vez
peores. Y con la restauración del capitalismo, tanto en el bloque
soviético como en el chino las teorías de la revolución y –también– las
de la acumulación de fuerzas comunistas, socialistas y socialdemócratas se llegaron a olvidar completamente. Se impuso la lógica de juntar fuerzas a como dé lugar, de limitarse a ganar votos con cuanto partido se pudiera y de reclutar ciudadanos con la meta de lograr puestos de representación popular, que cada vez fueron menos representativos y llegaron a ser nada populares.
Semejante lógica y sus beneficiarios dominaron la subcultura de la inmensa mayoría de la clase política.
A esa lógica se aferraron también quienes venían del nacionalismo
revolucionario y ya lo habían abandonado con el desarrollismo, así como
la mayoría de la nueva izquierda del 68 que los había enjuiciado y que
al madurar y podrirse se comportaría como ellos, en triste
transformación.
Hoy tenemos, en primer término, que darnos cuenta de que tres grandes
corrientes del pensamiento revolucionario, que querían lograr la
democracia y el socialismo mediante la revolución, han sido
prácticamente anuladas. Muchos de sus integrantes muestran no sólo
cierta incapacidad crítica para organizar un proceso de acumulación de
fuerzas contra el capitalismo corporativo, lo que se confirma leyendo y
oyendo sus programas, sus discursos, sus discusiones, sus enfados.
Muchos descendientes de la antigua y de la nueva izquierda, en una
inmensa mayoría, ya ni siquiera plantean una política contra el
neoliberalismo.
Ante semejante crisis de la autollamada izquierda surge un nuevo
movimiento que cambia la geometría política, y que, en México y el
mundo, encabezan los zapatistas al enarbolar la bandera de la soberanía
nacional, el rojo y negro de la lucha internacional, y las metas
emancipadoras que ellos redefinen tanto en las palabras como en los
hechos, al clamor de libertad, democracia, justicia. Para aclarar
su posición, la geometría política de los zapatistas ya no sólo tiene
centro, derecha e izquierda, sino abajo y arriba. Con ella quieren
indicar que están a la izquierda con los de abajo. Pero, además, su
geometría no es sólo bidimensional. En la práctica es una geometría
móvil con redes y entramados de colectividades y colectivos presentes y a
distancia, unos descentralizados y autónomos; otros –como el ejército
defensivo, integrado alternativamente, por todos los comuneros–,
con facultades autónomas para ciertas acciones que se les señalan y que
pueblo y ejército respetan con una gran disciplina, y con conciencia de
que son el pueblo del ejército y que con su ejército-como comunidad se
protege de las invasiones, inundaciones, quemas, crímenes y despojos de
que sin éste como fuerza defensiva sería fácil víctima.
Las redes de colectivos y colectividades no sólo son redes de
comunicación, sino de acción y también de información y diálogo. La
mayoría de ellas está entregada a la cooperación para la producción,
para la distribución, para los servicios de alimentación, salud,
educación, construcción de infraestructuras y viviendas, cultura.
En esas redes los conceptos se definen con actos y también con
palabras, lo que fortalece a unas y otras. En palabras y actos aparece
la otra democracia, muy otra, la otra justicia muy otra, la
libertad practicada con el saber de los pueblos que hoy combinan las
técnicas digitales y cibernéticas con las tradicionales. El proyecto
está muy lejos de ser primitivo o aldeano: es solidario, patriótico y humano. Nace en un momento histórico en que el gran capital ha ampliado lo no negociable,
esa expresión que de hecho expresa la dictadura del capital y en ésta
su objetivo invariable de recolonizar el mundo, con la combinación de
políticas de represión, corrupción y enajenación mental, sentimental y
volitiva. El complejo y tecnocrático proyecto está provocando esa otra
crisis de dominación y acumulación en que el mundo vive, y a la que los
expertos y sus superiores responden con proyectos de espectro amplio de
corrupción y represión, de confusión y terror, que perfeccionan las
guerras llamadas por el Pentágono de espectro amplio.
La guerra y crisis de espectro amplio incluye mucho más que las
guerras y crisis financieras y económicas. No corresponde a una crisis
coyuntural que se vaya a resolver en uno o dos años, como dicen muchos
gobernantes –que constantemente se están equivocando–. Enfrenta y vive
una crisis que no es cíclica, no es de corta duración, ni siquiera de larga duración.
Es una crisis del modo de dominación y acumulación llamado capitalista,
movido por la maximización de utilidades y la minimización de riesgos. Y
aun es más: es una crisis de civilización que con las ciudades
mercantiles, usureras e industriales, desde el siglo XIV empezó a
construir una sociedad, una economía, una política, una cultura, una
ecología y una ciencia que hoy están en un estado de crisis tan
desastrosa para la humanidad y para ellos mismos que hasta se enceguecen
ante los horrores que causan y ante los peligros que corren por su
sevicia y su codicia desenfrenadas, los que con un improvisado fanatismo
atribuyen a un orden darwinista y hasta divino muy parecido al racismo
genocida de los nazis, pero mucho más sofisticado con su inclusión de negros, latinos y mahometanos
en el gobierno de las televisiones y acciones de exterminio que
presenta a esos pueblos como fanáticos, débiles mentales, corrompidos y
terroristas.
No ver lo que ocurre ni entender que sus causas se hallan en el
actual modo de dominación y acumulación es el más grave yerro de las
ciencias hegemónicas. La contribución a la inadvertencia del mundo
realmente existente y sus causas no sólo se da en la en econometría y en
las ciencias de la opción racional –disciplinas dedicadas a
maximizar las utilidades y minimizar los riesgos del capital
corporativo–, sino en todas las ciencias de la materia, de la vida y de
la humanidad que ocultan y se ocultan las hazañas que sus superiores
realizan bajo nuevas y viejas formas de depredación, de ocupación de
territorios, de violación de derechos nacionales e internacionales,
naturales y humanos, sino en las formas de que se sirven para ocultar la
irracionalidad de un sistema que hace sufrir –sin la menor duda– a la
inmensa mayoría de la humanidad y que amenaza la existencia de toda la
humanidad. De que hechos y efectos están comprobados no hay duda, como
no la hay tampoco de sus causas. Ambos se ocultan sistemáticamente.
En realidad vivimos una crisis que no siempre alcanzamos a entender
porque es la crisis de una era y el nacimiento de otra. En nuestra
práctica de la teoría no teníamos los elementos mínimos para pensar en
el futuro de una historia mundial que nos llevó a la restauración del
capitalismo. El error fue gravísimo para muchos de nosotros. Nunca
penamos que esfuerzos como los de Lenin y Mao iban a acabar en el
desastre en que han acabado, ni que el heroico pueblo de Vietnam iba a
terminar donde terminó.
Si, por otra parte, vemos este desenlace de evoluciones y
revoluciones como enseñanzas, advertimos que por fortuna hay nuevas
formas de plantear los problemas y las alternativas para construir un
mundo que deje de ser injusto y autodestructivo. Estas nuevas formas, en
sus manifestaciones más positivas y creadoras, guardan memoria de sus
experiencias anteriores de emancipación; de las que tuvieron éxito y
deben impulsarse y de las que implicaron fracasos que hoy se pueden
evitar. También enfrentan nuevos y crueles asedios y despojos de
corporaciones y complejos. Si son millones los que sufren la ofensiva de
la globalización depredadora, privatizadora, y desnacionalizadora,
también se cuentan así los nuevos movimientos de resistencia de
campesinos, trabajadores, empleados y pueblos.
Muchos enfrentan las
políticas de despojo de tierras de labor y recursos naturales, de
pérdida de derechos laborales, sociales, políticos, educativos y
culturales, o de territorios enteros desertificados, deforestados o
invadidos por las compañías y sus fuerzas de choque paramilitares,
criminales y policiales. Todos, en mayor o menor medida, sufren las
políticas de descrecimiento del consumo, de descrecimiento que deja sin empleo, sin techo y sin pan a un número creciente de los sectores medios y bajos.
Muchos son víctimas de la caída de la producción nacional y social a
que dieron y dan traste corporaciones y complejos con las nuevas
políticas de descrecimiento industrial y tecnológico social y nacional, y
con la cesión obligada, negociada y corrompida de recursos y mercados a
las grandes empresas y sus asociados y subrogados que se encargan de
enganchar a los miserables, depauperados, despojados, desplazados,
desempleados, desaparecidos, secuestrados, migrantes, sin papeles,
sobrevivientes, a los que levantan y venden o emplean como esclavos, asalariados de sudaderos
y prostíbulos listos para ser eliminados y enterrados en fosas comunes
cuando ya no pueden o no quieren servir. Si semejantes atropellos
generan mundos de terror global, también van generando –en medio del
dolor que se alcanza a resistir y de la superación del miedo, que se
llama rabia y valor, o coraje– nuevas respuestas que por encima de las
tradicionales o meramente críticas no sólo están creando formas de lucha
mucho más efectivas para resistir, sino formas de resistencia y de
organización más efectivas para construir y preservar la libertad, la
justicia, la democracia, la autonomía, la independencia, la fraternidad
con los semejantes y con los diferentes, en religión o ideología, en
cultura, nacionalidad o etnia.
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Marcha de bases de apoyo al EZLN,
el 21 de diciembre pasado en
San Cristóbal de las Casas, Chiapas Foto Víctor Camacho
Entre los nuevos movimientos destacan los de las comunidades que han
enfrentado durante siglos las políticas de colonización y hoy enfrentan
las de privatización como recolonización. A esos movimientos que vienen
desde muy muy abajo se añaden los de esa nueva categoría política y
revolucionaria que es la juventud.
Las luchas de la juventud sin educación, sin empleo y sin futuro, más
temprano que tarde descubren su inmenso peso cuando articulan sus
luchas estudiantiles y juveniles con las demás fuerzas emancipadoras y
con metas y programas mínimos de organizaciones en red y de colectivos y
colectividades.
Los nuevos movimientos emancipadores se distinguen también porque en
muchos de ellos están mezclados quienes poseen distintos niveles de
educación y distintas experiencias de lucha. Es de ver y no creer cómo
combinan y enriquecen sus conocimientos y experiencias para alcanzar
objetivos comunes.
Entre esos nuevos movimientos –a escala mundial– destaca el que tiene
su origen en una región del mundo que está en el sureste mexicano y que
ocupan los antiguos pueblos mayas. En esa región del mundo nació, a
fines del siglo XX, un proyecto universal que, desde el principio, fue
un proyecto que en la diversidad encontró la unidad, y en la variedad
los objetivos comunes de la emancipación humana. El movimiento no se
planteó una nueva política asistencial, indianista o indigenista. En el
curso de su gestación se fue planteando cada vez más un proyecto
dispuesto a defender su transición pacífica para organizar, en el propio
movimiento, la sociedad a que sus habitantes aspiraban, y una política
mínima de la resistencia para vivir, para defender el territorio, la
tierra, el agua, el bosque y la vida, sin limitarse a un concepto
aldeano, ni sólo maya ni sólo nacional, y reclamando los derechos a la
autonomía de sus comunidades al tiempo que se organiza en éstas el poder
de decisión de sus pueblos, que son los que mandan a quienes de entre
ellos comisionan o son comisionados en tareas determinadas, sin
abandonar todo el tiempo o para siempre las tareas agrícolas,
artesanales o caseras, sino volviendo a ellas cada vez que su comisión
termina o en el tiempo que la comisión lo permite.
Según el último comunicado, los compañeros y hermanos zapatistas han
logrado –en medio de asedios– que en su territorio los niños tengan
escuela, los enfermos medicina y hospital, y todos sus habitantes, lo
mínimo necesario para vivir. Han logrado que en su territorio no haya
narcotráfico ni alcoholismo, ni esa inseguridad genocida que con la
corrupción individual y colectiva ataca aquí y allá en el resto del país
y el mundo.
En los hechos, los zapatistas confirman que el suyo es un nuevo
proyecto de emancipación, construida, que no sólo difiere de movimientos
anteriores, como el de Lenin o el de Mao, sino también de otros, como
la mayoría de las guerrillas de los años sesenta y setenta.
El gigantesco y modesto éxito de los pequeños entre los pequeños induce a pensar a un nivel mundial en la historia reciente de los éxitos y fracasos de la transición a lo que hoy llamamos otro mundo posible.
Al caer el inmenso bloque soviético y chino y restaurarse en esos
países el capitalismo con sus contradicciones estatales, empresariales,
mercantiles, sociales y ecológicas, una pequeña isla llamada Cuba, que
tenía 7 millones de habitantes al empezar su revolución, está allí
entera, luchando por el socialismo y la libertad. Podemos pensar que la
resistencia de Cuba es un milagro, pero si nos limitamos a un análisis
político, tenemos que preguntarnos qué ocurrió en esa pequeña isla, que
sigue resistiendo a la potencia imperialista más poderosa y agresiva del
mundo.
Debe haber algo. Por más que han sufrido en su contra las campañas
más espantosas, padecido un cruel bloqueo, que ya dura más de medio
siglo, y enfrentando cuanto tipo de intervenciones legales y criminales
existe en la historia del colonialismo, este algo que hay en Cuba muestra ser una mezcla de la enorme cultura de la lucha por la independencia y de la lucha de clases, pero de otra lucha por la independencia y otra lucha de clases…
Ya Toussant L’Ouverture, y su hazaña de los esclavos insurgentes en
Haití, demostró, en medio de la tragedia, que el esclavo que se libera
en un país colonial no se libera, pues siempre vienen los ejércitos de
los napoleones a acabar con el proyecto liberador del esclavo.
El mismo problema se plantea a otra escala, no sólo en las
comunidades de origen indígena de la primera conquista, sino en las
comunidades nacionales: el problema de combinar las luchas de las
comunidades por la autonomía con las luchas por la independencia de las
naciones. Pues ni unas ni otras se liberan si no se juntan.
En el caso de Cuba, la solución aparece en la conjunción muy seria y
profunda de Marx y de Martí. Así como los zapatistas toman la palabra y
el concepto de dignidad como forma de enfrentarse a la dictadura del
poder, así los cubanos dan a la moral un sentido político de
organización de la resistencia y de moral de lucha que integra la
articulación, cooperación, solidaridad, fraternidad o de hermandad
practicadas, que no se queda en un decir, que no se queda en la moralina
de la que hablaba Benedetti, sino que se vuelve una realidad capaz de
enfrentar sus propias contradicciones y las que activa el enemigo.
La gente que en política no tiene esta práctica de la moral cree que
todo esto son tonteras, o que nada más estamos hablando. Pero ahí está
una realidad que no podemos ignorar… La moral de la lucha por la
independencia organizada con la lucha de clases y con la lucha por el
socialismo y la libertad. Y, volviendo a nuestro tema y su situación
actual, advertimos cómo al abrirse y articularse a la diversidad del
mundo y de México, como lo acaba de hacer el movimiento zapatista,
tenemos que plantearnos el problema de las resistencias frente a la
nueva ofensiva de cooptación, corrupción e intimidación de las
corporaciones y complejos y de sus asociados y subordinados. Si éstos
durante un tiempo privilegiarán el diálogo para la cooptación, no por
sus dulces voces dejarán de tener escondido un gran garrote, como dijo
aquél. Mantener la dignidad con la capacidad de diálogo y la firmeza con
la capacidad de lucha emancipadora será crucial.
Por las experiencias anteriores vamos también a confirmar que, aparte
de las características de recolonización del mundo que muestra el
capitalismo, su crisis va acompañada de una crisis de la moneda, del
salario, del crédito y del modo de acumulación. Con eso no quiero decir
que vaya a otro modo de acumulación, o que se va a repetir lo que
ocurrió en crisis anteriores, sino muestra una y otra vez su tendencia a
las políticas de depredación, depauperación, privatización,
desnacionalización, que por sentido común enajenado están llevando a los
ejecutivos de corporaciones y a los ejecutivos de gobiernos a posiciones cada vez más agresivas, corruptoras, privatizadoras y desreguladoras...
En crisis anteriores también existió una combinación de los modos de
acumulación depredadora con los modos de acumulación salarial. La
depredación o la explotación de colonias, la ocupación de territorios y
países enteros se hizo en crisis anteriores. Ahora es mucho más serio
que se haga porque la contradicción entre el modo de dominación y
acumulación capitalista enfrenta una crisis de sus propias soluciones.
Por una parte está en crisis el proyecto del imperialismo único o
dominante que durante un tiempo tuvo Estados Unidos. Ese proyecto falló
–como lo ha analizado y demostrado Wallerstein– y está en crisis
irreversible. Se están formando dos bloques, informes todavía, pero uno y
otro manejados por aquello que Roosevelt temía mucho. El presidente
Roosevelt dijo alguna vez: Le temo más a los negocios organizados que al crimen organizado. Se quedó corto, porque ahora se juntó el negocio organizado con el crimen organizado.
Todo revela una crisis muy fuerte que no sólo se da en Estados Unidos
o Europa, sino en Rusia y en China, cuya capacidad de producción es
inmensa y cuya capacidad de destrucción también es fatal. En la teoría
del Pentágono se habló desde los cuarentas de la guerra atómica como guerra de destrucción mutua asegurada. No se trataba de una doctrina como algunos de sus expertos
pretenden hoy era y es un hecho. Ya era un hecho entonces y es mucho
peor ahora. Si se ha dejado de hablar del mismo no es porque sea menor,
sino porque es peor. Hace más de medio siglo las bombas atómicas fueron
superadas en su poder letal por las nucleares, y en todo este tiempo se
mejoraron los sistemas de lanzamiento terrestre y extraterrestre, aéreo y
marítimo, así como los mecanismos autodirigidos. Y no sólo proliferaron
las bombas en tierras, cielos y mares, sino en el número de países que
disponen de ellas, y en el tamaño cada vez más pequeño a que las nuevas
tecnologías han contribuido.
Si la producción para una guerra nuclear supuestamente defensiva sigue su marcha
es porque las bombas nucleares y todos los aparatos que sirven para la
guerra son un negocio gigantesco, y son el motor principal de la
economía de las grandes potencias. Controlar las crisis recurrentes con
una guerra mundial es el imposible que no se puede hacer posible.
Hay otra crisis, la de la sociedad del conocimiento. Es la crisis del conocimiento de los rulers,
de los dueños y señores de corporaciones y complejos, ya sean gerentes
de las megaempresas, o jefes de gobiernos reducidos a gerentes de sus
países. Todos ellos buscan que venga el capital corporativo a salvarnos, porque dizque va a crear empleo,
cuando ya se sabe que por cada empleo que las corporaciones crean se
pierden cientos entre los pequeñas y medianas empresas y hasta en los
trabajos de los artesanos y vendedores de la calle. A sabiendas de eso
el mentiroso argumento se usa hasta por los gobiernos que se dicen
socialistas, que ponen en marcha políticas para ser competitivos a
costa de los trabajadores y las juventudes y de los habitantes de la
tierra, de los suelos y subsuelos, de las fuentes de agua y las fuentes
de vida. El arte globalizado de gobernar consiste en ocultar la realidad
para construir la sociedad del desconocimiento.
No sólo se da la crisis de la corrupción y la represión, de la política perfeccionada de la zanahoria y el garrote,
de las armas y la economía de guerra, sino del conjunto de la vida y
del proyecto humanista religioso o laico. Y es en esas circunstancias
que el zapatismo, con sus comunidades y los adherentes que se suman a
los de abajo y a la izquierda del mundo entero, busca deshacerse de las
cadenas posmodernas del capital monopólico y sus panegiristas.
En el nuevo encuentro con México y el mundo tenemos que darnos cuenta
de que no podemos exigir a todas las fuerzas que luchan por la libertad
humana que luchen con la misma posición política que tenemos. Como se
puede advertir en la lectura que se hizo del comunicado, hay elementos
particulares en este país que no se dan en otros países y otros que sí
se dan.
Dentro de la gama de la resistencia universal vemos cómo la más
avanzada es Cuba que, más que la última revolución marxista, es la
primera del nuevo tipo, en la que… si el proceso se inicia desde arriba y
a la izquierda, crea la lógica revolucionaria de que el Estado y
quienes lo construyen tienen un papel pedagógico muy significativo para
que todo el pueblo sepa lo que saben las vanguardias y para que estas
aprendan lo que saben sus pueblos. Nunca debemos olvidarlo: si en 1959
había unos cientos de seres humanos que sabían de todos estos problemas,
ahora son millones de cubanos los que saben de todos estos problemas, y
eso no es cualquier cosa.
A partir de un movimiento emancipador, indudable en la importancia
que da a la construcción del poder del pueblo trabajador, podemos ver a
otros países, como el nuestro, y ver lo que de particular y general hay
en otros movimientos. El EZLN, primero se levantó en armas y tomó varias
ciudades; después aceptó dialogar. Antes de los diálogos de San Andrés
tomó una medida extraordinaria –que en gran parte se debe a don Samuel
Ruiz– quien contribuyó a que se suspendiera el fuego en una guerra que
apenas estaba por empezar. Ese hecho fue en verdad extraordinario y en
él, y siempre, el EZLN mostró su vocación de paz.
Es lo más raro en la historia de la humanidad que dos ejércitos que
están a punto de iniciar una guerra firmen un pacto de no agresión y
digan vamos a hablar. Vinieron los diálogos de Catedral primero.
Después los diálogos en el ejido de San Miguel. Después los diálogos de
San Andrés. Hubo un momento en que se aceptó la lucha en el terreno de
la paz. Pero, ¿qué pasó con esa lucha? La traicionaron todos los
partidos y también la traicionó el gobierno.
Entonces el EZLN dijo ahora nos encerramos, pero nunca su
proyecto fue nada más luchar abajo y a la izquierda. No, si podemos
luchar arriba, también vamos a luchar arriba. El problema es mantener
los principios fundamentales de la dignidad y la autonomía, de la
democracia como gobierno del pueblo con el pueblo y sus luchas por la
justicia y libertad, y de mantener, con esos principios, una gran
disciplina como la que mostraron los zapatistas en el desfile organizado
y desarmado que hicieron como una nueva carta de presentación de su
vocación de paz. El orden impecable que mostraron el 2l de diciembre
confirmó una diferencia fundamental con la manifestación de los jóvenes
estudiantes, en cuyas filas se pudieron meter los tradicionales agentes
provocadores. En estas filas no se podía meter ni un insecto provocador.
Los cambios que se dan en los movimientos de que es pionero el EZLN
no provienen de posiciones teóricas o emocionales, sino de teorías
experimentadas y de experiencias pensadas. En este momento histórico
confirman la posibilidad de definir la lucha como un proyecto de
democracia organizada, de autonomía organizada, de libertad que
fortalece y cuida la organización del pensamiento, de la dignidad y de
la voluntad colectiva y combativa, y en que todos los actores cumplen
con su palabras.
En un proceso semejante y distinto de los nuevos movimientos de
liberación se encuentran otros países que están en la resistencia frente
al proyecto colonizador de las corporaciones y los complejos. Entre
ellos, a la cabeza, está Venezuela –puedo equivocarme–; también se
encuentra Bolivia –con más contradicciones y dificultades–, y quizás
Ecuador. Pero hay otros que están resistiendo, como Uruguay, con la gran
fuerza de una democracia muy vinculada a la cultura socialista y
marxista. Se encuentran también quienes en Argentina de pronto se
enfrentan a la toma de las islas Malvinas por el imperio británico, y no
sólo se enfrentan a la deuda externa, sino cancelan la deuda externa.
Se trata de resistencias nuevas en las que no estamos insertos, pero que
tenemos que respetar y alentar para el triunfo sobre sus
contradicciones internas y externas con la formación de un Estado-pueblo
en que se organicen, hasta tener la inmensa mayoría, la fuerza de la
independencia de los trabajadores, de las comunidades y de la juventud,
todos listos a triunfar sobre la corrupción y la intimidación.
Tenemos que aprender a acercarnos a un mundo que es diverso, que es
distinto, pero que tiene problemas parecidos y que puede luchar de
maneras diferentes. También tenemos que seguir superando nociones como
la del poder en abstracto, y pensar que si el poder es nuestro, lo vamos
a hacer muy distinto de quienes lo tienen. Por eso es que el subcomandante habla, con esa capacidad de expresión que domina, de otra democracia muy otra. Vamos a hacer un muy otro poder. Muy otro
no tiene nada que ver con el poder de las corporaciones y el poder del
crimen organizado, o con el poder de los paramilitares y con el que le
da la subrogación de trabajadores a las corporaciones… Es otro poder: el poder del mundo moral y combativo...
No podría detenerme sin decirles lo agradecido que estoy con los
compañeros de esta universidad magnífica, y sin pedirles que estudiemos
mucho más a fondo el pensamiento de los zapatistas como un pensamiento
que viene de la experiencia universal del ser humano y de la experiencia
que ellos, como descendientes de los pueblos mayas y de las rebeliones
universales han tenido y tienen en su lucha por la democracia, por la
justicia y la libertad.
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