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La desintegración del ser humano: la profesionalización
03 set 2012

Una reflexión sobre cómo las formas de producción material y cultural del capitalismo fragmentan y descomponen al ser humano.

El nacimiento del gran capitalismo industrial en el siglo XVIII y su posterior consolidación en el siglo XIX supuso para el mundo occidental toda una serie de cambios de verdadera profundidad. Los cambios estructurales económicos inevitablemente fueron de la mano de nuevas formas de vida que sirvieron para moldear un nuevo hombre: el hijo de la modernidad.

La nueva sociedad naciente, como es bien sabido, tenía una nueva estructura de clases. Por un lado, la burguesía se convierte en la nueva clase dominante; por otro lado, surge el proletariado como resultado de la proletarización de las clases más bajas de las sociedades que se adentran en la revolución industrial.

Proletarización y división del trabajo

La proletarización nos define un proceso que sirvió para moldear un individuo nuevo caracterizado por su relación con su producción, su obra, con la mercancía que elabora. Ese proceso proletarizador conllevaba una relación fragmentaria y repetitiva que se acentuó de forma extraordinaria con el modelo de producción en cadena o fordista. Fragmentaria porque el productor apenas se relaciona en el proceso de producción con una parte de la mercancía cada vez; repetitiva porque la actividad, simplificada todo lo posible, se reproduce de manera rutinaria de forma constante. Un ejemplo: un zapatero del siglo XVI sería capaz de crear por sí mismo una bota; en el siglo XX, la bota sería introducida en la cadena de montaje para lograr una mayor eficacia y rapidez gracias a la división y especialización del trabajo.

La relación fragmentaria del proletario con su producto es un fenómeno propio de las sociedades capitalistas contemporáneas que fruto de la tecnificación y de una determinada forma de entender el progreso se adentran en un mundo de creciente complejidad.

De la fragmentación del conocimiento

La enorme complejidad del mundo moderno implica la existencia de una realidad inabarcable en su totalidad para el ser humano por lo que bajo la lógica burguesa de la eficacia el hombre se ha lanzado al acceso también fragmentario del mundo en todos los ámbitos de la realidad. Eso significa que de forma más que generalizada en el siglo XVII, por ejemplo, un pensador pretendía acercarse al saber en su forma más amplia posible; en el siglo XX, el pensador va a buscar un acceso al conocimiento desde un campo restringido y especializado. Esta tendencia acentuada por la cada vez mayor complejización del mundo contemporáneo supone una creciente tendencia a la especialización inevitablemente fragmentadora. Si este ejemplo nos adentra en el mundo del conocimiento, lo mismo se podría decir en todos los ámbitos de la realidad. El individuo moderno vive inmerso en un mundo que le empuja a la especialización y, por tanto, al abandono de múltiples esferas de su realidad social y personal.

La profesionalización

La complejidad del terreno profesional y la hipertecnificación hace que se acreciente la tendencia al desconocimiento de los campos cada vez más próximos del conocimiento, lo cual se puede aplicar desde un tornero fresador hasta un cirujano cardiovascular. Obviamente esta tendencia a la especialización en el ámbito profesional no es como dijimos una tendencia aislada sino que forma parte de un proceso generalizado que abarca todos los ámbitos del mundo capitalista contemporáneo. Dicho proceso, bajo la lógica burguesa del progreso y la eficacia, ha sido exaltado de forma permanente hasta la enajenante profesionalización que inunda nuestro mundo turbocapitalista. ¿Por qué enajenante? Porque éste imposibilita el acceso del hombre a principios fundamentales para su desarrollo como ser pleno, es decir, completo y autónomo. Un ejemplo claro es el trabajador social, es decir, la profesionalización de la solidaridad que antaño estaba en manos de las personas, frente a las instituciones y ONG´s que tratan de enajenar del individuo el principio del apoyo mutuo. Bajo esta misma lógica se esconde la terrible figura del político, un profesional del gobierno de los demás (porque las personas no pueden gobernarse a sí mismas nada más que en unos muy pocos ámbitos de la existencia) o la del juez, profesional de la justicia, cuya esencia sólo está en unos pocos especialistas. No obstante, el ejemplo paradigmático del mundo moderno lo encarna la figura del psicólogo, profesional de todo aquello que se supone que forma parte esencial del interior humano, desde el amor por sí mismo hasta las relaciones de pareja, por poner solo unos ejemplos.

Aunque de forma demasiado simplificada queremos denunciar que la profesionalización de la vida es una tendencia cada vez más acentuada en las sociedades hipertecnológicas del capitalismo cuya consecuencia es la tendencia a construir un hombre incapaz de construirse a sí mismo (y reconocerse) como ser integral. Desde esta lógica desintegradora el hombre se encuentra roto en fragmentos que hacen de él un ser en permanente desgajamiento. La solución no es volver a tiempos remotos, ni por supuesto está en ninguna forma de capitalismo pasado o futuro sino que está en las formas sociales al servicio del ser humano en todos los ámbitos como el comunismo libertario.

Mira també:
http://www.grupoheliogabalo.org/la-desintegracion-del-ser-humano-la-profesionalizacion65214789/
http://www.grupoheliogabalo.org

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