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Paraguay: El floreciente campo abierto de la resistencia
16 jul 2012
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Pensando en lo simbólico, en las composiciones políticas y sociales del imaginario, en todo aquello que hace a la identidad cultural, que en lo práctico-político permite que estés más cerca o más lejos de esta u otra bandería, el golpe de estado parlamentario del 22 de junio de 2012 en Paraguay, constituye una de esas coyunturas que son, por expresarlo de algún modo, una apertura y un cierre, un instituyente y un concluyente.

Si algo produjeron los largos años de dictadura estronista y de transición democrática comandada por el partido colorado, sostén de la dictadura, fue una forma de hacer lo político, ciertas formas culturales y simbólicas de entender el rol político de cada cual y en que los dos partidos históricos (liberal y colorado) tenían un rol claro y esclarecedor, a partir de su diferenciación esencial con el otro en competencia. El otro preferente para los colorados eran los liberales y para los liberales, los colorados.

Otros actores políticos y sociales se desplegaban también en este escenario, vinculándose de un modo u otro a estos dos soles políticos en la galaxia político-social paraguaya. Todas las demandas, las opiniones, las construcciones siempre terminaban llegando a los dos partidos tradicionales o a uno de ellos, para encauzar la gestión por los caminos de la normalidad y el negocio electoral. Controlaban (y controlan) todos los poderes: desde el ejecutivo hasta el policial, pasando por todo lo que se nos ocurra nombrar como poder.

El modo de presentarse en la constante construcción del imaginario colectivo de ambos partidos pasaba por ser el otro en conflicto y competencia enemistosa, presentando al otro como la oligarquía, el mal poder, la ineficiencia, el abuso, la discriminación, la falta de garantías, la soberbia. Esto les permitía conectar con el ámbito popular a través de la presentación propia como el buen poder, las garantías, la gestión preocupada, el pueblo, la eficiencia, el respeto a la ley y las costumbres, un modo de acceder, por fin, a los derechos y los beneficios. En el orden “natural” bipartidario paraguayo, ser el otro era ser lo no constructivo. Ser lo propio era ser lo bueno, el orden, la justicia, la razón, la patria, la libertad.


Podía haber algo peor: podía existir un tercero en escena que encarnara lo peor de lo peor, la antítesis de la paraguayidad. Ese otro extranjero casi, radical, sin color, legionario, migrante, puto, lesbiana, haragán, hoy por hoy zurdo y similares, anarquista.

La fuerza de las circunstancias, la penetración vía el ejecutivo de una tercera fuerza en potencial disputa, un cansancio social de la máquina de privilegios y prebendas, una hastío social de lo republicano, entendido como el principio de la desigualdad y el control, y cierto encantamiento con la idea democrática, entendida como igualdad de oportunidades y libertades civiles, ajenas a la atrapante red de gestión política de los partidos tradicionales, permitieron crear (especialmente en este último año) el “gran pánico parlamentario”. Demostraciones masivas urbanas y clasemedieras de descontento con el tinglado partidista parlamentario pusieron en estrés y delirio a la maquinaria prebendaria de los partidos tradicionales.

Por ello no es de extrañar que el golpe se articulara desde el parlamento, que actuó como cuerpo. Actos de vital importancia simbólica debían ser reparados para una retoma del control simbólico y comunicacional: la ridícula huida de los parlamentarios en caravana vehicular por una carretera no habilitada ni terminada, expresó el mayor momento de “gran pánico parlamentario”. El cuestionamiento social a seguir sosteniendo económicamente el prebendarismo expresado en la negativa a aceptar la entrega de fondos al Tribunal Superior de Justicia Electoral, entre otras cosas, activó ese pánico. Pánico a perder el control, a que la normalidad se escapase de sus manos.

De ahí en adelante, todo fue retomar el control para este parlamento en pánico. Incluso llegando al crimen si era necesario. La masacre de Curuguaty expresa el momento del máximo delirio reaccionario: crear una crisis donde el pueblo, la ciudadanía, los diversos sectores sociales con capacidad de acción, pasasen a ser de nuevo, simples espectadores. Se trató, mediante el gran ejemplo de la expulsión del poder de Lugo, de hacer volver a todo mundo a su rol histórico para el imaginario bipartidista: la gestión republicana está en sus manos, todos los demás o colaboran, o suplican o son excluidos.

Lo que no consideraron en la preparación del golpe, es que es imposible fijar las cosas en el punto anterior. El golpe de estado parlamentario lo que instituyó en Paraguay no fue la vuelta a la institucionalidad pre-Lugo. Instaló, en crisis permanente, la república parlamentaria. Cosa de ver no más los noticiarios televisivos y los periódicos de estas últimas semanas: el presidente golpista no existe casi y los senadores y diputados llenan las pantallas. Los medios masivos de comunicación pueden mentir para el poder, pero no pueden mentir sobre el poder.

La bomba parlamentaria estalló en sus propias manos y está desconfigurando la cultura política y social paraguaya. En lo simbólico, y pese a todas las jugadas de los últimos días, a ambos partidos tradicionales (y en ellos podemos sumar sin problemas a sus aliados en el golpe: UNACE, PQ, PDP) le es y será imposible reconstruir su lugar de presentación en el imaginario social del campo popular, urbano y rural. El otro en competencia fue disuelto, por así decirlo, de golpe. Se descalabró en un par de días una forma de presentarse en el campo popular construida en el lapso de al menos 60 años. El otro (colorado o liberal) de esta pareja de representaciones no puede ser más presentado como aquello que se puede remediar. Ambos se involucraron, hermanados, en cometer un atropello socio-político; ahora lo que era diferente aparece confundido y en un campo que no es el popular. Ambos partidos aparecieron, ante este imaginario en permanente y conflictiva construcción, hermanados en el campo oligárquico y poderoso, defendiendo intereses comunes a ellos y opuestos a los intereses populares, sean cuáles sean estos: cometieron un crimen de lesa gobernabilidad encarnando todo aquello contra lo que habían despotricado en su otro (ahora hermano) todo el tiempo, encarnaron el caos, la injusticia, el abuso, el mal poder.

Con ello efectuaron un suicidio simbólico y comunicacional, dado que simplemente abandonaron el campo popular. Liberales y colorados recrean hoy su presencia en este imaginario como una alianza hegemónica destructiva y autodestructiva. Pese a toda la retórica luguista, el famoso “proceso” recién se abre ahora. Y lo abre la derecha golpista descuidando una construcción simbólica histórica exitosa por una quimera momentánea de vuelta al pasado.

Este proceso se abre para todas las partes. Así, el espacio abandonado por la alianza PLRA ANR PQ UNACE PDP es contituye en un gran campo abierto e inexplorado que puede permitir instituir otras formas culturales de hacer política y sociedad. Ese espacio abierto no es algo regalado, es un momento que pasará y el cuál puede ser aprovechado para deconstruir el tinglado bipartidista, pero no necesariamente. De hecho, los intentos de separarse del conflicto golpista por parte del partido colorado hablan de cierta conciencia de la situación.

Este floreciente campo que se abre es posible asumirlo con mirada estratégica y acciones prácticas. El momento post golpe, caracterizado como “resistencia”, nos da una palanca tpara asumir la renovación cultural del hacer político y social paraguayo. Esto debido a la fuerte capacidad pedagógico-política que ofrece el “estar en resistencia”.

Estar en resistencia implica la posibilidad de gestionar la propia actividad política, comenzar debates, cuestionar desde la experiencia local, pequeña, propia y colectiva las realidades del momento; implica además poner en acción política los cuerpos, ese mínimo-máximo de acción social que tenemos. Estar en resistencia es pensarse política y revolucionariamente las 24 horas del día, sentir críticamente las formas culturales del hacer política que tenemos en Paraguay tan funcionales a la pervivencia de la maquinaria prebendaria bipartidista, que culturalmente influye en todos los partidos o movimientos políticos paraguayos. Por ello estar en resistencia es colocar en cuestión, derrumbar, el tinglado político que permitió la reacción hegemónica líbero-colorada; es capacitar políticamente a toda persona o colectivo que se declare como resistente.

Esta capacitación tiene la gran ventaja de ser una auto capacitación producto de las circunstancias. La posibilidad inmensa de resistencias combinadas permitirán cuestionar no sólo al gobierno de facto sino a toda esa forma de entender y hacer las cosas que lo encumbró y lo sostiene donde está ahora. La situación nos da una gran posibilidad: plantearnos la resistencia como un esfuerzo de largo aliento en la construcción de una nueva sociedad y cultura, que vaya dejando de lado el sostener y amparar las visiones culturales y sociales que hacen posible el tinglado bipartidario que se reproduce en todas nuestras prácticas sociales y organizativas.

Ante todo resistencia a la actual cultura política nuestra: pasar de la desconfianza en el pueblo a la confianza en él, pasar de los intermediarios que ganan en la gestión de los problemas sociales a un pueblo que sea capaz de gestionar soluciones propias a sus problemas. La resistencia es, en este momento, un instante pedagógico que nos puede dotar de herramientas políticas y sociales para un esfuerzo de largo aliento que disuelva las actuales formas de poder político en otras formas donde el abuso, la manipulación, la venta de conciencias quede en entredicho por las capacidades de lucha y resolución que el pueblo vaya adquiriendo. La resistencia, como situación pedagógica revolucionaria, pasará si no la asumimos en serio, más allá de la retorica publicitaria.

Grupo de Afinidad Caracolito
Asunción, Paraguay
11072010

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Sindicato Sindicat