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La lucha de clases en Venezuela: burocracia y dominio
08 jun 2012
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Si los inversionistas compran los bolívares a 10 por dólar en el mercado negro y deben pagar el trabajo asalariado con dólares a 4 bolívares deben estar haciendo un gran negocio, no cabe duda. Con razón, Venezuela es un buen refugio dentro de los mercados emergentes. Pero ¿hasta cuándo?

Si el movimiento sindical diezmado por la burocratización y la politiquería está bajo control, y por más Ley del Trabajo socialista que haya, el trabajo asalariado sigue abaratándose, cualquier capitalista montaría su empresa en Venezuela. Pero ¿por qué no lo hace masivamente el capitalismo actual?

Porque las inversiones capitalistas son como las dos caras de Jano, al lado de los grandes negocios redondos están los grandes peligros acechando. En Colombia, por ejemplo, donde casi reina el caos, los inversionistas hacen pingües negocios; y, en Irak, un país que los yanquis dejan en la carraplana, pasa lo mismo. Porque no hay dictadura de precios ni controles gubernamentales, y todo ese conjunto de cosas molesta a los capitalistas.

En Venezuela pasa, pues, que las ganancias tratan de bloquearse cuando pretenden salir del país; se controlan las salidas de capital, los precios y hay controles gubernamentales dentro de una perspectiva de capitalismo regulado. Pero los capitalistas no quieren regulaciones en la periferia aunque tampoco las admiten en el centro y no obstante hacen creer que los cumplen. Luego, el sector financiero está sumamente regulado, hasta el punto de que la burocracia chavista sufrió un duro revés cuando el mismo Chávez ordenó intervenir bancos de los boliburgueses. Chávez quiso curarse en salud y antes de que los financistas boliburgueses pusieran la torta y desequilibraran el sistema financiero les quitó los bancos y los metió presos.

Pero eso dejó a la burocracia y a los sectores de la clase gobernante vinculados a ella en arenas movedizas, y por eso es que siendo gobernante no se puede sostener que la burocracia, casta social originada por la revolución chavista, usufructúe el excedente social. Esto encierra una paradoja y un riesgo. Por un lado, hay en el escenario una clase gobernante que no se apropia del excedente mientras que, muy a pesar suyo, debe conspirar a la larga para aliarse con la vieja clase burguesa para asaltar el excedente social y eso va contra los propósitos de Chávez y de su núcleo duro.

Este es quizá, entre otros, el talón de Aquiles de la revolución. Chávez ha devenido en el obstáculo para la consolidación de su propia clase como dominante, es decir, como propietaria del excedente. Hay, pues, una clase en el vacío, con fuerza y poder pero sin el monopolio del excedente ni las manos puestas sobre la riqueza nacional. Y ni la naturaleza ni la política aceptan el vacío.

Quizá esta reconfiguración se defina a partir de los resultados del 7 de Octubre. Probablemente, en materia de tierras ese vacío se esté minimizando sobre la base del latifundismo de los generales, que quizá rememora un poco lo que sucedió hace 150 años con los generales de la Independencia. Pero no poseo suficientes datos para hacer un estudio detallado.

En todo caso, estemos ante un escenario inesperado. Quizá Chávez termine siendo víctima no tanto del imperio ni de los pitiyanquis sino de la misma clase que él convirtió en clase gobernante. Todo depende, claro está, de la presión que las bases revolucionarias puedan ejercer para impedirlo. Es la lucha de clases, señores, no es otra cosa.

Un anarquista revolucionario
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Comentaris

Re: La lucha de clases en Venezuela: burocracia y dominio
08 jun 2012
Estamos enfrentando la posibilidad de que las fuerzas populares sufran un revés el próximo 7 de octubre. Pero no se deberá a la crítica que se perfila desde las bases y que se fundamenta en situaciones concretas que favorecen un proceso contrarrevolucionario en el seno mismo de la revolución, es decir, la contrarrevolución endógena.

Curiosamente, esas fuerzas tanto como la burocracia gobernante y privilegiada del nuevo orden apuestan por la reelección de Chávez; pero cada una la hace por causas que son, en cualquier terreno, antinómicas.

Las bases, porque están convencidas (no podríamos decir que confundidas) de que el chavismo sigue siendo un movimiento de carácter democrático y socialista. Pero la burocracia boliburguesa quiere negociar, por su lado, tras el triunfo chavista del 7-O, debido a que todavía no controla ni monopoliza el excedente social a su antojo y, según parece, su mejor opción sería compartir las tajadas con la vieja burguesía gobernante de antaño.

Y esto es otro plano muy alejado de situaciones como la defensa del país de agresiones imperiales o del mejoramiento de la calidad de vida de los ciudadanos o, que es la vía que vamos atravesando, el sostenimiento de una suerte de Estado de Bienestar frente a una hipotética restauración neoliberal encarnada por la derecha. A decir verdad, en todos estos aspectos la mayor parte del chavismo y de su periferia está totalmente de acuerdo.

Así que la unidad cara a las elecciones presidenciales del próximo 7 de octubre es tácita. Ningún sector anticapitalista apostaría hoy en este país a que Chávez pierda las próximas elecciones. Aunque haya grupúsculos excesivamente minoritarios que han lanzado una candidatura presidencial que ni es chicha ni es limonada; parece más bien una candidatura sugerida por ese trotsquismo inglés que se siente muy a gusto celebrando los 60 años del reinado de Isabel II.

No hace falta ser ni un Marx ni un Lenin para tener una idea de lo que pasaría en este país si los bolivarianos perdieran las presidenciales. No hace falta. Aparte de la restauración neoliberal que advendría, estaría acompañada de una represión a rajatablas. A falta de un Pinochet cuartelero, los neoliberales impondrían un Pinochet civil, pero tendríamos un pinochetismo, de eso no tiene dudas nadie.

Pero el factor clave aquí es precisamente que ante esa restauración, que será fascista no cabe duda, las salidas electorales o la espera electoral, mejor dicho, no tendría sentido. Es decir, que si las fuerzas populares no actúan mediante hechos revolucionarios todo estará perdido, de nuevo.

Una restauración derechista amparada en la legitimidad electoral descabezaría de inmediato la cúpula militar. ¿Eso se toleraría sin más? ¿Quién es capaz de afirmarlo?

El levantamiento del control de cambio, la liquidación de las conquistas sociales del pueblo trabajador y la privatización de empresas del Estado, ¿sería tolerado mansamente por la gente?

Debatir, pues, qué camino debe seguirse después del 7-O no es tarea superflua. Es, dicho muy categóricamente, el destino de este proceso: o burocratización adeca o revolución social.

Un anarquista revolucionario

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