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Tres tribus prefieren morir a mendigar
20 jul 2011
Tres tribus prefieren morir a mendigar
Extinción. Más de 4.000 indígenas del parque Isiboro Sécure tienen
pesadillas desde que el Gobierno empezó a construir una carretera que
amenaza romper el bosque
Jonás sueña por las noches que estira la mano para que una gente rara que pasa por su lado le regale una moneda para no morirse de hambre. Raquel en las últimas cuatro noches se ha despertado sudando porque una pesadilla le
ha revelado que un día de estos debe escapar del mundo sin sombra en el que se ha convertido el bosque.

La tribu chimán en la que viven está dentro del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis) dentro de los departamentos de
Cochabamba y de Beni, un ‘mundo’ inmenso que ellos no acaban de conocer y que tiene una extensión de 1.091.656 hectáreas, 31 veces más que la mancha urbana de Santa Cruz de la Sierra y ocho más que Ciudad de México.

Jonás y Raquel son esposos desde hace ocho años y desde que se enteraron de que una carretera asfaltada está tocándoles la puerta son presa de su peor miedo. No quieren ser víctimas de una de las que consideran la peor plaga que está atacando a los indígenas de Bolivia: la mendicidad.

Ambos dicen que los sueños que están teniendo ellos y casi toda la tribu de los chimanes que vive en La Curva, son una advertencia pocalíptica de sus ancestros. “Nos están anticipando que una carretera será el motor que nos expulsará hacia las ciudades donde nos convertiremos en cuerpos anónimos”, dice ella y él asiente con la cabeza.
La carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos tendrá una longitud de 306 km y la construcción del primero de los tres tramos empezó a ser ejecutada desde el 3 de junio por la compañía brasileña OAS. El Gobierno, que es el
promotor de este proyecto (que costará cerca de $us 415 millones), y los aproximadamente 4.000 indígenas yuracarés, chimanes y moxeños que habitan el Isiboro Sécure están seriamente enfrentados.

Los originarios, a través de los dirigentes del Tipnis y de la Central de Indígenas del Oriente Boliviano (Cidob), se han declarado en estado de
emergencia porque el trazo dos de la carretera de 117 km, entre Isinuta y Monte Grande, que cruza de sur a norte por el parque que además de ser un
área protegida, es una Tierra Comunitaria de Origen, es decir, un lugar que los indígenas y las leyes bolivianas consideran ‘sagrado’, donde el ser humano, los animales y las plantas tienen derecho a existir alejados del fantasma del exterminio.

El yuracaré Adrián Terrazas también tiene sueños malos. Está con miedo de terminar pidiendo limosna en Trinidad, capital de Beni; o en Santa Cruz, donde indígenas de tribus de otras regiones de Bolivia fueron reducidos a indigentes.
Adrián sabe que muchos yuracarés que vivían en la zona sur del parque, que fueron expulsados por la presencia de colonos que cultivan coca, mendigan en las rotondas, en los semáforos de las ciudades, que estiran la mano a los conductores o que venden limones o que hacen cualquier monería para arrancar lástima y monedas. Para hacerse escuchar, el 25 de este mes saldrán de las 40 comunidades del bosque para empezar a marchar a partir del 2 de agosto desde Villa Tunari
hasta la ciudad de La Paz, y si el Gobierno persiste, se enfrentarán con sus flechas a las máquinas que construyen la carretera.

El presidente Evo Morales advirtió que el Gobierno tiene los recursos económicos, pero que algunos supuestos defensores del medio ambiente, a
través de las Organizaciones No Gubernamentales, "usan a nuestro hermanos para que no se construya este camino”. “Quieran o no quieran, vamos
construirlo y en nuestra gestión vamos a entregar Villa Tunari-San Ignacio de Moxos", remató.
El ministro de la Presidencia, Carlos Romero, dijo que técnicamente no es posible desviar el tramo cuestionado pero que se dialogará con los “hermanos indígenas”.

Pero el miedo a una devastación del ecosistema boscoso está fundado. El Programa de Investigación Estratégica de Bolivia (PIEB) sostiene que varios estudios ponen en evidencia que la tala de bosques se extiende a una
distancia de entre 3 y 15 km a ambos lados de una carretera y que en algunos escenarios se estima que los impactos indirectos ocurren a no menos de 50 km a cada costado del asfalto. A este ritmo, con la apertura de la carretera que el Gobierno quiere construir por el Tipnis, el PIEB proyecta un final sin remedio: en los próximos 18 años el 64,5% del bosque se habrá convertido en madera. Es decir, de las cerca de 1,2 millones de hectáreas que tiene el Isiboro-Sécure, 610.848 hectáreas ya no serán la casa caliente del chancho
tropero ni del tejón, del mono nocturno ni de la hurina, del jaguar ni del mapache ni de otras 2.000 especies de animales que se estima existen en toda la superficie del parque y con mayor concentración en la serranía y en piedemonte, justo por donde se pretende construir el asfalto negro de la carretera, negro como esos sueños que a Jonás y a Raquel, a Adrián y a otros indígenas les sacude en las madrugadas largas en las que no soportan imaginar a un bosque sin sombra.

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