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Reseña del libro "Indignados"
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per Hessel |
19 jul 2011
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El tan aclamado libro, del cual se dice que es la biblia de los indignados, la
verdad que no dice nada. |
Para empezar a hacer una reseña del libro, prime-
ro intentemos conocer al personaje que lo escribió, ese tal Stéphane Hes-
sel: ¿es un entrañable abuelito de 93 años quiere compartir su sabiduría
con las jóvenes generaciones? No, es un diplomático francés, que participó
en la resistencia a la ocupación nazi, y luego fue embajador de Francia ante
la ONU. Un defensor del estado de bienestar y del Estado democrático.
Y en esto se basa su mensaje. Y lo aclara todavía más en su declaración
posterior a lo sucedido en el parlamento catalán del 15 de junio [2011]
ante el intento de bloqueo por parte de cientos de personas el día que se
aprobaban los presupuestos, ya que según él es «intolerable cualquier in-
tento de paralización de las instituciones de representación democrática,
así como la coacción de todo tipo ejercida contra los representantes de la
voluntad popular». Sería interesante que no se olvide de los tantos misera-
bles personajes de la historia elegidos por esa misma «voluntad popular».
Mucho se ha hablado de este libro en los últimos meses y son muchas
las «victorias» que se le atribuyen, pero quien está acostumbrado a buscar
lecturas interesantes, críticas e incluso propositivas verá que este libro no
dice absolutamente nada. No sólo no dice nada nuevo, sino que no dice
nada: habla de indignarse, resistir y crear, pero ¿que mierda está diciendo
cuando dice esto? Pues eso, nada. Los periódicos y revistas han llenado
páginas en los últimos tiempos sobre este libro, pero tampoco ahí se puede
encontrar lo que Hessel quiere decir con indignarse, resistir y crear.
El texto comienza hablando de todo lo ganado gracias a la Resisten-
cia y a las Naciones Unidas, de las cuales él formó parte. Estos éxitos los
enumera y el latente peligro de la pérdida de éstos es el motivo de su
indignación: el peligro que corren la Seguridad Social, las pensiones y
las fuentes de energía y los bancos nacionalizados; pero claro, como buen
socialdemócrata que es, Hessel no dirá nada del origen de esas fuentes de
energía ni de la relación directa entre la riqueza de esos «bancos nacionali-
zados» y la herencia de la colonización y la actual recolonización francesa.
Más adelante, hablando de los bancos nos comenta que éstos «una
vez privatizados, se preocupan mucho por sus dividendos y por los altos
salarios de sus dirigentes, no por el interés general». Pero, hay que ser
realmente ingenuo o cabrón para pensar que hay alguna diferencia entre
un banco privado o un banco nacionalizado: el funcionamiento de ambos
se basa en lo mismo, la usura y la especulación. Su sugerencia define de
forma bastante clara su visión y la del movimiento que ayudó a gestar:
«Los responsables políticos, económicos e intelectuales, y el conjunto de
la sociedad no deben dimitir ni dejarse impresionar por la actual dictadura
de los mercados financieros que amenaza la paz y la democracia». Una paz
que sólo él, desde su cómodo apartamento, con su pasaporte diplomático
y su pensión vitalicia pueden disfrutar; una paz que los jóvenes de las pe-
riferias de la democrática república no conocen y cada tanto recuerdan al
resto de la población de que hay una guerra y siempre la hubo. Que la paz
no ha llegado a los suburbios.
Luego viene la parte, digamos, filosófica del texto titulada «Dos visio-
nes de la historia»: cita a Sartre, habla de Hegel y de Benjamin. Estudió a
estos tres filósofos para llegar a la conclusión de que «cuando el hombre
ha alcanzado su completa libertad, se tiene el estado democrático en su
forma ideal».
En el siguiente capítulo nos cuenta que participó en la redacción de
la Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptada por la Or-
ganización de Naciones Unidas, organización de la cual fue secretario.
Dicha declaración, según sus propias palabras, sirvió para que pueblos co-
lonizados se acogieran a ella para su lucha por la independencia: dudo que
cualquiera de esos pueblos colonizados pudiesen hacer mucho con esto; si
se refiere a los países africanos «descolonizados» en la segunda mitad del
Siglo XX, pues habría que recordarle a monsieur Hessel que lo que sucedió
en África fue que la colonización cambió su forma, y los Estados como
el francés, al cual el representa y defiende, se encargaron de instaurar en
todo el continente africano oligarquías y regímenes militares fieles a occi-
dente, y que todavía miles de pueblos, etnias y clanes, con lenguas, credos
y culturas diferentes a la oficial, se encuentran oprimidos y marginados de
todas las formas posibles.
En el capítulo llamado «Mi indignación a propósito de Palestina» nos
cuenta que con su esposa, y «gracias» a los «pasaportes diplomáticos» que
poseen, visitaron Palestina tras la Operación Plomo Fundido que Israel
realizó en Gaza, el bombardeo que dejó más de mil muertos. Como era de
esperar, no hace ninguna crítica real al Estado de Israel (Hessel participa
en la campaña de boicot a los productos israelíes), ya que ésta no se puede
hacer sin tocar los fundamentos del Estado en sí y de la democracia, sin
hablar del militarismo y la explotación capitalista de los palestinos por
las empresas israelíes. Su crítica se limita a una indignación de un hecho,
típico y superficial en la crítica: «que judíos puedan cometer crímenes de
guerra es insoportable». El resto de las comunidades religioso-culturales
los pueden cometer, no hay problema, se puede soportar. Y para acabar
esta sección, y quizás sea lo único realmente lúcido y coherente, dice que
«hay que reconocer que cuando se está ocupado con medios militares in-
finitamente superiores a los nuestros, la reacción popular no puede ser
sólo no-violenta». Algo que los indignados españoles, discípulos de Hessel
no entienden o no quieren entender: estamos bajo ocupación militar y
policial: no hay más que ver lo que sucede en Italia, lo que ocurrirá pronto
en la banlieues del país que Hessel tanto ama, y lo que sucede en algunos
contextos de protestas en el Estado español —diariamente en Euskal He-
rría—. Pero la tiene que cagar y decir que «uno no se debe exasperar, uno
debe esperar»: tranquilizantes y ansiolíticos ciudadanistas.
En consonancia con Sartre, Hessel piensa que «uno no puede excusar a
los terroristas que arrojan bombas, pero puede comprenderlos», pero ni él
ni sus indignados ibéricos comprenden que hay personas a las que no nos
gusta que nos peguen y nos machaquen como hacen los cuerpos de policía
de todas las latitudes más allá de su ideal mundo de paz y democracia:
las torturas físicas y psíquicas son sistemáticas, así como las muertes en
prisión. Defendernos ante estas atrocidades es para muchos de nosotros
un gesto de «dignidad». Siguiendo en esa línea, nos dice que «tanto por
parte de los opresores como por parte de los oprimidos, hay que llegar a
una negociación para acabar con la opresión», pero los opresores no en-
tienden de negociación a menos que vean peligrar su posición, cosa que
jamás una «insurrección pacífica» ha logrado, ya que «sobrepasar los con-
flictos —como dice Hessel— por medio de una comprensión mutua» con
los poderosos y opresores, es imposible. Podríamos responderle citando a
Errico Malatesta: «el esclavo siempre está en un estado de legítima de-
fensa, así que su violencia contra su patrón, contra el opresor, está siempre
moralmente justificada». Esto respondería también a lo que plantea en el
apartado final del folleto (titulado «Por una insurrección pacífica»): con un
lenguaje repentinamente apocalíptico nos recuerda cual mesías que «nos
amenazan los riesgos más graves; riesgos que pueden poner fin a la aven-
tura humana sobre un planeta que puede volverse inhabitable». Lo que es
incapaz de ver este hombre, como el resto de los ciudadanistas, demócratas
e indignados, es que la «aventura humana», como él la llama, es menos
aventura que sufrimiento para una gran parte del planeta, seguramente
la mayoría, que viven en sitios donde tanto la economía como los valores
europeos y occidentales los han vuelto «inhabitables» desde hace décadas.
También nos habla de una supuesta sucesión de «progresos» (?) desde
1948 —año de la Declaración de los Derechos Humanos— como «la des-
colonización, el fin del apartheid, la destrucción del imperio soviético, la
caída del Muro de Berlín», progresos que se vieron truncados a raíz del
11-S. Nada que decir de Chernóbil, de los ensayos nucleares que Francia
realizó mientras él era embajador, de las guerras en las que Francia parti-
cipó en todos estos años, ni del chantaje económico que este país y el resto
de la Unión Europea realizan a los países africanos... Pero repite que «hay
que esperar, siempre hay que esperar», no vaya a ser que nos tomemos en
serio lo de los «graves riesgos» y hagamos algo real para acabar con ellos.
Tratando los ejemplos de «insurrección pacífica», que como un juego
de palabras irreconciliables nos intenta vender, habla de las manifestacio-
nes semanales de Bil’in, la pequeña ciudad palestina afectada por el muro
donde, según él, los manifestantes protestan «sin usar piedras ni la fuerza».
Aquí, una vez más, no sabemos si es pura ignorancia o hace uso de su as-
tucia para vendernos la moto: hay decenas de fotos y hasta documentales
donde se muestra que la gente de Bil’in resiste de las maneras más varia-
das, con manifestaciones pacíficas, pero también con sabotajes a las obras
y piedras contra el ejército israelí o la policía palestina. También nombra a
Nelson Mandela en los ejemplos de resistencia no-violenta, ocultando que
éste muchas veces opto por métodos que hoy en día serían considerados
como «terroristas».
Para finalizar su obra, luego de apenarse de que ni Obama ni la Unión
Europea estén haciendo mucho para reducir la pobreza, dice que «crear
es resistir, resistir es crear». No dice que es lo que hay que crear, ni a lo
que hay que resistir. A lo que podríamos agregar que no es posible crear
ni resistir sin destruir, sin destruir todos esos valores del progreso, de los
derechos, del bienestar, de la democracia que él, como embajador de los
valores burgueses, defiende.
Extraído de:
¡Enrabiaos! Algunos apuntes acerca de la #Spanish revolution
Descargar el pdf entero: http://zinelibrary.info/enrabiaos-algunos-apuntes-acerca-de-la-spanish-r |
This work is in the public domain |
Comentaris
Re: Reseña del libro "Indignados"
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per A |
19 jul 2011
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ya sabemos que es un movimiento reformista tal i cual, pero hay que utilizarlo para empezar a crear un movimiento asambleario radical i empezar a concienzar a la gent a la sociedad a los proletarios (que no lo saben que lo son, se piensan que somos clase media i no).
Que pedia la UGT y la CNT en los años 10 i 30, la jornada de 8 horas, la reforma agraria, pero para que los trabajadores vieran que luchando se pueden conseguir pequeña i grandes cosa , cambios, pero nadie dudaba de su espiritu revolucinario.
NAda que excusar al tipejo este franes anciano, no nos representa, como se diria.
i tambien se ha dicho que esto (acapadas) a sido un experimento organizado tal i cual; puede; pero esto se les ha ido de l manos y lo que le queda
Revolucionarios, libertarios, comunistas, independetistas, feministas, todos los que ja estavamos organizados, no nos alejemos de las asambleas puede ser un metodo para que todo esto estalle de una vez (que con grecia esta cerca) i empieza algo nuevo
I por lo de la no violencia, aparte de que todo el mundo ja sabe que no es pacifismo es no violencia; poruqe tiene que ser una estrategia y no un fin; y que todo cae por su pròpio peso
Revolucion social, 75 años despues la lucha sigue!! |
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