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Entrevista con Joëlle Aubron de Action Directe
27 feb 2011
Entrevista a Joëlle Aubron, miembro de Action Directe, durante su estancia en prisión en el año 2002, dos años antes de que fuese liberada, y cuatro, desde su fallecimiento en marzo de 2006.
¿Cómo estaba organizada Action Directe? ¿Era solo una sección la que se dedicaba a la lucha armada o era Action Directe simple y llanamente organización armada?

Action Directe no tenia secciones legales y armadas, como tampoco estaba representada por un partido político. La unidad política y militar era un presupuesto indispensable para la acción guerrillera. No es fácil explicar todo lo que conduce a esta imbricación.

No comenzamos desde un punto A con el objetivo de alcanzar un punto B. Existieron muchos factores que nos llevaron a asumir la estrategia de la lucha armada, para aplicarla en las metrópolis imperialistas, pero estos no se desarrollaron de forma lineal. La práctica de la guerrilla en este continente no posee ningún método. No disponíamos de un manual que nos indicase como proceder.

Heredamos el pasado e inventamos el presente en una mezcla explosiva de continuidades y rupturas. Lo más simple sería dar un ejemplo sobre una noción sencilla: la autonomía del proletariado.

La cuestión de la autonomía del proletariado, en tanto que clase para sí y también como movimiento portador de la abolición de todas las clases, está en el corazón de la historia comunista. Y dentro de este movimiento para abolir el orden existente, y por lo tanto las clases, incluyo a aquellos anarquistas que también reivindican su emancipación. Desde la Comuna de Paris hasta las luchas actuales, la forma y la apariencia de la autonomía de clase está en la raíz de las discusiones entre comunistas y anarquistas.

Sin embargo, estoy segura de que no han sido muchos los que han comprendido la actualidad renovada de los años 60 tras la lectura estudiosa de cualquier fascículo. Tanto este enfoque como la conciencia histórica estaban disponibles de forma «natural» en la atmósfera de aquella época. Nuestro presente estaba cargado de historia. Dentro del Estado Francés, de los maoístas a LIP pasando por las luchas de los trabajadores inmigrantes, esta autonomía no estaba circunscrita al movimiento autónomo de finales de los años 70. A finales de los años 60, la idea del Partido Comunista como vanguardia, tal y como se entendía desde 1917, fue, de una vez por todas, puesta en cuestión. Pero no se trataba de una liquidación y una conversión teórica a las tesis anarquistas. Fue por encima de todo un proceso, de prácticas, confrontaciones, experiencias, devenires.

Era resultado de lo que les había sucedido a los Partidos Comunistas salidos de la Tercera Internacional; su incapacidad de enfrentarse con muchos de los aspectos de la lucha de clases, desarrollados desde 1945, en particular los procesos de liberación nacional [1]. Pero también se trataba de la reconversión de una parte de la ex «Nueva Izquierda». Después de haberse distanciado de los viejos Partidos Comunistas, los partidos de extrema izquierda jugaron a ser Iznogud queriendo reemplazar al Califa. A finales de los años 70, en Europa, pudimos constatar el ridículo de su enésima conquista ideológica de las masas, la progresión cuantitativa en sus circos electorales y la sumisión de las luchas a los canales institucionales. Y nuestra constatación se alimentó aún más al unírsele otras evidencias.

Una de ellas fue la función del control social institucional. Esto no era ninguna novedad, realmente no existía ninguna diferencia con la concepción insurreccional que criticaba la idea de que habría una lenta maduración de las fuerzas dentro de los debates ideológicos y del trabajo sindical. Durante los años 30, Gramsci había señalado la necesidad de una nueva estrategia para superar las instituciones contra-revolucionarias preventivas que la burguesía estaba desarrollando para mantener su monopolio del poder.

Pero esta necesidad era algo a lo que también se podía acceder a través de «la atmósfera de la época». La subversión atravesaba todos los espacios, transformándolos en momentos de práctica crítica y resoluciones radicalmente alternativas al orden existente. La práctica militante cotidiana consistía en ocupaciones, manifestaciones violentas, movilizaciones militantes clásicas pero también atentados y expropiaciones. Esto formó un todo político donde la política revolucionaria avanzó sobre dos pilares: el movimiento y la guerrilla. La constatación de la necesidad de una profunda renovación de las vanguardias para que la abolición de todas las relaciones que degradan, someten, subyugan y destruyen a los hombres y las mujeres se materializase en la práctica.

Constataciones y hechos que crearon las dinámicas que abrieron todo un abanico de posibilidades. La fuerza real solamente se encuentra en la unidad de los camaradas en las fábricas, en los barrios, en los institutos, en las oficinas, una unidad sin siglas ni carnets, que rechace todas las divisiones que amenacen la verdadera unidad de clase; es decir, la estrategia revolucionaria. De esta unidad nace la izquierda proletaria, y únicamente la izquierda proletaria puede construir, a través de la lucha, la organización revolucionaria (Sinistra Proletaria, 1970). Las palabras y las expresiones se referían a situaciones concretas, les rendían cuentas a la realidad. Nuestra inspiración provenía de los clásicos, Marx, Engels, Lenin…pero también de Mao, Guevara o Frantz Fanon. La teoría marxista y los nuevos avances teóricos resultantes de las luchas de liberación nacional se entrelazaban, se fusionaban y se confrontaban. Aprendimos de los Situacionistas en la inmediatez pre-sesentayochista y nos servimos de Althusser para consolidar nuestros análisis. No se trataba de un simple entretenimiento intelectual. Influidos por las ideas de un panfleto, por los argumentos defendidos con furia en una asamblea general,… encarnábamos nuestras referencias en la práctica.

Fue este alegre «desorden», a pesar de las frecuentes y profundas divergencias entre una y otra organización de guerrilla, el que hizo posible la lucha armada en este continente. Una estrategia de unidad proletaria que implicaba una ruptura con el control social institucional.

La conciencia de estos controles estaba prácticamente en la raíz de esta opción. Y fue con Althusser como desenmarañamos la forma en que estas estructuras estaban relacionadas entre sí: la base económica, las relaciones humanas y sociales que producen; el Estado y los cuerpos sociales y de clase que crean «autónomamente»; las instituciones políticas y sociales y las consecuencias e impactos que tienen en nuestras vidas, en nuestra representación y en nuestros imaginarios.

Pero la situación específica de finales de los años 60 mostró cruelmente hasta que punto las cosas estaban contaminadas por la contra revolución preventiva. Prácticamente a escala mundial, las organizaciones políticas y sindicales con las que se había dotado la clase proletaria renunciaron a sus tareas. Desde luego, esto no era la primera vez que sucedía, por poner un ejemplo: los partidos socialdemócratas hicieron añicos la II Internacional en 1914 en aras de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, lo novedoso fue disponer de la herramienta de la guerrilla. Tenía su origen principalmente en las luchas de liberación que se dieron tras la Segunda Guerra Mundial en los tres continentes.

El empleo de la lucha armada respondía, convirtiéndose en una herramienta estratégica de la contra violencia revolucionaria, a la generalización de las políticas contra-revolucionarias, a toda institución, a la colaboración de las organizaciones sindicales y partidos. Tomamos de Mao el concepto de guerra revolucionaria prolongada y la adaptamos a nuestra realidad metropolitana. Renunciamos a la supuesta acumulación progresiva de fuerzas para poner en marcha la lucha armada en el «momento oportuno» creyendo que la actividad guerrillera era una herramienta inmediatamente indispensable de la guerra de clases revolucionaria, disponible para destruir el sistema global de explotación y construir una organización social alternativa.

En oposición a las esperas, a los envíos eternos de delegaciones a Vietnam, la actividad guerrillera trazó una línea entre la lucha actual, la crítica-ruptura y el objetivo. La preparación para la guerra y la insurrección revolucionaria es en sí misma político-militar. Es la guerra de resistencia, la contra violencia de los revolucionarios enfrentada con la brutalidad del sistema de explotación y opresión.

Después de Génova, escuché proferir a un manifestante mediatizado: la violencia entierra el porvenir. La clase de fórmulas que no valen para nada, salvo para aquellos que están limitados por una mentalidad de encefalograma plano. La violencia integrada en el sistema es admitida como un hecho natural y autorregulado. Aunque todas las sociedades tienen la tendencia a representar la violencia como un ente externo y a desarrollar diferentes rituales, a veces muy violentos de por sí, para expulsarlos, en la actualidad, donde 358 fortunas personales superiores a los 1000 millones de dólares representan el equivalente a las rentas anuales del 45% de la población mundial, es decir 2,3 billones de personas, es más indispensable que nunca referirse a la diferencia semántica que introdujo Genet en 1977 entre la violencia y la brutalidad.

Este simple ejemplo ilustra el alienante proceso en que se encierra el espectáculo de la contestación. Se niegan los fundamentos de las relaciones de poder, borrándolos del paisaje. El acceso a la realidad se encuentra obstruido por palabras que ya han perdido su significado. Las condiciones concretas donde se determina la brutalidad estructural del sistema son, en el mejor de los casos, condenadas pero no combatidas.

ATTAC y otros ciudadanistas pretenden renovar el contenido de la democracia formal, tal cual ha sido desarrollado a partir del siglo XIX. Ahora bien, a pesar de los derechos políticos y sociales que se han obtenido durante las luchas y los duros combates en el marco que relaciona el capital, el trabajo y el Estado, los marcos y las reglas de tal «democracia» son resultado del modo de producción capitalista, que en pleno deleite vampírico, chupa la sangre de la fuerza de trabajo. En el siglo XIX, el vampiro consumó a grosso modo «la expropiación de la masa del pueblo, [que] fundamenta el modo de producción capitalista». Se lanzó a la conquista de otros mundos donde la dependencia salarial no constituía aun su reverso, en tanto que relación social de producción. A comienzos del siglo XXI, el vampiro continúa con vida gracias a la sangre que succiona de los trabajadores a través de dos arterias; una que bombea al proletariado de las metrópolis y la otra.

La unión de lo político y lo militar no significa hacer de la violencia «el motor de la historia». Sin embargo, frente a la violencia institucionalizada, pacífica, de la relación capital/trabajo, por no decir que es la base de la sociedad de clases, la contra violencia parece susceptible de conquistar momentos de poder con y para los vencidos.

La crisis de dominación registrada por la burguesía durante los años sesenta, la crisis del modelo de acumulación y de relaciones sociales capitalistas, volvieron a poner sobre la mesa la cuestión de la conquista del poder para los vencidos. Por otra parte, dentro del mismo movimiento, las ideas del internacionalismo proletario y del antiimperialismo se habían renovado profundamente.

¿Cuál fue la relación entre Action Directe y la Rotte Armee Fraktion (RAF)?

El texto común de enero de 1985 fue resultado de condiciones objetivas, experiencias y discusiones. Y puesto que la política revolucionaria avanzaba sobre dos ejes: el movimiento y la guerrilla, las experiencias y los análisis eran materia de discusión entre las diferentes instancias: la guerrilla propiamente dicha, los grupos de resistencia y expresiones organizativas más puntuales.

Contrariamente a lo que algunos idiotas se han empeñado en decir, ese texto en ningún momento hace referencia a una fusión entre las dos organizaciones. No solamente conservábamos nuestros respectivos nombres y estructuras organizativas sino que determinábamos, oficialmente, en conjunto nuestras campañas político-militares, lo que implicaba una discusión permanente. «Desarrollar un proceso abierto dirigido a través de un ataque común que tenga como objetivo minar la estrategia imperialista en sus propios centros, porque es allí donde se deben preparar militarmente y económicamente para proteger su poder global.» (Por la unidad de los revolucionarios de Europa Occidental, Action Directe-Rotte Armee Fraktion, 1985)

Con la RAF, como también anteriormente con Comunisti Organizzati per la Liberazione Proletaria [2], no sobrepasamos el estadio de ayudarnos mutuamente de forma puntual en el marco de la solidaridad activa, tal cual se solía practicar ampliamente por aquel entonces. No se trataba solamente de compartir explosivos, armas, documentación falsa, dinero o incluso dirigir conjuntamente operaciones de logística. Atacábamos en conjunto.

En septiembre de 1988, cuando se celebraba en Berlín la reunión bianual del Banco Mundial y del FMI, la RAF atacó a Hans Tietmeyer, secretario de Estado del ministerio de finanzas de la República Federal Alemana y delegado del FMI y del Banco Mundial en las cumbres mundiales. Un texto común de la RAF y las BR/PCC se unió al comunicado del Comando Khaled Aker. En él se subrayaba que las diferencias históricas y las determinaciones políticas (…) no pueden y no deben ser un obstáculo para la necesaria unificación de las múltiples luchas y actividades antiimperialistas en un ataque consciente y coordinado contra el poder imperialista.

Al rendir cuentas de un proceso como este, siempre se corre el riesgo de caer en una descripción lineal. Y lo peor es que tal descripción contribuye a alimentar la buena voluntad de los ex, en adelante arrepentidos de haber soñado con cambiar la vida y haberse convertido razonablemente en promotores de la sumisión.

No obstante, una enumeración cronológica de los diferentes compromisos podría dar una idea de la combinación de factores que permitieron dar este paso:

- Las profundas renovaciones del internacionalismo y del antiimperialismo, inscritas en la práctica de la lucha armada en el mismo continente;

- La resolución estratégica «Guerrilla, resistencia y frente anti imperialista», publicado por la RAF en mayo de 1982. Adjuntaré algunos extractos de este largo texto.

- Los avances del bloque europeo occidental y la apuesta a favor de los proletarios y los pueblos de los tres continentes frente a ese desarrollo reaccionario.

Estos compromisos no funcionaban, al sumarse, como un modelo de programa. Se imbricaban, interactuando entre ellos y junto a una serie de prácticas. Y esto fue todo lo que se proyectó contra la reorganización burguesa.

Entre 1979, año de la aparición de Action Directe como tal, y 1982, la correlación de fuerzas había evolucionado, y no a nuestro favor. No pudiendo rendir cuentas aquí, de los múltiples factores que lo habían hecho posible, me limitaré a constatar su resultado: la burguesía recuperó la iniciativa. Se declaró la guerra contra los pueblos y los proletarios de los tres continentes. Las resoluciones de la «cumbre de Versalles» expresaban las nuevas cualidades adquiridas por la estrategia imperialista. Algunas semanas más tarde, el Estado israelí lanzaba la operación «Paz para Galilea»; su ejército invadiría el Líbano y perpetraría las masacres de Sabra y Chatila. [3]

De la misma manera, en la actualidad, todos podemos constatar la conexión entre un imperialismo sin complejos con el pretexto de la «guerra contra el terrorismo» y la tentativa del gobierno de Sharon de acabar de una vez por todas con el pueblo palestino. Y cada pueblo oprimido puede constatar dolorosamente hasta que punto este mismo pretexto sirve al Estado para reprimirlos. Sin embargo, no es solamente una cuestión de pretextos. Es la evidencia en que se apoya la interactividad entre la liberación del capital y la liberación del imperialismo. Cuanto más tropieza el modo de producción capitalista con los límites «genéticos» de su modo de desarrollo, tanto más brutales son sus consecuencias imperialistas.

La interacción entre estas dos liberaciones estuvo siempre en el centro de la estrategia de Action Directe. Cuando en 1982, la realidad, de la manera en que se estaba desplegando la correlación de fuerzas, mostraba el contorno de este entrelazamiento, comenzaríamos las campañas de junio y agosto: una fuerte movilización contra la cumbre de Versalles, numerosas operaciones que incluían un atentado espectacular contra la sede europea del FMI y del Banco Mundial, atentados contra compañías israelitas y americanas incluyendo una ocupación armada de la sede del Chase Manhattan Bank.

Así, frente a lo constatable, nos guardábamos un as en la manga. Las exigencias de una crítica práctica de las interpretaciones paralizantes del internacionalismo encontraron nuevos caminos para desarrollar la resistencia. Partiendo de la existencia de la guerrilla política en la Europa occidental, la RAF asumirá un proyecto cuyo tamaño nunca antes había sido visto.

Pero el proyecto de un frente donde se desplegasen las ramificaciones de una resistencia multiforme se inscribía él mismo dentro de un proceso. Reconstruimos esto en un texto, bajo el nombre De la «simpatía» a la convergencia estratégica, publicando con ocasión del juicio de mayo del 94:

Si la cuestión europea no ha sido examinada a priori, se va a hacer resaltar al hilo del enfrentamiento con la burguesía y las fuerzas reaccionarias. Y es esencialmente dentro de ese proceso donde se encontrará el comienzo de resolución (…) Para ser un punto de referencia del proletariado dentro de un proceso de guerra social a largo plazo, el compromiso revolucionario debe comprender y asumir todas las realidades de su época y, en primer lugar, la tendencia a la integración de la burguesía imperialista europea y el agotamiento de la omnipresencia del Estado-nación. La recomposición del proletariado depende de la capacidad de sobrepasar las relaciones políticas institucionales y de representar los intereses del proletariado y su solidaridad internacionalista y antiimperialista concreta con los proletarios y pueblos oprimidos del mundo entero. Un proceso unitario fundando sobre la contradicción fundamental entre el proletariado internacional y la burguesía imperialista. Desde el final de los años setenta, con el agudizamiento de la crisis y la tendencia a la guerra, se vuelven simultáneamente posibles la convergencia estratégica y la conciencia de los límites evidentes de la unidad únicamente objetiva.

En la actualidad, donde la naturaleza reaccionaria de la formación europea es una evidencia para todos, no es algo atrozmente banal evocarla como tal. Pero cuando cito lo que decíamos en el año 94, estoy citando algo de lo que éramos conscientes a principios de los años ochenta. A pesar de nuestros errores y equivocaciones, tomamos esta responsabilidad política con todas sus consecuencias. Y estoy orgullosa de ello.

La derrota encajada rinde cuentas de nuestros límites y errores. En retrospectiva, tengo la impresión de que nosotros, las organizaciones de guerrilla, y otros espacios de actividad para la unidad de los revolucionarios en Europa occidental, estábamos a kilómetros de distancia. Desde luego, rendimos cuentas, en la práctica, de las nuevas cualidades de la guerra de clases internacional pero fuimos demasiado voluntaristas en el terreno de la eficacia política. No supimos percibir que entrábamos en una fase defensiva de la historia para los vencidos y oprimidos. Conscientes de la fuerza de la contra ofensiva burguesa, caímos presos de la sensación de urgencia. Sin embargo, no comprendimos realmente el conjunto de impactos que suponía su reorganización. Constatamos las derrotas pero las tomamos como un mal momento que se pasará.

Esto es particularmente cierto para nosotros, miembros de Action Directe. La llegada al poder de la izquierda después de treinta años en la oposición esconde la profunda regresión en el campo de la práctica y del pensamiento crítico. Tomamos esta regresión como local y momentánea.

El hecho es que no estoy segura del valor de esta evaluación. En la actualidad, los impactos de esta contra ofensiva, especialmente a nivel político e ideológico, sobre la representación del mundo y las posibilidades prácticas de intervenir en él, son crueles. Pero estos solo son una parte de sus efectos. La historia de la lucha armada en este continente aun está por escribir. Nosotros, aquellos que no hemos renunciado a cambiar el mundo, no podemos admitir los presupuestos políticos e ideológicos de los clérigos de la historiografía burguesa. Especialmente en lo que concierne al uso de la contra violencia revolucionaria.

Erais una organización anticapitalista, pero la mayoría de vuestros atentados iban dirigidos contra el gobierno. ¿Por qué no contra empresas multinacionales? ¿No piensas que los gobiernos tan solo son los siervos del Capital?

¡Ay! Esta pregunta sienta mal. Entre aquellas herramientas de las que dispongo para comprender la realidad, con el fin de intervenir en ella, se encuentra una gran cantidad de corpus marxista. Ahora bien, la pregunta sienta mal porque la relación que planteas entre las multinacionales y los gobiernos parece ser uno de los efectos de la ideología dominante, la falsa conciencia reflejando las condiciones reales.

Desde hace unos años se ha instalado la nostalgia por el Estado intervencionista de Welfare en numerosos espacios contestatarios. Resumiendo, un rol social del Estado que preserva el territorio de los Estados nación de los efectos de la competencia del «libre mercado» y de su axioma del beneficio a toda costa. No voy a profundizar en la función histórica de este modelo estatal; la compleja relación que se da entre diferentes factores en esa época de desarrollo capitalista cubre, a groso modo, desde los años 30 hasta los años 80 del siglo XX. Como facilitan la comprensión de los diferentes planos que constituyen las formaciones socioeconómicas de esta fase histórica, citaré solamente dos:

- El desarrollo de un modo de acumulación donde se imbrica el trabajo en la cadena de montaje taylorista y las consecuencias para la burguesía de la crisis de sobreproducción de los años treinta, concretamente lo que se acostumbra a llamar políticas keynesianas o esquemáticas, una oferta masiva asociada a una demanda masiva.

- Una cierta forma de lucha de clases que implica, simultáneamente, la realidad del obrero masa, regimentado por la cadena de montaje en los grandes centros de producción, la existencia de un «modelo alternativo» [4] y, en consecuencia, la posición defensiva que esta presencia implica para la burguesía, al mismo tiempo que se debe enfrentar con las luchas de liberación nacional en la periferia del centro de su poder.

Para continuar, un ejemplo a partir de las acciones del año 84 y siguientes. No por una cuestión de azar, antes de convertirse en un especialista en despidos masivos, el gran tecnócrata, Georges Besse, se encontraba al cargo de importantes innovaciones en una industria francesa donde existía una conexión entre aplicaciones civiles y militares; la fábrica de Pierrelate, en la cual se enriquecía uranio para el tratamiento de residuos en La Hague, para producir plutonio. Tampoco era una coincidencia que Guy Brana, entonces número dos de CNPF (Consejo Nacional de la Patronal Francesa), pasase la mayor parte de su carrera en la transnacional Thompson. Nacionalizada en 1981, esta empresa producía alta tecnología civil y militar, y es uno de los actores principales del «Sector Público Industrial», una máquina de guerra de la ofensiva burguesa en curso.

Como en todos los países imperialistas, los monopolios y el Estado son los principales agentes burgueses de la lucha de clases. Pero en Francia, su fusión (el capitalismo monopolista de Estado) asume unas características muy específicas. El peso del Estado es enorme en la economía y en la producción por sí mismo, gracias a su «Sector Público Industrial» (SPI).

Al principio de los años ochenta, el Estado miterrandista concentraba las principales armas de la reestructuración. También las armas que necesitaba la burguesía para su guerra de clases; es decir, restablecer la tasa de ganancia e imponer el nuevo modelo neoliberal. Hoy, está claro que los diferentes gobiernos de «izquierda» actúan de esta manera. Los bancos e instituciones de crédito han sido nacionalizados en su mayoría (36 bancos, compañías de seguros e instituciones financieras), y los cinco principales grupos industriales, aquellos que superan más de la mitad del techo de producción, están en manos del Estado y casi todos los sectores de nuevas producciones, construcción aeronáutica y espacial, comunicaciones, investigación fundamental… y son justamente estos sectores los que sirven de ejemplo para las reestructuraciones más radicales, para la introducción de los nuevos credos productivos del control total (grupos de trabajo, cero defectos, cero existencias, cero tiempos muertos…) o bien para servicio de la especulación más descarada como los chanchullos de Crédit Lyonnis o de AGF.

Es a partir del SPI que, precisamente, la producción militar es de todo salvo insignificante, que las características del nuevo modelo de acumulación son difundidas en otras empresas y en el tejido de PME/PMI, y en la sociedad entera. Así pues, es el mismo Estado el que introduce las marcas en alza de la tasa de explotación, que impulsan aun más la relación capitalista de la extorsión del trabajo.

Los objetivos de Action Directe están ligados a esta actividad estatal, a los centros de reflexión donde las multinacionales y el Estado elaboran sus políticas, como la OCDE, instancias donde se elaboran las agresiones imperialistas, militares como la Unión Europea Continental, económicas como el Banco Mundial y el FMI.

No se puede reprochar a nuestra organización, o a la guerrilla europea en general, el hecho de no aprehender las principales apuestas de la contra ofensiva burguesa y las posibles consecuencias para la clase proletaria internacional.

¿Qué piensas de la actividad militante actual? ¿Cuáles son las diferencias que remarcarías con respecto a la época de Action Directe y la Rote Armee Fraktion?

Cuando observo la actividad militante de los últimos años, lo hago a través de un prisma muy particular. Esencialmente, está compuesto de dos «materias».

La primera, los años de encarcelación. Mi relación con la actividad actual es forzosamente intelectual. Puedo percibir poco o mal las aportaciones vivas, los intercambios entre los que se encuentran en esa situación, y con ellos, los lazos, las emociones…En pocas palabras, toda la subjetividad colectiva, parte integral de la lucha y de la vida. Estoy en cierto modo desfasada, recluida involuntariamente en mi torre de marfil donde lo que se teoriza es más importante que lo que se hace. Vivir fuera de los espacios donde se constituyeron mis propios compromisos no es de los lugares más cómodos para evaluar las distintas perspectivas.

La segunda, la «derrota» que sufrimos. Cuando digo sufrimos, voy más allá de aquellas y aquellos militantes de Action Directe que estamos en la cárcel. En 1968, yo tenía unos 9 años, no soy ninguna sesentayochista. A pesar de ello, soy parte del impulso revolucionario que surgió «allí».

La fuerza de los deseos de liberación y emancipación [5] tuvieron múltiples expresiones. Recorrieron el conjunto de campos de vivencias de hombres y mujeres:

- Las luchas, armadas o no, en los tres continentes contra los dictadores locales sostenidos por las potencias imperialistas o directamente contra sus fuerzas armadas, o las llevadas a cabo por los oprimidos en el corazón mismo de esos poderes.

- La lucha de las mujeres en la práctica y en el pensamiento crítico contra el conjunto de instituciones donde se ejercía la modelación de los seres humanos al servicio de los rendimientos sociales capitalistas y la reproducción de la sumisión alienante…

A finales de los años 80, este impulso se había «agotado». Aunque solo entre comillas. Era el resultado de la derrota frente a la contra ofensiva burguesa, la cual había estado aumentando su potencial a partir de los años 70. En la larga guerra que enfrenta a explotadores y explotados, se perdió una batalla. Por lo tanto, la incontestable fractura histórica que constituye la cruel constatación de este agotamiento no se puede confundir con un agotamiento total. Es simplemente un ciclo de lucha que se ha consumido. [6]

Los años 90, particularmente su primera mitad, fueron una pesadilla, una carrera contra el curso naturalmente opresivo de la historia. Los vencedores pueden fanfarronear.

Hoy, esta fase está a nuestras espaldas. Estos últimos años, se esboza lo que se espera que sea un nuevo impulso.

Se encuentra lo que los medios de comunicación han llamado el movimiento antiglobalización. Al principio, tenía la impresión de que parecía estar monstruosamente dominado por los presupuestos socialdemócratas. Una nostalgia por el Estado «social», demandas de un «mejor reparto de la riqueza», que no cuestionan los verdaderos fundamentos del sistema. Como consecuencia de ello, limitan las aspiraciones a la vida, las encenagan inexorablemente bajo el camino del reformismo sobre todo donde se aplica la decadencia del mismo sistema, que se caracteriza, entre otros, por un profundo impulso reaccionario (ver lo que he dicho sobre ATTAC y otros ciudadanistas). Frente a ellos, las expresiones más radicales están a la defensiva, desempolvando los brevarios (ya sean anarquistas o comunistas) para intentar oponerse a la aprehensión de una realidad falsificada y falsificante. Las lógicas de las capillas grupusculares y las concurrencias entre siglas en la marcha de la protesta espectacular están en su cenit. Estos últimos años, tengo la impresión de que se empieza a mejorar. La apertura de espacios de discusión y práctica crítica de todo tipo es interesante. Hay que decir que la realidad nos ha dado un serio impulso. Especialmente desde el 11 de septiembre y del pretexto que de él han hecho los cruzados del bien.

Ahora, dada la secuencia de eventos de los últimos meses, difícilmente se puede descalificar como inoperante el análisis de las relaciones imperialistas. Así, la globalización es el nombre de la nueva forma de imperialismo. Igual que los modos de acumulación en un «eterno» modelo de producción capitalista, las formas del imperialismo también cambian. Por un lado, la plena visibilidad de una estructura piramidal en torno a los EEUU; por el otro, la continua profundización reaccionaria de las relaciones de poder donde las pretensiones de intervenir en el mundo agotan el espectáculo de la impotencia. Esto es obviamente una situación muy peligrosa. Al menos por dos razones: la impresionante fuerza de ataque adquirida por el imperialismo y la tentación de recurrir a soluciones rápidas mediante su séquito de chivos expiatorios y políticos providenciales.

A pesar de ser consciente de estos peligros, y de lo que significan para los diferentes espacios donde se constituyen la vida y los impulsos creativos, no se me puede convencer de la aniquilación del deseo de liberación y emancipación. Hace algún tiempo, he concluido un texto donde comparo el compromiso con el mito de Prometeo, quien robó el fuego de los dioses para que los hombres no dependiesen más de sus fuerzas ciegas y arbitrarias, una insurrección en la cual la perseverancia transformaba las ilusiones perdidas en las fuerzas del futuro. La aspiración de desarrollar relaciones liberadoras entre los hombres y las mujeres está en la raíz de la aventura humana. De acuerdo a las épocas, a sus componentes ideológicos, políticos y sociales, se ha expresado de diferentes formas, y aunque se equivoquen los presupuestos de su realización siempre renace de sus cenizas. Está íntimamente unida a la vida, a su aparición donde menos se la espera.

Realmente creo que una de las muchas cosas que todos tenemos en común es el de querer cambiar la situación y cambiarla concretamente. En una colonia de maquiladoras, cerca de Tijuana, frente a la deserción de los poderes llamados públicos de una zona de libre comercio, las mujeres están multiplicando las iniciativas de educación popular, creando una escuela de 300 plazas, y levantado una universidad del saber y la filosofía. Una reciente misión civil para la protección del pueblo palestino salió adelante, con la presencia de internacionales, para permitir a los obreros palestinos reparar las bombas de agua de un campo, después de estar varados durante más de 15 días y bajo el fuego de francotiradores israelitas. Un cineasta rodó una película con los niños de las calles de Dakar después de hacer todo lo posible para que su proyecto ayudara a los niños a largo plazo. He escogido apropósito ejemplos «minúsculos», llevados a cabo en contextos donde la lógica de la muerte está omnipresente. Los impulsos de este género son innumerables. De la noche a la mañana, deconstruyen la destrucción y las desfavorables relaciones de poder, mismo si las iniciativas no son suficientes para invertir esta relación.

Hay más y más gente resistiendo alrededor del mundo. Para aquellos que persistimos en la construcción de un futuro, haber encajado la derrota puede ser una ventaja. Hemos experimentado la falta de aliento, después de la muerte de un impulso. Hoy, miramos y vivimos la germinación que se produce tras esa fase. La existencia de situaciones, donde los invisibles tejen de nuevo la conciencia de ser la única multitud creativa, reinventa nuestra potencialidad de caminar preguntando.

De una fuente de lectura a otra, percibo las convergencias. La crítica y la práctica anticapitalistas continúan mostrando sus ventajas. Estamos abandonando las posiciones defensivas. El «lo queremos todo y lo queremos ahora» germina de nuevo. De todos modos, no es posible hacerlo de otra manera. Lo que estoy diciendo es algo muy vago pero son realmente numerosas las realidades donde despuntan, de nuevo, las comprensiones globales de las luchas, resistencias y aspiraciones. En cualquier caso, en comparación con los primeros años 90, va mejor.

Por supuesto, la brutalidad de la apisonadora del trabajo hace que el impulso pueda darse en sentido contrario. Y este puede incrementarse aun más gracias a nuestros reflejos defensivos, con el fin de preservar nuestros dogmas cuando todo va mal. Pero justamente esta es la razón de que me ponga tan contenta tu próxima pregunta, porque tú eres anarquista y yo comunista.

Para vosotros, el proletariado debe tomar el poder. ¿No crees que se debería destruir la burguesía y el Estado para conseguir la autogestión donde el proletariado ya no sería explotado ni oprimido?

Por un lado, esta cuestión es una de las diferencias esenciales entre las etiquetas anarquista y comunista. Por otro lado, a los ojos de la historia, sobretodo en el último siglo, no es más que una caricatura.

Esto nos obliga a regresar a la esencia del proyecto revolucionario anticapitalista, a sus esfuerzos por desarrollar la liberación de posibilidades y la emancipación del ser humano. A partir de ahí, podemos ver que se opone a este esfuerzo. Forzosamente, mi presentación se va a referir a dos categorías marxistas, pero bueno, hay anarquistas que también las utilizan, así que espero hacer que sea lo suficientemente digerible. De acuerdo a los análisis marxistas, existen dos contradicciones de donde casi [7] deriva todo:

-Capital/Trabajo;

-Desarrollo de las fuerzas productivas/Apropiación privada de la riqueza socialmente producida.

Son en todo caso el punto de partida de la propuesta según la cual la clase explotada y los oprimidos, que no tienen nada que perder salvo sus cadenas, se van a conferir la misión histórica de abolir todas las clases.

Es solamente después cuando se declinan las propuestas para realizar esta «misión histórica». Y entre las propuestas, se encuentran las divergencias entre anarquistas y comunistas en cuanto a organización. ¿Cuál es el método para que la clase explotada complete esta misión? ¿De qué herramientas ha de servirse para luchar? Y, cuando se produzca el fervor revolucionario, ¿cuáles son las estructuras que le permitirán ir más lejos en la deconstrucción de la opresión y el desarrollo de la liberación? Es entorno a estas preguntas y experiencias donde surgen dos cuestiones:

- La conquista del poder del Estado o su destrucción.

- «Centralismo democrático» o «federalismo»

Para mí, ni las experiencias comunistas ni las anarquistas han dado un esquema que sirva como referente para garantizar una respuesta. Además, la ausencia actual de un fervor revolucionario hace que sea aun más prudente ante la tentación de programas envarados en el refrito de que hubiese pasado si…

Según los trotskistas, los stalinistas no hubiesen tomado el poder en la antigua URSS y ejercido la hegemonía en el movimiento comunista;
Según los anarquistas, los comunistas no hubiesen saboteado y destruido sus esfuerzos en cada impulso;
Según los estalinistas, los revisionistas de después de la Segunda Guerra Mundial no se hubiesen hecho amigos de los imperialistas.

Y estos refritos no son más que los rasgos generales alrededor de las cuales se despliegan las múltiples líneas de ruptura en el «campo» de los vencidos. La paradoja es que estas líneas generales politizadas de ruptura se dan en un campo donde la práctica está profundamente despolitizada. Pero no es más que una paradoja. Después de haber vivido sólo una derrota, no la puedo comparar con otros periodos. Pero todo lo que sé acerca de la historia de este campo, me incita a pensar que existen lazos entre la derrota y el repliegue sobre uno mismo, entre los impulsos y el dinamismo creador de nuevas oportunidades para avanzar juntos, generando a su vez ellas mismas nuevas posibilidades.

Este campo profundamente despolitizado tiene diversas causas. Sin duda la derrota que he mencionado. Pero por encima de ello está nuestra herencia, de un siglo de sangre, de masacre y de ruinas (…), que apenas si nos atrevemos a llamar «modernidad», y que nos ha impuesto la renuncia a todas las formas de ineluctabilidad, aunque sean revolucionarias. No es menos cierto que ese pesimismo (…) también se afinca en un contexto. Es el reflejo de ese imperialismo de la desesperanza que es la mundialización, ya que por mucho que podamos discernir sus virtualidades positivas, la atención lúcida se encuentra confiscada por el extraordinario poder de lo negativo inherente al sistema. (…) Porque de lo que se trata es de un sistema, y ese sistema —el capitalismo— sigue siendo el mismo en su naturaleza desde El capital hasta sus avatares imperialistas, los cuales, a través y al ritmo de los cambios considerables introducidos y que, de paso, han modificado nuestra manera de ver el mundo, no han hecho sino confirmarnos su nocividad, al punto de poner bajo el signo de la urgencia, (…) la necesidad de cambiarlo. No hay que ir a buscar la novedad en otra parte. Es radical. Por muy deterioradas y desarticuladas que estén las fuerzas contestatarias, por razones coyunturales análogas, no por eso dejarán de cumplir la misma función. Recién se multiplican síntomas que hacen pensar que van a producirse, que se están operando convergencias cuyo programa seguramente no tenemos disponible, pero cuya finalidad es indiscutible. [8]

Precisamente a causa de esta finalidad indiscutible, de su urgencia renovada, cuando nos hacemos la pregunta «fatal», ¿Qué hacer?, tenemos que dejar de demonizar el poder. Este verbo, su práctica, se refiere a nuestra relación con nuestra propia vida, a lo que podemos hacer juntos. Durante 1999, circuló un Manifiesto de la Red de Resistencia Alternativa [9]. De inspiración libertaria, hizo hincapié, con razón, en Resistir a la tristeza:

Vivimos una época profundamente marcada por la tristeza. No sólo la tristeza de los llantos sino, y sobre todo, la tristeza de la impotencia. Los hombres y las mujeres de nuestro tiempo viven en la certeza de que la complejidad de la vida es tal que lo único que podemos hacer, so pena de aumentarla, es someternos a la disciplina del economicismo, el interés y el egoísmo. La tristeza social e individual nos corroe y nos convence de que no tenemos más los medios de vivir una verdadera vida y así nos sometemos al orden y a la disciplina de la sobrevida. El tirano necesita la tristeza porque así, cada uno de nosotros se aísla en su pequeño mundo, virtual e inquietante, pero a la vez los hombres tristes necesitan del tirano para justificar su tristeza.

Nosotros creemos que el primer paso contra la tristeza (la forma en que existe en nuestras vidas el capitalismo) es la creación de lazos solidarios y concretos. Romper el asilamiento, crear solidaridades es el principio de un compromiso, de una militancia que no funciona más "contra" sino "por" la vida, la alegría, a través de la liberación de la potencia.

Pero precisamente, su inspiración libertaria lo condena un poco más adelante a definir la resistencia como la negación de un deseo de poder, tanto por razones buenas como malas.

En primera lugar las malas: Ciento cincuenta años de revoluciones nos enseñaron que, contrariamente a la visión clásica, el lugar del poder, los centros de poder, son a la vez centros de mínima potencia o bien de impotencia. El poder se ocupa -por así decirlo- de la gestión, y no tiene, en sí mismo, la posibilidad de modificar desde arriba la estructura social si la potencia de los lazos reales en la base no se lo permiten. La potencia se encuentra así tendencialmente separada del poder constituido. Es por ello que nosotros pensamos que lo que sucede "arriba" es del orden de la gestión y la política, en el sentido noble, es lo que sucede "abajo".

Esta distinción recicla el lema de la «sociedad civil» omnipresente estos últimos años. Y eso es de alguna manera el lógico final del lema que escucho cuando cualquier representante de ATTAC [10] vende la actividad de sus siglas como conquistar la sociedad, lo que rompería radicalmente con las voluntades precedentes. A la vista de los esfuerzos y peligros a los que se enfrentó la militancia revolucionaria durante estos ciento cincuenta años para difundir simplemente sus tesis, la supuesta inversión de prioridades hace que me dé la risa, un poco amarga, pero risa al fin y al cabo.

Este lema contiene una trampa, aun más grave: la ruptura central será entre una sociedad civil y el Estado. ¿Qué es esta sociedad civil? Nadie lo sabe. O más exactamente, si supiésemos un poco acerca de la historia de los conceptos al servicio de los vencidos, sabríamos que Gramsci antes que Foucault llamó la atención sobre el velo inducido por este concepto en las realidades clasistas de nuestra sociedad. En cualquier caso, es en 1999 cuando MEDEF (Movimiento de Empresas de Francia) lanza su refundación social, declinando la noción de sociedad civil, [11] ¿una coincidencia en la historia de los lemas?

Por el contrario, contra la debilitante reinterpretación de la historia de los vencidos, la siguiente afirmación del mismo Manifiesto merece la pena ser citada: Es por ello que la resistencia alternativa será potente en la medida en que abandone la trampa de la espera, es decir, el dispositivo político clásico que posterga, invariablemente a un "mañana", a un después, el momento de la liberación. En efecto, que se hace camino al andar es una «ley» que conocen todos aquellos que luchan. De la huelga en el lugar de trabajo a la guerrilla, el hecho de que se dé una lucha hace que la situación cambie. La resistencia crea nuevas relaciones entre las personas, nuevas exigencias, pero también es eso es lo que la hace tan bella. Y eso es algo que probablemente nunca entenderán aquellos que viven en la tristeza de la renuncia.

Así que volviendo a tu pregunta, como comunista no reduzco las posibilidades de conquistar el poder por el proletariado. Porque si las contradicciones del comienzo de esta respuesta, después de Marx, se han desarrollado a una escala planetaria, esto no ha simplificado la identidad del famoso proletariado, al contrario. Al mismo tiempo que la socialización de las fuerzas productivas, vinculada a su desarrollo, se han ampliado los campos de la igualmente famosa misión histórica [12]. Esto no simplifica la tarea de definir los modos que permitirán a la clase explotada actuar en tanto que clase para sí, una cuestión sobre la que ya discutieron Marx y Bakunin hace casi dos siglos.

Resumiendo, si tu pregunta intenta que precise si creo o no creo en la fase transitoria de la dictadura del proletariado…La respuesta es sí, y esta es una de las razones por las que me considero comunista. Pero si, en el papel, este momento me parece indispensable, entre otras razones por todo lo que conocemos sobre la capacidad de hacer daño de la burguesía para mantener su propia dictadura, no me preguntes cual será el esquema de esta dictadura que nos garantizará la abolición de todas las clases, y, por lo tanto, la desaparición del Estado tal y como lo hemos conocido, bajo la dictadura de una clase sobre otra. El método bolchevique correspondió a un impulso que data de casi un siglo. Soy demasiado materialista como para proponerlo como respuesta. Pero el método de la CNT-FAI en Cataluña en el año 1936, una «deserción» que condujo a la ocupación del «vacio» por la burguesía catalana y los estalinistas, es un riesgo que no me acaba de convencer. En resumen, no tengo una respuesta, solo las pistas de nuestros fracasos…Si llego a formular las preguntas correctas sobre estos fracasos, ya sería muy feliz.


Joëlle Aubron, prisionera de Action Directe, julio de 2002.

Publicado en el año 2003 por el fanzine francés Future Noir.

[1] Existen abundantes ejemplos, por nombrar dos de ellos: obviamente, el PCF (Partido Comunista Francés) dándole plenos poderes a Guy Mollet para pacificar Argelia, pero también la actitud del Partido Comunista de Cuba mientras la guerrilla estaba operativa.

[2] Inicialmente, COLP fueron unas siglas puntuales utilizadas para reivindicar el ataque contra la prisión de Rovigo en enero de 1982 en el cual cuatro prisioneros, antiguos miembros de Prima Linea, fueron liberados. El ataque fue llevado a cabo por varios pequeños núcleos residuales del movimiento armado que subsistían en Milán y alrededores tras la descomposición de Prima Linea. Esta área alrededor de COLP, y después COLP, continuará trabajando la cuestión de las prisiones y recompondrá por un tiempo una estructura organizativa político-militar. Dentro de la prisión, algunos se unirán a las BR/PCC (Brigadas Rojas-Partido Comunista Combatiente), otros a la escisión de las BR conocida con el nombre de Wotta Sitta (Collettivo Comunisti Prigioneri Wotta Sitta), otros a los libertarios, otros se desvincularon.

[3] Según Alain Ménargues, corresponsal en Beirut entre 1982 y 1995 para Radio France, la implicación del ejército israelí en las masacres va más allá de la complicidad pasiva. Las conclusiones de la investigación oficial israelí, hechas públicas en febrero de 1983, constatan la responsabilidad personal de Sharon en las masacres. Alain Menargues, en un libro de próxima aparición, presenta toda una serie de pruebas que indican la presencia de una unidad de un comando israelí. Esta unidad fue la primera en entrar en los campos rodeados por el ejército. Equipados de una lista de 120 nombres, cometieron 63 ejecuciones sumarias contra cuadros civiles palestinos, abogados, médicos, maestros y enfermeras. Solo después intervinieron una segunda, y a continuación, una tercera ola de asesinos libaneses.

[4] Es decir, la existencia del «socialismo realmente existente». Fuesen cuales fuesen los fracasos de este modelo a la hora de acabar con las clases y por lo tanto con las relaciones de explotación y opresión, su presencia ha contribuido a democratizar el estadio imperialista, que es por esencia un momento de decadencia y reacción. No es una casualidad que el colapso de este modelo dé lugar a una nueva decadencia. La crisis de la política, entre otras, ilustrada en las últimas elecciones, es una de ellas.

[5] La liberación incluye la emancipación dentro de sus sinónimos. Sin embargo, a veces al usar el término emancipación, trato de retomar una distinción mayor. «Toda emancipación es la reducción del mundo humano, de las relaciones, al hombre mismo. La emancipación política es la reducción del hombre, por una parte, a miembro de la sociedad civil […], y por otra parte, al ciudadano del Estado. […] Sólo cuando el hombre individual real recobra en sí al ciudadano abstracto y se convierte, como hombre individual, en ser genérico, en su trabajo individual y en sus relaciones individuales; sólo cuando el hombre ha reconocido y organizado sus «forces propres» como fuerzas sociales y cuando, por tanto, no desglosa ya de sí la fuerza social bajo la forma de fuerza política, sólo entonces se lleva a cabo la emancipación humana.» (Karl Marx, Sobre la cuestión judía). Por lo tanto, la liberación de lo que se comprende como el opuesto de alienación. Este proyecto no puede convertirse en una búsqueda del paraíso perdido, la liberación y emancipación humana es un devenir en elaboración continua, hacer hoy todo lo posible hará que el mañana sea mejor.

[6] En 1998, escribimos:

Por eso, tanto para las luchas actuales como las futuras, partir de la indiscutible fractura histórica, de finales de los años 80; es de una importancia crucial.

Sin embargo, es igualmente indispensable subrayar que no hay nada extraordinario o catastrófico en constatar que un ciclo de luchas se ha agotado. Estas situaciones se producen al menos dos o tres veces en un mismo siglo. Después de las barricadas de la Comuna de París, la historia revolucionaria en nuestro continente ha evolucionado, experimentado, ha conocido la derrota, la ha reconocido, para a continuación volver a “tomar el cielo por asalto”.

Debemos ser capaces de hacer hincapié en esta evolución, hecha de rupturas y fracasos que van desde las antiguas tácticas conspirativas e insurreccionales del siglo XIX a la construcción de los grandes partidos y sindicatos, desde la incapacidad para oponerse a la masacre de la Primera Guerra Mundial a la III Internacional y los Partidos Comunistas, desde la colaboración con el sistema burgués en la posguerra a la nueva oleada revolucionaria que rompió los principales axiomas del revisionismo moderno.

Hoy, lo que queremos retener se resume con una evidencia. El capitalismo se transforma mediante estadios y etapas y, con él, los ciclos de luchas; las formas y los métodos revolucionarios cambian por el “efecto histórico de la lucha de clases”.

[7] Solo casi, y es importante porque los procesos históricos y las formaciones políticas y sociales en los que se desarrollan me hacen pensar acerca de lo que comenzamos a saber sobre el funcionamiento del cerebro humano: materia, nada más que materia, pero también química, de la cual participa ampliamente el subjetivo, de ahí la afectividad en las relaciones sociales, culturales e individuales.

[8] George Lebrica, Introducción a la reedición de El imperialismo, fase superior del capitalismo. Puede consultarse una traducción en castellano en este enlace: http://www.lahaine.org/b2-img/043-049labica.pdf (Nota del traductor).

[9] El Manifiesto de la Red de Resistencia Alternativa está firmado por el Colectivo Situaciones, Asociación Madres Plaza de Mayo, Colectivo Amauta y Malgré Tout. Puede consultarse en este enlace: http://194.109.209.222/colectivosituaciones/articulos_01.htm (N. del T.)

[10] Pongo en el punto de mira a ATTAC porque, aquí, en la construcción de un periodismo que sirve de espacio público, a estas siglas se las ha investido con el rol de la oposición. Pero este discurso, donde la práctica de aquellos y aquellas que tuvieron la voluntad de cambiar la sociedad es ridiculizada, es ampliamente compartido, reducido a la historia contada por los vencedores.

[11] Ver el artículo de Paul Lagneau Ymonet en Revenir aux Luttes, número 26/27, Agone.

[12] Por citar uno: la realidad según la cual, si se produce la socialización de las fuerzas productivas, esta socialización implica que la apropiación colectiva de la riqueza integra los límites establecidos por la Ecología. De lo contrario la riqueza ya no sería tal, es decir, enterrar el futuro y despilfarrar el presente.

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Sindicat Terrassa