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Comentari :: educació i societat
Estrés benévolo y estrés patológico(Publicado en El Progreso de Lugo el 29-12-2010)
01 gen 2011
ESTRÉS BENÉVOLO Y ESTRÉS PATOLÓGICO
Es decir, de esta lucha entre fuerzas atacantes y fuerzas defensivas vamos a tener una resultante que va a tener como consecuencias: un estrés benévolo porque nos beneficia, un malestar cotidiano que sin llevarnos a la enfermedad si nos va hacer perder la salud, o una evolución patológica, una enfermedad orgánica, mental o ambas a la vez.
ESTRÉS BENÉVOLO Y ESTRÉS PATOLÓGICO

Oscar Xoel Fdez. de la Vega (Médico residente de Psiquiatría en el Hospital Lucus Augusti de Lugo)

Cuando hablamos de estrés estamos refiriéndonos a algo que nos afecta a todos en mayor o menor medida, algo que es inherente a la propia vida, pero que además en el nuevo contexto social de cambio en el que nos encontramos, cobra una enorme importancia por las presiones y exigencias facilitadoras del mismo.
Por las numerosas investigaciones que lo demuestran, existe una asociación significativa y relevante, entre estrés y la aparición de enfermedades cardiovasculares, oncológicas, neuroinmunes, endocrinológicas, infecciosas y también mentales. En días pasados en la “American Heart Association” en Chicago, Michelle Albert, investigadora del Brigham and Women’s Hospital de Massachusetts, presentó los resultados de una investigación sobre la relación entre estrés laboral en la mujer y enfermedad cardiovascular” (Women’s Health Study), y en la que se concluyó que un exceso de tensión en el trabajo, así como la inseguridad por el temor a perder el empleo, y el paro, incrementaban en un cuarenta por ciento las posibilidades de desarrollar enfermedad cardiovascular. El estrés intenso y prolongado, causa la liberación de cortisol y otras hormonas que pueden llegar a afectar el ritmo cardíaco y a la presión arterial, así como acelerar los procesos que conducen a la acumulación de placas ateromatosas en los vasos sanguíneos, creando condiciones facilitadoras de un infarto de miocardio o cerebral.
Desde que Hans Selye, a mediados del siglo XX, considera al estrés como una reacción o respuesta del individuo (cambios fisiológicos, reacciones emocionales, cambios conductuales), hasta que Cockerham, (2001) y Sandín (2003) lo abordan desde una perspectiva psicosocial, numerosos son los modelos teóricos que intentaron explicar este término. Varios son los conceptos que se manejaron dentro del ámbito del estrés y que se fueron incorporando paulatinamente a este constructo: respuestas fisiológicas, mecanismos de defensa, estrategias de afrontamiento, control de las situaciones adversas (resiliencia), interacciones sociales, etc.
El estrés se percibe como un estado ansioso, pero todo parece indicar que nos encontramos ante un desequilibrio entre las demandas internas y ambientales, consustanciales a la propia vida, y los recursos o posibilidades con las que contamos para enfrentarnos a ellas.
Como mínimo para entrar con cierto orden, en el análisis del estrés, parece razonable diferenciar cuatro conceptos que hemos de precisar, y que marcan una secuencia en el espacio y en el tiempo: estresor, respuesta, resultado (estrés) y consecuencias (ansiedad)
Sin estresores no existe el estrés. Los estresores pueden provenir de nuestro interior (sentimiento de insatisfacción con respecto a nuestra corporeidad, nuestra forma de ser que se concreta en el carácter y el temperamento, y que por él motivo que sea nos lleva a la insatisfacción cotidiana, una personalidad frágil o la aparición de enfermedades puntuales o crónicas, cualquier vulnerabilidad biológica o de otro tipo), o pueden provenir del exterior y en este sentido distinguiría cuatro casos:
1º-Estresores ambientales propiamente dicho, y que pueden ser de carácter físico, químico, microbiológico o biológico, siendo fundamental en este último aspecto, las relaciones psicosociales, es decir las relaciones humanas. Estas asimismo pueden actuar como un potenciador de los estresores personales internos (No sólo soy consciente de la insatisfacción con mi corporeidad o mi forma de ser, sino que percibo que la gente me rechaza por ello, mi enfermedad crónica es una carga para los demás y los demás dan muestra de que eso es así….).
2º.-Estresores puntuales. Son acontecimientos vitales negativos. Por ejemplo, la muerte de un hijo, un divorcio, una pérdida de un trabajo estable, etc.)
3º-Estresores cronificados. Hijo con enfermedad crónica grave, insatisfacción en el trabajo….
4º-Estresores estructurales. Me refiero a los consustanciales a los cambios de paradigmas anunciadores de una nueva época (cambios en la organización del trabajo, en el modelo de familia, en el modo de producción y consumo, en una nueva percepción del espacio y el tiempo….)
Los individuos de la especie humana convivimos con la incertidumbre, el miedo a lo desconocido. Vivimos más en el misterio, en el mundo de las posibilidades que en el meollo, y por ello anticipamos sistemáticamente nuestro futuro, siempre incierto.
Ante tales retos, respondemos con cierto estrés y ansiedad, que en dosis moderadas nos alertan y previenen, y por ello nos benefician. El problema se presenta cuando sufrimos el ataque de estresores oportunistas internos y externos, coyunturales y otras veces estructurales, no disponiendo de soportes sociales (apoyos familiares, de amistades, estatales……..), somos vulnerables genéticamente, o no pudiendo contar con mecanismos psicológicos de defensa (estrategias de afrontamientos, resiliencia, respuestas cognitivas …) suficientes que puedan contrarrestar esos ataques. En este caso, las demandas exigidas pudieran superar la capacidad de nuestros recursos para satisfacerlas, la ansiedad ya patológica se puede acompañar de angustia, y la respuesta fisiológica, así como los mecanismos psicológicos de defensa se podrían exacerbar. Consecuentemente el sentimiento de seguridad se podría quebrar, pudiéndonos ver abocados a evoluciones patológicas graves.
Es decir, de esta lucha entre fuerzas atacantes y fuerzas defensivas vamos a tener una resultante que va a tener como consecuencias: un estrés benévolo porque nos beneficia, un malestar cotidiano que sin llevarnos a la enfermedad si nos va hacer perder la salud, o una evolución patológica, una enfermedad orgánica, mental o ambas a la vez.
Desde una perspectiva de salud pública, es fundamental para los pacientes potenciales, los empleadores, las compañías aseguradoras, así como las entidades gubernamentales o las propias organizaciones hospitalarias que se preocupen de controlar, en la medida de lo posible, la tensión sufrida en el trabajo, y el estrés correspondiente, tratando de establecer programas que permitan disminuir la tensión laboral, y consecuentemente mitigar a través de la prevención el impacto de numerosas enfermedades graves.
El problema del estrés es relevante, y todo parece indicar que su crecimiento es imparable. El tema debe ser objeto de numerosas y futuras investigaciones, para las se deberá contar con una base de datos históricos, por lo que parece razonable incorporar a las historias cínicas, datos sociodemográficos relativos a: situación laboral, apremio en el trabajo, dureza intelectual del mismo, responsabilidad, acoso laboral, ambiente laboral etc. Solo de esta forma se pueden sentar las bases para realizar estudios longitudinales prospectivos, sobre este tema. Para prevenir hay que investigar y si no lo hacemos nos desconectaremos del futuro.
Hablamos de Mobbing (acoso laboral) o de Síndrome de Burnout (síndrome de trabajador desgastado), pero hemos de pensar que detrás de todo ello, subyace un nuevo modelo de trabajo, con una organización en las que las responsabilidades las comparten todos, que conlleva el temor de adaptarnos a nuevas tecnologías o la necesidad de actualizarse, la temporalidad en el trabajo, la movilidad geográfica, la movilidad de puesto, trabajos más acelerados, cumplimiento de objetivos, mucha incertidumbre o lo que es mismo unas condiciones que amenazan nuestro sentimiento de seguridad, leit motiv de nuestra vida.

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