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La legalización de las drogas.
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per Rafael del Barco Carreras Correu-e: rdelbarco1940 ARROBA homail.com (no verificat!) |
21 ago 2010
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Rafael del Barco Carreras
Barcelona 21-08-10. La Melilla de estos días incide en uno de los grandes problemas pendientes de la Humanidad. Quizá no sea el más importante, pero entre los primeros; las drogas y su narcotráfico.
No digo que Melilla sea una narcociudad, pero se halla en el epicentro formando parte principal de la geopolítica de la menor de las drogas, el hachís; sustento de la zona norte de Marruecos, y por su gran consumo en Europa e incidencia en dinero, práctico monocultivo. Primera productora mundial (dicen ahora sobrepasada por Afganistán), y que de no ser así se vería en la rotunda pobreza. Zona, en que a diferencia de los otros países productores en guerra continua, reina la paz. ¡La paz de una férrea Dictadura!, pero que se podría afirmar que una hipotética legalización acarrearía de inmediato el desbordamiento de la contenida presión marroquí sobre la Ciudad. ¿Una marcha verde al igual que en el Sahara Español?
La primera vez que tomé conciencia de la magnitud del desastre de las adicciones fue en La Modelo de 1980. No era cuestión de legalidad o ilegalidad, aquello por fuerza debía de ser ilegal. Tenía 40 años, había corrido el suficiente mundo pero jamás había visto tanta degeneración en tan reducidos y masificados espacios, y empeoraría con el SIDA.
Descubrí de inmediato, que si el consumo significaba degeneración, el tráfico hasta abastecer a cualquier consumidor con capacidad para comprar generaba más degeneración, y mucho peor, degeneraba también el sistema represor. Y si ya era malo que se corrompieran funcionarios, también lo era la obsesión de la lucha contra la droga que condicionaba a peor todavía la terrible existencia en aquella Modelo, peor que la turca del “Expreso de medianoche”.
La lucha contra la droga conduciría a cubrir los patios con tela metálica para que desde la calle no se lanzaran paquetes, la implantación de los rayos X, los intensivos y vejatorios cacheos hasta las flexiones encima de un espejo para la observación del ano, y más inventos de los que el hombre es capaz cuando se torna un lobo contra sus semejantes. Total para nada; en 1980, 1990 o 2000, el en teoría impermeable mercado interior carcelario siempre perfectamente abastecido, caro y con adulteraciones de muerte.
No he tenido nunca un criterio definido. Como siempre escribo, más allá de un interés intelectual el tema no me ha concernido, aunque ciertos compañeros de celda, yonquis y con SIDA, me hayan preocupado sobremanera e incluso inquietado. A la contestación del equipo médico sobre la mezcla de enfermos con sanos para que no se sintieran marginados (en un gueto decían) repliqué el cómo me debía sentir yo ante la posibilidad de un contagio. Aquella noche apareció en la celda contigua un recién ingresado terminal ahogado en su vómito. De milagro no murió a mi lado, donde en principio lo destinaron. No fue la única vez que catalogué a los médicos como profesionales altamente peligrosos. Leer más información en www.lagrancorrupcion.com
Para mi compañero de celda del 2003 el tema de la legalización era propio de una mente calenturienta como la mía. Él lo tenía claro, ni lo eran ni lo serían, y además a nadie le interesaba. Al argumento de que acarrearía su inmediata libertad, sonreía diciendo que de qué viviría. Para él la legalización solo favorecería a los yonquis, sus únicos defensores.
Mi curiosidad no le gustaba, tampoco que pasara demasiadas horas de celda pegado al ordenador. “Cuidado con lo que escribes Rafael, aquí lo leen todo”.
Me sorprendía que ni consumiera ni parecía haber tomado nunca a pesar de que su historial le situaba a buena altura en el narcotráfico. Prefería el hachís, menos años de cárcel, y en sus buenos tiempos se trataba con gente limpia, aunque ahora decía que todo andaba muy revuelto. |
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Comentaris
Re: La legalización de las drogas.
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per despenalización e información |
21 ago 2010
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Otro escrito muy interesante Rafael. A diferencia tuya, sí que tengo un criterio definido con respecto a la droga. Desde el momento en que un "narco" se preocupa por la legalización por la desaparición de su negocio, ya nos hace pensar por dónde deberían de orientarse las políticas del consumo de sustancias, y sobretodo, cuando es de sobras conocido que han sido los servicios secretos de todos los países quienes han promovido por razones obvias la clandestinidad de la distribución de drogas en territorios conflictivos, incluyendo las cárceles.
No estoy ni a favor de la legalización, ni de la ilegalización, sino de la despenalización del consumo y una información exhaustiva de las sustancias y sus efectos.
Es posible que ante mi opinión, alguien diga para sí: "otro yonqui...", pero se equivoca fatalmente. Actualmente y desde hace ya muchos años, no consumo más que las drogas legales que me recetan cuando de mucho en mucho tengo que visitar a algún médico por las habituales indisposiciones, y también las que puedo adquirir en cualquier establecimiento de la hostelería o supermercado de alimentación, y ninguna de ellas en cantidad, pues detesto las farmacologías y las sustancias químicas.
La realidad de la que hablas en La Modelo, es extensible a cualquier prisión, pero quizás ya un poco desfasada en el tiempo, pues en los 80, aún se podían reconocer los devastadores efectos que habían producido ciertas drogas en la sociedad, y que en prisión esta presencia estaba concentrada y habían convertido el espacio penitenciario, en zona de exclusión para toxicómanos y politoxicómanos.
Esa situación ha cambiado un poco, principalmente porque esas personas han muerto a causa de esas mismas drogas y los contaminantes con las que las mezclan, o bien han aparecido "suicidados", o muertos en tiroteos.
Nos hablan de que en las curvas demográficas se pueden reconocer las situaciones que han provocado algún tipo de devastación entre los seres humanos, y hay una generación que ha sido aniquilada con la adulteración de sustancias y con la ilegalización de las drogas. Durante mucho tiempo, y estando todavía bajo el gobierno de la dictadura, muchas de esas sustancias se podían comprar en farmacias y su consumo no estaba prohibido. Con esto que digo, no quiero que se malinterpreten mis palabras y alguien saque la conclusión de que me refiero a que "con Franco se vivía mejor". ¡No!, nada de eso, en todo caso el antes y el ahora en el fondo es muy parecido, lo que pretendo decir, es que sin estar ilegalizadas, no habían los problemas de toxicomanía o politoxicomanía de los años 80 o los de ahora, sino que el consumo se hacía en momentos muy concretos y no diariamente, y desde luego, no había hecho todavía su aparición, la heroína, que ha sido una de las principales drogas que ha convertido a los seres humanos en "deshechos" de sí mismos.
De tu relato hay algo que echo en falta y es la visión de ese grupo de personas que pasaron de estar afectadas por una droga ilegal, a estarlo por la droga legal que suministran en las prisiones, y más concretamente, con la metadona, mucho más letal que la heroína y cuyo suministro y distribución en prisión, se hace fuera de toda lógica terapéutica, en el sentido que se administra aumentando la dosis diaria, cuando se sabe que no es el tratamiento más recomendable para la desintoxicación, y que en caso de administrarla, debe hacerse en el sentido de ir hacia una cantiodad menor.
Hay personas que en sus convicciones racistas y xenófobas se molestan cuando les ponen una mezquita cerca de su casa y tienen que escuchar todos los días "el canto del mohecín" en la "llamada a la oración" y sin embargo se sienten muy tranquilos cuando oyen el anuncio de "la hora de la metadona".
Un saludo y felicidades por el escrito. Por más que se hable de la situación penitenciaria, nunca será sufieciente para abarcar todo el sufrimiento que se contiene allí dentro y que se irradia hacia fuera a través de familiares o amigxs. |
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