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Modernidad y olor a pólvora
27 abr 2010
Cuenta un libro de historia que a un jeque argelino le dijeron que las fuerzas francesas sólo habían venido para extender la moderna civilización occidental por toda Argelia. “Entonces”, repuso, “¿para qué han traído tanta pólvora?”
(Traducción: Rodrigo delclaux (Grupo Descolonial de Traducción)


Tanto en occidente como en países árabes se habla cada vez más sobre modernización en sus distintas variantes: en el ámbito político (la democracia), en el ámbito económico más privatizaciones) y en el ámbito educativo (reforma de los programas educativos que converjan con los parámetros occidentales modernos) En occidente, algunos investigadores comienzan a apuntar la naturaleza del Islam contraria a la modernidad, mientras que intelectuales árabes e islamistas postulan su defensa del Islam y tratan de probar lo contrario, evidenciando con pruebas definitivas su carácter, no solo no contrario a la modernidad, sino muy predispuesto a ella y que puede adoptar sus métodos y valores.
Este diálogo presupone que el término modernidad está limitado en sentido y significado, que carece de historia y que sus manifestaciones no difieren de una cultura a otra o de una época a otra; que existe sólo una modernidad. A menudo recurrimos a diccionarios occidentales para conocer con precisión el sentido de cualquier término y qué quiere decir exactamente y después de leer varias definiciones distintas del término aceptamos todas o parte de ellas con plena confianza; la problemática entonces reside ya únicamente en determinar cómo lo traducimos sin conocer a fondo estas definiciones y el alcance de su aplicación en el tiempo presente (ya sea el presente de los países árabes o el presente de occidente), sin que estudiemos tampoco las referencias que implica el término en occidente y sin estudiar la historia y evolución del fenómeno a que refiere el mismo.
El término modernización no constituye ninguna excepción a esta regla. Existen numerosas definiciones del concepto modernidad y sin embargo existe consenso sobre el hecho de que la modernidad está vinculada totalmente a la idea de la Ilustración, que parte de una concepción en la que el hombre es el centro y señor del universo, así como de que no necesita más que de su mente, tanto para el estudio del presente como para dirigir la sociedad o discernir entre lo bueno y lo malo. En este contexto la ciencia se convierte en la base del pensamiento, fuente de sentidos y valores, y la tecnología en la herramienta fundamental para intentar explotar la naturaleza y remodelarla para que el ser humano pueda ver cumplida su propia felicidad e interés.

A algunos esta definición les puede parecer universal y restrictiva o al menos una definición suficiente. Sin embargo, si analizamos la cuestión con mayor rigor, encontraremos que la modernidad no es únicamente el uso de la razón, de la ciencia y de la tecnología, sino el uso de esa razón, ciencia y tecnología de forma aislada a los valores o, como se dice en inglés, value-free. Este aspecto es muy importante en lo que respecta al sistema de modernidad occidental, pues en un mundo despojado de valores todas las cuestiones son iguales y, por tanto, relativas. Cuando ocurre esto, se hace difícil juzgar nada y resulta imposible distinguir el bien del mal, lo justo de lo injusto, incluso lo esencial de lo circunstancial y en última instancia, distinguir entre el ser humano y la naturaleza o el ser humano y la materia. A partir de aquí se plantea la pregunta de cómo se pueden resolver los conflictos o cómo arreglamos las controversias, que a la postre constituyen el meollo de la existencia humana. En ausencia de valores absolutos a los que poder recurrir, el individuo o el colectivo étnico se convierten en la referencia a que acudir y lo que va en su interés, se vuelve lo fundamental, y lo que no le es favorable, se torna malvado. Este hecho ha llevado al uso de la fuerza y la voluntad individuales como herramienta única en la resolución de conflictos y controversias.
Esta es la modernidad que ha adoptado el mundo occidental y que le ha llevado a mirarse a sí mismo como centro del mundo (y no la humanidad o el ser humano) como también a mirar al mundo como una materia manejable que sirve a sus intereses, en su calidad de sujeto de mayor fortaleza y desarrollo. Por ello, el sistema de modernidad occidental se corresponde en la actualidad con el sistema imperialista darwinista. Esa es la definición real de la modernidad, cómo ha ocurrido en la historia y no cómo se ha definido en los diccionarios. Esa es la definición a partir de la cual podemos interpretar muchos de los fenómenos contemporáneos.

El fenómeno occidental moderno aseguraba que era una civilización humana (o humanista) que puso al ser humano en el centro del universo, y que las sociedades occidentales eran sociedades cohesionadas desde el punto de vista socio- familiar. No hace mucho tiempo que podemos ver por nosotros mismos o leer en sus periódicos o revistas sobre diversas manifestaciones negativas que se han convertido en un patrón regular y limitado; no eran manifestaciones significativas sino que eran tan solo sucesos aislados y por tanto fáciles de marginar. Los apologistas de la reforma, y entre ellos liberales, marxistas e islamistas, acentuaban la importancia de adherirse a occidente, es decir, adoptar el sistema de modernidad occidental. No hubo voces que se opusieran a la modernidad o que la criticaran, sino que todos la glorificaban. Hasta cierto punto han tenido razón en esto, pues la modernidad que alcanzaron entonces contentó a la gente.
Sin embargo y de forma paulatina la modernidad occidental fue mostrando su cara darwinista cuando envió a nuestros países sus ejércitos coloniales para destruirlo todo, convirtiéndolos en material utilizable como fuente de materias primas y de mano de obra barata, así como mercado abierto de forma permanente para las mercancías occidentales. Parece que los primeros intelectuales y reformistas no vincularon la modernidad occidental al imperialismo occidental, marcharon a las capitales occidentales y solo vieron en ellos luz e ilustración, al tiempo que los cañones de occidente apisonaban nuestros países por completo. Aquellos que se quedaron en sus países vieron encenderse las lenguas de fuego, oyeron el estruendo de las bombas y percibieron el olor a pólvora.

Relata un libro de historia que a un respetado anciano argelino le dijeron que las tropas francesas habían llegado para extender la civilización moderna occidental en territorio de Argelia, a lo cual el anciano respondió con sequedad, de forma breve y significativa: ¿Entonces nos son ellos los que han traído toda esta pólvora? Este anciano había visto desde el principio la relación existente entre modernidad occidental e imperialismo, que es de lo que muchos se fueron dando cuenta años más tarde. La época de los descubrimientos geográficos, del renacimiento europeo del siglo XVII, fue también la época en que se inicia el exterminio de millones de personas. Como dijo el líder Ben Bella: “Esta divinidad industrial moderna ha asesinado a toda una pertenencia étnica (los indios originarios de ambas Américas) y se ha llevado a los mejores individuos de la población negra con la trata de esclavos y la esclavización de millones de personas (lo que supone la muerte en el proceso de unos 100 millones de personas) teniendo en cuenta que por cada esclavo que conservaban los negreros occidentales, mataban a otros 9”. Después Ben Bella habla de los habitantes de México que fueron exterminados y de los argelinos, millones de los cuales fueron aniquilados en sucesivos ataques contra los ejércitos coloniales franceses. Se podría añadir a esto la Guerra del Opio en China y las hambrunas que padeció La India como consecuencia de la aplicación de las leyes occidentales modernas de la propiedad, así como las dos guerras mundiales, que se cobraron 20 millones de vidas la primera y 50 millones la segunda; las bombas de Hiroshima y Nagasaki, las víctimas de los Gulags soviéticos...
En la obra maestra de Tayeb Saleh, Tiempo de migrar al norte, el protagonista resume con sencillez la situación cuando dice: “Yo escucho... el batir de espadas de los romanos en Cartago, el ruido de cascos de caballo del general Allenby cuando pisa Jerusalén, los barcos de vapor surcando la anchura del Nilo que desde la primera vez llevan cañones en vez de pan, ferrocarriles creados desde el principio para transportar soldados. Y han erigido escuelas para enseñarnos a decir sí en su lengua”.
Llegaron estos ejércitos colonialistas y desmembraron el mundo árabe islámico sometiendo a sus pueblos a diversos modelos de colonización: colonialismo militar en Egipto, Siria, Líbano, Marruecos, Sudán y Libia; colonialismo colonizador en Argelia, y colonialismo colonizador ocupante en Palestina. Esta colonización colaboró con las fuerzas tradicionalistas y reaccionarias de la sociedad e intentó obstaculizar la modernización occidental del mundo árabe islámico; destruyó la experiencia reformista de Muhammad Ali, primer intento de modernización fuera del mundo occidental, después reprimió la revuelta popular de Urabi y apoyó a los ejércitos modernos occidentales del Jedive. Al final erigieron los países actuales estos ejércitos que solo conocen de la modernidad sus aparatos represivos y de seguridad. Después el mundo occidental moderno distribuyó entre nosotros, por la fuerza de las armas, a un grupo de colonizadores que fingieron que Palestina era una tierra sin pueblo y que ellos eran el pueblo judío que retorna a la tierra de sus antepasados, según el relato de la Torah.

Los sionistas y los norteamericanos exigen en la actualidad la modernización de las autoridades palestinas, a pesar de que es bien sabido que los sionistas (y lo mismo es aplicable al resto de los colonialistas) rechazaron desde un principio el trato con los sectores modernos de la sociedad palestina, como sindicatos de trabajadores y partidos políticos, e incluso asesinaron a un líder sindicalista antes de 1948. Prefirieron tratar con los sectores tradicionalistas de la sociedad pues pensaron que estos podían ser más flexibles en el trato, en vista de la falta de entendimiento por parte de aquellos de la ofensiva colonial británico-sionista sobre ellos. Sin embargo sus esperanzas se vieron frustradas y cuando dialogaron con algunos mandos tradicionalistas, a la cabeza de los cuales estaba el Sheij Rashid Reda, los palestinos expresaron su deseo de modernizar la sociedad, y no tuvieron reparo en solicitar la ayuda de capital y experiencia extranjeras condicionado a la aplicación de principios democráticos, es decir, a que se realizaran elecciones libres por sufragio universal, como único medio para alcanzar la paz. Jaim Weizmann comentó que esa era “la paz de las tumbas” y estaba en lo cierto pues la aplicación del ideal democrático en Palestina significaba que los colonos sionistas formarían una minoría y no podrían controlar el destino de los palestinos y no erigirían por tanto su estado sionista puro, sobre el cual insistían y al cual ayudó el occidente democrático moderno con todas sus fuerzas.
Un comentarista israelí ha dicho que el estado sionista no es ya un estado sionista sino un estado geográfico (con mayoría judía). Y ahora exigen que se modernice el sistema político árabe y el sistema educativo islámico; sin embargo la modernización en estos países significa en realidad la destrucción de los sistemas culturales y de valores que nos confieren la capacidad de cohesión con la que poder hacer frente a los intentos de invasión militar y conquista cultural. Por esto un comentarista ha descrito este tipo de modernización como modernización natural, para referir la modernización que nos hace aceptar la injusticia existente y la explotación que nos desangra y nos agobia. Los efectos negativos de la modernidad darwinista no nos ha alcanzado solo a nosotros sino al mundo y a la especia humana en su totalidad. Esta modernidad ha propuesto una idea del progreso ilimitado como fin último de la humanidad, pero el progreso es siempre un movimiento en pos de un fin y aún no se ha definido en los diccionarios ese fin. Pero en la aplicación todos nosotros sabemos que el objetivo del progreso es la explotación del mundo entero en favor del hombre occidental, y se ha convertido el consumo en el índice más importante del progreso. Y cada vez es mayor el consumo, consumo del hombre occidental de los recursos naturales ilimitados, para que finalmente los pueblos de occidente, que forman el 20 % de la población mundial, consuman el 80 % de los recursos naturales mundiales, siendo el volumen de consumo del pueblo norteamericano en el siglo XX mayor que lo consumido por la especia humana a lo largo de la historia. Sin embargo los recursos naturales son limitados, lo que ha conducido a la crisis medioambiental que nos hará perecer a todos. Un estudio científico advierte de que si se generalizara el modelo occidental de progreso a toda la humanidad, se necesitarían siete globos terráqueos para extraer de ellos las materias primas y dos para echar los residuos generados. Lo que quiere decir que el proyecto occidental modernizador de corte darwinista es un proyecto imposible del cual solo se beneficia el mundo occidental y algunas élites gobernantes del tercer mundo, ¿ y qué es todo el tumulto norteamericano darwinista contra Irak sino la expresión de que las instituciones gobernantes se han dado cuenta de esta realidad? pues quieren el control sobre las fuentes de recursos naturales en un mundo en que van menguando estos recursos, para mantener los altos niveles de consumo de la humanidad norteamericana, promesa que les hizo la modernidad.

Nos ha quedado claro ya a todos que el precio material y simbólico a pagar por el sistema de modernidad occidental darwinista es altísimo. Miremos primero el aspecto material: algunos estudios hablan de lo que se viene a denominar el capital natural fijo, es decir, los elementos naturales irremplazables, y hay estadísticas que señalan que si se hiciera la cuenta de gastos reales de cualquier proyecto industrial de occidente (la cuenta de la ganancia monetaria directa descontando de ella las pérdidas resultantes del consumo de capital natural fijo) se pondría en evidencia que toda la especia humana ha pagado el precio mientras que el ciudadano occidental es el que se ha quedado con el botín. Esto ha llevado al escandaloso precio del progreso que proclama la modernidad imperialista darwinista: la erosión de la capa de ozono, contaminación de los mares, la desertización resultante de la tala de bosques, los residuos nucleares, contaminación atmosférica y calentamiento global.

La modernidad darwinista tiene efectos sobre el tejido social y sus organismos gobernantes. Hay que mencionar diversos fenómenos sociales de carácter negativo como el desgaste de la familia, la disminución de la comunicación entre las personas, las enfermedades psíquicas, el aumento de la sensación de alienación, soledad y nostalgia, la aparición del hombre unidimensional, supremacía de los patrones cuantitativos y burocráticos en el ser humano, aumento de la violencia y el crimen (el sector carcelario se cuenta entre los sectores que más rápido crecen en la economía norteamericana) el libertinaje (los costes materiales de producción y los costes simbólicos del consumo) las mercancías inútiles (que no revierten en conocimiento del individuo ni profundizan en sus sentimientos y que requieren un tiempo social de producción y consumo) el engrandecimiento del estado y su control a través de los aparatos de seguridad y educativos sobre los individuos, el crecimiento del sector del ocio y de los medios y su invasión de la vida privada del ciudadano así como su enorme papel en la creación de una imagen del hombre y de sus aspiraciones y sueños (todo ello a pesar de que a los responsables de este sector no los ha elegido nadie), aumento del gasto en armamento y armamento de destrucción masiva (se dice que por primera vez en la historia de la humanidad se gasta más en armas que en comida y vestido), la aparición de la posibilidad de terminar con el planeta tierra (ya sea de forma inmediata con la bomba atómica o paulatinamente, a través de la contaminación, con toda la preocupación que acarrea al hombre moderno) En este punto los efectos materiales convergen con los simbólicos de modo que no podemos diferenciar los unos de los otros.

Muchos pensadores occidentales han captado todos estos aspectos sombríos de la modernidad darwinista y expresiones como crisis de la modernidad o crisis de sentido o crisis de la moral, son todas ellas expresiones que se repiten en la sociología occidental e indican un aumento de este hacerse consciente, como la idea del hombre verde que se plasma en su oposición a la globalización y al capitalismo salvaje, o la idea de la Escuela de Franckfurt y las nuevas teorías de crecimiento que hablan de crecimiento sostenible y la invocación por un desarrollo compasivo; todas ellas son tentativas de oposición a la modernidad darwinista que amenaza a los habitantes de este planeta y la humanidad del ser humano.
En este ambiente de crítica a la modernidad darwinista el filósofo Roger Garaudy decía antes de su conversión al Islam que “la batalla de nuestra época es contra el mito del desarrollo y del crecimiento al modo de occidente, pues es un mito suicida, como también la batalla contra la ideología que se caracteriza por separar por un lado la ciencia y la tecnología (organización de los medios y de la capacidad) de la sabiduría (la paciencia respecto a los fines y al sentido de nuestra vida) por el otro.
Esta ideología se caracteriza por subrayar un individualismo radical que priva al ser humano de su dimensión humanista y, en última instancia, cava la tumba para enterrar al mundo”

Y tenía toda la razón pues la modernidad según el modelo occidental comenzó viendo al ser humano como centro del mundo y terminó como se expresa en las palabras del pensador Michel Foucault: “El ser humano no puede sino recibir con un risa filosófica todo lo que aún quiere decir sobre lo humano y lo divino y sobre su liberación... El hombre se disolverá como la escultura que las olas borran sobre la arena de la playa; comenzó el mundo sin el hombre y sin él concluirá, y lo que es seguro en nuestros días no es tanto la ausencia de Dios o su muerte, sino el fin del ser humano.”

La promesa de la modernidad occidental fue una confirmación de la centralidad del ser humano en el universo, pero su realización histórica nos lleva no solo hacia nuestra propia muerte a pasos acelerados, sino a la muerte también de la naturaleza. La posición humanista sobre la modernidad darwinista, independiente de cualquier valor humano, es parte de esta revolución mundial y del intento tendente a revisar los conceptos anti- humanos que dominan la civilización contemporánea.

Por esto lo mejor sería que uniéramos todas nuestras fuerzas y colaboráramos entre todos en el nacimiento de un proyecto modernizador árabe musulmán como parte de la tentativa humanista general que procura ir más allá de la modernidad darwinista, carente de valores, edificada sobre el conflicto, la competitividad, la lucha de unos contra otros y del consumo creciente; para llegar a una modernidad humanista, que parta de nuestra humanidad compartida. Una modernidad dirigida por la sociedad de forma distinta, que no vea al ser humano como materia pura independiente de los valores, sino una modernidad que gire entorno a un sistema de valores cuya búsqueda de la felicidad no sea necesariamente a través del incremento de la riqueza ni a costa del saqueo de la naturaleza y la explotación humana, sino a través de la adopción de valores humanistas como la justicia, la solidaridad, la compasión y el equilibrio, con uno mismo y con el entorno. De ello depende nuestro bienestar y el de toda la humanidad.

Quién sabe qué ocurrirá.

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