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Motorització
21 abr 2010
Como se sabe, el desarrollo metropolitano en el pasado siglo ha dado lugar a un modelo de ciudad caracterizado por la dispersión y el uso desmesurado del automóvil. En el centro, los trenes se han hecho subterráneos y han dejado de ensuciar el aire de la ciudad, pero el automóvil ha pasado a adueñarse de la vía pública.

La necesidad constante de mayor espacio para el tráfico y las autopistas lleva a construir éstas incluso donde no hay terreno. Se sotierran ríos, se atraviesa por debajo del mar, se tienden viaductos por encima de casas y monumentos. Horrores visuales y ambientales prácticamente imposibles de reparar.
El éxito del vehículo privado a motor depende de distintos factores. Por un lado la motorización es un símbolo del nuevo poder adquisitivo que comporta la expansión económica, con su falsa idea de bienestar y felicidad: el automóvil pasa de artículo de lujo a bien de uso masivo. Por el otro, los vehículos a motor dotan de un extraordinario poder de movilidad a los hombres, que ni soñaron los grandes monarcas del pasado: cientos de caballos de potencia al servicio del conductor común y un suministro incesante de combustible barato.

En España, por ejemplo, donde la extensión del consumo se centra a partir de los años 50 en el coche, los electrodomésticos y el piso de propiedad, el pistoletazo de salida fue la inauguración de las factorías de la SEAT en Barcelona, donde se empezarían a fabricar los primeros utilitarios. En 1969 se inaugura el primer tramo de autopista: Barcelona-Mataró. Desde entonces la motorización urbana y territorial ha sido tan imparable como desastrosa, paralela al propio crecimiento urbanístico.

Según Chomsky, el proceso de infiltración del automóvil en la sociedad norteamericana, fue favorecido por un auténtico complot de la industria automovilística y de carburantes contra el tranvía y los transportes públicos.

Otro crítico como Ivan Illich, añadiría a la lista de consecuencias negativas de la movilidad motorizada (mecanización del espacio urbano, dispersión de la urbanización, coste ambiental de las infraestructuras, cifras demenciales de accidentes, adicción al petróleo, contaminación atmosférica…) la demostración de que la proporción entre el espacio recorrido y el tiempo trabajado es desfavorable para las sociedades urbanas motorizadas en comparación con otras sociedades no industriales.

Pero argumentos críticos aparte, lo único que parece que frenará al automóvil es que cese su fabricación. Pues el coche sigue siendo el emblema del capitalismo de consumo, cuyo culto—que es una herencia de la celebración futurista de la máquina, la velocidad y la gran ciudad—se mantiene con una débil conciencia de sus graves impactos y consecuencias. Mientras la prisa y la velocidad aparecen como un valor en sí mismos.

Se ha dicho que Henry Ford no solo inauguró la era del automóvil con la fabricación en masa de automóviles asequibles, que podían adquirir (mediante endeudamiento) sus trabajadores, sino que con ello dio también lugar un nuevo tipo de conformismo. Desde entonces el trabajador es definido como consumidor en potencia al que se adiestra a través de la publicidad, trasladando a ese terreno su objetivo vital. Y ahora, consecuentemente, también los habitantes urbanos de gigantes demográficos integrados en el capitalismo, como China o la India, se lanzan a la compra indiscriminada de vehículos.

La fascinación que provoca ese fetiche de la sociedad consumista sigue expandiéndose favorecida por la publicidad de las marcas, las competiciones... La identidad o status social aparece ligado a la propiedad de un automóvil (o más), mientras se ignora su coste en infraestructuras y destrucción del territorio, daños en la salud y la atmósfera, o la amenaza del cambio climático por la emisión de gases de efecto invernadero que provoca. Esta situación, a la que contribuye el crecimiento desproporcionado del sector transporte con la globalización (logística, terminales de contenedores, macro-aeropuertos, trenes de alta velocidad), parece que sólo puede dar un vuelco con la crisis energética y el fin del petróleo barato.

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Comentaris

Re: Motorització
21 abr 2010
s.p.i. en ingles (Restless Legs Syndrome -RLS-)
Sindicato Sindicat