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[Grecia] Sólo queda una cosa por ajustar: nuestras cuentas con el capital y su Estado - TPTG
26 mar 2010
Un informe de las luchas de la clase obrera contra las medidas de austeridad en Grecia, por parte de la Agencia de Calificación de Crédito de Proletas y Pobres, también conocida como TPTG, un grupo comunista autónomo griego.
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En periodos de crisis, tales como el actual periodo de crisis de sobreacumulación, los capitalistas utilizan la política de la “deuda pública” para idear nuevas formas de intensificar la explotación. En contraste con los periodos de auge capitalista, cuando se incrementa la deuda privada, las recesiones se caracterizan por el aumento de la “deuda pública”. La inversión privada en bonos del Estado asegura unos beneficios que se extraen de los impuestos directos e indirectos de los trabajadores, dirigidos al pago de intereses y dando lugar, en última instancia, al refuerzo del capital del sector bancario. Por tanto, la “deuda pública”, contrariamente a lo que se dice, ayuda al capital privado y, en este sentido, debería tenerse en cuenta a la hora de contabilizar sus beneficios.



Es más, los últimos 20 años, la “deuda pública” se triplicó en 20 de los 27 países de la UE por los gastos masivos para rescatar al sector financiero. Se trata de dinero que no se prestó al capital privado (no bancario) para inversiones productivas. Además, el préstamo público se hizo y se continúa haciendo en unos términos que exceden con mucho la tasa media de beneficios, haciendo inversiones en bonos del Estado que son mucho más rentables que las inversiones en la creación de unidades de producción, máxime teniendo en cuenta que este tipo de inversión está exenta de los riesgos de luchas de clases en los sitios productivos.



La recesión económica global de los pasados años, que es la más reciente manifestación de la crisis permanente de reproducción del capital global de los últimos 35 años –una crisis interrumpida tan sólo por recuperaciones temporales-, afectó inevitablemente a la acumulación capitalista doméstica. Sin embargo, aparte de las consecuencias de la reducción de la actividad económica global en las exportaciones del capital griego, especialmente en los sectores naval y turístico, también fue la puntilla para la revelación de la crisis permanente de explotación y “disciplinamiento” del proletariado.



Tras el periodo entre mediados de los noventa y mediados de la primera década del siglo XXI, cuando el capital había conseguido incrementar la tasa de explotación [ 1 ] y expandir su rentabilidad, la del capital en Grecia ha ido disminuyendo continuamente los últimos años debido al lento crecimiento de la productividad en relación con los salarios. Como resultado, comenzó a caer en 2006, hasta que colapsó en la primera mitad de 2009, un 51,5% en relación con el mismo periodo en 2008, debido a la recesión global. La caída del retorno [ 2 ] y la rentabilidad de las empresas privadas dieron lugar a una significativa reducción de las inversiones por la creciente incapacidad de las empresas privadas de conseguir créditos bancarios. Además, los bancos fueron afectados directamente, dado que sus beneficios cayeron dramáticamente por el significativo incremento de pérdidas por los préstamos atrasados o incluso su impago, teniendo, además, un problema de liquidez más general causado por la crisis financiera global.



Naturalmente, el Estado no se quedó parado. Se apresuró a afrontar los problemas que surgían por el estallido de la crisis, aumentando su gasto en un 10,9% en 2009, a fin de apoyar la acumulación capitalista, y contribuyendo por tanto al PIB en un 1,7%. Al mismo tiempo el Estado dotó a los bancos de fondos de 28 mil millones de euros, una cantidad que corresponde al 11,5% del PIB, a fin de salvar su rentabilidad. Esta política será continuada por el Gobierno del PASOK, que proporcionará a los bancos una cantidad adicional de 10 mil millones de euros. Además, el gasto público aumentó por otras razones como, por ejemplo, el pago de las prestaciones por desempleo, al crecer el número de parados, mientras los impuestos y las contribuciones han disminuido por la recesión. En definitiva, por la disminución del PIB (y lo que es más, por las consecutivas disminuciones de las tasas de impuestos a los beneficios los últimos 20 años). No sorprende que el resultado sea que tanto el déficit público como la deuda hayan alcanzado el 12,5% y el 112,6% respectivamente, en proporción al PIB.



Desde 2008, las instituciones financieras han decidido invertir sobre todo en bonos del Gobierno, que se han multiplicado casi en todas partes por las políticas estatales de rescate de bancos. Después de la crisis de deuda soberana de Dubai el pasado octubre y el fracaso de las agencias de calificación de crédito [ 3 ] a la hora de preverla, estas agencias fueron a la desesperada a rebajar la calificación de los bonos del Gobierno griego y aumentar el nivel de la Permuta de Incumplimiento Crediticio (Credit Default Swaps) [ 4 ]. El hecho de que el Banco Central Europeo vaya a aumentar la calificación mínima del crédito para la elegibilidad de los bonos gubernamentales como colaterales en una provisión de liquidez [ 5 ] desde el comienzo de 2011 animó a las instituciones financieras que poseían fondos griegos a deshacerse de ellos, precipitando la “crisis de deuda” y haciendo subir el interés, que a su vez aumentó el coste de la refinanciación de la deuda. Por tanto, han aumentado los gastos públicos relacionados con el pago de intereses, así como las previsiones de incremento del déficit y deuda públicos.



Así pues, en un clima de terrorismo fiscal orquestado durante algunos meses por los medias, se ha impuesto un estado de emergencia en Grecia, en un esfuerzo del capital internacional y el Estado griego por hacer del país un laboratorio de la nueva política de choque. La enorme “deuda pública” y la “inminente bancarrota del país” son las consignas empleadas como herramientas eficientes para aterrorizar y disciplinar al proletariado, legitimar la disminución de los salarios directo e indirecto y por tanto frenar sus expectativas y demandas en una manera neoliberal ejemplar de proporciones internacionales.



Las movilizaciones han sido más bien tibias hasta ahora y ciertamente no se corresponden con lo crítico de la situación y la ferocidad de las medidas. Hay una sensación generalizada de impotencia, parálisis y rabia por no poder encontrar una salida adecuada. Ciertamente, hay un descontento real con la política de choque que quiere imponer el Gobierno del PASOK (recortes salariales, de prestaciones, más impuestos directos e indirectos, aumento de la edad de jubilación, intensificación del control policial, etc.) Uno puede observar este descontento en todas las conversaciones diarias en los lugares de trabajo. Sin embargo, hay un silencio muy frágil cuando se trata de afrontar la dictadura de la economía y la omnipotencia de los “mercados”. El mantra de la “unidad nacional” es una de las herramientas preferidas por el Gobierno, como es de esperar en momentos así. Sin embargo, aún no ha alcanzado un punto peligroso.



Las confederaciones sindicales GSEE (la organización paraguas de los sindicatos de los sectores privados) y ADEDY (la organización correspondiente en el sector público) están totalmente controladas por el Gobierno socialista y hacen lo que pueden para evitar cualquier resistencia real contra la reciente ofensiva. Por el momento, parece bastante improbable que la crisis y la presión ejercida a esos dinosaurios por parte de los militantes de base vaya a dar lugar a cambios importantes en su estructura y funcionamiento, si consideramos el comportamiento casi letárgico de los cuadros sindicales inferiores en la jerarquía del partido socialista que aún ganan la mayoría de los votos en la mayor parte de los lugares de trabajo.



El 10 de febrero ADEDY convocó la primera huelga del sector público, con una participación más bien baja. Intentaremos a continuación de dar una descripción de la manifestación en Atenas el 24 de febrero, cuando GSEE y ADEDY convocaron la primera huelga general contra las medidas de austeridad. La estimación sobre el número de personas que fueron a la huelga está entre dos y dos millones y medio. En algunos sectores (puertos, astilleros, refinerías de petróleo, industria de la construcción, bancos y compañías de servicios públicos) la participación fue entre el 70% y el 100%. En el sector público (educación, sanidad, servicios públicos y ministerios, oficinas postales) la participación fue menor, entre el 20% y el 50%.



Son muy variadas las estimaciones sobre el número de personas que participaron en la manifestación de la huelga. La policía habla de 4.000, según algunos medios fueron 100.000 y otros hablan de entre 9.000 y 30.000 manifestantes. Nosotros, que participamos en ella, podemos decir que 40.000 personas sería una estimación creíble.



Dos son los principales aspectos de esta manifestación. La primera es la notable participación de muchos inmigrantes, no sólo “bajo las órdenes” de organizaciones izquierdistas sino también dispersados por la manifestación. Debemos mencionar que la participación de inmigrantes está relacionada actualmente con la nueva ley de “la ciudadanía de los inmigrantes”, que crea divisiones entre ellos al categorizarlos entre aquellos elegibles para la ciudadanía y aquellos miles condenados a la ilegalidad.



El segundo aspecto es la lucha callejera que tuvo lugar entre los antidisturbios y los manifestantes, que no provenían necesariamente del medio anarquista-antiautoritario –en muchos casos hubo peleas cuerpo a cuerpo, dado que los antidisturbios habían recibido la orden del Gobierno socialista de usar menos gas lacrimógeno. Se rompieron fachadas de bancos, se saquearon tiendas comerciales (librerías, grandes almacenes, supermercados y cafeterías) y, aunque no generalizadas, estas acciones dieron un tono ciertamente distinto al que uno podía esperar de las habituales manifestaciones de huelga convocadas por GSEE-ADEDY. Un incidente al final de la manifestación quizás exprese mejor que nada este cambio: cuando los manifestantes marchaban hacia abajo por la calle Panepistimiou, donde empieza Kolonaki, un barrio pijo en el centro de Atenas, vieron que en Zonar’s, una cafetería muy cara y tradicionalmente burguesa, unos clientes bien vestidos y remilgados bebían champán y disfrutaban de sus caros cócteles. ¡La multitud enfurecida invadió la cafetería, destrozó sus ventanas y pronto se distribuyeron tartas entre la gente a un precio mucho más asequible!



Estos aspectos, en nuestra opinión, muestran el gran impacto de la revuelta de Diciembre de 2008 en la manera de protestar. Era evidente durante la manifestación la aprobación de los actos violentos contra los policías y las instituciones capitalistas como los bancos y los grandes almacenes. De hecho, hubo muchos casos en los que los manifestantes atacaron a los policías para evitar que éstos arrestaran a los “incontrolados”. Por supuesto, no faltaron las llamadas izquierdistas a la “protesta pacífica”, pero parecían no tener significado a ojos de la mayoría de los proletarios.



Ciertamente había una sensación general de alegría al hacer pública la indignación contra los policías y por tanto expresar la rabia contra este ataque reciente, así que en este sentido la huelga y la manifestación funcionaron como un potente antidepresivo, aunque con un efecto temporal.



Por último, debemos mencionar el espectacular movimiento del KKE (más bien por su frente laboral llamado PAME) en la víspera de la huelga: ocuparon el edificio de la Bolsa a primera hora de la mañana con una pancarta surrealista e ininteligible que decía en inglés “Crisis pay the plutocracy” (literalmente, “La crisis paga la plutocracia”). Su propósito era, en sus palabras, “mostrar a los inspectores de la Comisión Europea, el BCE y el FMI dónde está el dinero” -¡como si no lo supieran!- De hecho, los servicios de la Bolsa se transfirieron a un edificio distinto y los manifestantes abandonaron el bloqueo a las 14:00. Volveremos más adelante sobre las prácticas empleadas por el KKE y su influencia.



El 3 de marzo el Gobierno socialista anunció las nuevas medidas para “salvar el país”, incluyendo un recorte del 30% en los salarios de las categorías decimotercera y decimocuarta de los empleados públicos, un recorte del 12% en los subsidios públicos, aumentos en los impuestos a la gasolina, el alcohol y el tabaco y recortes en el gasto en educación y sanidad. Las primeras reacciones vinieron del PAME, que subió de nivel sus cortas misiones espectaculares, ocupando esta vez el Ministerio de Finanzas y algunas cadenas de televisión en capitales de provincia al día siguiente. Fue de nuevo el PAME el que convocó primero a las manifestaciones en Atenas y otras ciudades griegas para el 4 de marzo por la tarde. Más tarde, algunos sindicatos y organizaciones de izquierdas, unidos por el sindicato de profesores de secundaria y ADEDY, convocaron una manifestación separada en Atenas. Dada la escasa publicidad que se le dio y el sentimiento general de impotencia, unas 10.000 personas se manifestaron en las calles centrales de Atenas de un modo un tanto inánime. Algo que iba a cambiar de alguna manera el día siguiente.



De nuevo, la iniciativa para la huelga del 5 de marzo fue del KKE, que había convocado para tal día una “huelga general” y una manifestación. ADEDY y GSEE siguieron con un paro de 3 horas, mientras que los otros sindicatos (los de profesores tanto de primaria como de secundaria, los de transportes públicos) convocaron una huelga de un día. La manifestación del PAME reunió a unas 10.000 personas y terminó antes de que la otra empezase. Los antiautoritarios y los más jóvenes tuvieron una presencia más visible esta vez y la atmósfera ya estaba tensa desde el comienzo en la plaza Syntagma, cerca del parlamento, donde el PASOK iba a votar las nuevas medidas.



Pasado un rato, el líder de la GSEE, Panagopoulos, cometió el error de intentar hablar a la multitud con lo que sólo consiguió que primero un yogur aterrizase sobre él, después algo de agua y café, y finalmente puñetazos. Lo asombroso fue que los ataques vinieron desde diferentes lugares y pronto sus matones se vieron incapacitados para evitar que una multitud variada (en la cual ciertamente la mayoría eran antiautoritarios e izquierdistas) expresara prácticamente su odio contra él y lo que representa. Fue perseguido y golpeado hasta la entrada al parlamento, donde lo protegieron los antidisturbios. En poco tiempo una multitud enfurecida se reunió justo debajo del edificio. La folclórica Guardia del Parlamento tuvo que abandonar el lugar inmediatamente y empezaron los enfrentamientos entre la gente enfurecida y los antidisturbios. Fue entonces cuando el presidente de la coalición izquierdista SYRIZA decidió hacer su propio movimiento espectacular, desplegando una pancarta frente a la entrada con la cita de Bretón “El ser humano es la respuesta, cualquiera que sea la pregunta” –una frase que probablemente inquietara a los intelectuales antihumanistas althusserianos de SYRIZA, aunque también puede ser leída en la clave socialdemócrata de SYRIZA: “La gente por encima de los beneficios”, la consigna favorita de la coalición en este momento. Cuando Glezos, un miembro de SYRIZA de 88 años, y símbolo de la resistencia nacional a la ocupación nazi, intentó evitar que los antidisturbios arrestaran a un joven, los policías le golpearon y dispararon gas a la cara. En ese momento se generalizó el enfrentamiento con la policía. Unas trescientas personas o más empezaron a lanzarles piedras (sobre todo había antiautoritarios, pero no sólo) y el resto siguieron gritando y maldiciéndoles un tiempo, hasta que los antidisturbios cargaron fuertemente intentando dispersar a la multitud. Tuvo lugar un reconfortante incidente cuando algunas personas tomaron los micrófonos de la confederación sindical y corearon consignas contra la esclavitud asalariada y los policías que pudieron oírse por toda la plaza en medio de las nubes de gas lacrimógeno. Mientras tanto, Tsipras, el líder de SYRIZA, corrió adentro del parlamento para informar al resto de sus colegas parlamentarios, que acababan de aprobar las nuevas medidas, sobre el ataque a Panagopoulos, condenándolo enfáticamente.



La manifestación entonces marchó hacia el Ministerio de Trabajo, algo que fue criticado por muchos manifestantes como un intento de los sindicalistas por alejar la tensión del parlamento. Sin embargo, la moral seguía alta y cuando la manifestación alcanzó el edificio del Consejo de Estado, algunos manifestantes atacaron a los antidisturbios que lo protegían. Pronto una gran multitud empezó a lanzarles piedras y objetos varios, hasta que se refugiaron en el edificio. Uno de ellos no lo hizo y fue capturado y casi linchado por la gente enfurecida. El incidente, que señala tanto la aceptación de la escalada de violencia incluso por parte de gente que normalmente reacciona de otro modo, como el creciente odio a la policía, especialmente estos días, duró un buen rato, porque los antidisturbios que llegaban de apoyo tuvieron dificultades por el bloqueo de los despedidos de Olympic Airlines [ 6 ]. Estos trabajadores, justo después de que se anunciaran las nuevas medidas, ocuparon el edificio de la Contabilidad General del Estado en la calle Panepistimiou y bloquearon el tráfico hasta el 12 de marzo con coches y contenedores. La manifestación siguió hacia el Ministerio, que ya había sido evacuado cuando llegaron los primeros manifestantes. Aunque la presencia policial se hizo cada vez más fuerte, se destrozaron algunos bancos, grandes librerías y grandes almacenes y la manifestación terminó más tarde en Propylea.



Aunque el Gobierno trata de culpar de las movilizaciones a los “extremistas” de los partidos de la izquierda, hay que mencionar que SYRIZA tiene muy poca influencia en los lugares de trabajo (excepto en el sindicato de profesores de secundaria). Por su parte, la ideología estalinoide del KKE y su práctica necesitan un análisis más profundo.



La presente coyuntura constituye un terreno ideal para las actividades del KKE, dado que la propaganda del propio Gobierno y los medios de comunicación acerca de la pretendida imposición de las duras medidas por la UE, los mercados internacionales y los especuladores, parece confirmar su retórica de “abandonar la UE” y “resistir a los monopolios y el gran capital”, que lleva repitiendo con devoción religiosa desde los ochenta. Como uno de los principales representantes políticos de la clase obrera (como una clase del modo capitalista de producción y comunicación) dentro del Estado griego y sus instituciones, el KKE proclama el establecimiento de una economía nacionalista “popular” en la que la clase obrera disfrutaría de las ventajas de un capitalismo socialdemócrata con sabor a estalinismo. De hecho, las acciones del KKE aseguran el encierro de las luchas dentro de los límites de las instituciones capitalistas, y lo que es más, en las más fetichizadas de ellas, las elecciones y el parlamento, pues para el KKE, votar al partido y organizarse en él constituye la culminación de la lucha de clases.



La principal característica del activismo del KKE sigue siendo la completa separación entre las movilizaciones de su órgano sindical (PAME) del resto de proletarios en lucha. Las manifestaciones organizadas por el PAME y el KKE nunca se unen a las convocadas por otros sindicatos y organizaciones estudiantiles. Aunque no estamos en condiciones de saber exactamente qué ocurre dentro de los aparatos del KKE y el PAME, por su modo de organización completamente secreto, la experiencia que tenemos de nuestra participación en asambleas sindicales muestra que ejercen un completo control sobre sus bases. Sabemos que las acciones son decididas por el liderazgo del partido sin rastro de participación de las bases; esa es la razón de que en la actualidad los antiguos miembros del KKE sean más que los miembros en activo.



Debe admitirse que el nivel de actividad de clase es bajo: ni se han organizado huelgas a largo plazo por muchos sectores simultáneamente, ni hay manifestaciones militantes masivas diariamente. En este contexto, las actividades del PAME (ocupación de edificios públicos como el Ministerio de Economía y la Bolsa, manifestaciones masivas –prácticas que han sido habituales para el KKE desde mediados de esta pasada década) parecen impresionantes, especialmente cuando consiguen convocar los primeros una huelga o una manifestación, obligando a la GSEE y ADEDY a seguir sus pasos. Es posible que haya un plan de aplastar a ambas confederaciones sindicales y crear una tercera confederación sindical “independiente”. Por supuesto, esto no quita para que si la situación se va de las manos al ir más allá de una huelga de 24 horas y hacerla semanal, es decir, si surgen huelgas a largo plazo acompañadas de una presencia proletaria permanente y una actividad militante en las calles, el KKE asumiría de nuevo su papel de policía, minando las huelgas si no controlándolas, desconvocando a sus miembros y tratando de reprimir violentamente toda actividad radical. Después de todo, esa ha sido su práctica habitual desde la caída de la dictadura y es exactamente lo que hicieron durante la revuelta de Diciembre de 2008.



Respecto a los pequeños sindicatos de base que se han multiplicado los últimos años, ya sean izquierdistas o anarquistas, son demasiado impotentes para movilizar a los trabajadores en general, aparte de a sus miembros afiliados políticamente. Sus prácticas militantes (bloqueos de empresas, tomar parte en las manifestaciones) recaen sobre todo en la activa participación de antiautoritarios que no forman parte de ellos.



El 5 de marzo, GSEE y ADEDY convocaron otra huelga de 25 horas para el jueves 11 de marzo, en respuesta al clima de descontento general, aunque pasivo, con las medidas de austeridad anunciadas, intentando retener una pizca de legitimidad. No hay cifras definitivas disponibles de los niveles de participación en la huelga, pero podemos asegurar que fue mayor que en la anterior (según la GSEE, la participación en la huelga alcanzó el 90%). Esto fue probado también por el número de manifestantes, que casi dobló a los de la del 24 de febrero. De acuerdo con nuestras estimaciones, unas 100.000 personas participaron en ambas manifestaciones del PAME y GSEE-ADEDY (el PAME organizó una separada, siguiendo su práctica habitual), incluso aunque los medios estimen unas 22-25.000 personas. La composición de la multitud fue también ligeramente diferente dado que había más estudiantes universitarios, muchos escolares y más trabajadores jóvenes, mientras que los inmigrantes estaban ausentes esta vez. Además, un gran número de manifestantes de todo el medio antiautoritario participaron en la manifestación de la GSEE y ADEDY, dispersándose en todo su cuerpo.



Otra característica distintiva de la manifestación fue la estrategia de la policía, más ofensiva que otras veces. Más de cinco mil policías intentaron evitar una escalada de violencia proletaria siguiendo de cerca de la manifestación por ambos laterales. Lograron su objetivo hasta cierto punto, dado que relativamente poca gente al margen del medio anarquista-antiautoritario apoyó la lucha callejera o participó activamente en los enfrentamientos con la policía. Esto también puede estar relacionado con la mayor (y por tanto más conservadora) composición de los manifestantes, la mayoría de los cuales no tiene experiencias previas parecidas. No obstante, se produjeron muchos enfrentamientos con la policía en varios puntos durante la manifestación, que continuaron hasta su final y se extendió después por Exarjia, donde muchos manifestantes continuaron, siguiendo la “tradición” en tales ocasiones.



Además, hay que mencionar que esta vez el liderazgo de las confederaciones sindicales no sólo cooperó abiertamente con la policía, sino que dieron órdenes específicas a los antidisturbios de parar a los manifestantes en la avenida Patision, para tomar el mando de la manifestación y evitar posibles conflictos con las bases y que se repitiera lo ocurrido el viernes anterior, cuando recibieron el (activo) abucheo que se merecen. Aunque la policía paró y atacó a las primeras líneas de la manifestación (que incluía bloques de algunos sindicatos izquierdistas de primer grado [ 7 ]) a fin de ayudar al liderazgo de GSEE y ADEDY a llegar al frente, el comité de coordinación de los mismos sindicatos de primer grado y otros sindicalistas izquierdistas (como un grupo de sindicalistas de OTE, la compañía de telecomunicaciones anteriormente pública) respaldaron políticamente este movimiento de la GSEE y ADEDY siguiendo su ruta al atajar por la avenida de Septiembre, ¡dejando espacio para que los primeros avanzasen y así ponerse justo detrás del bloque de GSEE y ADEDY! Además, la GSEE y ADEDY hicieron todo lo que pudieron por ayudar a los agentes a vigilar la manifestación. Cuando llegaron a Syntagma trataron de echar fuera a los que llegaban después. No sorprende que la policía aplastase a la manifestación en Propylea, donde tuvieron lugar los enfrentamientos, después de que el bloque de burócratas marchase de vuelta a sus oficinas.



Hay que mencionar también que los sindicalistas de las fuerzas de seguridad (policía, bomberos, etc.) que esperaron en la plaza Kolotroni a que pasase la manifestación separada del PAME fueron aplaudidos por los manifestantes del PAME y, a cambio, también aquellos aplaudieron a estos. Por supuesto, desaparecieron rápidamente dado que no habría sido una grata experiencia encontrarse con otros manifestantes.



La composición de estas últimas manifestaciones es diferente de la de las de Diciembre de 2008, como se esperaba. Los estudiantes de instituto no han aparecido, al menos en bloques reconocibles, excepto unos pocos en la última, pero los universitarios sí han estado presentes en las dos últimas, ya que se están convocando cada vez más asambleas generales. En general, aparte de los estudiantes, los segmentos precarios, “lumpen”, marginales de la clase, que era el sujeto dominante de los disturbios, no está presente, como es entendible, dado que por el momento la cuestión a tratar es el terrorismo fiscal impuesto a través de las medidas de austeridad, que amenazan a los trabajadores con puestos más estables y más que perder. Así pues, lo que necesita una explicación es más la inercia mostrada por esta parte del proletariado, dado que sus movilizaciones hasta ahora no han constituido un movimiento ni se corresponden con lo crítico de la situación actual. Las huelgas han sido convocadas por las cúpulas de las confederaciones o de las federaciones de sindicatos. Incluso donde los sindicatos de primer grado han convocado huelgas, no han sido precedidas por asambleas extraordinarias masivas, lo que significa que no se han organizado procesos de base. La destructiva y paralizante influencia de los sindicalistas socialistas y el control que aún tienen en los sindicatos es aún el principal obstáculo, que puede ilustrarse con el siguiente ejemplo. Los trabajadores de la Oficina de Imprenta Nacional ocuparon el 5 de marzo su edificio en base a que las nuevas medidas prevén un recorte extra del 30% en el ingreso de los empleados del Ministerio de Interior. La ocupación, sin embargo, se cerró a cualquiera “que no estuviera empleado en el Ministerio”; cuando algunos camaradas intentaron visitarlos, los echaron. Los cuadros socialistas que controlan el sindicato decidieron el final de la ocupación a toda prisa, sin siquiera llevar el asunto a la asamblea, con el argumento de que el Gobierno había “prometido” omitir la regulación particular –una decisión que fue recibida con rabia pero que no se echó atrás. La ocupación de la Contabilidad General del Estado por obreros despedidos de Olympic Airlines tuvo el mismo triste final. Se trata principalmente técnicos que no han recibido sus nóminas de tres meses cuando la compañía ha sido privatizada, o trabajadores despedidos a quienes les prometieron que serían trasladados a nuevos puestos de trabajo. El primer día de la ocupación tuvieron retenido a un oficial durante bastantes horas, la misma noche que golpearon y persiguieron un grupo de antidisturbios. Aunque estaban abiertos a discusiones y parecían decididos a mantener el bloqueo todo lo necesario, dado que, en sus propias palabras, no tenían “nada que perder”, no dejaron que nadie entrase en el edificio ocupado. Tras una ocupación de diez días, sus representantes socialistas (y de derechas) ¡decidieron aceptar la promesa gubernamental de tener un comité especial formado para investigar el asunto! En este caso, los sindicalistas socialistas actuaron como correa de transmisión de las amenazas del Gobierno contra los trabajadores y la orden del Fiscal General de arrestarlos.



Como ya habíamos señalado el año pasado respecto a la incapacidad de la revuelta de Diciembre de extenderse a los lugares de trabajo, la falta de formas autónomas de organización y nuevos contenidos de lucha más allá de las demandas sindicalistas parecen ser una gran carga sobre los proletarios en una era de terrorismo de “deuda pública”. Lo que es más, los límites de aquella revuelta con su carácter minoritario son incluso más evidentes ahora y pronto aquellos que se mantuvieron al margen probablemente descubrirán que lo que necesitan es casi empezar una nueva para sacarlos de este embrollo.



Agencia de Calificación de Crédito de Proletas y Pobres

(TPTG)

14 de marzo de 2010

Traducción: Editorial Klinamen

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Notas de traducción:

1. La tasa de explotación es la relación entre la plusvalía generada por los trabajadores y el salario que reciben. Cuanto mayor es la tasa de explotación, mayor es la tasa de beneficio.

2. En finanzas, el retorno de la inversión es el porcentaje de beneficios en relación con los costes de la empresa.

3. Las agencias de calificación de crédito son empresas privadas especializadas en indicar la solvencia general de cualquier institución, ya sea una empresa, un banco o un Estado. Las siglas utilizadas para calificar el crédito señalan el riesgo de impago.

4. Un Credit Default Swap (CDS) es una operación financiera de cobertura de riesgos sobre un determinado instrumento de crédito. Con la compra de un CDS, el poseedor de un título de deuda se cubre del posible su posible impago. Le paga una prima anual al vendedor de CDS y, en caso de impago, recibe el importe del título. Existen los CDS en descubierto, que son aquellos casos en los que alguien adquiere un contrato de CDS sin poseer ningún título sobre el que asegurarse. El uso especulativo de los CDS ha afectado tanto a Estados como a grandes empresas (Grecia y la compañía estadounidense American International Group). Por ello algunos dirigentes como Angela Merkel han propuesto su prohibición.

5. A consecuencia de la crisis financiera, el BCE está proporcionando liquidez, básicamente dinero o activos fácilmente convertibles en él, a las entidades financieras para rescatarlas o para que éstas lo presten a las empresas. Como garantía, o colateral, estas entidades financieras aportan bonos, títulos, acciones, por ejemplo: deuda pública griega. Si el BCE aumenta la calificación mínima de crédito de los bonos elegibles para ser usados por colateral, la deuda pública griega, con baja calificación, no sirve como garantía para obtener financiación por lo que las entidades financieras tratan de deshacerse de ellas y el estado griego tiene problemas para colocar nueva deuda pública en los mercados, lo que ha dado lugar a la crisis de la deuda griega.

6. La compañía Olympic Airlines era la empresa estatal griega de aerolíneas. El 6 de marzo de 2009 el Estado griego anunció su privatización, vendiéndola al fondo de inversión griego Marfin Investment Group. El 29 de septiembre cesó sus operaciones y dos días más tarde, el 1 de octubre, comenzaba a operar la nueva compañía privada, Olympic Air.

7. Los sindicatos “de primer grado” son las uniones a un nivel local o de empresa que se unen en sindicatos “de segundo grado”, que son federaciones por sector. Estas a su vez se unen en las grandes confederaciones GSEE (del sector privado) y ADEDY (del sector público). Estas confederaciones, que aglutinan a todas las tendencias políticas, son el “tercer grado”.
Mira també:
http://www.klinamen.org/article7618.html
http://www.klinamen.org

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