Permahabitante Blog
El cambio climático repite el desalentador patrón de la actual crisis mundial.
A poco de finalizada la cumbre sobre cambio climático de Copenhague todos
hemos podido comprobar que algunos aspectos de nuestra actualidad ambiental
no coinciden ni con la problemática expresada desde los centros de poder, ni
con los conflictos que prioriza hoy la agenda “verde” en boga.
No existe una causalidad remota o accidental entre la desertificación, el
saqueo de nuestros recursos naturales y el empobrecimiento sistemático de
nuestras poblaciones biológicas que debamos atribuir al estado del clima.
Sí existen campañas mediáticas de desinformación que impiden que resolvamos
la relación que nos une con nuestro suelo de una forma equilibrada.
Casi que resultaría ocioso consumir el tiempo y el presupuesto de tantas
organizaciones comprometidas con el mejoramiento del medio ambiente, sin que
cotejáramos antes el natural decrecimiento de las emisiones de carbono que
tendrá lugar de forma irreversible ante el paulatino agotamiento de los
combustibles fósiles (Peak oil).
Mejor valdría la pena orientar la mirada del explorador científico hacia
categorías concretas cuya inminente ocurrencia podría afectar la prosecución
del mismísimo programa civilizatorio en curso y que entendemos no vienen del
aire precisamente.
La cuestión del agua potable, cuya presencia natural sólo representa un 3 %
del total disponible en el planeta y cuyo inventario hoy delata que el 40 %
de las reservas han sido inutilizadas por contaminación ambiental evitable.
La cuestión agro alimentaria que en sólo 6.000 años de agricultura ha
desertificado ya el 70 % de los terrenos aprovechados y ensaya además
modos de extracción de biocombustibles sobre las tierras fértiles remanentes.
Un verdadero crimen de lesa humanidad simpáticamente publicitado por las
potencias centrales, y que según ha expresado ya la FAO, podría comprometer
la supervivencia de 1.500 millones de vidas humanas. Un precio que aparentemente
estarán dispuestos a pagar los países desarrollados con tal de no poner freno
a la cultura del automóvil.
Y por último la relegada cuestión de los escenarios silvestres, cuya
irreemplazable presencia ha sido permanentemente negada por los actuales
Estados Nacionales que han acudido a su expoliación en nombre de fórmulas
masivamente extractivistas. Legados de modelos coloniales por los que nunca
cruzó la idea de habitar los espacios de una forma integrada y permanente.
En resumen: La cuestión ambiental ya no sólo es parte del temario de los
movimientos sociales latinoamericanos, o una reivindicación más del sector
campesino indígena, sino que representa un cuestionamiento insalvable a la
planificación política de escala estatal y de largo plazo. Un verdadero hilo
conductor en la determinación de la diversidad de todas nuestras culturas y
un factor inexorable en la prosecución de nuestra historia biológica sobre la
frágil corteza de nuestro querido planeta.
La actual crisis mundial no pasa tan sólo por el calentamiento global o por las
profecías mayas del 2012. Nuestra preocupación como población agredida por
saqueo y contaminación de nuestros recursos naturales se concentra en:
- La mega minería contaminante a cielo abierto y el uso del agua potable.
- La aspersión de agro tóxicos sobre nuestros cultivos y alimentos.
- La preservación y uso de la biomasa en todas sus diversas formas.
Bosques – Pesca – Fauna silvestre – Flora nativa – Humedales y costas
- El control y penalización del delito sanitario / ambiental.
- Y la reparación del daño infringido a nuestras naciones originarias.
Por este sendero hemos de interpretar los elementos básicos para la restitución de nuestro hábitat y la reparación de nuestra presencia biológica sobre este querido planeta.
En esta tarea vuelco todo mi compromiso e invoco a la participación colectiva imperiosamente.
Arturo Avellaneda