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Notícies :: antifeixisme : pobles i cultures vs poder i estats : guerra
Mi país es Palestina
17 nov 2009
· Zozobra cotidiana en el territorio ante el hostigamiento israelí
“Nosotros nacimos aquí en la tierra ocupada. Y aquí nos envejecemos. La ocupación está grabada en nuestros cuerpos, en nuestras venas, en nuestros corazones, en lo que pensamos, en lo que sentimos”, señala Suheir, uno de los cinco millones de refugiados palestinos.
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“Actualmente todo el territorio palestino se puede recorrer en menos de 3 horas”, dice un joven que viaja de Jenin, su ciudad natal, al norte de Jerusalén, rumbo a Al – Khalil (Hebrón), al sur. “Esto es lo que nos dejaron, todo lo demás lo tomó Israel. Nosotros nos quedamos con unas poquitas ciudades y un poquito de tierra y ellos se apoderaron de nuestras ciudades hermosas y gran parte de nuestro territorio”.

La Nakbah, palabra árabe que significa “la catástrofe”, que Israel sembró en 1948 despojó a los palestinos de sus casas y de sus tierras. Las familias salieron de sus hogares con las llaves en la mano pensando que después de la guerra, en unos meses, quizás algunos años, regresarían a su tierra. Perseguidos por el ejército muchas familias llegaron a las montañas de Nablus. “Mi abuela estaba embarazada de mi madre cuando tuvo que dejar su hogar. Llegando a la montaña tuvo que parir en la cueva donde se quedaron por un año. Así que ahí nació mi madre. Después de unaño bajaron a la ciudad de Nablus y ahí, en un lugar en las afueras, donde había milpas de maíz, se construyeron tiendas de campaña para los refugiados que llegaron desde muchas ciudades. Mi madre es de Jaffa. Mi padre es de Haifa. Yo nací aquí, en el campo de refugiados Balata. Aquí empezaron a vivir en las tiendas de campaña, pues al principio pensaban que iban a regresar a sus hogares rápido. Pero pues los años pasaban y ahí seguían. Así que poco a poco empezaron a construir sus casas con material sólido. Primero se hicieron casitas de un piso, pues al principio se alojaban en Balata unas 5 mil personas.

Pero después estás familias tenían más hijos e hijas, y ellas también se casaban y sus hijos tenían sus propios hijos y así se alcanzó la cifra actual de más de 20 mil habitantes en el mismo espacio que era el campamento de refugiados en 1950. Es por eso que empezamos a construir más pisos en nuestras casas y ya no son casas bajitas sino edificios de muchos pisos. Ahora aquí en Balata hay de todo. Escuela, clínica… y todo eso en un kilómetro cuadrado”, señala el joven Ahmad.

“Balata fue un lugar de mucha importancia en la segunda Intifadah. Todas las familias aquí tienen muchos hijos. La mía es de las más pequeñas, pues sólo somos 7 hermanos y hermanas. Dos familias que viven cerca de mi casa están en competencia, y cuando una mujer de inmediato su vecina también se embaraza. Una vez una de ellas tuvo gemelos y luego la otra también tuvo gemelos. Esa es la parte chistosa de las historias aquí. Pero hay una otra parte muy triste. Esas familias perdieron a muchos de sus hijos en la segunda Intifadah. Una familia de 17 hijos perdió a 5 de ellos y uno más que se quedó paralizado, no se puede mover ni hablar. Aquí tuvimos muchos mártires, fueron asesinadas por el ejército israelí más de 200 personas”.

Pasando por los callejones estrechos que hay en medio de las casas, tan angostos que apenas cabe una persona, no se deja de pensar como pueden tantas personas vivir en un espacio tan limitado y por tantos años. “Aquí no hay privacidad nunca”, cuenta Ahmad mientras pasa por los callejones saludando a sus vecinos. “También nos cuidamos mucho entre nosotros, pero todo es muy difícil.

En las noches sigue llegando el ejército, nos saca de las casas, nos arresta, tenemos muchos presos políticos injustamente encarcelados en las cárceles de Israel”.

La misma historia se repite en el otro campo de refugiados Dheisheh, cerca de Belén. Aquí viven casi 12 mil personas. Cuando ya no hubo más espacio muchas familias empezaron a fincar al otro lado de la carretera lo que hoy ya es una ciudad. “Mi hermano tiene 26 años y está en la cárcel desde hace siete años, desde la segunda Intifadah. Le dieron 35 años de sentencia. Sólo lo he visitado dos veces en todo este tiempo. No me dejaron verlo más. Hace dos años que no lo veo. La última vez que me vio se sorprendió mucho, me dijo que pensaba que nunca me iba a ver de nuevo. Ahí me contó como sufren en las cárceles, que los torturan, los desnudan y les avientan agua, primero muy caliente y luego muy fría. A mi hermano lo pusieron a aislamiento estricto por tres meses y no tenía idea de lo que estaba pasando afuera. Es que los guardias los provocan y los hacen enfurecer. Así que mi hermano a veces pega a los guardias y por eso lo encierran solo”, señala Ashraf.

“Estamos cansados con esa situación. Y tenemos rabia y no sabemos que hacer. Sobrevivimos sólo para luchar. Palestina es una cárcel grande. Puedes tener dinero, coche pero aún así seguirás viviendo en una cárcel. Esa es la injusticia más grande. Y también la ironía. Nosotros no podemos viajar en nuestro territorio. Hay gente extranjera que va por donde quiera y nosotros la preguntamos que como es este lugar y el otro y que vieron allá. Es muy difícil vivir así. Para todo tenemos que pedir permiso. Mira ahí está montaña.

Ahí es donde hay agua. Ahora está llena de colonos y no nos permiten tener agua, sólo nos dan un poquito”.

El mapa de Cisjordania y de la Franja de Gaza está amarrado con un cordón. Es la imagen de un preso, un preso con muchas caras y de muchas edades. El cordón se forma de un muro y vallas y ametralladoras y tanques y mentiras e intereses. El cordón diario se está apretando y se hunde más al cuerpo desgastado que alguna vez fue y, aunque menos, sigue siendo Palestina. Mientras el cordón más se aprieta las heridas sangran más y el dolor es tan grande que no hay mar donde lavarlo.

La zozobra cotidiana

En Palestina no se puede calcular fácilmente la hora que se necesitará para ir de un lugar a otro. Una distancia de media hora se puede recorrer en una hora, en dos o más dependiendo de muchos factores: si está bajo construcción la carretera, si el camino es más largo de lo normal porque el ejército israelí cortó el paso o si, al final, en el checkpoint (punto de chequeo) se tienen que pasar por horas una serie de humillaciones.

En todos esos casos siempre hay un soldado apuntando su carabina hacia ti, hacia la anciana que se dirige a rezar a la mezquita de Al – Aqsa, en Jerusalén, hacia la mujer que va al mercado, al hombre que se encamina a su trabajo e incluso hacia un niño de 12 años que se llama Nour (luz), que tiene un hermano dos años menor que se llama Amir y otras cuatro hermanas, al que su perro de tres años lo rasguñó y ahora tira piedras hacia la carabina que apunta a la hija de su hermana.

Esta es una primera imagen en un país ocupado por un ejército fortalecido como sólo muy pocos lo están en el mundo entero. Un ejército, formado de jóvenes de entre 18 y 21 años, que reprime diariamente al pueblo palestino en su propio territorio.

Más vale tener paciencia en Palestina. Paciencia para trabajar donde no hay trabajo, para moverse donde no hay libertad, para comer donde puede no haber comida, para rezar donde se te niegan el acceso a los lugares sagrados, para amar si todavía la sobrevivencia te lo permite. Paciencia para aguantar la injusticia de no poder estar en la casa de tus ancestros. Paciencia para aguantar el maltrato hacia tu familia. Paciencia para aguantar los abusos diarios que sufren tus hijos y tus hijas en el camino y en sus propias casas. Paciencia por no poder viajar y por no poder ir de un lugar al otro incluso dentro del territorio palestino. Paciencia por no dormir noches enteras frente a la posibilidad de que el ejército entre a tu propia casa o a la de los vecinos y en tu buscando nuevas víctimas.

Y paciencia, sobre todo, para sobrevivir. Y de eso se trata la resistencia palestina hoy como ayer y como en las últimas décadas. Sobrevivir y seguir siendo un pueblo con idioma, costumbres y, sobretodo, con tierra para vivir. Lo que intenta el gobierno israelí es acabar con un pueblo entero para quitarle su territorio y usarlo para sus intereses económicos. La ocupación que el pueblo palestino vive por tantos años es total; de la tierra, de la economía, de las personas, familias y comunidades, del cuerpo, de la mente, del agua, de la educación, del aire. “Nosotros nacimos aquí en la tierra ocupada. Y aquí nos envejecemos.

La ocupación está grabada en nuestros cuerpos, en nuestras venas, en nuestros corazones, en lo que pensamos, en lo que sentimos”, advierte Suheir, uno de los cinco millones de refugiados palestinos.

Las armas, los gases lacrimógenos y todas las máquinas hechas para la guerra las lleva el ejército israelí. Pero también los colonos ilegales, que Israel introdujo en territorio palestino, están armados y son, si se puede decir, los más peligrosos porque hagan lo que hagan no sufren ninguna consecuencia y viven en la impunidad. Sus colonias ilegales están dispersas en todo el territorio palestino, son cientos, cerradas con rejas y bien protegidas por su ejército. Ahí viven en su mundo imaginario colonos que piensan que atrás de los muros viven terroristas. Todos los días los colonos ilegales salen a cazar árabes. Los atacan y no los dejan ir a trabajar su tierra, recoger sus cosechas, sacar sus borregos a la montaña para alimentarse.

La ciudad de Al – Khalil, al sur del territorio palestino, es la única ciudad palestina ocupada actualmente por el ejército y con colonos ilegales viviendo en su interior. Al – Khalil representa una micrografía de lo que pasa en toda Palestina. Aquí los colonos israelíes viven prácticamente encima de los palestinos en los pisos altos de los edificios, en la ciudad vieja. También hay una zona ocupada donde viven los colonos y donde los palestinos no pueden estar. La vida pasa entre checkpoints, soldados, tanques, pistolas automáticas. Una calle de la ciudad está dividida. En la parte izquierda se les permite a los palestinos caminar. La parte derecha es de los colonos. Algunas escuelas palestinas quedaron dentro del territorio ocupado por los colonos.

Las niñas y los niños palestinos sufren cualquier abuso diario mientras van a la escuela. La presencia del ejército es diaria y permanente para “proteger” a los colonos. Escenario de guerra. Son muchos los soldados y están en todos lados.

En Al – Khalil no hay descanso para los palestinos. En cualquier momento pueden sufrir un ataque por parte de los colonos, adultos y niños, que cada rato tiran basuras y piedras prácticamente encima de sus cabezas, y peor todavía, salen a las calles y atrapan palestinos, mujeres incluso y niños, y abusan de ellas, entran a sus casas y sus negocios y los destruyen. Para entrar a la mezquita de la ciudad se tiene que pasar por varios checkpoints. En la entrada se revisa a hombres, mujeres y niños musulmanes que van a rezar. La mitad de la mezquita fue tomada por Israel y sirve como sinagoga para los colonos judíos. Los viernes, durante el ramadán, es impresionante la cantidad de gente que se junta ahí para rezar. Se necesitan horas para que pase una por una cada persona por los checkpoints y las armas del ejército israelí. La vida en la ciudad vieja apenas existe. Actualmente la mayoría de las tiendas están cerradas y en las noches un silencio de muertos domina las calles. Casi no hay trabajo para los habitantes. La economía de la ciudad está prácticamente destruida.

En la casa de Leila viven ocho personas. Sus dos hijas, sus dos nietas, sus dos hijos, ella y su tía. Su marido está en Israel trabajando. El marido de su hija está en la cárcel. Leila trabaja en una cooperativa que la formaron 120 mujeres de 8 pueblos palestinos desde hace ya tres años.

Cada una trabaja en su casa, hacen bordados, pulseras, vestidos, chales y tienen una pequeña tienda en la ciudad vieja de Al – Khalil donde los venden. Leila abre la tienda todas las mañanas. Ya bien tarde regresa a su casa, descansa un poco platicando con su familia y los amigos que la visitan. En la casa no tienen agua, fue cortada por los colonos. Ninguna casa en la ciudad vieja tiene agua. Ayer en la noche el ejército israelí tocó la puerta de su casa. Todos estaban dormidos. Entraron seis soldados a las 3 de la madrugada. Metieron los hombres en un cuarto y las mujeres en un otro. Revisaron la casa. Leila y su familia tuvieron que quedarse encerradas en los cuartos de su propia casa por dos horas.
…..

“Todo fue injusto…”

Las montañas de Cisjordania se pintan de rojo cuando el sol va bajando a esconderse tras el mar que los palestinos imaginan que sigue ahí donde lo dejaron pero que ya no lo pueden ver, para dar lugar a la noche fresca. Al fondo del horizonte se ven las montañas, secas en el verano, que alguna vez estuvieron llenas de olivos, uvas e higos… Ahí siguen parcelas de olivos pero hay cerros enteros con los árboles cortados desde la raíz. Por asuntos de seguridad, anuncia el gobierno israelí, se destruyen los árboles milenarios cuyo aceite de olivo alimenta a los 3 millones de palestinos que permanecen aquí.

“No existe nada que pueda justificar las atrocidades que el ejército israelí comete”, dice un joven israelí que cumplió con su servicio militar de tres años y sólo saliendo de ahí reflexionó y se dio cuenta que “todo eso fue injusto y mal hecho”. De cualquier forma todavía no puede pronunciar el nombre Palestina y se refiere al territorio sólo como Israel.

Hay una memoria histórica y colectiva muy viva en el pueblo palestino. La memoria, y la nostalgia al mismo tiempo. Pensar en el futuro es difícil, imaginar la vida cuesta trabajo. En un mural en Dheisheh una mano escribe en la pared: “Mi país es Palestina”. Cuando esa mano esté amarrada habrá una voz gritando “mi país es Palestina”. Y cuando esa voz sea apagada habrá un pensamiento dentro de la cabeza soñando “mi país es Palestina”. Y cuando asesinen a ese cuerpo saldrán muchas manos jóvenes escribiendo en la misma pared: “Mi país es Palestina”.

http://desinformemonos.org/2009/11/mi-pais-es-palestina
Mira també:
http://desinformemonos.org

Comentaris

Re: Mi país es Palestina
17 nov 2009
Dijous 26 a les 20 h. convocatòria de boicot a Noa a les portes del Teatre-Auditori de Sant Cugat del Vallès

Més informació a: http://www.nodo50.org/casc/
Israel única democràcia a l'Orient mitjà
17 nov 2009
Boicot a una cantant que no va voler signar un manifest d'una organització que no condemna els atemptats terroristes de Hamas?

Si de cas se li hauria de donar una medalla.
Re: Mi país es Palestina
17 nov 2009
Vergonyós, és més fàcil boicotejar a una artista que als polítics que donen suport a les polítiques sionistes. On és la llibertat d'expressió personal? com s’entén la democràcia? a qui s'hauria de boicotejar és a aquells que passegen amb cotxe oficial per la plaça de San Jaume i que en lloc d'anar a Israel a llepar els darreres del seus amos potenciïn una mica més la cultura.
Si comencem així ja podem començar a demanar boicots pel Leonard Cohen, Roman Polanski, ... o pel Lluís Bassat.
La Noa que faci el que vulgui, si vol signar que signi i sinó que no signi, i qui la vulgui l’escolti i qui no que es tapi les orelles.
Hi ha altres coses (o ninots)a boicotejar abans que la cultura (per cert, no n’anem massa sobrats)

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