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Anàlisi :: educació i societat : mitjans i manipulació |
En defensa del ateísmo, de la discusión y del pensamiento libre
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per Jorge Luis Rojas D'Onofrio |
27 oct 2009
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Sobre las razones para discutir acerca de religión, para rechazar el adoctrinamiento y para respaldar el ateísmo. |
Este artículo pretende, más que convencer a la mayoría de la gente sobre las ventajas del ateísmo, convencer a la mayoría de la gente sobre la importancia de discutir sobre la religión y sobre el ateísmo. Creemos que lo primero es consecuencia inevitable de lo segundo.
En defensa de la discusión
Las diferencias religiosas han sido en el pasado motivo o excusa de numerosos conflictos, guerras, homicidios, persecuciones, invasiones y robos. Persecuciones en el Imperio Romano, Guerras Santas y Yihades en Medio Oriente, Guerras de Religión en Europa, la Santa Inquisición, Cruzadas, colonizaciones evangelizadoras en América, la Rebelión Taiping en China, son algunos ejemplos de cruentos conflictos en los que las diferencias religiosas jugaron un papel importante. Es posible pensar entonces que la discusión sobre temas de religión debe ser evitada para así evitar esos conflictos. ¿Pero realmente evitamos conflictos religiosos evitando la discusión? ¿Nuestras creencias, incluidas las religiosas, no son acaso la base a partir de la cual tomamos decisiones y realizamos acciones? Personas con diferentes creencias pueden tomar decisiones antagónicas, a partir de estas decisiones se realizan acciones y de éstas acciones pueden surgir conflictos. Entonces, ¿no es mejor resolver los conflictos discutiendo, antes de que las creencias repercutan en acciones?
La historia nos muestra que aplazar las discusiones hasta el momento en el que los conflictos son inevitables no hace sino potenciar los daños del conflicto. De los conflictos religiosos del pasado, ¿cuántos surgieron como consecuencia de un debate amplio de la sociedad? Probablemente ninguno. Las guerras religiosas se han basado en el fanatismo fomentado por instituciones poderosas que tratan de prohibir la discusión y el debate religioso. Los grandes cismas religiosos fueron hechos por grupos de personas con intereses políticos, sin consultar a la mayoría de la población creyente.
La discusión es un requisito indispensable para la democracia. Es imposible que se tomen decisiones de acuerdo a la voluntad de la mayoría si las personas no dan a conocer sus opiniones. El hecho de que no se discuta implica tácitamente que se acepta el estado actual de las cosas, el statu quo. La historia nos muestra cómo muchas religiones se han opuesto a la democracia, evitando o prohibiendo la discusión, la cual pone en duda muchas de las creencias religiosas.
La discusión es además una de las herramientas más poderosas para la destrucción de prejuicios y estereotipos. Muchos de los conflictos étnicos, religiosos o políticos son el resultado de la formación de prejuicios, generalizaciones y estereotipos que deshumanizan al adversario, y que son consecuencia del aislamiento entre los diversos grupos. El contacto y el intercambio de ideas que impone la discusión, corroen poco a poco este aislamiento, haciendo evidentes las incoherencias y las falacias presentes en esos prejuicios y estereotipos.
¿Sobre qué discutir?
El objetivo más importante de este texto es convencer a los lectores sobre la importancia de una sana discusión sobre temas de religión, superstición, divinidades y creencias. Al hablar de discusión no nos referimos a un intercambio de insultos y descalificaciones con el objetivo de herir emocionalmente al adversario, sino a un intercambio de opiniones e ideas con el objetivo de contrastar nuestras creencias con las creencias de otros, y con el fin último de acercarnos a la verdad, de acercarnos al conjunto de creencias que aumentan nuestras probabilidades de obtener la felicidad.
Pero la discusión está condicionada por nuestra realidad, y por el tiempo del que disponemos para debatir. La cantidad de temas y de creencias posibles parece ser infinita. Aceptar la importancia de discutir sobre religión puede ser completamente inútil si la discusión se centra en los temas menos esenciales, en los temas periféricos, que dan por ciertas las suposiciones más fundamentales. Discutir sobre religión no debería empezar por discutir cuál de tantos libros o escrituras consideradas sagradas, o cual de su versiones o interpretaciones, es correcta, sino por establecer las bases o principios de nuestras creencias, la manera en la que obtenemos el conocimiento, y la naturaleza de este conocimiento. Discutir sobre religión no debería empezar por analizar la virginidad de María, o la resurrección de Jesús, sino por examinar la posibilidad o imposibilidad de lo sobrenatural. Una discusión sobre religión debería empezar por cuestionar la existencia de uno o varios creadores, no por debatir sobre su nombre, sus poderes o su personalidad.
¿Qué está en juego?
Existe la creencia tanto entre creyentes moderados como en ateos y agnósticos, de que la religión debe escapar a la discusión, ya que se sitúa en un "plano espiritual" que no afecta al "mundo material". Pero muchos acontecimientos pasados y presentes nos muestran la falsedad de esta creencia. Sólo el tiempo que las personas le dedican a la religión afecta en gran medida al mundo material. El tiempo que podría ser dedicado al trabajo, al descanso, al aprendizaje, o al esparcimiento, es en cambio dedicado a actividades que pueden no tener ningún efecto positivo. Pero además hay un sinnúmero de situaciones en las que las creencias religiosas que contradicen la evidencia, tienen consecuencias terriblemente negativas para la vida y la felicidad de las personas, consecuencias que, de otra manera, serían fácilmente evitadas. Incontables son los ejemplos de dichas situaciones, desde lapidaciones, quemas de brujas y sacrificios humanos y animales, en los casos más extremos, hasta muertes producidas por tratamientos médicos errados para enfermedades fácilmente curables con los conocimientos disponibles. La discriminación de grupos como mujeres, niños, hombres de otras razas, otras religiones, homosexuales, enfermos, encuentran su justificación en muchas creencias religiosas. La ecología del planeta se ha visto afectada por la extinción o cuasi extinción de especies animales cazadas por motivos supersticiosos. Gran cantidad de recursos son destinados a personas que han convertido a las creencias religiosas y supersticiosas en un negocio, y que se dedican a perpetuar dichas creencias por motivos de enriquecimiento personal. Esto es lo que está en juego, y es por esto que consideramos importante exponer una visión naturalista y científica del mundo que haga frente a las creencias religiosas y supersticiosas en el campo de batalla de la discusión.
Un enfoque científico
Existe una gran variedad de concepciones ateas del mundo, algunas son naturalistas, otras supersticiosas, religiosas, agnósticas... En este texto queremos presentar una concepción del mundo que podríamos llamar naturalista o científica, y que puede ser calificada de atea o de agnóstica dependiendo del sentido que se le dé a dichas palabras. Esta concepción del mundo no es ajena a ninguna persona, ya que todos, en mayor o menor medida, actuamos, a veces sin siquiera percatarnos, siguiendo los principios del método científico. Incluso existe evidencia de que muchos animales también actúan basados en los mismos principios. En este enfoque, las creencias no son nociones absolutas que pasan intactas de padres a hijos o a través de escrituras sagradas, sino que son nociones establecidas siguiendo una serie de pasos, y que pueden modificarse y ampliarse una vez establecidas. Este método puede ser resumido en las siguientes etapas:
Percepción del exterior: nuestros sentidos nos permiten percibir lo que ocurre tanto en el exterior como en el interior de nuestro cuerpo. La vista, el oído, el gusto, el olor, el tacto, el hambre, la sed, el dolor, la comezón, el frío, el calor, son algunos de estos sentidos.
Percepción de nuestro estado de ánimo: nuestros sentimientos o sensaciones nos permiten percibir los estados emocionales en nuestra mente. La alegría, la tristeza, el afecto, el odio, el deseo, la sorpresa, el tedio, la decepción, el miedo, la melancolía, son algunos de estos sentimientos o sensaciones.
Formulación de hipótesis (inducción): nuestra mente crea creencias haciendo suposiciones a partir de las percepciones realizadas por los sentidos, sensaciones y sentimientos, estableciendo relaciones de causa y efecto. Por ejemplo, observar el encendido de una lámpara después de presionar un botón, puede llevar a la suposición de que el encendido de la lámpara es consecuencia de presionar dicho botón. Se crea entonces una creencia basada en dicha observación.
Contraste de suposiciones (según el principio de no contradicción): nuestro razonamiento funciona utilizando el principio de no contradicción, esto es, algo no puede ser y no ser al mismo tiempo. Ninguna de nuestras acciones tendría sentido si no consideramos este principio. No tendría sentido comprar un medicamento si este nos cura y no nos cura de una enfermedad. Si el medicamento cura, entonces lo mejor es comprarlo, si éste no nos cura, entonces lo mejor es ahorrar el dinero y no comprarlo, pero no hay ninguna acción lógica que pueda decidirse a partir de la creencia de que el medicamento nos cura y al mismo tiempo no nos cura. No hay ninguna acción lógica que pueda decidirse a partir de la suposición de que algo es y no es al mismo tiempo. Entonces nuestras creencias son contrastadas entre ellas, y de este contraste las creencias aumentan o disminuyen su credibilidad. Si una creencia no es coherente con el resto de nuestras creencias, es probable que la desechemos como una creencia válida. Un buen ejemplo de este mecanismo son los sueños. Los sueños son considerados sueños y no realidades debido a que son incoherentes con el resto de nuestras creencias. De igual manera una ilusión óptica (un espejismo en la carretera que parece ser un charco) es considerada ilusión y no realidad, porque contradice la mayoría de nuestras creencias (los charcos de agua no desaparecen rápidamente cuando nos acercamos a ellos).
Toma de decisiones a partir de nuestras creencias: Los seres humanos tratamos de aumentar las sensaciones o sentimientos agradables y de disminuir las sensaciones y sentimientos desagradables. Para eso tomamos decisiones basados en nuestras creencias imaginando las posibles consecuencias de nuestras acciones.
En resumen, los seres humanos sentimos, hacemos suposiciones simples a partir de lo que sentimos convirtiendo dichas suposiciones en creencias, tratamos de que nuestras suposiciones sean coherentes, por lo que desechamos las suposiciones más incoherentes con nuestras creencias, y realizamos acciones a partir de esas creencias tratando de maximizar nuestra felicidad. Las acciones probablemente producirán nuevas percepciones que harán que ampliemos o modifiquemos nuestro sistema de creencias previo.
Las leyes científicas son establecidas y modificadas utilizando el mismo mecanismo de suposiciones y contraste de creencias. Después de numerosas experiencias, los científicos establecieron que dos planetas se atraen con una fuerza proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que las separa. Después de varias experiencias, una persona establece la creencia de que el sol aparece y se oculta regularmente en un ciclo que dura veinticuatro horas. Pero también son establecidas de esta manera creencias más cotidianas, incluso muchas creencias religiosas y supersticiosas. El hecho de que una plegaria se realice antes de la curación de un enfermo puede producir la creencia de que la plegaria es la causa de la curación.
Lo sobrenatural es incoherente
¿Cuál es la diferencia entre lo natural y lo sobrenatural?
Imaginemos que alguien nos da la noticia de que un hombre corrió hacia un lago y al llegar a sus aguas se sumergió en ellas. Esta noticia la consideramos previsible y natural, ya que al contrastarla con nuestras creencias, las cuales establecimos después de haber experimentado gran cantidad de situaciones similares, no encontramos contradicciones sino más bien similitudes. En cambio si recibimos la noticia de que un hombre se dirigió hacia un lago y al alcanzar sus aguas continuó caminando por sobre las aguas, entonces consideramos esta noticia como un suceso sobrenatural, debido a que contradice todas nuestras creencias previamente establecidas. La mayoría de las personas no creerán dicha noticia. Algunas personas buscarán alguna explicación científica, es decir, una explicación, que probablemente no será evidente, y que relacione dicha noticia con creencias preestablecidas, como la utilización de alguna tecnología coherente con nuestras creencias naturales, algún cable, campo magnético, o pilares sumergidos que puedan crear la ilusión de caminar sobre el agua. Otras personas es posible que crean en dicha noticia, así contradiga el resto de sus creencias, y considerarán este suceso como sobrenatural. Lo sobrenatural es por lo tanto incoherente con nuestras creencias naturales. La creencia en lo sobrenatural es una excepción en nuestro razonamiento cotidiano que sólo acepta creencias naturales. Diversos factores influyen en la aceptación de creencias sobrenaturales. Posiblemente el más importante, es la transmisión de creencias de padres y maestros a hijos y alumnos cuando éstos son muy jóvenes.
Adoctrinamiento, una estrategia exitosa
Es poco probable que las religiones sean el resultado de un plan maestro orquestado por un grupo de personas geniales. Es más probable que las religiones sean el resultado de un proceso acumulativo, en el cual intervinieron gran cantidad de personas con diversos intereses, y en el cual confluyeron gran cantidad de creencias, ritos y costumbres, muchos de los cuales terminaron cayendo en el olvido, sobreviviendo aquellas creencias, ritos y costumbres más exitosos (valga la redundancia). Muchos factores no religiosos, en particular factores políticos y económicos, probablemente influyeron en el éxito o fracaso de dichas creencias y costumbres, causando la aparición o desaparición, y pérdida o aumento de poder de las religiones.
Una de las costumbres más exitosas, y que es prácticamente omnipresente en cualquier religión, es la transmisión de las creencias y costumbres religiosas de padres o maestros a los iniciados desde temprana edad. Es probable que aceptar las creencias de nuestros padres sin cuestionarlas era una estrategia exitosa para la mayoría de los humanos primitivos e incluso en la actualidad. Cuestionar el hecho de que cierto alimento es venenoso, puede ser bastante perjudicial para un niño. Un adulto que ha tenido el tiempo de formar sus creencias a partir de sus propias experiencias y conjeturas no necesita ser crédulo, en cambio un niño depende de las creencias de sus padres para sobrevivir, y debe por lo tanto ser crédulo, no tiene otra opción.
La mayoría de las religiones suponen el adoctrinamiento de las personas desde su nacimiento. Es un hecho de fácil constatación que la mayoría de las personas pertenecen a una religión porque sus padres también pertenecen a dicha religión. Esto contrasta en gran medida con la formación política de una persona, la cual generalmente es una escogencia mucho más libre y se realiza a mayor edad. ¿No deberíamos preguntarnos si es ético adoctrinar a un niño a edades en las que no tiene manera de razonar y elegir libremente?
La coherencia de lo incoherente
A pesar de que la mayoría de las religiones se basan en la creencia en lo sobrenatural, lo cual es incoherente con las creencias naturales y científicas, las creencias religiosas tratan de guardar algo de coherencia entre sus creencias sobrenaturales. Por ejemplo, a pesar de que los milagros y un ser todopoderoso son creencias incoherentes con todas nuestras creencias naturales (y por eso son consideradas sobrenaturales), obtener dichos milagros a través de plegarias y rezos, sí es bastante coherente con nuestra creencias naturales, después de todo, la mayoría de las personas obtienen favores de sus padres y amigos a través de pedidos muy parecidos a los rezos (incluso muchos se refieren a Dios como "padre nuestro", al realizar dichos pedidos). Pedirle a Dios un milagro es bastante coherente con pedirle a nuestros padres una ayuda. Lo que podríamos preguntarnos es ¿Si los milagros son por definición incoherentes con las creencias naturales, por qué la manera de obtenerlos sí es coherente con las creencias naturales? De la misma manera en que los milagros son incoherentes con las creencias naturales, la manera de obtenerlos también podría ser incoherente con las creencias naturales. Quizás los milagros no se obtienen rezando por que ocurran, sino rezando por que no ocurran.
Como vemos, a pesar de que lo sobrenatural es incoherente, las religiones exitosas no exageran demasiado con sus incoherencias y tratan de guardar un mínimo de coherencia entre sus creencias incoherentes. En esta coherencia de lo incoherente se basa en buena parte la teología.
Dios es una hipótesis científica
Nuestro enfoque científico no admite creencias sobrenaturales de ningún tipo. Bajo este enfoque lo natural es equiparable a lo real, mientras que lo sobrenatural es considerado irreal. Sin embargo esto de por sí no niega la existencia de un Dios. La idea de que el universo haya sido creado por una persona no tiene por qué ser forzosamente una creencia sobrenatural, bien puede ser una creencia natural, una explicación natural al origen del universo.
Es importante resaltar que en este texto nos referimos a Dios como a una persona inmortal que creó al universo. La palabra Dios ha sido utilizada en el pasado para referirse a diversos entes, muchos de los cuales son completamente naturales y compatibles con nuestra concepción naturalista del mundo. Por ejemplo, la palabra Dios ha sido utilizada muchas veces de manera poética para referirse a la naturaleza, al universo, para alabar a un ser humano, o a un país, a un pueblo (la famosa frase de Einstein, "Dios no juega a los dados", o el "Dios de Colombia" al que se refiere Bolívar en su delirio sobre el Chimborazo). Bien podríamos llamar Dios al planeta Tierra, o al universo, o a la humanidad, pero en este texto nos referimos al Dios cristiano, musulmán, judío, brahmánico o de cualquier otra religión que considere a dicho Dios como a una persona.
Nada es seguro o imposible
Según el enfoque científico presentado, las creencias no son nociones absolutas e inmodificables, sino nociones que consideramos probables, y que pueden modificarse cuando son contrastadas con otras creencias o con la información que recibimos de nuestros sentidos, sentimientos y sensaciones. Para este enfoque científico no hay nada seguro, todo es más o menos probable. Esto puede resultar confuso ya que, por abuso de lenguaje (y a veces por olvido o incomprensión), científicos o personas con una concepción naturalista del mundo realizan afirmaciones con gran seguridad y contundencia. Esto se debe a que sería demasiado tedioso e inútil que para una afirmación altamente probable como "el cielo es azul" se utilizara "el cielo muy probablemente es azul". En efecto existe la remota posibilidad de que los ojos de millones de personas hayan fallado innumerables veces en su percepción del color del cielo, pero esta probabilidad es tan baja que es completamente aceptable recurrir al abuso de lenguaje "el cielo es azul". De igual manera considerar la existencia de Dios como algo altamente improbable es una creencia que bien puede ser simplificada diciendo que Dios no existe. De manera que nuestro enfoque naturalista puede ser definido rigurosamente como agnóstico, ya que admite la posibilidad de la existencia de Dios, y también puede ser definido de manera menos rigurosa como ateo, ya que considera la existencia de Dios como extremadamente improbable.
Dios es improbable
Un argumento a favor de la existencia de "Dios" muy usado es el de la imposibilidad de refutar su existencia. Incluso se llega a equiparar la fe y el dogma de un creyente que afirma la existencia de Dios, con la negación de Dios, la cual es considerada de igual manera dogmática. Sin embargo este argumento no toma en cuenta que para una persona con una ideología naturalista y científica del mundo, nada puede ser afirmado o negado con absoluta certeza. No se puede afirmar con certeza que Dios no existe, es cierto, pero tampoco se puede afirmar con certeza que el lector no está soñando en este preciso momento que lee estas líneas. No se puede negar con absoluta certeza la existencia de Dios, es cierto, pero tampoco se puede negar con absoluta certeza ninguna otra cosa. No tenemos la certeza de que mañana no moriremos, sin embargo la mayoría actuamos bajo el supuesto de que no moriremos, no porque sea imposible, sino porque es improbable. Dios no es imposible, Dios es improbable, y es mucho más improbable que la posibilidad de una muerte inminente para la mayoría de nosotros.
La probabilidad o improbabilidad de una creencia depende de la información disponible. Si una persona joven y saludable considera la posibilidad de que al día siguiente seguirá viviendo, es lógico que considere esta posibilidad bastante probable. Sin embargo si la misma persona recibe la noticia de que algún ejército invasor se dispone a bombardear su ciudad, la posibilidad de vivir al día siguiente se vuelve menos probable. Si observa un proyectil dirigiéndose hacia su casa, entonces la posibilidad de seguir viviendo disminuye aún más. De igual manera la creencia en un Dios creador podría ser probable para personas con poca información. Una persona que observa objetos que son fabricados por otras personas, puede llegar a la conclusión lógica de que todo objeto es creado por personas. Lógicamente si los objetos pequeños son creados por personas normales, quizás los objetos más grandes son creadas por personas más grandes, fuertes o poderosas. Como vemos los dioses pueden haber sido en el pasado una explicación bastante lógica a la existencia de las montañas, mares, astros y del universo en general. Sin embargo la información disponible actualmente contradice muchas de estas creencias. La teoría de gravedad es mucho más coherente con las observaciones astronómicas que la creencia en un Dios moviendo los planetas a su antojo, por lo que es una explicación mucho más probable. De igual manera la evolución por selección natural de los seres vivos explica la existencia de estos seres de manera mucho más coherente con las observaciones que las explicaciones basadas en dioses. Dios es una explicación posible de entre una enorme cantidad de explicaciones posibles, y es una explicación que presenta poca coherencia con las observaciones al ser comparada con otras explicaciones.
La moral y la ética naturalista
¿Qué persona es más ética, aquella que sacrifica su vida por otros con la creencia de que no existe otra vida, o aquella que sacrifica su vida por otros con la creencia de que será recompensada en otra vida?
Las religiones son consideradas por gran cantidad de personas como bases de la ética y de la moral humana. En muchas de estas religiones la moral y la ética son presentadas como normas establecidas por un ser o seres sobrenaturales, y que no tendrían sentido sin la existencia de lo sobrenatural, ya que dichas nociones morales parecen ir en contra del interés de las personas que implementan dichas normas, y parecen contradecir la aparente naturaleza egoísta de los seres vivos. Pero esto no es más que una creencia que surge de la incomprensión del método científico, en primer lugar, y de la falta de conocimiento sobre las explicaciones científicas actuales sobre la moral y la ética humana, en segundo lugar. Existe una incomprensión del método científico ya que si en algún momento una observación contradice las teorías o creencias establecidas a través del método científico, como por ejemplo la observación de acciones altruistas que contradicen el comportamiento egoísta que supuestamente predice la teoría de la evolución por selección natural, entonces simplemente la teoría debe ser modificada para que sea coherente con las observaciones y permita así predecir de mejor manera los acontecimientos futuros. Simplemente es imposible que una observación contradiga a la ciencia, porque la ciencia se basa en establecer teorías que no contradigan las observaciones, modificando dichas teorías las veces que sean necesarias para que sean acordes con las observaciones y así predecir de la mejor manera el futuro. La ciencia es una serie interminable de correcciones que acercan la teoría a la realidad. Pero más allá de esta consideración esencial para entender el carácter natural de la moral y la ética humana, es necesario saber que dichas nociones morales y éticas en realidad son bastante acordes con las teorías actuales de la evolución humana y el funcionamiento de la mente. Pero comentar esto último es tarea para otro artículo... |
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Comentaris
Re: En defensa del ateísmo, de la discusión y del pensamiento libre
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per trescci |
27 oct 2009
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no només dèu no exsiteix sinó que totes les xorrades mistico-energètiques són "cuentos chinos"... mai millor dit !!! i això si que3stà fent mal als moviments socials.... |
Re: En defensa del ateísmo, de la discusión y del pensamiento libre
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per Pablo |
27 oct 2009
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Razón abierta y razón cerrada (Frédéric Lenoir)
Artículo sobre las diferencias entre los dos sistemas “racionales” de acercarse a la realidad
Copiamos unas líneas del muy recomendable libro de Frédéric Lenoir “Las Metamorfosis de Dios. La Nueva Espiritualidad Occidental” (Alianza, Madrid 2005). El texto que reseñamos forma parte del capítulo 6º “¿Un Reencantamiento del Mundo?
He intentado demostrar en las páginas consagradas a los nuevos paradigmas científicos que el cientificismo y el racionalismo no agotaban la razón ni la racionalidad. Podemos decir incluso que hay muchas figuras de la racionalidad. La primera, la que ha dominado estos tres últimos siglos, puede definirse como cerrada en la medida en que se demuestra incapaz de hacerse cargo de la problemática de lo imaginario, lo sagrado y la subjetividad. Esto no significa que la razón no haya sido fecunda, sino todo lo contrario. La ciencia moderna debe sus avances en el conocimiento de la realidad fenoménica a esta razón de tipo cartesiano (en cualquier caso en su metodología) o aristotélica (en su lógica). La segunda figura de la razón, más contemporánea, ha surgido en el marco del cambio de paradigma científico. Se considera más abierta, más consciente de sus limitaciones, de su finitud. No pretende atrapar la infinitud de la realidad. En esta postura intelectual, esta razón alternativa reconoce la legitimidad de otras palabras que dan sentido, para el hombre, al mundo; las palabras filosóficas, artísticas, culturales, simbólicas, poéticas, religiosas etc.
(...) Edgar Morin escribe en el mismo sentido:
“La razón abierta no sólo no combate lo irracional, sino que habla con él y reconoce lo irracionalizable. A diferencia de la visión demente de un mundo totalmente racional y de un hombre solamente racional, ve en el mundo un juego de orden/desorden/organización, y concibe al homo no sólo sapiens sino sapiens/demens. La razón abierta reconoce lo irracional, es decir, lo que no es ni racional ni irracional, como el ser y la existencia que, sin razón de ser, son. La razón abierta reconoce lo sobrerracional e intenta concebirlo (así, toda creación supone algo de sobrerracional que la racionalidad puede en su caso comprender después). La razón abierta reconoce que hay realidades a la vez irracionales, arracionales y sobrerracionales, como los mitos, mientras que la razón cerrada sólo ve errores, tonterías y supersticiones.”
(...)
A grandes rasgos, y a modo de caricatura, se puede encontrar la figura del “hombre unidimensional” (según la fórmula de Herbert Marcuse) y la del “hombre universal” (homo universalis) que remite a la figura del sabio humanista y espiritual del Renacimiento, del que Leonardo da Vinci será uno de sus heraldos. Estas figuras son los tipos ideales, los arquetipos, dicho de otra forma, las potencialidades. No existen en la realidad social concreta, pero polarizan los proyectos, iniciativas y movimientos.
El homo universalis es la figura clave de una trayectoria de la modernidad que, aunque presente desde el origen, no va a ser la que llevará la voz cantante, la que precisará la norma. Puede decirse que esta modernidad asume la autonomía del sujeto y la razón crítica, pero propone una mirada plural sobre la realidad, al mismo tiempo desde la razón y la intuición, desde la lógica y la experiencia, desde el análisis metódico y la inteligencia emocional. Está en las antípodas de una racionalidad unívoca que se desarrollaría después y daría lugar al mecanicismo, la reificación, la cuantificación y mercantilización del mundo.
Marginada, va a expresarse a través de un movimiento cultural, intelectual, religioso, artístico y social que pretende resistir a la otra modernidad, la dominante, la del “hombre unidimensional” que se adapta a un mundo desencantado, puramente racional, sin poesía, sin mitos ni mística, que, en nombre de la legitimidad, lucha contra las alienaciones y por el avance del conocimiento, confunde superstición y espiritualidad, imaginario y oscurantismo. Mientras que el “hombre universal” admite varios niveles de realidad, tanto en él mismo como en el mundo, el “hombre unidimensional” sólo percibe un nivel: el que puede ver con su razón lógica. El “hombre unidimensional” procede directamente de Descartes y de su proyecto de leer el conjunto de lo real a través del método matemático y la ratio. El hombre universal remite al primer Renacimiento, el de Paracelso, Pico della Mirandola o Marsilio Ficino. (...) Esta primera modernidad era, me parece, más rica en términos de potencial de humanización que la de la Ilustración, que prefirió una figura del hombre en la que dominara el ejercicio de una razón crítica “cartesiana” y finalmente más estrecha, filosófica y teológicamente que el intellectus del que hablaban los medievales y los humanistas del Renacimiento, en otras palabras, de un intelecto que es una potencia superior del alma que permite al hombre ser capax dei, capaz de Dios, es decir, de trascendencia. Idea que retomará Jung cuatro siglos más tarde en la perspectiva de la psicología profunda.
http://www.grupotortuga.com/Razon-abierta-y-razon-cerrada |
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