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Notícies :: amèrica llatina
Cartas Chilenas 15
01 jun 2009
Perduro en Atacama, en el estío

en el vagar sin pena que me ate,

lejos del sur, del sollozo del río.

Eduardo Vivian Badilla
Hoy no tengo nada nuevo que contar. Eduardo sigue trabajando en sus poemas y yo preocupada de regalonearlo. Ambos sabemos que queda poco tiempo para que vuelva al módulo o se lo lleven a la cárcel que ellos (Gendarmería) determinen o simplemente a mi me suspendan las visitas especiales. El punto es que ya no podremos estar juntos todos los días. Hemos estado en paz, esperando con cierto grado de resignación alguna novedad, de las miles de gestiones que hemos hecho. Les enviamos un gran abrazo desde este gélido e imperturbable lugar.
Les envío este poema que Fesal Chain, escribió para Eduardo Vivian.


¡¡No se quema!!



No se queman
las hojas del diario de la vida
de un hombre preso que camina
entre su compañeros saludando
no se queman.

No se queman las hojas
del diario de la vida
ni los poemas guardados
entre sus ropas de domingo
cuando llegan las visitas
no se queman.

No se queman las hojas del diario
las cubre una mirada de amor
una boca húmeda, una caricia
no se queman.

Y no se quemarán
jamás tus ojos, ni tu lengua
ni se quemará
lo sagrado que reanima
cada tarde en tu espíritu de niño
que juega con palabras
haciendo malabares
y piruetas.

¡¡No se quema!!
¡¡No se quema!!
¡¡No se quema!!


--
Patricia Martínez Castro

Hoy Eduardo me mostró como se baja solo de la cama y se sube a la silla de ruedas, igual no tiene fuerzas para moverla, pero en eso estamos. Al dejarlo en la puerta del baño, él puede hacer todo lo demás solo. Eso es muy significativo para ambos ya que está retomando su independencia y ya no me da temor que se quede solo. Con mucho cariño les envio este texto, de mi poeta favorito.


Ebrio de sol y olvido me regreso...



Ebrio de sol y olvido me regreso

a estas lentas llanuras del silencio,

silencio inolvidable que presencio

como presiente la caricia el hueso.



Porque a mi paso acuden hoy con ansia

deseosos de damascos frutecidos,

polvorientos senderos de la infancia

que un tacto declinante ha abatido.



Con un querer de niño y no de vate,

en amparo de luz y no sombrío,

mi corazón sin extrañeza late.



Perduro en Atacama, en el estío

en el vagar sin pena que me ate,

lejos del sur, del sollozo del río.

Eduardo Vivian Badilla

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