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Jornades llibertàries sobre control social
per ateneu llibertari al casc antic Correu-e: ateneullibertari ARROBA moviments.net (no verificat!)	22 mai 2009
CONTROL Y PANICO Controlar significa: cifrar, medir, calibrar, contraponer, pero al servicio de una investigación cuyo sentido es la vigilancia, con el fin de poder corregir desviaciones, remitir excesos, evitar efectos indeseados, discriminar hechos o actitudes disfuncionales. El control se aplica para prevenir posibles irregularidades, y abarca desde el ámbito policial, al médico, el familiar, el urbanístico, el deportivo, el laborar, el étnico, etc.
CONTROL Y PANICO Controlar significa: cifrar, medir, calibrar, contraponer, pero al servicio de una investigación cuyo sentido es la vigilancia, con el fin de poder corregir desviaciones, remitir excesos, evitar efectos indeseados, discriminar hechos o actitudes disfuncionales. El control se aplica para prevenir posibles irregularidades, y abarca desde el ámbito policial, al médico, el familiar, el urbanístico, el deportivo, el laborar, el étnico, etc. Cuando, desde las instancias de poder, se habla de controlar la disidencia, se está prefigurando un discurso normativo en el que la subversión pasa de ser una categoría política a ser una figura asimilable a la enfermedad mental, los virus extraños o los accidentes de tráfico productos del exceso de alcohol. En una formación social que se dice defensora de la libertad de pensamiento y los derechos fundamentales, todo lo que quede ilegalizado pierde la categoría tanto de libertad como de pensamiento. Así se puede proclamar que los dispositivos de vigilancia cada día más sofisticados e invasores no suponen una amenaza hacia los derechos fundamentales, sino más bien su máxima garantía, pues sólo controlando a los intolerantes, a los fanáticos , a los caraduras que no quieren pagar, a los ilegales que pretenden cruzar una valla electrificada, a las amas de casa depresivas o a los adolescentes que no saben regular sus hormonas, los ciudadanos pueden disfrutar satisfactoriamente de las ofertas y desarrollar sus potencialidades consumistas. El concepto de control, frente al de represión, es funcional a una sociedad de mercado, participativa, laica y orientada hacia el ocio egocéntrico. Los revolucionarios ya no son considerados dementes, sino excedentes. Y sin embargo, apenas se rasca un poco la realidad, aflora el miedo. Un miedo atroz, silencioso, agazapado, que se transforma en pánico histérico a la primera de cambio. El miedo a que los sistema de control fallen, pero también a ser categorizado como sujeto deficitario. El miedo del que acaba de quedarse en el paro, o no puede pagar la hipoteca, o que de repente no tiene dinero para seguir comprando y entonces descubre el ojo del Dios, la cámara colgada del techo, la hostilidad manifiesta del acreedor, la mirada despectiva de la empleada del INEM. Y empieza a ser controlado. El control no pretende recuperar a los caídos. Simplemente establece el listón de los que están en el cielo y los que no. Sabotear las medidas de control, cegar al Cíclope, significa atacar al sistema nervioso de un poder legitimado únicamente en el dinero y la posesión. Significa asaltar ese maldito cielo.
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