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Notícies :: criminalització i repressió |
Alarma... ¿social?
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per Asamblea de solidarixs con Grecia |
21 des 2008
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“Y asÃ, no tenemos nunca ocasión de destruir esa montaña de calumnias que pesa sobre nuestras cabezas de uno a otro término de Europa. El que oye decir que somos una plaga viviente, no oye en cambio nuestra respuestaâ€?.
G. K. Chesterton, “El hombre que fue jueves�. |
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Como ya es sabido, los incidentes acaecidos el pasado miércoles 10 de diciembre en el centro de Madrid, enmarcados en una manifestación de protesta por el asesinato en Grecia de un joven a manos de la policÃa, se han saldado con el ingreso en prisión -“preventivaâ€?- de los siete detenidos mayores de edad que hubo aquella noche.
Entre los pretextos alentados por la fiscalÃa para justificar esta medida represiva ante la "opinión pública", el de la “alarma socialâ€? generada constituye sin lugar a dudas, por la propia ambigüedad de esa noción, una baza ideológica aparentemente incontestable que, sin embargo, habrÃa que detenerse a analizar. Porque, ¿a qué podemos llamar “alarma socialâ€?? Y, sobre todo, ¿desde qué intereses, con qué finalidad real, se fabrica, sostiene y fomenta este estado “de alarmaâ€? en “la sociedadâ€??
El papel de los medios
En primer lugar, y dado que no vivimos los hechos que se reflejan en los telediarios en primera persona, es preciso recordar una obviedad: que los propios "medios de comunicación" tienen intereses de clase concretos (intereses coincidentes con los de los que controlan el orden social y económico: recordemos que – por ejemplo – el Abc o el PaÃs pertenecen a grupos empresariales como Vocento o Prisa, que no se dedican precisamente a “informarâ€? por amor al arte) a los que procuran dar un buen servicio. Ellos se encargan de contarnos las noticias y producir automáticamente tanto la verdad de un hecho, como el prisma, el vocabulario y el interés (o desinterés) por él.
Los demócratas conciben los "medios de comunicación" como herramientas neutras al servicio de tal o cual punto de vista dentro del abanico ideológico de la -incuestionable- economÃa de mercado, no como un instrumento al servicio de objetivos concretos, que en ningún caso son universales sino que responden a los intereses de quienes dirigen el tinglado. AsÃ, se expresa y opina libremente lo que se quiera, pero en este punto se obvia que lo que se quiere expresar, incluidos los conceptos para poder expresarlo, han sido prefigurados de antemano y no precisamente de manera inocente. Bajo esta estéril concepción de la comunicación, donde cada un@ puede decir lo que quiera mientras ello no entrañe ninguna consecuencia en la realidad material de l@s gobernad@s o en la percepción de esa realidad, se disimula que quienes efectivamente tienen el monopolio de la palabra no lo detentan, en absoluto, de un modo estéril: cada titular de prensa hábilmente formulado, cada muestra de indignación (que es la de “todos los españolesâ€?) por parte de un tertuliano más o menos acreditado, o cada declaración pública de los representantes de la libertad, contribuyen a hacer que los postulados oficiales sean asimilados, vividos y sentidos como verdades absolutas que se corresponden con los intereses de toda la sociedad.
En el caso de los sucesos del pasado 10 de diciembre, presentados como un estallido oportunista de violencia “por la violenciaâ€?, en seguida se pasó a desvincular los hechos de su principal motivación: aunque se formula que los incidentes de Grecia “se han trasladado a Españaâ€?, interesa aislar cuanto antes lo ocurrido del contexto general de la protesta (asà como de otros sucesos alejados en el tiempo y en el espacio) presentándolo, -por ejemplo- en boca de Gallardón y por cortesÃa, en este caso, de Telemadrid, como . Además, se nos aclara que
Gallardón se autoerige como autoridad omnisciente o, dicho con más precisión, sabelotodo, puesto que ya no simplemente se atreve a conjeturar, como un ‘opinólogo’ al uso, acerca de la génesis de un suceso que se le escapa, sino que además nos remite a su análisis (??) cuyas reglas de medición, estudios de campo o demás criterios desconocemos por completo.
En este riguroso contexto, se desvela el primer paso para generar alarma en la sociedad y desposeerla de criterios propios: volver marginales los hechos, desterrar la protesta del ámbito social y, como siempre se ha hecho, otorgar una esencia violenta y nihilista a sus participantes.
En esta lÃnea se aclara que España no es Grecia, lo que quiere decir que el arraigo social que han adquirido las revueltas griegas no sólo no es algo por ahora inexistente en España, sino que es algo que, no se dará jamás. De este modo, se disimula que es precisamente este tratamiento de la información el que favorece esta diferencia; que en ningún caso se cuenta simplemente lo ocurrido, sino que se alienta lo que inmediatamente va a ocurrir, esto es, su marginación y criminalización. Con el objetivo último de evitar que se extienda.
Yo me lo guiso, tú te lo comes
En este punto, ya se ha identificado a los violentos ‘antisistema’ como la causa del problema, problema que se presenta casi exclusivamente como creación de alarma social. Sin embargo, el problema para nuestros dirigentes no tiene en absoluto que ver con dicho estado de alarma generada por los violentos, con que los ciudadanos estarÃan presuntamente “alarmadosâ€?, sino con la verdadera alarma que se podrÃa producir si estas protestas se extendieran, radicalizándose, al conjunto de la sociedad, conjunto que hubiera identificado cuales habrÃan de ser sus motivos reales a la hora de alarmarse. Pues motivos no nos faltan, ya sea el brutal aumento del paro (3.000.000 de personas), el aumento de familias en bancarrota (con 180.000 familias en el Estado Español que tienen problemas para pagar la cuota mensual, la subida hasta un 80% de dichas cuotas, el aumento de la morosidad, el impago de hipotecas, etc.) las muertes que produce el trabajo [con una media de tres muertos por dÃa el año pasado], el aumento de las enfermedades mentales como la depresión, la ansiedad o el stress asociado a la incertidumbre vital, la expropiación forzosa y la posterior devastación del territorio, las crecientes ‘tentativas’ de privatización de las efÃmeras conquistas del llamado “Estado del bienestarâ€?,...
Por tanto, parece claro que poco importa la veracidad de los temores que se infunden o la legitimidad de los pretextos que se arguyen, como el hecho de que la misma noción de “alarma social� no esté tipificado en el código penal como tal, que quede “dentro de la discreccionalidad del órgano judicial correspondiente�; es decir, dentro de los intereses subjetivos de sus organos de represión.
En resumidas cuentas, el mecanismo que ha tenido lugar pasa por linchar mediáticamente una actitud y a los individuos que la sostienen, satanizar e insultar hasta que se obtiene una presa que poder exhibir a ese público al que se ha ido calentando: ya está, los “violentos� se encuentran entre rejas. Demanda de tertulia y columna de opinión, que ha alcanzado la capacidad de privar la libertad de los individuos que detesta.
Por otra parte, no deja de inquietar la falta de vergüenza de quienes ahora se rasgan las vestiduras, ya que los tiros al corazón que dispara la democrática policÃa europea no parecen ser motivo de alarma para ninguno de ellos y no tienen hueco en sus diarios y debates: nunca nos deleitaremos con una tertulia en la que se afronte si un policÃa que pega tiros a chavales es un exceso del cuerpo represivo, o si es el propio cuerpo el que tiene en su esencia generar pistoleros desbocados.
Y aquà entra el problema del huevo o la gallina, qué fue antes el disparo por parte de un policÃa contra Alexis o los sucesos del 10 de diciembre en el centro de Madrid?. Para la prensa no existe nada anterior, la noticia de ayer es sepultada por la de hoy, y lo que es considerado por los participantes de una manifestación como una respuesta a un asesinato se convierte ante los medios en una pregunta: ¿Por qué lo han hecho?, a lo que autorresponden “es violencia por violencia, no hay motivo algunoâ€?. Y esa historia, que para ellos comienza el 10 de diciembre en Madrid, necesita otra respuesta, ésta vez generada por el poder, que será meter en la cárcel a siete personas sin necesidad de pruebas, solo con la prueba autofabricada: la alarma social.
Texto extraÃdo del periódico Siete
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