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Cazamujeres de mente estrecha
18 oct 2008
Mariano Cabrero:"Le presto mi reproductor de casetes. Ya ve; pequeño como un paquete de cigarrillos. Métalo en el cajón de su mesa de trabajo, y presione aquí ("Rec"y "Play") cuando entre ese cazamujeres de mente estrecha", terminé diciéndole.
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"La humanidad es la única virtud verdaderamente sublime del hombre: es la primera, y tal vez la única que las religiones deben inspirar a los hombres, porque encierra en sí todas las demás.�
las demás."
HELVETIUS, De l’homme, I ,14.

No sale uno nunca del asombro que me produce, y lo digo con la mano en el corazón, que, muchas personas, se pasen la vida mendigando amor, justicia, paz, maternidad, humanidad...Parece ser que es nuestro sino muy común en los tiempos actuales. Narro tres historias reales, ficticias, soñadas quizá... ¡Si hablará mi corazón...de cuantas cosas nos enteraríamos! Y habló mi corazón y me relató:
1. La honestidad:

¡ES verdad! Soy un hombre observador, y disfruto-desde luego-ayudando a mis semejantes. Era la hora de la siesta-que nunca duermo-, y me encontraba sentado sobre un banco en el jardín. Dos mujeres jóvenes-entre treinta y cinco y cuarenta años-hablaban a voces, como lo hacemos la mayoría de los españoles. Piensa uno que ha escuchado todas las cosas de este mundo. Pero no; siempre surge algo nuevo. "No puedo aguantar más. Fíjate: ayer me dijo–mi jefe–que, si me acostaba con él, me propondría para jefe de sección. Ya sabes, habrá pronto un concurso–oposición de régimen interno por méritos (?)... ¡Qué cara dura!", le contaba la rubia a la pelirroja. "Pues, si fuera yo, no lo pensaría dos veces. ¡Mira qué...son doscientos cuarenta con cuarenta euros más al mes! ¿Quién iba a enterarse?", le contestó la pelirroja.

Y es que en las empresas, públicas y privadas, se hayan ya muchas mujeres desempeñando labores propias de los hombres, pero sin perder para nada su identidad femenina. A su lado deambulan desaprensivos, vividores, buscadores de cuerpos–oro suave–femeninos deseados...que acosan sexual y moralmente a las féminas–sean casadas, solteras o viudas–.Pasados unos minutos la rubia quedó sola, pero cómo estamos en democracia, me dijo mi atrevimiento: "Acércate a esa chica, y trata de ayudarla". "¡Perdone, señorita, mi atrevimiento! No he podido sustraerme a escuchar sus conversaciones y, de verdad, creo que debe denunciarle", le manifesté. "Le presto mi reproductor de casetes. Ya ve; pequeño como un paquete de cigarrillos. Métalo en el cajón de su mesa de trabajo, y presione aquí ("Rec"y "Play") cuando entre ese cazamujeres de mente estrecha", terminé diciéndole.

No es prueba suficiente ante los tribunales de justicia, pero si evidencia ética para que le cambien de negociado. "¿Cree que tendré arrestos suficientes para tenderle esta pequeña trampa a ese hijo...?", me contestó. Claro que sí–le dije–, pues la democracia–sus leyes–le confieren el derecho a defenderse, y belleza le sobra en abundancia pero para ser mujer de un solo hombre: su marido. Pues bien, enseñando a un sinvergüenza a respetar a las mujeres, respetará a la propia.

Quien ama y respeta a una mujer está amando y respetando al mundo entero. No olvidemos que, si nosotros estamos pernoctando en este valle de lágrimas, se lo debemos a ellas. "La mujer quiere ser amada sin razón, sin motivo; no porque sea hermosa o buena o bien educada o graciosa o espiritual, sino porque es" (Henri Fréderic Amiel, diario íntimo II).Nos tenían enseñado–en años anteriores–que por el mero hecho de haber nacido hombres, y no mujeres, dominaríamos el mundo: gran error el cometido por nuestros maestros. Hoy por hoy, y a Dios gracias, la mujer/es está/n liberadas para bien o para mal, pero han asumidos todas sus consecuencias. Realmente esta señorita–funcionario, como otras muchas, están-- todos los días del año–mendigando honestidad… Cierto es, y hemos de decir que, el acoso sexual, existe en todos los países del mundo–por desgracia.

Y es que el motor que mueve la sangre por mis venas, el corazón, me habla siempre en silencio, y me dice, muchas veces, que todos somos unos mendigos...en busca del amor, en busca del amor de nuestro semejantes. Hoy han hablado tres mendigos, mañana…Pero, es cierto y verdadero que, sin lugar a dudas, los mendigos también aman.

La Coruña, 18 de octubre de 2008
©Mariano Cabrero Bárcena es escritor

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