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Notícies :: pobles i cultures vs poder i estats
25 anys de la mort de José Bergamín, 'Angel Rebelde'
28 ago 2008
El proper 29 d'agost se celebrarà a Donosti un acte d'homenatge a José bergamín, en el 25 aniversari de la mort d'aquest escriptor madrileny, antifeixista i internacionalista, que volgué morir a Euskal Herria per fer-ho "fora d'Espanya".
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Amigos de Bergamín recordarán al escritor en el 25 aniversario de su fallecimiento

Un grupo de amigos de José Bergamín han constituido una comisión con el fin de que el vigesimoquinto aniversario de la muerte del escritor no pase desapercibido. Al menos, en Euskal Herria, donde expresamente quiso ser enterrado, «para no dar a mis huesos tierra española».

DONOSTIA

José Bergamín falleció el 29 de agosto de 1983 en Donostia, donde residía desde el año anterior, y fue enterrado al día siguiente en el cementerio de Hondarribia. Con ese motivo, los amigos del escritor, entre ellos personas muy conocidas, como Miguel Castells, Alfonso Sastre, José Félix Azurmendi o Xabier Sánchez Erauskin, están organizando para el 29 de agosto, en Donostia, una jornada de homenaje abierta, en el marco de los Cursos de Verano de la UPV. Según han indicado a GARA, «probablemente se dividirá en dos partes: una, en la que especialistas de renombre internacional abordarán la figura de Bergamín como escritor cimero de la literatura española del siglo XX y, otra, en la que intervendrán personas que lo trataron durante su estancia en Euskal Herria». El día 30 tendrá lugar una ofrenda floral en el cementerio de Hondarribia.

Paralelamente, los promotores del homenaje trabajan en la recogida de fotografías, textos originales y libros del escritor de cara a una exposición que se inaugurará también en el marco de los Cursos de Verano.

Ya en otoño, en Hondarribia, en colaboración con el Ayuntamiento y diversas entidades, tendrán lugar otro tipo de actos conmemorativos que permitan acercar la figura de Bergamín al pueblo en el que quiso reposar para siempre. «En este sentido -han señalado los promotores de la iniciativa-, el reciente hallazgo de los restos del comandante Saseta en Asturias y su traída a Hondarribia, para que reposen al lado de la tumba de Bergamín, proporcionará un carácter mucho más cercano y simbólico al abrazo entre un republicano que murió con la ikurriña sobre su cuerpo y un gudari que cayó defendiendo la bandera republicana».

José Bergamín nació en Madrid en 1895. Prolífico escritor encuadrado en la llamada Generación del 27, fue amigo personal de muchas de las figuras de la cultura española del momento, como García Lorca, Unamuno o Juan Ramón Jiménez.

Durante la República ocupó diversos cargos institucionales. Cuando estalló la guerra, fue enviado a París con la misión de recabar apoyo entre los intelectuales franceses, misión que le llevaría también a Estados Unidos, Canadá y la URSS. En 1937, presidió el II Congreso de Intelectuales Antifascistas, celebrado en Madrid y Valencia.

Contra la Transición

Tras la derrota, conoció el exilio en México, Montevideo y Caracas. Regresó a Madrid en 1958, pero, en 1963, como consecuencia de haber encabezado una protesta por las torturas policiales a mineros asturianos en huelga, tuvo que exiliarse de nuevo, primero, de nuevo en América y, luego, en París.

Muerto el dictador, Bergamín pronto mostró su radical oposición al proceso conocido como Transición. Empezó a colaborar en «Punto y Hora» y «Egin», proclamó su apoyo a Herri Batasuna y, en 1982, se instaló en Donostia, a modo de autoexilio. Solía decir que quería acabar su vida en Euskal Herria para hacerlo fuera de España.

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Homenajes a José Bergamín, en el 25 aniversario de su fallecimiento

José Bergamín murió hace 25 años en Euskal Herria, donde se sentía exiliado «de una España que ya no está en mí», decía. Sus amigos han organizado actos para honrar la memoria de alguien a quien el filósofo Aranguren calificó como el más grande intelectual español del siglo XX.


La estancia final de José Bergamín en Euskal Herria fue breve -se instaló en Donostia a finales de mayo de 1982 y falleció el 29 de agosto de 1983-, pero, sin duda, muy intensa. Aquí hizo nuevos amigos y se reencontró también con algunos que conocía de antiguo. Han sido precisamente algunos de esos amigos, entre los que se encuentran Alfonso Sastre, Miguel Castells, José Félix Azurmendi y Xabier Sánchez Erauskin, quienes no han querido que este vigesimoquinto aniversario pasara desapercibido. «Demasiado lo silenciaron durante el franquismo y también en la Transición», argumentan. Por ello, han organizado para mañana una jornada dentro de los Cursos de Verano de la UPV y, el sábado, un homenaje en Hondarribia.

La jornada, abierta al público, tendrá lugar en el palacio de Miramar a partir de las 17.00 horas. En ella participarán Florence Délay, Alfonso Sastre, José Esteban, José Félix Azurmendi y Xabier Sánchez Erauskin. Todos ellos analizarán la figura de Bergamín como intelectual y como amigo, así como su relación con Euskal Herria. Un invitado especial del acto será el ex presidente de la Generalitat de Catalunya Pasqual Maragall, estrechamente vinculado a Bergamín por razones familiares y personales.

El sábado, el homenaje tendrá lugar a las 12.00 en el cementerio de Hondarribia, ante la tumba donde descansan sus restos.

A sus ochenta años, Bergamín decía con sorna que, desde la Guerra, en la que, tras haberlo perdido todo, había «dejado de ser burgués», seguía vivo porque no tenía dónde caerse muerto. Fue más o menos entonces cuando decidió que ya era hora de encontrar un lugar para dar reposo a su querido esqueleto. Asqueado con la España de la Transición, que consideraba una traición a los ideales de la República, y boicoteado en los medios madrileños, escribió en la localidad andaluza de Fuenteheridos aquel poema, terrible para alguien que, sin duda, amaba apasionadamente a España: «No quisiera morirme/ aquí y ahora/ para no darle a mis huesos/ tierra española». Y, para evitar dar a sus huesos tierra española, decidió exiliarse una vez más, en esa ocasión en Euskal Herria, donde la lucha del pueblo vasco, que identificaba con la lucha de HB y ETA, no le hacían sentirse en España, y donde, además, tuvo ocasión de explayarse en «Egin» y «Punto y Hora», publicaciones con las que ya venía colaborando.

En Euskal Herria encontró, por fin, dónde caerse muerto, y su féretro fue cubierto con una ikurriña. Su buen amigo Rafael Alberti escribió: «Ha muerto como perdido, lejano, ejemplarmente íntegro en su fe, en su desilusión de tantas cosas, admirado pero no tan reconocido como merecía; discriminado, marginado, como personaje molesto, con el que para muchos no era grato tropezarse».

UNA CALLE

A sugerencia del colectivo de amigos de Bergamín que ha organizado los actos conmemorativos del vigesimoquinto aniversario, el Ayuntamiento de Donostia tramita dedicar una calle al escritor.
Ficha

29 de agosto: Jornada abierta al público, a partir de las 17.00 horas, en el palacio de Miramar.

30 de agosto: Homenaje, a las 12.00, en el cementerio de Hondarribia.

Hasta el 5 de septiembre: Exposición en el palacio de Miramar.
Un escritor maldito siempre dispuesto a conocer amigos

Amigos de Bergamín en Euskadi, que así se denomina el colectivo que ha organizado los actos de homenaje, ha preparado también una exposición que se puede visitar hasta el 5 de septiembre en el palacio de Miramar.

«José Bergamín, pensador y escritor maldito» es una muestra que, a través de fotografías y publicaciones, repasa la vida y la obra del autor. En una imagen, por ejemplo, se le puede ver en aquel homenaje a Góngora que sirvió para etiquetar a la «Generación del 27», que él llamaba «Generación de la República». Hay ejemplares de «Cruz y raya», la revista que editó en los años 30 y que cabe considerar como precursora de la Teología de la Liberación. No faltan los testimonios de sus sucesivos exilios en América o en París, ni algunos de sus chispeantes aforismos, como ése que reza: «Estar dispuesto a equivocarte es predisponerte a acertar».

La muestra, en su modestia, está en todo momento orientada a suscitar el interés por la obra del homenajeado, en general, poco conocida, entre otras cosas, porque ha sido silenciada. Decía Bergamín -y así consta en la lápida de su tumba-: «Amigo que no me lee, amigo que no es mi amigo». Y, claro, los organizadores del homenaje no quieren perder la ocasión de ampliar el círculo de amigos de alguien que, como su maestro Unamuno, consideraba que «vivir es pensar, y pensar, comprometerse». Y que «escribir es el santo oficio de inquirir la verdad y, además, de decirla».

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Miguel Castells Arteche Amigo personal de José Bergamín

--BERGAMIN EN EUSKADI:

Bergamín, en un libre ejercicio de autodeterminación, ya cortadas las amarras y quemadas luego las naves, se vino aquí, y aquí se sintió en casa y encontró su pueblo. «Pueblo vivo porque pelea por serlo», decía

Nuestra relación personal, que dio lugar a una intensa amistad, se inició hacia el año 1978. Desde los primeros contactos José Bergamín dejó claro su compromiso en la lucha por la independencia de Euskadi.

Una consecuencia de ese compromiso fue su renuncia pública al título de Comendador de las Artes y Letras de Francia, que en su día se le otorgó por el ministro Malraux. En septiembre de 1979 Teresa Bergamín llevaría, en su Dos Caballos, desde Madrid a «Egin» en Hernani, copia del telegrama remitido a París. En el telegrama José Bergamín comunica, con la renuncia, su «indignada protesta por la criminal persecución que se les hace [por Francia] a los refugiados vascos».

Un buen día, cuando ya llevaba un tiempo participando en la contienda del pueblo vasco, José Bergamín me dijo que quería vivir en Euskadi. Le respondí que aquí ya estábamos suficientes y que a él le necesitábamos defendiendo la causa vasca desde Madrid. Esta conversación se repitió en varias ocasiones y en la última José me dijo que en Madrid no podía hacer nada, que en los artículos que le publicaba el periódico «El País» le suprimían, sin advertirle previamente, los párrafos que trataban de Euskadi y que luego le visitaba Javier Pradera para explicarle que la supresión se la habían hecho por su bien. Y José Bergamín, en un libre ejercicio de autodeterminación, ya cortadas las amarras y quemadas luego las naves, se vino aquí, con su hija Teresa, y aquí se sintió en casa y encontró su pueblo. «Pueblo vivo porque pelea por serlo», decía Bergamín.

La lucidez, la coherencia y la honestidad caracterizaron el pensamiento y la conducta de Bergamín. José Bergamín fue un poeta lúcido. Fue lúcido en muchos órdenes de la vida y por supuesto no fue sólo poeta; pero sabida es la relevancia de determinados poetas en la lucha por la libertad de los pueblos. Martí, Telesforo de Monzón, valgan como cita de ello, cada uno en su circunstancia concreta.

La lealtad de Bergamín, a quien estuve muy unido, por el trato y en el afecto, sus últimos años, y cuyos últimos momentos no olvidaré, me obliga a resaltar su entrega a la causa de la independencia vasca, que defendió con la pluma y con la acción. Para rememorar, recomiendo la lectura de dos libros: el titulado «Escritos en Euskal Herria», colección de escritos de Bergamín, seleccionados por Sánchez Erauskin, y la obra del propio Sánchez Erauskin «José Bergamín ángel rebelde», en la que se recoge, entre otras intervenciones, la participación de Bergamín en actos de HB.

José Bergamín vino a vivir y vivió en Euskadi participando en la lucha del pueblo vasco. Hizo de Euskadi su tierra y fue su voluntad que, al final de sus días, diéramos a su cuerpo tierra en Euskadi. Hace ahora 25 años se cumplió aquel deseo.

Creo que en el modo de entierro también respetamos lo que Bergamín hubiera querido. Una comitiva muy larga de vehículos, circulando lentamente, acompañó los restos corporales desde la vivienda del nº 2 de la calle Pedro Egaña de Donostia hasta el cementerio de Hondarribia. Abría la comitiva el vehículo, un sencillo Panda, que ocupaban la hija de José Bergamín y las enfermeras que le asistieron en su enfermedad final. En algunos puntos del trayecto, grupos de personas esperaban el paso, respetuosos y portando ikurriñas. En el cementerio ofició de cura popular Balentxi y tomó la palabra Txillardegi, que expresó el reconocimiento a José Bergamín por integrarse en el pueblo vasco y luchar por su libertad. Sobre el ataúd y en la tumba una espontánea extendió la ikurriña y, puño en alto, cantamos el Eusko Gudariak.

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Comentaris

Bergamín y Euskadi
28 ago 2008
Cristina Maristany Escritora


De su estancia guardo cartas en las que rezumaban felicidad los días vividos en Donostia. Atrás sólo quedó el profundo asco que sentía hacia esa España servil y desconocida que rehusaba. Fue como una ablación, quiso desnacerse y supo cortar ataduras con un país que había dejado de ser el suyo

Han transcurrido ya 25 años desde aquel tristísimo día de su muerte en medio del temporal que asoló Euskadi entera: era el 28 de agosto de 1983. Un año antes se había trasladado a vivir allí con su hija Teresa. Había anunciado que se iba de España, que pensaba exiliarse; no podía aguantar más este país que tanto había amado e idealizado, y que tanto llegó a despreciar. Fue a encontrarse con su mundo, un mundo que él entendía y en el que era entendido. De su estancia guardo cartas en las que rezumaban felicidad los días vividos en Donostia. Atrás sólo quedó el profundo asco que sentía hacia esa España servil y desconocida que rehusaba. Fue como una ablación, quiso desnacerse y supo cortar ataduras con un país que había dejado de ser el suyo.

Cada vez se sentía más identificado con la lucha del pueblo vasco. Decía que no se puede exterminar a los pueblos cuando sus hombres mueren por ellos y que un resistente es todo lo contrario de un terrorista. Además, allí no se había apostado por la reforma, sino por la ruptura.

Durante sus años en el Estado español fue permanentemente ninguneado, habiendo sido una de las figuras claves de la vida literaria de este país desde los años veinte. Errabundo siempre, cuando al fin regresa siente la incomunicación total que le rodea. La caducidad de los seres y de las cosas es difícil de asimilar; son auténticas mutaciones las que se producen en ese mundo de intelectuales podridos y mediocres que nunca pudieron entender la grandeza de su obra ni su rebeldía republicana. Con la monarquía asumida por todos los partidos políticos, incluido el comunista, se presentó como candidato de Izquierda Republicana al Senado. Fue la única vez que concurrió a unas elecciones, en 1979, y aún se recuerda su inolvidable mitin en el cine Europa.

De las cartas que nos envió desde Donostia a mi compañero Rafael Lorente y a mí, recuerdo una muy divertida cuando le pedimos un poema para el libro sobre la PAZ que editaba el Ayuntamiento de Madrid, o sea, Enrique Tierno Galván. Con enorme cariño y guasa, como un niño travieso, nos escribía diciéndonos: «¿Pero cómo se os ocurre invitarme a colaborar con sepulcros blanqueados, con el gran tartufismo internacional fariseo? ¿O es una broma municipal tiernogalvanista? Bueno, ya podíais haberme hecho el honor de suponer mi respuesta con los tres jamases históricos: jamás, jamás, jamás. Os lo perdono. ¿Cuándo vais a venir por acá para una comilona en Guetaria? Y esto no es broma, estáis invitados en serio y se os espera».

Más adelante le propusimos que nos enviara poesía combativa para un libro en el que interveníamos varios poetas y pintores: su título «Antología de la libertad». Lo editó la editorial Revolución. Esta petición sí le gustó y nos envió el poema «Chapucería y basura (España 1983)». El libro fue publicado en Mayo, tres meses antes de su muerte. En el diario «El País», en sus reseñas sobre la feria del libro de ese año en Madrid, decía que Agustín Rodríguez Sahagún se había ido directo en busca del libro.

Creo que, transcurridos esos veinticinco años, ahora sí habría apostado por la paz, como lo hizo Jon Idígoras en su último acto político importante en Anoeta. Dijo: «Hemos pagado una cara factura, pero lo hemos hecho en pie y con el puño cerrado, y lucharemos hasta la victoria final... Para avanzar hay que ser generosos y hay que abrir nuevos caminos, pese a los riesgos». Pero la lucidez de Pepe y su profundo conocimiento de la cobardía del Partido Socialista también se habrían dejado oír.

Después de aquel maravilloso 22 de marzo, tras el anuncio del inicio de la tregua que supuso una esperanza para tantos millones de personas dentro y fuera del Estado español, contemplábamos asombrados cómo día a día el hecho más importante ocurrido en este país tras la muerte de Franco, iba aceleradamente hacia el fracaso. Todas, absolutamente todas las puertas se iban cerrando a quienes (por primera vez en su historia llevaban tres años y medio sin muertes) habían declarado el alto el fuego permanente, y todas sus intervenciones eran a favor de la búsqueda de la paz.

El presidente Rodríguez Zapatero no sólo no movió ficha: ni siquiera insinuó que tuviera la intención de hacerlo. Tal vez Bergamín habría intuido que se trataba de una baladronada zapateril, un acto más del camaleónico presidente que nada tenía que ver con aquel recién llegado a la Moncloa que sí se atrevió a retirar las tropas de Irak.

Antonio Alvarez-Solís decía en un artículo «¿Cómo es posible convivir con los que no existen? Doscientos, trescientos mil vascos, sobre una población de dos millones, son declarados inexistentes». Los artículos de Bergamín sobre los hechos acaecidos, incluido el pucherazo electoral, habrían sido antológicos.

Florence Delay le define así: «Andaluz nacido en Madrid, enterrado bajo la bandera vasca en Fuenterrabía, encarna una figura extrema cuyo corazón fue la República». Yo sólo quiero rendir mi más humilde homenaje al hombre, al poeta, al gudari que ya en su primer libro «El cohete y la estrella» dijo que «existir es pensar, y pensar es comprometerse», y repetir con los amigos vascos: Bergamín, herria zurekin.

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