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Abriendo puertas
08 feb 2008
Una historia de la Okupación en la ciudad de Valencia, casi 20 años de experiencias con resultados desiguales, que, cuanto menos, dejan muchas preguntas en el aire: ¿ha incidido la ocupación en la transformación de la sociedad? ¿han supuesto las okupaciones una alternativa colectiva o una vía personal? ¿es el momento de inventar nuevas prácticas reinvindicativas? ¿es la ocupación realmente un movimiento social?
Se acuerdan del kasal popular de la calle Flora? Sí, aquel que despertó en los valencianos el interés por el movimiento okupa, por sus personajes, por sus ideas y por sus miserias. Pues desde aquello ya han pasado casi 20 años a lo largo de los cuales se ha escrito una historia intensa de contar, siempre impregnada de aires de libertad y reivindicación y más frecuentemente de lo necesario cargada de violencia, la que según sus protagonistas ejerce el Estado y la que según el Estado no han sabido evitar ellos.

De estos veinte años habla el libro «Abriendo puertas» (La Burbuja-2007), obra de Francisco Collado Cerveró, un escritor que ha vivido desde dentro la historia del movimiento okupa de Valencia y que describe kasal a kasal, manifestación a manifestación, detención a detención, el inicio, auge, acoso y caída de este movimiento alternativo.

El escenario de esta historia es Valencia, «la ciudad de los grandes pelotazos urbanísticos» donde el desarrollismo se ha convertido en el auténtico «monstruo que la devora». Y frente a esto un «David» llamado movimiento okupa, un impulso juvenil nacido en Inglaterra y Holanda en los postreros años setenta que diez años después llegó a España para «reapropiarse de espacios abandonados que son considerados fruto de una usurpación anterior ejercida por el capital». «La okupación - dice el autor- no va ligada a una ideología determinada, ni mucho menos a una estética de tribu urbana». «Su intención es dar respuesta a la exclusión residencial, a la carestía de las viviendas, a la falta de equipamientos públicos y a la especulación inmobiliaria», sentencia.

La primera ocupación de Valencia se produjo el 20 de enero de 1989. Desde varios meses atrás la Assemble d’Okupes de la ciudad venían celebrando reuniones en el Casal Municipal del Carme y ese día se ocupó el kasal popular Palma 5, un edificio abandonado que había sido sede de una Iglesia Evangélica. En este local se hicieron multitud de actividades con el apoyo de multitud de organizaciones como Radio Klara, el Movimiento de Objeción de Conciencia (MOC) o el Kolectivo de Jóvenes de Mislata (KJM).

Aunque con un discurso confuso y poco elaborado, hubo campañas contra los hipermercados, las elecciones europeas, la monarquía, el servicio militar o la heroína. Era el inicio de una revolución que fue abortada después de quince meses de trabajo, pero que renació con más fuerza y se extendió por toda la ciudad.

Después de Palma 5 vinieron el kasal popular de la calle Lliria, Amanecer y el kasal popular de la calle Flora, el más emblemático de todos. Su ocupación se produjo el 30 de abril de 1991. «Esa tarde se hizo un pasacalle pro-okupación por el Carme que se dirigía hacia el kasal de la calle Lliria. Se trataba de una manifestación reivindicativa y, al mismo tiempo, maniobra de distracción para la policía. Entre tanto, algunas okupas se encargaban de abrir el nuevo local y la gente cruzaba el río en pequeños grupos hasta juntarse más de cien personas. Esa noche se hizo una asamblea en el patio mientras la gente iba descubriendo el local», cuenta el libro.

Con esta ocupación se consolidó el mensaje ideológico y se llegó a la conclusión de que los proyectos de larga duración eran posibles. De hecho, proliferaron las kasales por toda la ciudad y su área metropolitana y se inició el enfrentamiento con los grupos nazis que nunca ha dejado de existir.

El asesinato de Davide, un líder carismático del movimiento okupa a manos de cuatro personas extranjeras ebrias fue un duro golpe del que se sobrepusieron con una fuerte actividad - conciertos, exposiciones, comedor vegano, talleres etc.- y cierta complicidad con los vecinos del barrio, que en éste y en otros casales mostraron un importante grado de adhesión.

Después de muchos rumores, este kasal fue desalojado el 20 de noviembre de 1996. Meses antes había llegado al Poder el PP y los desalojos se multiplicaron, iniciando una etapa de confrontación que dio mayor visibilidad al movimiento okupa, pero que también supuso la criminalización del colectivo, de sus protestas y de sus acciones de respuesta, que llegan a ser equiparadas con el terrorismo.

Progresivamente fueron ocupados el kasal popular de la Malvarrosa, el cine Iberia, Saudi Park, la Casa del Riu, el Mercat de Benimaclet, la Fábrica Maelectric, la Kasa dels Sonnis, el Palauet de Russafa, Pepica la Pilona, el Limonero, Bombas Geyda y el Teatro Princesa.

Esta última ocupación se llevó a cabo el 16 de octubre de 1999 en respuesta al desalojo de la fábrica de Bombas Geyda, pero esa misma noche se produjo el desalojo y la tragedia. Hubo 52 detenidos y el joven José Luis Enguídanos murió al caer desde la platea al patio de butacas y golpearse la cabeza. El colectivo entendió que a Engui lo había matado la policía y se inicio una etapa de radicalización de mensajes y acciones. El 23 de octubre de 1999 tres mil personas salieron a calle para protestar por este desalojo mortal.

La entrada en el nuevo milenio y los años sucesivos tiene como nuevo aliciente la subida espectacular del coste de la vida y del mercado inmobiliario, que aún siendo el origen del movimiento okupa había quedado diluido en otras batallas contra el fascismo, la mili o la persecución policial. Nombres de esta época son los CSO (Centro Social Okupado) La Jerónima, Mateo Morral, El Montón, Malas Pulgas, La Sola, Las Vías, El Búnker, L’Horta o Xaloc, además del barrio de la Punta, que se convierte en epicentro de sus últimas actuaciones contra la especulación urbanística y la ampliación del puerto.

De todos ellos merece una parada especial Malas Pulgas, un edificio de la calle Doctor Lluc ocupado el 7 de abril de 2000. Junto con Pepica La Pilona se convirtió en centro de la actividad alternativa, centro de reunión y esparcimiento del colectivo y santo y seña de sus reivindicaciones. Por eso su desalojo el 14 de octubre de 2002 sentó especialmente mal. Esa misma tarde fueron detenidos cuatro jóvenes acusados de destrozar dos inmobiliarias en el Marítimo y pasaron cinco meses en prisión.

Más recientemente, el 13 de agosto de 2006 se incendio Pepica la Pilona y se volvió a ocupar Malas Pulgas, que nunca se convirtió en el museo del Maestro Padilla que prometía su dueña. Pero sólo fue un espejismo. El 17 de enero de 2007 hubo un nuevo desalojo y con él caían los principales estandartes del movimiento. «Pese a esta voluntad transformadora, la práctica de okupar es un fenómeno que cada día se da menos en Valencia.

La vitalidad de otros momentos se ha diluido y no ha logrado la repercusión social que pretendía, resultando cuanto menos paradójico tan escasa acción frente al desolador panorama que ofrece esta ciudad », resume el autor. «Para muchas personas implicadas, practicar continuamente la desobediencia civil y enfrentarse a una enorme represión se convierte en frustración y agotamiento. No obstante, hay que reconocer el esfuerzo de esa gente que se juega el tipo construyendo y difundiendo autogestión y luchando por los derechos de la ciudadanía a liberar esos espacios», añade Francisco Collado, quien se pregunta, para terminar, si será el momento de reimpulsar el movimiento okupa o buscar otras formas de lucha.

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