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Notícies :: amèrica llatina
La política exterior de Suecia y la socialdemocracia
11 gen 2008
La pérdida de las ventajas sociales y derechos laborales afectan a los ciudadanos suecos.
La dirección del partido y los gobiernos desde Ingvar Carlsson a Göran Persson, pasaron aceleradamente a una clara aceptación de la dictadura del mercado y de la imposibilidad de luchar por ello.

Hace unas pocas semanas atrás me invitaron a participar junto a un periodista ex-encargado de las páginas internacionales del desaparecido diario Arbete, en una reunión organizada por un núcleo de base de la socialdemocracia de Malmö, para discutir qué proposiciones se le podrían hacer llegar a Mona Sahlin en materia de política exterior no sólo para el trabajo como oposición y sino también con vista a un futuro gobierno socialdemócrata.

Allí pude constatar que entre el auditorio formado por viejos trabajadores, activistas barriales y sindicales, y algunos jóvenes activos en la solidaridad internacional existe un gran descontento y son muy críticos con el rumbo que tomó la política exterior de Suecia, bajo el liderazgo de los gobiernos socialdemócratas luego de la desaparición de Olof Palme.

Básicamente los asistentes se mostraban unánimemente preocupados por el abandono que Suecia venía haciendo de su condición de país neutral, la cada vez más estrecha colaboración militar con la OTAN y Estados Unidos, y no menos por la pérdida de su otrora activo papel en los foros internacionales en favor de la paz y de solidaridad con los países del Tercer Mundo.

Estas voces críticas no son distintas a las que se expresaron dos años atrás en el Congreso del partido realizado en Malmö, donde por ejemplo veteranos políticos internacionales socialdemócratas como Maj Britt Theorin y otros, lucharon sin éxito por un cambio y una mayor definición de izquierda en el programa de la socialdemocracia en relación a la política internacional.

Cualquier persona con un mínimo de interés y sin tener que ser un especialista en política exterior puede darse cuenta del giro adoptado, que ha plegado a Suecia -vía pertenencia a la Unión Europea- a los dictados de la unípolaridad internacional de Estados Unidos en todo un conjunto de asuntos que van desde la industria y exportación de armamentos, la colaboración militar hasta el abandono de la cooperación y solidaridad con el mundo pobre siguiendo los dictados más crudamente neoliberales.

Podríamos preguntarnos qué fuerzas internas de derecha se movieron en su momento en la socialdemocracia sueca tras el asesinato de Palme, para facilitar, promover y llevar adelante dicha transformación, que no sólo atañe a la política exterior sino que se extiende y abarca notables retrocesos ideológicos en otros ámbitos internos de la vida del país.

La desconstrucción socialdemócrata

Dos décadas después, soy de la opinión que los socialdemócratas suecos, del clásico y polémico postulado de la posibilidad de reformar y humanizar el capitalismo en favor de los trabajadores y del pueblo camino a una lejana sociedad socialista -que se hizo práctica con el modelo de Estado de Bienestar, de capitalismo de Estado- la dirección del partido y los gobiernos desde Ingvar Carlsson a Göran Persson, pasaron aceleradamente a una clara aceptación de la dictadura del mercado y de la imposibilidad de luchar por ello.

Con todo lo que se deriva de un vaciamiento en lo ideológico, político, económico, social y no menos en materia de política exterior.

Ulf Bjered, socialdemócrata y profesor universitario en un interesante artículo (DN, 23 12 07) sostiene que a la socialdemocracia le ha sido difícil manejar la herencia que dejó Palme en política exterior. �Desde la mitad de los 60 hasta el final de la guerra fría la política exterior sueca se asoció a una abierta crítica a las superpotencias Estados Unidos y Unión Soviética; también a una posición independiente en los conflictos internacionales; de apoyo a los movimientos de liberación nacional y además de solidaridad con los pueblos oprimidos del Tercer Mundo. Hoy se hace difícil caracterizar la política exterior sueca�.

Bjered sostiene que “Muy frecuentemente se repite como una oración de que Suecia contribuye a la política exterior común de la socialdemocracia en la Unión Europea, pero sin especificar cuál política se quiere para la misma. La unidad de la UE se transforma así en un fin en sí mismo. Mientras las diferencias de líneas ideológicas que existen entre la izquierda y la derecha en la UE en lo concerniente a política exterior, se diluyen en una bruma. Y esto no es nada bueno, ni para la propia socialdemocracia ni tampoco para el debate político.�

El cambio ha sido tan significativo, que en toda una serie de temas internacionales de extrema gravedad (los bombardeos de la OTAN a la ex-Yugoslavia, las invasiones a Afganistán e Irak, violaciones a los derechos humanos por parte de Estados Unidos en las cárceles secretas, Abu Ghraib y Guantánamo, entrega de sospechosos a los aviones de la CIA, adopción de las políticas �antiterroristas� norteamericanas) y la aceptación en la ONU y otros organismos internacionales de las imposiciones imperialistas de Estados Unidos.

La socialdemocracia sueca y su gobierno no sólo se quedó muda o actuó a la defensiva como sostiene en su artículo Ulf Bjered, también se hizo cómplice del nuevo �desorden internacional� y reparto del mundo, dictado por Washington y seguido a pie juntillas por los grandes europeos en Bruselas.

Se ha aceptado como principio que lo que es bueno para los grandes negociantes y capitalistas, también es bueno para el país. Así se ha permitido que la industria armamentista sueca, hoy en mano de Estados Unidos, Gran Bretaña o Alemania, por ser propietarios directos de las mismas o de las patentes, tenga como principal comprador a Estados Unidos y sus aliados en la OTAN.

Y lo peor de todo, en una peligrosa e irresponsable política exterior, se permite y alienta que soldados suecos participen más y más directamente en operaciones militares al mando de generales norteamericanos o británicos en lejanos territorios ocupados por fuerzas imperialistas.

Una política exterior que llega al extremo de abandonar a los palestinos a su suerte, deja de condenar las atrocidades del ocupante mientras establece una estrecha colaboración militar y comercial con Israel, lo que fue en su momento fuertemente criticado entre otros, por el ya desaparecido ex-canciller socialdemócrata Sten Andersson.

Al final de aquella reunión los asistentes me preguntaron dos cosas, (la primera fácil de responder, la otra correspondiente a la futurología política): ¿Puede Suecia en la UE volver a tener una política independiente como la de antaño? y ¿Podría Mona Sahlin como primer ministro de un gobierno socialdemócrata, cambiar esto?.

Estoy convencido de que no sólo es posible, sino que es necesario que Suecia tenga su propia política exterior independiente en la Unión Europea, porque no existe ningún impedimento formal o legal que se lo impida en su condición de miembro pleno. A la segunda pregunta respondí con un simple �no sé� y agregué que todo dependía de la voluntad política que demostrara Mona Sahlin, a partir de que supiera retomar en lo interno y externo de Suecia, los tres grandes principios doctrinarios básicos que antes tuvo el movimiento obrero sueco y la socialdemocracia: libertad, igualdad y solidaridad.

Pese a su generalidad estos pilares fueron sustento en política exterior de la lucha contra el hegemonísmo e ingerencia de las grandes potencias; del derecho a la autodeterminación de los países y la lucha por un orden económico internacional más justo y solidario.

En América Latina, a Palme y a Suecia se les conoció y apreció por su solidaridad con Chile de Allende; con Cuba, Nicaragua y El Salvador; en apoyo a las víctimas y perseguidos por las dictaduras militares sostenidas por Estados Unidos; en �frica, con los luchadores anticolonialistas y contra el apartheid; en Medio Oriente con los palestinos; sin dejar de recordar el importante sitio y prestigio que Suecia supo alcanzar luchando en favor de la paz y la cooperación internacional, contra las guerras y por el desarme nuclear.

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