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Acteal en la memoria histórica
02 des 2007
El 22 de diciembre de 1997 un grupo paramilitar disparó de manera indiscriminada en el interior de una iglesia de la comunidad de Acteal, Chiapas. Las balas se llevaron la vida de 45 indígenas totziles: 16 niñas, niños y adolescentes, 20 mujeres y 9 hombres. 7 de las mujeres estaban embarazadas.
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Acteal en la memoria histórica

Blanca I. Martínez Bustos* /I

El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas ha seguido con atención las primeras dos partes del artículo “Regreso a Acteal� (escrito por Héctor Aguilar Camín y publicados en la revista Nexos, números 358 y 359).

El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas ha seguido con atención las primeras dos partes del artículo “Regreso a Acteal� (escrito por Héctor Aguilar Camín y publicados en la revista Nexos, números 358 y 359). Hemos sido, además, pacientes observadores de la discusión suscitada en medios de comunicación, ámbitos sociales, civiles y gubernamentales sobre este tema.

A la luz de este debate entendemos que el escrito de Aguilar Camín tiene un sesgo interpretativo que responde a un concierto de intereses que buscan desvirtuar los hechos y la naturaleza misma del conflicto armado en Chiapas. Ese sesgo parte de imprecisiones y omisiones que se vuelven serias a la hora de querer dimensionar lo que ocurrió y lo que provocó la masacre de Acteal. Lo expondremos de la siguiente manera:

a) Sobre la existencia de grupos de autodefensa o grupos paramilitares. El texto de Aguilar Camín sigue la línea desarrollada por la PGR en el Libro blanco de Acteal. En los artículos se afirma que dada la violencia zapatista y las presuntas manos atadas de las fuerzas de seguridad, Ejército y policía, de manera espontánea y como defensa, diversos grupos se armaron, aunque después la defensa se volvió ataque (Capítulo 1, “Regreso a Acteal II: El camino de los muertos�, Nexos 359, pág. 65). Esta visión presupone un enfoque discriminatorio hacia los indígenas, al mostrarlos como bárbaros en la forma en que dirimen sus conflictos; la segunda implicación es que induce a pensar que el Estado, impotente, se encontraba en medio del diferendo.

Múltiples testimonios de las víctimas han señalado la vinculación estrecha entre esos grupos armados y la policía. Vinculación que no era sólo de complicidad sino de subordinación. Como Carlos Marín señala: existía un plan elaborado por el Ejército Mexicano, denominado Plan de Campaña Chiapas 94. “‘Plan del Ejército en Chiapas, desde 1994: crear bandas paramilitares, desplazar a la población, destruir las bases de apoyo del EZLN, publicada el 3 de enero de 1998’, en la revista Proceso, que ‘parecía corresponder a una estrategia contrainsurgente precisa, diseñada en octubre de 1994 por la Secretaría de la Defensa Nacional’, en la que ‘los servicios de Inteligencia Militar debían organizar secretamente a ciertos sectores de la población civil; entre otros a ganaderos, pequeños propietarios e individuos caracterizados con un alto sentido patriótico, quienes serán empleados en apoyo de nuestras operaciones’, además de consignar que a principios de 1997, en Santa Martha y Pechiquil; en Yaxjemel, Los Chorros y Puebla –éstos en la región de Chenalhó– comenzaron a funcionar campos de entrenamiento de organizaciones paramilitares�, Milenio, 29 de octubre de 2007).

Basta comparar las afirmaciones del plan con los hechos suscitados entre 1995 y 1998 en la zona de conflicto para corroborar que la violencia paramilitar respondió a una estrategia gubernamental y no fue producto espontáneo de conflictos intercomunitarios. Levantando la mirada (cosa que no hizo la PGR en el Libro blanco de Acteal) resulta obvia la impresionante “coincidencia� que existe entre la constitución de los grupos paramilitares como Máscara Roja en Chenalhó y Paz y Justicia en la región norte, y la operación de la Fuerza de Tarea Arco Iris (1995-1998) bajo el mando del general Mario Renán Castillo (1995-1997).

Por testimonios de decenas de comunidades desplazadas se sabe que tanto Máscara Roja como Paz y Justicia tuvieron una estrecha relación con la policía; ambos grupos fueron entrenados por militares en retiro o en vacaciones; ambos expulsaron a los opositores de sus comunidades, incendiaron poblados enteros, impusieron tareas y cuotas a la población, encarcelaron, desaparecieron y asesinaron –ante los ojos complacientes de las fuerzas armadas– a sus opositores. Ambos perpetraron atentados en contra de miembros de la Cocopa, de los obispos Raúl Vera y Samuel Ruiz y de uno de los abogados de este centro, José Antonio Montero.

A los paramilitares se les encomendó “quitarle el agua al pez�, es decir, atacar a la población civil para aislar a los insurgentes, de acuerdo con la doctrina contrainsurgente del Plan de Campaña Chiapas 94. En todos los casos, los ataques se realizaron en contra de población civil, indefensa, no importando su filiación sino su autoadscripción negativa: no ser del PRI (aun así, este centro recibió denuncias de priístas que rechazaron la política violenta paramilitar y corrieron la misma suerte que sus opositores).

La más terrible afrenta que comete Aguilar Camín en su crónica no es la de afirmar cómo los indios se “mataron entre ellos�, sino la de pretender ocultar la existencia de un régimen capaz de ejecutar una política deliberada de ataques sistemáticos contra la población civil, es decir, de crímenes de lesa humanidad. El historiador busca desvanecer la responsabilidad de un régimen que hasta la fecha se mantiene cómplice de esos crímenes.

b) De lo que sucedió en el campamento de Los Naranjos o Acteal el día 22 de diciembre de 1997 y lo que lo provocó. El campamento de Los Naranjos no era un poblado, sino un campamento de desplazados de la Sociedad Civil Las Abejas. En su calidad de desplazados y aun sabiendo del ataque inminente, sus integrantes decidieron no moverse y permanecer en el lugar orando. Esa decisión no sólo tuvo motivaciones religiosas, que en un ambiente de zozobra es quizá lo único que queda. El terreno escabroso en el que se encuentra el campamento y el movimiento envolvente de los atacantes no dejaba más salida que la que llevaba al destacamento a caer en manos de la policía que se encontraba a 200 metros del lugar. En el argot militar a este operativo se le denomina la estrategia del yunque y el martillo: los paramilitares hacen la vez de martillo mientras la policía hace la de yunque, para lograr que suceda lo que finalmente ocurrió: cortar el paso a un posible escape.

Hay que recordar que desde las 12 horas del mismo 22, el padre Gonzalo Ituarte, vicario de paz y justicia de la diócesis, enterado de los disparos, habló a las oficinas del gobernador, para avisar de los hechos. Ese mismo día, la antena de comunicación de la Cruz Roja en la región extrañamente se descompuso. El ataque duró, de acuerdo con los testimonios de sobrevivientes y testigos, alrededor de siete horas, y sin embargo el gobierno no actuó para impedir o detener la masacre. Ese era su papel, no actuar, dejar que pasara lo que pasó.

* Directora del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas

http://www.jornada.unam.mx/2007/12/01/index.php?section=opinion&article=


Acteal en la memoria histórica

Blanca I. Martínez Bustos* / II y último

C) Sobre los detenidos y procesados.

Eric Hugo Flores, voz de la defensa de los presos por la masacre de Acteal, dice que hay inconsistencias en el expediente. Señala que los atacantes en realidad eran nueve y no 80, que los casquillos no concuerdan con las armas incautadas, que en 45 metros no caben 300 personas, que en la ermita donde oraban las víctimas no hay huellas de disparos, que los detenidos no presentaron positiva la prueba de radizonato, que se violaron los derechos procesales de los detenidos.

Los detenidos fueron identificados el 25 de diciembre, tres días después de los hechos. Evidentemente no presentaban ya restos de pólvora en las manos. El día de la masacre, los atacantes se retiraron antes de la tardía llegada del subsecretario de Gobierno, Uriel Jarquín. La primera acción del funcionario fue modificar la escena del crimen. Las armas de donde provenían los casquillos encontrados y que forman parte de las pruebas en el expediente siguen, a la fecha, guardadas en algún lugar de los Altos de Chiapas. No todos los atacantes portaban armas de fuego, algunos llevaban machetes.

Los primeros balazos se dispararon en la ermita. Aún se pueden ver los orificios de las balas en sus paredes de madera. Los que se encontraban dentro de ella, en su mayoría mujeres y niños, algo que no se puede olvidar, salieron corriendo tratando de proteger su vida. Es por ello que los cuerpos quedaron dispersos en diversas partes del campamento, y no sólo en la ermita ni en la grieta de 45 metros en la que depositaron (los paramilitares o Uriel Jarquín) a algunos de ellos.

Sobre estos hechos y los responsables materiales, los sobrevivientes han declarado lo que vieron y han acusado directamente a los ahora encarcelados. Junto a la evidencia encontrada, su testimonio es totalmente verosímil.

Sobre el señalamiento de que las investigaciones son imprecisas e inconclusas y que el sistema de justicia no ha respetado las garantías procesales, no hay nada nuevo. La investigación ha sido manipulada una y otra vez. La PGR se encargó de cortar la línea de mando que apuntaba a la policía y al Ejército, y más aún a Ernesto Zedillo, al concluir que la masacre fue producto de problemas intercomunitarios. Si las evidencias en contra de algunos de los procesados son débiles es precisamente por la falta de una debida investigación, para no escarbar más, no porque quienes se encuentran detenidos no sean culpables.

D) Sobre las fuentes

Las imprecisiones de la crónica del señor Aguilar Camín son muchas y graves. En sus artículos coloca las informaciones y análisis de la matanza elaboradas por la diócesis de San Cristóbal de Las Casas y la Comisión Nacional de Intermediación (Conai) y al mismo Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas como si fueran fuentes parciales del conflicto, a pesar de que estas instituciones han sido en todo momento entidades transparentes en su finalidad y su intencionalidad. Recordemos que este centro fue fundado por la diócesis y que el obispo titular y su vicario eran miembros de la hoy extinta Conai. Todo lo que estas entidades han constatado y expresado, incluyendo los errores, son públicos y verificables. A pesar de ello, el historiador afirma sin pruebas que las versiones de la diócesis cargaban “los dados hacia los agravios que habían sufrido los zapatistas� (Capítulo 3 Regreso a Acteal II: El camino de los muertos. Nexos 359 pag 70).

En el otro extremo, se exponen las versiones no públicas ni accesibles de sujetos que, dadas sus oscuras trayectorias vinculadas a aparatos de inteligencia, ponen en tela de duda su intencionalidad. La sola presencia de Manuel Anzaldo y de Gustavo Hirales en Chenalhó los hace más sospechosos aún.

Eric Hugo Flores, en quien fundamenta Aguilar Camín su crónica, tiene evidentes vinculaciones a los hoy procesados. Sin fundamento alguno da más importancia al testimonio de Lorenzo Pérez Vázquez, uno de los responsables materiales hoy encarcelados, que a lo que dicen los sobrevivientes y testigos de la masacre. Pérez Vázquez afirma que los atacantes eran apenas nueve y no 80, y que no fue una masacre sino un enfrentamiento con una columna zapatista. Lo cierto es que no existe evidencia que sustente esa versión, de ello son prueba los testimonios de los sobrevivientes. Si se trató de un enfrentamiento, ¿por qué todos los muertos eran parte de la sociedad civil Las Abejas? Este centro afirma que la versión de un enfrentamiento es totalmente inverosímil.

La verdad histórica de la masacre de Acteal ha provocado el repudio de la sociedad civil nacional e internacional. La verdad jurídica está aún muy lejos de procurar justicia y mantiene viva la posibilidad de que los hechos se repitan. No hay justicia para los muertos y sobrevivientes de Acteal y esto es una afrenta a la conciencia de la humanidad.

El oficio de la pluma tiene implicaciones éticas frente a la injusticia y la desigualdad. Si en algo se pretende aportar a la justicia no es, como lo hace Aguilar Camín, tergiversando la historia contada por las víctimas, sino revisando la pésima actuación, parcial y politizada, del sistema de justicia que hace que este país se mantenga en la sombra de la arbitrariedad y el autoritarismo.

* Directora Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas

http://www.jornada.unam.mx/2007/12/02/index.php?section=opinion&article=


A 10 años de Acteal continúa la impunidad
Iñaki García
Este 22 de diciembre próximo se cumplen 10 años de la masacre de Acteal, en la que murieron asesinados 45 indígenas, la mayoría mujeres y niños, a manos de paramilitares.
Este 22 de diciembre próximo se cumplen 10 años de la masacre de Acteal, en la que murieron asesinados 45 indígenas, la mayoría mujeres y niños, a manos de paramilitares. Este hecho criminal ocurrió en un contexto de violencia social y política denunciado de forma exhaustiva sin que nada se hiciera por impedirlo. Como quedó sobradamente probado, la responsabilidad intitucional fue condición indispensable para que ocurriera. Sí tuvo sus costos políticos para el gobierno mexicano, debido a la gran respuesta nacional e internacional por la indignación que provocó la matanza de civiles desarmados. Con este hecho Ernesto Zedillo perdió la presidencia de la OMC, Emilio Chuayffet la Secretaría de Gobernación y Julio César Ruiz Ferro la gubernatura de Chiapas.
>>Seguir leyendo:
http://barcelona.indymedia.org/newswire/display/321471/index.php

Manifiesto: A 10 AÑOS DE ACTEAL
COMISIÓN CIVIL INTERNACIONAL DE OBSERVACIÓN POR LOS DERECHOS HUMANOS
A Diez Años de Acteal
>> Manifiesto
http://cciodh.pangea.org/sexta/071022_10a_de_acteal.shtml
>> Firmar adhesión al manifiesto
http://cciodh.pangea.org/firma_manifiesto_10_acteal.htm


Regreso a Acteal I. La fractura
Héctor Aguilar Camín
http://www.nexos.com.mx/articulos.php?id_article=1495&id_rubrique=652
Regreso a Acteal II. El camino de los muertos (Segunda de tres partes)
http://www.nexos.com.mx/articulos.php?id_article=1510&id_rubrique=664

�cida crítica de Marcos al escritor Héctor Aguilar Camín
http://www.jornada.unam.mx/2007/10/29/index.php?section=politica&article

REPORTAJE /A diez años de acteal
Hermann Bellinghausen
http://chiapas.indymedia.org/display.php3?article_id=151521

A 10 años de Acteal, todavía no se hace justicia: Juan Bañuelos
http://cml.vientos.info/node/11465
Sindicato Sindicat