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Un adiós a don Andrés Aubry. Hasta siempre compañero
25 set 2007
El pasado jueves 20 de septiembre falleció don Andrés Aubry, un hombre de los que, como dijera Bertold Brecht, son los imprescindibles, los que luchan toda la vida...
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Andrés Aubry: el corcel desamarrado
Luis Hernández Navarro

Tenía 80 años de edad. Venía de ver al médico. Andrés Aubry quería viajar en su vehículo hasta Vicam, Sonora, para asistir al encuentro indígena. Regresaba a San Cristóbal de las Casas. No alcanzó a llegar. Un tractocamión color azul se impactó de frente en su camioneta tracker blanca.

Andrés Aubry se encontraba en un momento de gran productividad. Se había sobrepuesto al profundo dolor que le produjo la pérdida de su compañera, Angélica Inda. Interlocutor privilegiado de la experiencia autonómica zapatista, mantenía con sus dirigentes un diálogo fecundo. Su visión sobre Chiapas había madurado.

Su formación ortodoxa devino heterodoxa. Nacido en Francia en 1927, estudió etnosociología en Beirut, Líbano, y sociología e historia en París. Trabajó en su país de nacimiento, en Bélgica y España. Fue asesor del Concilio Vaticano II, el Celam, la UNESCO y la Conai. Su encuentro con Samuel Ruiz en Colombia fue fundamental para que se trasladara a vivir a México. Llegó a Chiapas en 1973, año de la última inundación histórica de Jovel. La catástrofe –dijo– le enseñó que esa entidad es un estado olvidado por la naturaleza y por los hombres.

Participó en el Congreso Nacional Indígena de 1974. Fundó, junto a Jan Rus, el Instituto de Asesoría Antropológica para la Región Maya AC (Inaremac). Junto con Angélica Inda editó 34 números del Boletín del Archivo Diocesano de San Cristóbal de las Casas.

Andrés Aubry fue, simultáneamente, un intelectual de la otra Iglesia católica chiapaneca y del mundo indígena. Acompañó la forja de la institución eclesial popular de Samuel Ruiz en la diócesis de San Cristóbal, la formulación de la teología india y la reconstitución de los pueblos originarios en Chiapas.

Encontró en Bartolomé de las Casas la matriz de su rebeldía. “La Iglesia latinoamericana –escribió–, como la lucha indígena, tiene 500 años. En Chiapas nació rebelde porque el fundador de la diócesis, fray Bartolomé de las Casas, fue condenado por el rey y la Inquisición en 1570. ¿La razón? Entre muchas otras, pero la mayor: su tesis de que la soberanía del continente es de los indios…�

Este carácter dual lo acompañó hasta su muerte. En la catedral de San Cristóbal se ofició una misa de cuerpo presente. Sus restos fueron velados en el templo de San Nicolás, convertido en capilla ardiente. Allí acudieron indígenas rebeldes de Oventic. Sobre el féretro gris colocaron la bandera rojinegra del EZLN.

Simultáneamente antropólogo, historiador y geógrafo, apostó a la gestación de una nueva antropología que procese la experiencia indígena. Una disciplina que sistematice sus experiencias, teorice sus prácticas y recupere su saber, creando las condiciones para reactivar la memoria colectiva. Encontró en la obra de Ferninand Braudel, Edgar Morin, Inmanuel Wallerstein y Paulo Freire herramientas conceptuales para emprender esta empresa.

Crítico acérrimo de la academia tradicional, Aubry se hizo alumno de los indios. Acusó a científicos sociales de realizar “despojo intelectual� de los conocimientos y sabiduría de los pueblos a los que “estudian�, con fines totalmente ajenos a los de los propios pueblos.

“Sin revolución de la academia –afirmó– es impensable otra ciencia social con enfoques dictados por los de abajo, trabajados y procesados por ellos y en su beneficio, no programada por las clases académicas del SNI, el Conacyt y otras burocracias intelectuales, sino por los actores sociales, no objeto de estudio, sino programadores de nuestros estudios.� El experto habrá de realizar “un encargo y un compromiso de dimensión comunitaria o intercomunitaria, rural o urbana, donde investigará escuchando y resolverá investigando�.

Aubry escribió regularmente en La Jornada. Su primer artículo, sobre la Convención Nacional Democrática, realizada en la Selva chiapaneca, fue publicado en 1994. El último: “Tierra, terruño, territorio�, data de junio de 2007. En sus colaboraciones analizó temas sobre los paramilitares, los desastres naturales en el Soconusco, la Diócesis de San Cristóbal y sus sucesivos obispos, la iniciativa Cocopa y la transformación de Chiapas de república bananera en república maquiladora.

Más que artículos de opinión, sus escritos son esclarecedores ensayos y testimonios sobre la cuestión chiapaneca. Su redacción, siempre erudita, sufría para ajustarse al tamaño requerido para un periódico diario. Nunca protestó por ello. Su prosa estaba salpicada de términos e imágenes nacidas lo mismo del minucioso trabajo en los archivos históricos que del castilla hablado en las antiguas fincas.

A fines de los años 70 coordinó el proyecto en el que jóvenes indígenas recogieron los recuerdos revolucionarios de los viejos de Zinacantán y los publicaron en tzotzil y español en Cuando dejamos de ser aplastados. Su último libro fue una polémica interpretación de la genealogía de su estado adoptivo: Chiapas a contrapelo. Una agenda de trabajo para su historia en perspectiva sistémica.

En alguna ocasión, para explicar la importancia de los acuerdos de San Andrés y la autonomía para los pueblos indios, recurrió a la imagen de un corcel.

Según su relato, un espléndido caballo tenía un único y embarazoso problema: no podía correr. Su dueño gastó fortunas en consultar a especialistas. Nada logró: seguía sin correr. Pero el mozo que lo cuidaba los miraba a todos con una sonrisa de media burla. Desesperado, el amo le preguntó:

–Si creés que sabés, ¿por qué no hablás? ¿Qué decís que tiene?

–¿De veras querés saber? –le respondió el mozo.

–¡Pos sí, ándale!

–Pero es que no me vas a hacer caso –insistió el cuidador.

–Decímelo de una vez. Órale, es la vencida, decímelo –respingó el patrón.

–¿No ves, patrón? –dijo el mozo–. Lo que tiene este caballo es que está amarrado. ¿Por qué no lo soltamos?...

Al igual que el mozo del cuento, Andrés Aubry pasará a la historia como el hombre que dedicó su vida a ayudar a desamarrar las cuerdas que impiden que el corcel de la autonomía indígena corra, reactivando la memoria histórica de los pueblos originarios.

http://www.jornada.unam.mx/2007/09/25/index.php?section=opinion&article=


Más info:

Andrés Aubry
lafojacoleta
El jueves después de las cinco de la tarde los teléfonos celulares en San Cristóbal de las Casas empezaron a sonar. “Don Andrés Aubry...
http://chiapas.indymedia.org/display.php3?article_id=149588


Falleció Andrés Aubry, un profundo conocedor de la realidad en Chiapas...
Javier Molina
Un accidente automovilístico cobró la vida del notable historiador
Participó en la traducción de los Acuerdos de San Andrés en lenguas indígenasLos usos y costumbres son la enseñanza de 500 años de resistencia, decía el colaborador de La Jornada http://www.jornada.unam.mx/2007/09/21/index.php?section=cultura&article=


Incineran los restos del historiador Andrés Aubry
Elio Henríquez
Sus cenizas fueron trasladadas a las instalaciones del Cideci-Universidad de la Tierra Chiapas, ubicadas en esta ciudad, donde se le rindió un homenaje. Durante la misa en el Cideci, fue leído un mensaje del obispo emérito Samuel Ruiz García; sus cenizas serán colocadas en una cripta de Catedral, junto a las de su esposa, Angélica Inda
http://www.expresochiapas.com/index.php?option=com_content&task=view&id=


Andrés Aubry
Gloria Muñoz Ramírez
El jueves después de las cinco de la tarde los teléfonos celulares en San Cristóbal de las Casas empezaron a sonar. “Don Andrés Aubry...
http://www.jornada.unam.mx/2007/09/22/index.php?section=opinion&article=


Un adiós a don Andrés Aubry
Hasta siempre compañero
Rodrigo Ibarra
Así que, según dicen, los ojos claros de don Andrés se cerraron ya. Yo me recuerdo reflejado, asombrado, en ellos: ojos transparentes, escudriñantes, vivos y tenaces, a la sombra simple de un sombrerito de palma...
http://www.narconews.com/Issue46/articulo2785.html


Andrés Aubry de memoria
Hermann Bellinghausen
El privilegio de Andrés Aubry fue tan evidente para quienes lo conocieron que todos y cada uno lo cultivaban, cuidaban, agradecían. Muchos tal vez sin darse cuenta, en el fondo lo sabían. Su suave presencia, su sabiduría natural, el joie de vivre que casi nunca lo abandonó, aunque se le desinfló un buen tiempo tras la pérdida de Angélica Inda, su colega, su mujer, su cómplice, su (y aquí un paréntesis para que la palabra se oiga grande) compañera...
http://www.jornada.unam.mx/2007/09/24/index.php?section=opinion&article=


Don Andrés Aubry, uno de los imprescindibles
Carmen M. Genis
El pasado jueves 20 de septiembre falleció don Andrés Aubry, un hombre de los que, como dijera Bertold Brecht, son los imprescindibles, los que luchan toda la vida...
http://www.cambiodemichoacan.com.mx/vernota.php?id=69195


La conmoción
Gustavo Esteva
Perdimos a Andrés Aubry. No podremos ya escuchar a una de las voces más lúcidas del país ni dejarnos guiar por su corazón valeroso y abierto. Y lo perdimos cuando voces como la suya son más necesarias que nunca, en estos tiempos oscuros en que el cinismo, la desfachatez y la incompetencia dominan el panorama público...
http://www.jornada.unam.mx/2007/09/24/index.php?section=opinion&article=

Comentaris

Re: Un adiós a don Andrés Aubry. Hasta siempre compañero
25 set 2007
això del DON mai m'ha fet molta gràcia...
Tierra, terruño, territorio
26 set 2007
Tierra, terruño, territorio / I

Andrés Aubry

1. La defensa de territorios indígenas. En el país ya no hay puertos de pesca, se convirtieron en estacionamiento de yates, una millonada que no sirve a sus dueños sino sólo un par de semanas al año. Ni playas para pescadores, se las tragaron los hoteles. Ni bosques y selvas, sino escenarios artificiales ya contaminados para el distinguido turismo de aventura. Ni pastizales, sino terrenos de golf; ni ríos, sino drenajes abiertos; ni paisajes campesinos, sino parques turísticos; ni paisajes callejeros de antoñonas ciudades, sino disneylandias coloniales. La Conquista neoliberal arrebata tierras como hace 500 años, destruye terruños para construir territorios regalados a cosechadores de divisas.

La tierra en un sentido amplio es el planeta Tierra que Edgar Morin llama la Tierra Patria; los indígenas, la Madre Tierra; Saint-Exupery, la Tierra de los Hombres. En concreto, el terreno con el cual uno toma raíz en ella es una realidad necesariamente colectiva de quienes la trabajan y la garantía de la libertad de quienes la habitan: Tierra y Libertad. Como la calle y la libertad que en ella normalmente circula, no es de nadie, porque es el espacio colectivo de todos los que la animan, en ellas se expresan, gozan o luchan, le dan vida.

El terruño es la patria chica, mi memoria desde la niñez, lo que añoran el migrante y el exiliado, lo que sepulta mis muertos, lo que el Principito llama su rosa con su compañero el zorrito: la materialidad, la vida y la animalidad del hombre y la humanización de la materia, de la vida y del animal hospedados en este terruño. Terruño es inseparable de cariño.

El territorio es el espacio reapropiado por un pueblo, el patrimonio del first people, el pueblo originario que lo ha habitado y modelado en el transcurso de los siglos (acuerdos de San Andrés y Convenio 169 de la OIT), el que alberga la raíz y las ramificaciones actuales de su historia. Tiene y genera soberanía.

Tierra, terreno, terruño y territorio (banamil, osil, y la secuencia lum, jteklum, lumaltik de los tzotziles y tzeltales) y lo que contienen no se venden ni se compran ni se confiscan porque son de los muchos que le deben su existencia colectiva, histórica, cultural, un bien colectivo transgeneracional, la garantía de la existencia futura de quienes los marcaron y los siguen marcando de su sello per secula seculorum. Juntos son una herencia cósmica, un llamado histórico, una memoria activa.

Esto, nos lo recordó la comandanta Kelly en San Cristóbal al salir para la decimoprimera etapa de la otra campaña, el 25 de abril de 2007, identificándola como la Defensa del Territorio: Para los pueblos indígenas, campesinos y rurales, la tierra y el territorio son más que trabajo y alimento: son también cultura, comunidad, historia, ancestros, sueños futuro, vida y madre. Pero desde hace dos siglos el sistema capitalista desruraliza, expulsa a sus campesinos e indígenas, cambia la faz de la Tierra, la deshumaniza.

Metiendo las cosas en su lugar, la flora y la fauna realmente existentes no son obra de la sola naturaleza. Son, para bien o para mal, el fruto circunstancial de un milenario matrimonio entre la naturaleza y la humanidad, es decir, un producto de la historia. Su autor y actor son un sujeto histórico colectivo: los pueblos, cuyos instrumentos han sido sus culturas y su saber global acumulado que, como empieza a reconocerlo la ecología, atinó más que el presunto conocimiento parcial de los científicos.

La naturaleza sola generó el mar, la jungla (la vegetación espontánea del trópico húmedo) y el monte (ídem en tierra fría o templada), las estepas, los desiertos, etcétera. En el transcurso de la historia, el hombre los ha transformado todos en paisajes: los pueblos pescadores o marineros han trazado rutas océanas, construido puertos y diques, escogido y arreglado playas; los mayas han transformado la jungla en selva; los pueblos agrícolas, el monte en una asociación de bosques y parcelas de cultivo; los pueblos de pastores y cazadores hicieron habitables sus estepas al tratarlas como praderas y pampas; los beduinos, al surcar desiertos, hicieron surgir oasis y tendido rutas con sus cruceros.

La naturaleza real opera históricamente desde su longevo matrimonio con el hombre. El hombre humaniza todo lo que toca, lo civiliza y se lo reapropia. La mano del hombre, donde sea y progresivamente, es visible en todo: en las montañas, en el agua, en el suelo, el cielo y el aire, es decir, transforma el planeta tierra en hogar: la tierra de los hombres, a partir del territorio (su reapropiación por un pueblo) colectivamente elegido para que fuera su tierra allí donde, dadas circunstancias evolutivas, era lo mejor porque su sabiduría lo había optimizado en función de sus deseos, sueños y proyecto de vida.

La fauna humana también -no es despreciativo- es huésped de la naturaleza y como tal, autor y actor - hasta de calidad- del devenir ecológico.

http://www.jornada.unam.mx/2007/06/01/index.php?section=opinion&article=


Tierra, terruño territorio / II y última

Andrés Aubry

2.Otras reservas y reapropiación de territorios. La defensa del territorio se inauguró con la proclamación de dos reservas: en El Mayor, en el norte; en el Huitepec, en el sureste. ¿Qué pretende una reserva? ¿Qué se hace con ella? Se pueden examinar los conceptos, opciones y tipos de manejo que acarrea a partir de las reflexiones anteriores.

Una primera opción, hasta ahora la más difundida, es una medida administrativa (por tanto exógena a quienes las habitaban) que elimina el factor humano de la ecología. Crear una reserva es restaurar la naturaleza, entregándola a expertos de la "conservación". Para que puedan operar se confisca un territorio al pueblo que la ocupaba: para crear en Chiapas la RIBMA (Reserva Integral de la Biosfera de Montes Azules), el gobernador Manuel Velasco Suárez expulsó a los lacandones de su hábitat, concentrándolos en tres nuevos poblados, aunque siguieran siendo los dueños legales de sus 600 mil hectáreas. Treinta años después, otro gobernador, Pablo Salazar Mendiguchía, expulsó a los choles, tzeltales y tzotziles del territorio lacandón (ya reducido a la mitad), cuya administración fue confiada a Conservación Internacional y algunos ambientalistas nacionales que congenian con su fundamentalismo conservacionista; los pueblos indeseables fueron concentrados en tres aldeas estratégicas: en Palenque y en Marqués de Comillas, nuestras reducciones del siglo XXI.

De hecho este conservacionismo es una máscara. Con el mismo discurso ecológico, sus colegas han acabado con el Amazonas en Brasil: el mayor pulmón continental se ha tendido de una red estratégica de autopistas que eliminó la fauna de esta selva convertida en mercancía; cuando se trazó, Ford y Volkswagen se hicieron dueños, cada uno, de 100 mil hectáreas selváticas; el majestuoso río Amazonas en Brasil ya está contaminado a partir de Manaos. En Chiapas quien desembarca del río Lacantún a Montes Azules topa con un gran letrero que anuncia el nuevo color de nuestra selva: Ford Motor Company. Un puente monumental y una carretera pavimentada cruzan el sur de la RIBMA, donde el río Azul se convirtió en chocolatera con riberas pobladas de basura. El discurso conservacionista que se emociona ante la naturaleza es el pasamontañas de Monsanto y otras trasnacionales que prometen bancos de germoplasma, industria transgénica y farmacéutica, biopiratería, o sea, empresas extractivas de riquezas vírgenes de la naturaleza. En los Altos es la misma hipocresía: quienes desafiaron a Zinacantán al promulgar de repente su reserva del Huitepec, en las faldas del pozo artesiano de San Cristóbal, entre sus tres cerros volcánicos de agua (uno de los cuales es el Huitepec), autorizan bancos de arena y grava que convierten en batea babeante de agua nuestro tinaco natural; levantaron un supermercado, un teatro y un "parque" cimentado en humedales, y taponan manantiales bajo la plancha de concreto y de nuevas colonias sin espacio verde, es decir, haciendo imposible la recarga de los mantos freáticos.

La segunda opción es más sutil, se podría calificar de cocacolera. La alusión a esta refresquería viene al caso porque, de hecho, reina sobre las dos reservas creadas por la segunda etapa de la otra campaña: la del Mayor, en el Golfo de California, y la del Huitepec en los Altos de Chiapas. En ambas creó y financia Pronatura, que gestiona reservas forestales en las dos cuencas, en intercambio de lo cual repone con cobertura vegetal eficiente el agua concesionada que surte sus refrescos, le ahorra impuestos por su acción benefactora y tiene voz y voto para la gestión acuífera de estas cuencas, administradas según el clásico balanceo de los ambientalistas: conciliar recursos naturales y superproducción industrial, el imposible matrimonio entre criterios rivales, como diría Wolfgang Sachs. Esta opción no resulta en confiscación y expulsión, es el privilegio vil de un consentido del sistema: el modelo capitalista-empresarial de desarrollo.

La tercera opción es la de la comandanta Kelly. En la vertiente zinacanteca del Huitepec, junto a la Reserva de Pronatura, pero aparte de ella, está la de los zapatistas. Una poderosa esponja vegetal retroalimenta el agua del Huitepec. Dentro de ella, entre espacios tupidos de vegetación espontánea, existen zonas de docta silvicultura: retahílas de robles (árbol que, a diferencia de los pinos, no genera ácido en los suelos, por lo que permite cultivos), de una variedad que acepta la tala sin que desaparezca, propina luz al bosque, y por tanto permite la asimilación clorofiliana de hortalizas o milpas y les ahorra hongos; por su localización forestal, goza de evapotranspiración, es decir, resiste las sequías. De propina regala la leña que todavía necesita la cocina (escandalosamente, pese al gas chiapaneco de Reforma) y, eventualmente, la fabricación y venta de carbón. La variedad de roble escogido hace que, al retoñar, el árbol crezca recto y poderoso (cuando en estado natural, se tuerce en espiral, majestuosamente, pero sin uso posible), lo que ofrece horcones a las casas y hasta buena materia prima a carpinteros. Terminado el periodo escogido de cultivo, los robles siguen desempeñando su papel ecológico, se regenera el tupido tejido vegetal con sus productos espontáneos de consumo corriente entre campesinos: tés, hongos, hierbas medicinales, además de la fauna que hospeda y mejora la dieta.

En la selva Lacandona, antes de que fuera despojada de su producto, primero por las monterías, luego por los chicleros, finalmente por los ganaderos, era lo mismo, como atestiguan todavía espacios poco accesibles a la maquinaria: las caobas y chicozapotes también eran alineados como los robles del Huitepec. Esto no lo hace la naturaleza, sino el saber acumulado de un pueblo, un agente ecológico tan poderoso como la naturaleza. Compatibilizó uso y autorreproducción del bosque, ecología y necesidades básicas con su agrosilvicultura, además de pastoril a veces, por ejemplo sus borregos.

Este criterio corresponde a otra opción y otro concepto de reserva: ni confiscación, ni expulsión, ni máscara, ni otro privilegio que el gozo y el cariño que otorga el territorio: una reapropiación popular y duradera, autosostenible, dicen los ambientalistas, hasta que, ahora, se convierta en blanco de la cancería capitalista en su fase noeoliberal.

http://www.jornada.unam.mx/2007/06/04/index.php?section=opinion&article=

http://chiapas.mediosindependientes.org/display.php3?article_id=146403
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