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Anàlisi :: un altre món és aquí : globalització neoliberal |
Hacer multitud, construir autonomÃa, crear mundos. Carta abierta a la revista Resquicios
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per Antón Fernández de Rota Correu-e: transversal ARROBA nodo50.org (no verificat!) |
10 jul 2007
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En presente artículo se trata de repensar las políticas desplegadas por el movimiento anarco-autónomo, así como estado actual de la "multitud" y del proyecto que intenta constituir una articulación del movimiento antagonista europeo. |
Carta abierta a la revista Resquicios.
“Hacer multitud, construir autonomÃa, crear mundosâ€?.
Antón Fernández de Rota
Resumen: El presente artÃculo trata de repensar las polÃticas desplegadas por el movimiento anarco-autónomo en relación con la potencia conjunta del antagonismo. En la crÃtica de lo que se considera una estrategia formada a partir de un erróneo determinismo tecno-económico que no puede llevar sino a una impotencia polÃtica, se propone un modelo alternativo. A fin de discernir las posibilidades y potencias del momento presente, definido en tanto que intermezzo, se concluye con una revisión al estado actual de la “multitudâ€? y del proyecto que intenta constituir una articulación del movimiento antagonista europeo.
“Si no se puede bailar esta no es mi revolución�
Reclaim The Streets
1. Si atendemos a los más sagaces análisis post-marxistas podremos discernir, con meridiana claridad, un pequeño secreto que el fantasma de Marx aún quiere esconder y negar: los anarquistas tenÃan razón... El joven y arrebatado Rimbaud en la roja orgÃa parisina del 1871, danzando entre las llamas, tenÃa mucha más cabeza que el sesudo alemán. Anticipándose a su revolución, Rimbaud gritaba: “¡Oh, cobardes, sed locos!â€?. Su espÃritu era de otro tiempo, un tiempo que se materializó como un eco en la misma ciudad, pero noventa y siete años después. Tal serÃa el espÃritu de las barricadas parisinas en el 68, cuando la ciudad bailó sus cóleras tan fuerte como nunca; tal vez no de forma tan violenta como en el XIX pero, en términos poieticos, con tanta o más intensidad.
“Todo lo sólido se desvanece en el aire�
Karl Marx
2. Vivimos hoy el post-89/91: el bloque socialista ha caÃdo en todos los sentidos. Sus estados se desmoronaron, no quedando ya de ellos sino un mero barniz nostálgico y falsario: la China capitalista, el Vietnam capitalista, la Cuba obsoleta. La ideologÃa del comunismo industrial, disciplinador, y laborista, se evaporó en el aire con los sólidos cementos del estado planificador. Tiempo atrás, los más avezados marxistas ya habÃan desertado. Los marxismos de la Escuela de Frankfurt daban por muerto al viejo sujeto revolucionario en el momento que comenzaba a tornarse evanescente. Frente a la disciplina puritano-panóptica, marxista, leninista, frente a la deriva stajanovista del socialismo real, abrazaron la pulsión de vida, gloria a Eros, también al arte combativo. Su hermana polÃtico-artÃstica, la Internacional Situacionista, inspirada en los heterodoxos consejistas, partiendo del arte de vanguardia, de la herencia deseante surrealista y de la herencia deconstructiva dadaista, gritaban ya “¡El aburrimiento es contrarrevolucionario! Tomad vuestros deseos por realidadesâ€?. El mundo de los situ-frankfurtianos era posible, entendible y deseable tan sólo dentro de un nuevo mundo que se habÃa hecho real desde los márgenes. Las locuras de Breton y sus compañeros, tomadas en su momento por excentricidades, ahora no menos alocadas constituÃan un movimiento revolucionario - sin cabeza, sin vanguardia, sin partido. Este mundo se habÃa forjado en el intersticio de dos flujos polares: asco, horror, deseo y esperanza, las Grandes Guerras –polo triste, flujo depresivo- y la emergencia de lo que Roszak bautizarÃa como la “contraculturaâ€? –polo alegre, flujo creativo, activo. El acontecimiento que definitivamente hizo pasar a la historia del antagonismo a los situ-frankfurtianos fue ese sÃmbolo-68 en el cual semánticamente se condensa toda una estructura de sentimiento. Tal fecha marca un punto de inflexión en cada uno de los tres mundos del momento: inflexión en el llamado “primer mundoâ€? con el Mayo Francés, la contracultura estadounidense, la revuelta provo holandesa, el otoño rampante Italiano (1968-1977), etc.; en el “segundo mundoâ€? con la primavera de Praga, también con el otoño reptante polaco (1968-1980); en el “tercer mundoâ€? con la sucesiva oleada de revueltas anticoloniales, desde latinoamérica a Vietnam. Definitivamente, nacido un mundo nuevo, los viejos ya eran todos ellos reliquias del pasado o, cuando menos y de forma inevitable, enemigos a combatir – inclusive el mundo socialista, por si quedaba alguna duda al respecto. Godard tenÃa razón: el problema era que los viejos gobernaban un mundo joven, nuevo, y tal situación era insostenible. Bien podÃan tomar los revolucionarios sus nuevos deseos por realidades, pues la potencia de éstos rompÃa desde los márgenes la realidad central del fordismo disciplinario constituido. El capitalismo, para sobrevivir, debÃa reinventarse en función de las nuevas subjetividades. No pudiendo borrarlas de la faz de la historia, la emergencia de estas imponÃa la reinvención capitalista si es que el capital querÃa ser capaz de redirigir los deseos o al menos hacerles frente. Pero la nueva emergencia antagonista no sólo herÃa de muerte la forma de gobernabilidad capitalista establecida, sino también la vieja forma de pensar el propio antagonismo. La revolución jamás serÃa ya la misma. Una nueva definición era requerida a gritos, pues el sujeto morÃa y en su muerte se metamorfoseaba. Un monstruo emergÃa en el fin del obrerismo: la Multitud. En esta criatura unos no quieren ver más que un bicho feo, como aquel coleóptero Kafkiano, otros, en cambio, vemos en él una mirÃada danzante que baila alegre y ligera en busca de su propio cuerpo y que, mientras se encorporiza, su torbellino avanza sobre este mundo inaugurando la posibilidad de la creación de mundos nuevos.
“El antiguo dÃa espantado refrescó vuestras miradasâ€?
Arthur Rimbaud
3. De la tensión entre los flujos revolucionarios y la contrarrevolución (neocon, neoliberal, fundamentalista) que en cada uno de los territorios tuvo lugar, emergió un mundo muy distinto al conocido antes del 68. Como consecuencia de esta emergencia de las fuerzas y de su combate, hemos heredado una relación económica donde la centralidad productiva ya no descansa en el trabajo material sino en el inmaterial: del obrero y la cadena de montaje como sÃmbolo de la producción, al currelas sin uniforme sentado delante de un ordenador. Como consecuencia de la emergencia y tensión hemos heredado un orden global distinto: el pasaje del imperialismo nacional al Imperio global, donde ya no son dos superpotencias estatales los soberanos sino que la soberanÃa se torna una alianza cambiante y heterogénea de actores diversos (estados, organizaciones internacionales, empresas transnacionales, ONGs). De la guerra frÃa a la guerra global permanente: de la persuasión como forma de orden, a la guerra constante y quirúrgica como pieza de gobierno-red de la soberanÃa global del Imperio. De la normalidad que desde el poder se pretendÃa rutinaria, al turbocapitalismo donde la novedad y la sucesión de acontecimientos son la norma. Del dominio por la disciplina al dominio por el control: más importante aún que los viejos encierros disciplinarios son hoy los campos abiertos a la seducción y la subjetivización mediante los distintos dispositivos de control: los mass media, la publicidad, los controles tecno-numéricos, los sondeos de opinión. Algunos llamaron a esto la Sociedad del Espectáculo. Pero algo más ha cambiado. Cambió la forma y los contenidos de los movimientos antagonistas. Podemos decir que efectivamente el dÃa del espanto -stalinista, maoÃsta, poltpotiano, bélico- habÃa refrescado ciertas miradas. Vemos a lo largo del siglo XX, también en el XXI, como los marxistas siguen acercándose a las posturas antiautoritarias: desde los situ-frankfurtianos al pionero trabajo post-marxista de Mouffle y Laclau, desde el “cambiar el mundo sin tomar el poderâ€? de John Holloway hasta la apologÃa post-operaÃsta de la multitud, es decir, la apologÃa de ese nuevo sujeto-multiplicidad rebelde que se niega a ser representado por el soberano y que avanza horizontal, sin vanguardia ni partido, combatiendo el poder desde la diversidad y la singularidad.
“La tormenta que rÃe, que sopla polvo a todos los pesimistas, purulentosâ€?.
Friedrich Nietzsche
5. Observando el estado actual de las más prometedoras teorÃas (post)marxistas podemos afirmar que a cada paso que dan están más cerca de la sensibilidad “anarquistaâ€?, si bien sin pretender en ningún momento volver a los viejos principios ilustrado de aquel siglo XIX del cual el anarquismo emergió. Observando los movimientos que recogen tales ideas no podemos sino confirmar la hipótesis: comunidades y centros sociales, okupados o no, asamblearios y plurales, horizontales y antiautoritarios por todas partes queman los viejos palacios y re-edifican los cimientos de un nuevo movimiento con tablas nuevas. Con el estado fuera de la cabeza, al igual que los anarquistas, han terminado por aprender la vieja lección Nietzschiana: “Si queréis subir alto, ¡emplead vuestras propias piernas! ¡No dejéis que os lleven hasta arriba, no os sentéis sobre espaldas y cabezas de otros!â€?. Para los post-marxistas, de Laclau a Negri, el comunismo ya no es un estado intermedio que justifique ningún horror, ningún espÃritu de la pesadez, sino que el propio camino por el cual anda el movimiento es ya el comunismo, sin etapas intermedias. Los movimientos antagonistas emergentes, sin adscribirse a la identidad anarquista (¿para qué?), se manifiestan en su actuar igualmente libertarios: desde la propia dinámica de la alterglobalización al May Day, al Reclaim The Streets, el movimiento queer, la (post)AutonomÃa, el movimiento No Border, la lucha indÃgena en Chiapas o en Oaxaca, el movimiento piquetero argentino, los Sem Terra brasileños, la lucha contra el CPE francés, los centros sociales postnacionalistas o la lucha por la vivienda en el estado español. Sin embargo, este hecho, que debiera alegrar a todos los anarquistas, a muchos los deja indiferentes; a otros incluso parece incomodarlos. Los incomodados critican despiadadamente los movimientos mencionados. Para ellos, la emergencia de la multitud, si dice algo es algo nefasto. Critican que la “multitudâ€? es ente abstracto o totalmente carente de realidad y que sus movimientos son reformistas y recuperadores. Más aún: eludiendo la radicalidad, tales movimientos trabajan para que el capitalismo puede resolver sus contradicciones. Tales crÃticos olvidan que las revoluciones no surgen jamás de la nada: el 68 negro y estudiantil yanqui fue precedido por movimientos muchos más moderados: el de los derechos civiles, del cual era partÃcipe también la SDS estudiantil. A las revoluciones obreras les precedieron movimientos de organización sindical que en un primer momento, con o sin pretensiones revolucionarias, luchaban por mejorar las condiciones laborales. Olvidan que al igual que la “multitudâ€? hoy, el “proletariadoâ€? no fue una evidencia de por sà y por siempre, sino que fueron las luchas y las prácticas discursivas las que tornaron un esperpéntico concepto intelectual tomado del lejano Imperio Romano en una fuerza capaz de representar la realidad industrial y movilizar a las masas. Olvidan que las contradicciones no están dadas, que sin antagonismo no hay contradicción y que el antagonismo se construye en las luchas abriendo siempre nuevos posibles revolucionarios, otros mundos posibles por tanto. Que los sujetos tampoco están dados, no existen cual esencias sino que se construyen. Hoy los anarquistas, autónomos y sindicalistas, no somos pueblo al modo Hobbesiano, ni somos masa uniformada, ni somos “proletariadoâ€? sino que, en tanto antagonismo singular e irrepresentable, somos parte de la multitud. Una máxima nos sonrÃe: si la compleja y contradictoria multitud quiere perseverar en su ser debe transformar la sociedad en acracia, una feliz inyunción polÃtica que se decanta de nuestro lado.
Los incomodados, ebrios de pesimismo, se niegan a reconocer que una tormenta que rÃe se está materializando. La multitud, ella asedia su pesimismo. Pero de la tormenta sólo parecen ser capaces de ver el polvo que levanta, no logran seguir sus ritmos, sus intensidades, sus danzas... ¡Ellos que con tanta lucidez son capaces de desenmarañar todas las trampas con las que el Espectáculo nos aliena o nos engaña al resto de los mortales! Para ellos no hay nada que hacer: la sociedad ha caÃdo completamente presa del Espectáculo, la juventud está especialmente alienada por las Rave y los videojuegos, los movimientos han sido desarmados y ya no son sino mero espectáculo. A pesar de que 1994 fue el año del siglo XX con mayor volumen de huelgas generales en el mundo entero, a pesar del emerger de un nuevo “cicloâ€? de luchas global iniciado con la Batalla de Seattle, los últimos veinte años son para ellos pura wasteland, puro desierto lleno de ruinas y sembrado de desperdicios. Pero, como en su tiempo se preguntaba De Certeau, cabrÃa preguntarse ahora si realmente la realidad es tan tétrica como la pintan o si, por el contrario, sus teorÃas de la infelicidad no muestran otra cosa que la propia infelicidad de sus teorÃas.
0.0
¿A qué viene todo esto en una carta abierta a un amigo de la revista Resquicios? Creo ver en la revista un proyecto ilusionante. Evidentemente se trata de un intento de superar el clásico panfletismo. Pretende aportar un espacio de reflexión más pausada, matizada y compleja de lo que es posible con el formato panfleto. Por añadido, Resquicios comienza su andadura abordando una temática que considero capital: la energÃa nuclear. A nadie se le escapa que la quimera del hidrógeno es hoy por hoy eso, una quimera. Por esta razón EEUU ha levantado el veto que prohibÃa crear nuevos reactores nucleares en su territorio. Un veto promulgado tras el desastre nuclear de Three Mile Island. A nadie se le escapará tampoco que es por esta razón, y porque el precio monetario y geopolÃtico del petróleo está en constante y exponencial aumento, que hoy se están construyendo más 200 reactores a lo largo del planeta. Es cuestión de tiempo que en el estado español la pseudoizquierda parlamentaria, al menos el PSOE, cambie su opinión y empiece a hablar como Bush: “lo nuclear es verde, lo nuclear es seguro, lo nuclear es baratoâ€?. La campaña pro-nuclear lleva ya unos años en marcha entre los cÃrculos académicos y polÃticos, y comienza a extenderse a ciertos medios divulgativos. De ahà la importancia de retomar lo nuclear, pues la energÃa nuclear, como desde hace tiempo critican los ecologistas y los libertarios, no es un simple problema energético sino algo más: se trata de una cuestión ecológica que también tiene implicaciones bélicas, geopolÃticas y sobre los modelos sociales que sanciona o promueve tal tecnologÃa. Como decÃa Landong Winner en un conocido artÃculo, los artefactos tienen polÃtica: el necesario control del plutonio y el uranio requiere una sociedad-policial para evitar posibles peligros “terroristasâ€?, por ejemplo.
Ahora bien, más allá de la mera crÃtica, la temática nuclear es importante en otro sentido: para elaborar un nuevo programa movimentÃstico. El rechazo a la energÃa nuclear podrá ser en las próximas décadas un punto programático para este movimiento, pero hay mucho más que pensar y reflexionar, sobretodo porque no se acaba la cuestión en lo programático ni tampoco en la mera crÃtica de lo existente. Hace falta construir movimiento y para ello necesitamos conquistar la esperanza, crear deseo revolucionario a través del potencial mitopoietico de la multitud, de su creatividad e inteligencia, de su acción sobre lo material y lo imaginario. Desgraciadamente, creo que la posición que hoy por hoy sigue Resquicios no es la más indicada para tal tarea. No obstante, la posición polÃtica de Resquicios que a continuación debatiré, no es exclusiva de esta pequeña revista, sino que es ciertamente similar a la defendida por una mayorÃa dentro de la autonomÃa ácrata. De ahà mi interés por escribir un artÃculo como este, que lejos de de pretender convencer, empero, desea iniciar un debate en términos distintos a los planteados hasta ahora.
Considero que el posicionamiento polÃtico de Resquicios –y de la mayorÃa anarco-autónoma- no es el más idónea por una serie de razones teóricas y prácticas: (1) Porque a su teorÃa se le escapa la significación de la nueva emergencia antagonista; (2) porque dificulta una recombinación o alianza con otros fragmentos hermanos del antagonismo (movimientos post-identitarios, post-marxistas, anarco-sindicatos, queer, postfeministas, etc.); (3) porque a partir de una interpretación exagerada del poder, minusvalora la potencia del antagonismo; (4) porque, como consecuencia de lo anterior, su pesimismo injustificado es incapaz de inspirar el deseo de revolución; (5) porque, además, todo lo anterior se ve reforzado por el marco teórico-polÃtico utópico (el debe-ser divorciado y antepuesto al es) que pretende guiar sus prácticas.
a) Siguiendo las tendencias actuales de la anarco-autonomÃa, la revista Resquicios ha realizado una magnÃfica labor de recopilación de textos crÃticos con la tecnologÃa a lo largo de sus tres primeros números. Esta es una labor importante, especialmente cuando en el resto de los movimientos esta crÃtica está dejándose a un lado. No obstante, los análisis que reproduce son ya demasiado viejos: fundamentalmente reproducciones y revivals de Ellul, Mumford, los frankfurtianos y sus post. La sociedad se transforma, las teorÃas se combaten, sin embargo la crÃtica a la tecnologÃa que recoge la revista parece haberse quedado anclada en el pasado. Sea como sea, el problema es grave: el problema es el determinismo. Una vez apuntado que la tecnologÃa no es neutra, ciertamente nunca lo es, se concluye que (1) la tecnologÃa tiene un espÃritu propio (razón instrumental) y (2) que la tecnologÃa en su interacción con las leyes naturales del capitalismo tiene capacidad de modelar el mundo a su imagen y semejanza (determinismo eco-tec). De esta forma, al entender que el cambio social es la suma de la racionalidad tecnológica y la voluntad capitalista se obvia todo el potencial del antagonismo o de la mera resistencia, que pasa asà a ocupar un lugar triste, oscuro, escondido, des-poderado en las sombras de la impotencia. Asà entendidas las cosas, nos dicen que el movimiento deberÃa plantearse el combatir la tecnologÃa (o al menos ciertas tecnologÃas), pero no se precisa cómo puede llegar a materializarse tal combate que necesariamente ha de ser de ingente tamaño. Más aún, tal y como se dice, si todos estamos alienados y el cambio social siempre ha sido el resultado del determinismo eco-tec, este combate parece estar condenado al fracaso de antemano. ¿Para qué intentarlo entonces? Y si ya lo único que nos queda es nuestro voluntarismo, si ya lo único que nos queda es el deber-ser divorciado por completo del ser, bien pudiéramos preguntarnos con qué voluntad combatir por una causa perdida, ¿con qué ánimo intentarlo?
b) Por lo demás, si tal como se desprende de la revista los movimientos sociales están ya recuperados o simplemente son meros reformistas, es decir, si no hay con quién construir, ¿cómo puede si quiera edificarse el movimiento? Como bien señalan entre otros Antonio Negri o Manuel Castells, en el post68 el anarquismo ha vivenciado un resurgir, tÃmido aunque global, pero nadie obviará que el anarquismo por sà solo ni puede ni podrá ir a ningún lado.
Estas dos cuestiones nos abocan a una total infelicidad polÃtica: su teorÃa crÃtica no es capaz de motivar, todo lo contrario, y los amigos necesarios para tan arduo combate ya han sido tachados de enemigos. La posibilidad polÃtica, por tanto, por muy radical que se quiera, por mucho que critique el reformismo, nos aboca a la impotencia. Pero la cosa va más allá. A nadie se le escapará que ya no es que el anarquismo por sà mismo no tenga potencia para provocar los cambios deseados, sino que lo cierto es que tampoco la suma de los movimientos hoy por hoy organizados la tienen actualmente. Lo cual, no obstante, no debe desanimarnos a intentar articular lo presente: constituir con lo-que-hay un movimiento de singularidades articuladas (crear multitud) es ya un gran paso. Por tanto, si queremos pensar seriamente sobre la polÃtica de movimiento tendremos que tener en cuenta los co-conspiradores de los “otrosâ€? movimientos, pero también debemos contar con otra cosa: contar con los espectros. Es decir, contar con todos esos aliados en potencia hoy fuera del movimiento o que se incorporan tan sólo efÃmeramente con el motivo de tal o cual acontecimiento: manifestaciones “antiglobalizaciónâ€?, contra la guerra, por la vivienda, etc. El reto es provocar acontecimientos y de ellos crear pensamiento y organización.
Si se quiere hacer polÃtica con un mÃnimo de seriedad habrá que pensar cómo se puede incidir en la escala necesaria. Debemos pensar cómo articular el movimiento en lo local. En este nivel, muy diversas temáticas pueden ser las adecuadas. Pero el plano global tampoco puede ser dejado de lado, máxime cuando lo local es global tanto como lo global es local, o dicho de otro modo, es glocal. Uno de los problemas de la autonomÃa anarquista es que piensa demasiado poco en aquello que va más allá de la mera localidad. Existen grandes elucubraciones al respecto de lo global (la vigencia de la crisis energética, etc.) pero, salvo escasas excepciones, la red británica anarco-autónoma Dissent es a este respecto una anomalÃa, muy poco es lo que se piensa sobre cómo construir en este nivel un movimiento. Los objetivos que se marcan son enormes, pero los medios que la autonomÃa anarquista pone para alcanzarlos son mÃnimos. Para combatir la energÃa nuclear, por ejemplo, no va a ser suficiente con conformarse con lo-que-hay. Para combatir tal cuestión habrá que contar con todos los antagonismos y habrá que transversalizarlos de la misma manera que los males que se combaten están realmente anidados juntos sobre un mismo cuerpo, el de la Hidra imperial postmoderna. Creo que a este respecto Resquicios, al igual que la mayorÃa de la anarco-autonomÃa, falla a la hora de aprehender el anarquismo en su relación con las fracciones hermanas y los movimientos en potencia. Falla a la hora de plantear la relación entre tales actores. Falla a la hora de abordar el carácter global de lo glocal. En definitiva, falla a la hora de pensar la polÃtica de movimiento. Si la revista y la anarco-autonomÃa continúan por este camino, al margen de cualquier determinismo, pueden estar bien seguros de tener perdida la batalla de antemano. Asimismo, pueden estar seguros de que jugarán siempre un papel secundario en los movimientos, a la zaga de los actores que innovan, piensan, articulan y crean las polÃticas de movimiento y los acontecimientos polÃticos antagonistas.
Volviendo al tema planteado por Resquicios, su determinismo eco-tec y su crÃtica a la tecnologÃa, sean ciertas tecnologÃas nocivas o benéficas, sobra decir que la teorÃa carece por completo de ningún valor si no se piensa en cómo hacer frente a la problemática. Cuando la teorÃa ya no sirve es mejor tirarla. Las teorÃas han de ser, como decÃan Deleuze y Foucault, cajas de herramientas. Si la infelicidad de la teorÃa te conduce a la infelicidad polÃtica, a una polÃtica impotente, si con esta tenaza no lo agarras, pruebas con otra. Si no sirve será necesario crear nuevos conceptos y experimentar otras polÃticas.
No hay nada nuevo en que estas teorÃas que hoy impregnan el anarquismo autónomo no funcionen. Se tratan de revivals de la vieja TeorÃa CrÃtica. Ya el propio Marcuse se habÃa percatado en el 1954 (en El hombre unidireccional) del problema de tal teorÃa: como él mismo reconocÃa, no era capaz de explicar los antagonismos que emergen en la sociedad. La TeorÃa CrÃtica jamás prestó atención a las subversiones que proliferan en los márgenes. Grave error. Hay que mimar los márgenes. Todo lo que hoy está en el centro, un dÃa estuvo en el margen. Pero los teóricos crÃticos los negaron y lo subsumieron todo bajo un supuesto centro total. Cuando estalló el 1968 los situacionistas y los frankfurtianos habÃan elaborado una gran teorÃa del poder total que explicaba perfectamente cómo era imposible que nada pasase, la sociedad estaba alienada. La elaboraban al tiempo que emergÃa desde los márgenes una lucha global radicalmente combativa e imaginativa. Unos hablaban de la colonización de la imaginación por el Espectáculo y la unidimensionalización, pero otros ya habÃan tomado las calles transformando su paradójicamente acrecentada imaginación en un contra-poder fáctico. Lejos de sorprenderse, unos y otros recurrieron a tópicos freudianos cuando no biologicistas (la rebelión de los instintos) para explicar aquello que de ninguna manera podÃan analizar sus infelices teorÃas de la infelicidad. Si su interpretación del poder como total (el poder que todo lo puede, todo lo construye, prevee y cambia a su antojo) fue una gran equivocación motivada en gran medida por el horror de la guerra, el nazismo y la tiranÃa socialista, al menos sirvió para cuestionar la normalidad en todas las esferas de la vida, discerniendo en ellas relaciones arbitrarias de poder. Como dirÃa Foucault, el poder no es total, pero está en todas partes. De esta manera, los situ-frankfurtianos y después los postestructuralistas, realizaron una crÃtica al poder biopolÃtico en su totalidad, acordes con las luchas que ya estaban dándose por todas partes (en las fábricas, las escuelas, los psiquiátricos, contra las construcciones normalizadoras de la sexualidad, la raza, el género, etc.). Si los situ-frankfurtianos cometieron el error en su acertada pretensión de criticar la dominación más allá de los clásicos tópicos del obrerismo decimonónico, bien podrÃa parecer que hoy se repite ese mismo error pero sin otro fin que el de presentarse más radical que los demás; es decir, ya no tanto en la lucha contra el poder como en la lucha contra los compañeros a los que, por no ser tan tétricos y por pensar movimientos posibles, se los acusa de aquello que antes tenÃa la culpa el poder: no poder avanzar uno mismo más allá de infelicidad de las teorÃas propias.
0.1
Resumiendo, el proyecto movimentÃstico que parece vislumbrarse en Resquicios, al igual que en la mayorÃa anarco-autónoma, consta de dos ejes: 1) CrÃtica negativa de la sociedad y de la tecnologÃa; 2) crÃtica de los movimientos sociales que no comparten o que no actúan de acorde con la primera crÃtica. Curiosamente, aunque el Nº 2 de la revista lleva por tÃtulo “El fracaso de la utopÃaâ€?, la propuesta polÃtica es claramente utópica: lo que debe-ser guÃa la estrategia, prescindiendo de lo que es. En última instancia, es el proyecto ideal el que guÃa el proyecto material: no se tiene en cuenta los deseos de la gente para construir a partir de ellos la posibilidad de mundos más radicales. No se tiene en cuenta las personas que son sino que se pretende construir un proyecto polÃtico en base a las personas que deberÃa haber (pero no hay). Es comprensible por tanto que se prescinda de un pensamiento estratégico más allá de lo autojustificatorio. Esta es la razón por la que realmente la propuesta polÃtica no se ve por ningún lado, salvo aquella que es precisa y paradójicamente “reformistaâ€?: es decir, una propuesta movimentÃstica para lo local sin una propuesta análoga para lo global. Una propuesta que negándose a pensar una estrategia de movimiento que abarque lo global de la vida y los territorios se propone pensar y actuar sólo en las partes; he ahà que no pueda aspirar más que al “reformismoâ€? por mucho que lo condene. De tal manera, en la práctica real, la lucha local contra el TAV, por ejemplo, deja de ser una posible pieza de construcción del movimiento para convertirse en un fin en sà mismo. (La vocación de constituir un movimiento revolucionario a través de las meras luchas anti-desarrollistas, no es más que otro canto de sirena. Tales luchas, sin una articulación más amplia, parece imposible que puedan generen de por sà un movimiento de la envergadura que se necesitarÃa para combatir los grandes males contra los que quieren luchar: la sociedad industrial. Los ideales que defienden, sean o no deseables, son ciertamente radicales pero despreciando lo material en virtud de lo ideal las praxis se torna evasiva y en potencia no pueden aspirar más que a las reformas locales).
0.2
Desde una sensibilidad anarquista y verde, los problemas que abrazan hoy el mundo deben ser pensados en sus mismas magnitudes. ¿Cómo combatir contra el calentamiento global, la desertización, el fundamentalismo latente y presente, las axiomáticas capitalÃsticas, las sociedades de control, la guerra global permanente y aquello que vincula el estado de excepción permanente con la ecologÃa, es decir, la crisis energética y la re-emergencia nuclear? Estas cuestiones debieran ser ineludibles para una revista con pretensiones crÃticas y combativas. Para ello habrá que repensar las formas de hacer polÃtica, tendremos que constituir un sujeto-multiplicidad rebelde y tendremos que dotarnos de un programa polÃtico a la medida. Habrá que pensar también los problemas geopolÃticos. En un mundo que ha devenido global, no hay duda que el movimiento ha de ser global. En ello reside parte de la importancia, potencia y alegrÃa de lo que ha emergido en Seattle y se ha vuelto a confirmar reiteradamente en Praga, Génova, Cancún... hasta llegar Rostock. Cuando los problemas ecológicos, sociales o deseantes no entienden ya de frontera alguna –aunque ciertamente la nocividad se concentra en las regiones deprimidas- la respuesta no puede ser sino global. Un movimiento global no se podrÃa construir en base a los principios utópicos y ghettistas que por lo de ahora defiende Resquicios y la mayorÃa anarco-autónoma.
A nivel programático será necesario agenciar muy diversos deseos y transversalizar las distintas luchas. Presumiblemente, el problema nuclear ha de ser una de esas lÃneas transversalizables. El ecologismo debiera serlo ya. Por fortuna, las nuevas subjetividades simbolizadas por el 68 y su post han conseguido expandir una conciencia ecologista hasta niveles jamás soñados, aunque, evidentemente, insuficientemente explosionados. En el caso europeo la propuesta de construcción de una programática movimentÃstica ha dejado tales cuestiones de lado. Este es un problema que deberÃa subsanarse en los próximos años. No obstante, el trabajo realizado hasta el momento actual no es ni mucho menos desdeñable.
0.3
De cara a articular una lucha glocal, de cara a constituir el movimiento global de la multitud, desde nuestra localización geopolÃtica la primera “paradaâ€? ha de ser Europa. Debemos hacernos con el sueño europeo. No con la Europa del capital, su Parlamento y su Banco Europeo, sino con la Europa de los movimientos. Las leyes europeas violentan nuestras vidas. Frente su polÃtica común debemos contra-atacar con la nuestra. Un combate a dos aguas, por supuesto, lejos de cualquier eurocentrismo, luchando desde Europa y desde el mundo (la solidaridad global del antagonismo europeo se constata ya en las reivindicaciones de “ciudadanÃaâ€? global y libertad de movimientos, asà como en las distintas redes de brigadistas internacionales que salpican el territorio continental).
Los sucesos acontecidos en los meses pasados tras el desalojo del centro social Ungdomshuset en Copenhague, la respuesta de solidaridad del antagonismo europeo, nos muestran una creciente conciencia europea al respecto. Centenares sino miles de activistas italianos, ingleses, alemanes y de otros paÃses acudieron a la llamada de una okupa que se convirtió en el sÃmbolo de un emergente territorio antagonista. La batalla de Rostock vuelve a confirmar la hipótesis-Europa. En la asamblea europea del Global Meeting veneciano, celebrada a finales de marzo y organizada por toda una red de centros sociales italianos, el antagonismo europeo que acudió habÃa hecho de Rostock su prueba de fuego. Las redes por lo de ahora constituidas parecen haber funcionado. Tales acontecimientos señalan una voluntad real de articulación europea. Y lo cierto es que tal proyecto movimentÃstico hace tiempo ya que está en marcha.
A nivel europeo nos encontramos ahora en un intermezzo organizativo. Tras la Batalla de Seattle se pensó en los Foros Sociales como la forma de crear la deseada organización horizontal y plural del movimiento. Colonizados por los partidos de la izquierda parlamentaria tras Génova tal modelo se entendió al fin como algo agotado y superado. El siguiente intento fue el proceso Euro May Day.
Algunos creyeron ver en la May Day la simple manifestación colorista de los precarios. Los más agrios creyeron ver en ella un mero simulacro recuperador. Otros anarquistas rápidamente se sumaron a las parades (los anarcosindicatos), algunos incluso formaron parte de la organización europea de los eventos (la red de colectivos anarco-autónomos Dissent). Más allá de las manifestaciones puntuales, el May Day se trataba de un proyecto polÃtico que cargado de inteligencia apuntaba en al menos cuatro direcciones. Primero, se trataba de dar un golpe semiótico recuperando el sÃmbolo por antonomasia del pretérito periodo obrerista (el 1º de Mayo) de las manos de los sindicatos institucionalizados que lo habÃan capturado. En este sentido, pretendÃa recuperar el sÃmbolo reubicándolo en el antagonismo de la multitud, al tiempo que lo actualizaba en función de las nuevas formaciones excedentarias productivas del postfordismo (precarios, migrantes, parados, etc.) y daba forma polÃtica a las nuevas subjetividades (de la reivindicación del pleno empleo a la reivindicación del dinero gratis, de la apologÃa de la ética del trabajo a su lúdico rechazo). Segundo, pretendÃa ser un lugar mitopoietico que sirviese para movilizar y acercar a todo ese movimiento latente de los-que-no-están para convertir la latencia en potencia, es decir, convertir el antagonismo virtual en antagonismo actual. Tercero, querÃa constituir una red europea con los movimientos-ya-existentes, con la intención de caminar hacia la constitución del anhelado movimiento europeo. Cuarto, intentaba dotar de un programa polÃtico a ese movimiento de la multitud europea. Sobre esto volveremos más adelante.
Crear un movimiento, aún entre los-que-están, no es algo sencillo. No se hace a base de mera voluntad y comunicados. Para ello es necesaria la paciencia, el mito, el sÃmbolo, crear esperanza e ilusión sobre el proyecto. El May Day fue un buen intento. Recapitulando someramente, el May Day comenzó siendo una pequeña manifestación milanesa en el 2001, poco antes de la batalla genovesa. Durante el 2002 y el 2003 creció y se expandió por Italia. En el 2004 se extendió a Barcelona. Fue en el 2005 y 2006 cuando se pensó como posible substituto en la constitución movimentÃstica del abandonado modelo de los Foros Sociales. Durante estos dos años se extendió a una veintena de ciudades llegando a movilizar un total de 250.00 personas, pero en el 2007 comenzó a descartarse la idea del May Day como pieza de articulación movimentÃstica. La razón es que, a pesar de los éxitos de convocatoria, difÃcilmente ha logrado ser algo más que un evento puntual y además se ha mostrado incapaz de crear organización. Aún asÃ, el May Day siguió su curso en el 2007, ciertamente con menos fuerza, y para el próximo año ya hay movilizaciones programadas. El May Day ha fracasado en algunas ciudades, en otras como Milán su éxito fue durante dos años arrollador, y lo cierto es que ha llevado la coordinación a un nuevo nivel y ha dejado por su camino un amplio salpicado de colectivos y asambleas de precarios. Ha tejido contactos y ha creado ilusión. No obstante, a riesgo de pronosticarle una muerte prematura, por las cuestiones comentadas, todo parece indicar que el May Day ya no será el modelo propuesto para los próximos años. Con los ánimos recargados durante el junio pasado, primero con Rostock, después con manifestación Anti-Bush del 9 de junio en Roma, en la cual participaron 120.000 personas, nos encontramos ahora en un entre-acto. El cerebro volverá a ser la mejor de las armas.
Por otra parte, en el Imperio hay signos de incendio. No me refiero aquà a las crisis económicas que ha sufrido -los Tigres Asiáticos del 97 o la de la New Economy en el 00-, sino a los múltiples sucesos que confirman un antagonismo creciente, aún cuando sea expresado bajo la forma del malestar. El rechazo a la guerra (los 110 millones de personas movilizados a lo largo del globo el 15-F del 2003); sobre el suelo europeo el malestar antagonista de los excluidos manifestado en los fuegos parisinos del invierno del 2005, meses después la lucha de la multitud contra el CPE, los 80.000 en Rostock, las luchas por la vivienda que han recorrido la penÃnsula ibérica, son todos ellos buenos ejemplos de enfrentamientos contra el paradigma gubernativo imperial de la guerra global permanente y contra la explotación, la exclusión y la dominación de la excedencia.
A lo largo del globo las cosas no han ido mejor para el Imperio. El golpe de estado a la soberanÃa global efectuado por Estados Unidos tras el 11-S, con el que pretendÃa erigirse en soberano único, parece haber fracasado: el efecto sumado de la resistencia iraquÃ, la oposición de otras potencias imperiales (el eje franco-alemán) y los movimientos antiguerra lo han frustrado. Desmantelada la intentona golpista la situación de la soberanÃa vive una especie de tenso interregno. Las tÃmidas aunque multitudinarias movilizaciones de los migrantes dentro de las fronteras yanquis tal vez sean un indicio de algo por-venir desde dentro de las entrañas de la monarquÃa imperial. Por otra parte, en latinoamérica la multitud no cesa de mostrar su potencial. La gobernanza actual se muestra cada vez más como una realidad bipolar: como tendencia creciente podemos decir que los partidos cada vez deben contar más con los movimientos de lo social para poder gobernar. La victoria de Lula no es explicable sin los movimientos globales e internos; la victoria de Chavez, Morales y Kirchner tampoco. De hecho, lo primero que hicieron todos ellos fue intentar pactar y capturar los movimientos sem terra, piqueteros, etc. En el Estado Español la victoria de Zapatero tampoco se puede explicar sin las movilizaciones contra la guerra durante el 2003 y tras el 11-M. El PSOE todos los años reparte condones y pulseras en las manis del orgullo gay, hizo lo posible por encabezar las manifestaciones alterglobalización (en Barcelona finalmente lo logró), promueve campañas a través del Consejo de la Juventud Española animando a los jóvenes a asociarse contra la precariedad, la exclusión y por la vivienda cuando estas luchas se desplegaban sobre lo social. Los partidos ya no pueden ignorar las luchas, es por esto que intentan hacerlas suyas y desarmarlas semiótica y organizativamente, desviándolas hacia el voluntariado y las ONG inofensivas. Esta realidad muestra tanto la potencia creciente de una multitud que tiene todavÃa que crecer y madurar, como la necesidad de constituir formas organizativas que combatan cualquier intento de captura o sobrecodificación por parte de los partidos, convirtiéndola en el proceso al fin en un agente autónomo socialmente reconocido. Por otra parte, la forma de poder dual que adquiere hoy la gobernanza requiere de nuevas teorizaciones sobre la “recuperaciónâ€?. La forma de gubernamentalidad se transforma, otros análisis se hacen necesarios. Las estrategias han de repensarse siempre en función de las situaciones cambiantes.
0.4.
DecÃa que el May Day proponÃa un programa. Es conocido: derecho queer para todos los géneros, cierre de los centros de internamiento de inmigrantes, libre movilidad para los migrantes, ingreso de ciudadanÃa independiente del trabajo, legalización del cannabis, liberación de los conocimientos (contra el copy right), medidas contra la precariedad laboral. Tras el 11-S, el desmantelamiento de la guerra global permanente ha pasado ha ser otro punto programático. Es indudable que esto no acaba con todos los males del mundo, pero sà que se mueve en una buena dirección para lograr afrontar unos cuantos. No va todo lo lejos que muchos desearÃamos, pero la polÃtica no tiene posibilidad de constituirse únicamente desde el debe-ser, sino en la tensión dinámica entre lo-que-es y lo-que-debe-ser, precisamente entre ambas. La cuestión es abrir mundos que posibiliten nuevos mundos más radicales. Crear acontecimientos donde las posibilidades del primer escenario ya no sean más que una pálida sombra comparadas con las del segundo. Ya he ejemplificado esto en relación a los movimientos estudiantiles y negros y el 1968, o en relación al primer movimiento obrero. Mientras tanto, si alguno de los puntos del programa propuesto y que comienza a movilizar y constituir la multitud europea no es convincente, entonces habrá que discutirlo. Si algunos otros son necesarios, y ciertamente se echan en falta medidas ecológicas y energéticas, habrá que incluirlos. También deberÃamos tener en cuenta que esta programática que se esboza, aún intentado articularse en lo global, puede que sólo sea válida para ciertos territorios. Cada contexto social y cultural deberÃa buscar la constitución del común a partir de su programática especÃfica. La articulación de los múltiples comunes formados es un paso otro, distinto pero simultáneo.
En “A mis amigos rusos y polacosâ€?, un artÃculo reciente, Miquel Amorós intentaba pensar cuál podrÃa ser este programa polÃtico del antagonismo. Apostaba por las luchas contra el “cemento y la tecnologÃaâ€? porque ellas apuntan “al centro del sistemaâ€?. John Zerzan iba más lejos: el centro del sistema no es el cemento, sino el cerebro. Zerzan apuesta por abolir la cultura, los sÃmbolos, toda forma de representación, por tanto metáforas y metonimias incluidas, el fin de la poesÃa. Sin embargo el “ir al centro del sistemaâ€?, como fácilmente se podrá comprobar, no es gran cosa. Más radical serÃa yo, más al “centroâ€? podrÃa ir, si lo que propusiese fuese acabar con la vida en su totalidad: sin vida no hay dominación de tipo alguno posible. En términos prácticos bien pudiera ser mucho más radical comenzar por otro tipo de cosas: por los márgenes. Supongo que, precisamente por ser consciente de la incapacidad de constituir un movimiento masivo a partir del tecno-cemento, Amorós terminaba por poner su fe en cierto colapso del sistema. Sin un Apocalipsis parece difÃcil construir un movimiento con la potencia requerida a partir de la programática tecno-cemento. Pero la fe en el colapso es fe, nada más que eso. Al explicar el cambio social por medio del determinismo eco-tec a Amorós no le queda otra opción que poner sus esperanzas en que éste se reviente a sà mismo haciendo de tal modo factible, de modo reactivo, “la explosión del nihilismo de las masasâ€?. Según Amorós, “a medida que el sistema de la dominación se tecnifica se vuelve más complejo y, por lo tanto, más vulnerable, pero sólo dicho sistema parece darse cuenta de eso, o mejor dicho, muy pocos son los que quieren que se desmoroneâ€?. Por supuesto, no estoy entre los que desean que se desmorone. El improbable colapso no nos asegura la emergencia de una sociedad libertaria, más bien podrÃa pensarse en todo lo contrario, y lo cierto es que el propio Amorós coincide con mi apreciación justo en el párrafo que precede a aquel del cual he tomado la cita anterior: “El dÃa que el abastecimiento se interrumpa, no será comprendido como un dÃa de libertad, puesto que nadie ha aprendido a vivir por sà mismo, a hacer de su vida algo interesante y satisfactorio, sino como un dÃa de aburrimiento sujeto a arbitrarias explosiones de iraâ€?. Es por esto que Amorós se plantea la siguiente pregunta: “¿Qué fuerza serÃa capaz de encargarse de la organización social en caso de derrumbe?â€? E ironiza con la respuesta: “¿los lectores de LaHaine? ¿El “partidoâ€? de los leninistas? Para que el capitalismo desapareciera serÃa necesario que millones de personas anónimas dejasen de consagrar sus vidas al trabajo, al consumo y al espectáculo. Con semejante deserción, estarÃamos hablando del advenimiento de una claseâ€?. Ahora bien, ¿cómo se constituye esa “claseâ€??
Estoy completamente de acuerdo con una cosa que apunta Miquel, esto es, que la clase es dinámica, que “la clase se constituye en las luchas y no al contrarioâ€?. Coincidimos ambos con esto mismo que enfatizan los operaÃstas y postoperaÃstas desde hace ya décadas. Coincidimos ambos con lo que escribÃa Marx hace ya demasiado. Dentro del entramado de la EconomÃa PolÃtica que deseamos hacer saltar por los aires, la composición actual de la clase toma el signo de la excedencia. Al capital ya no le hacemos falta todos y nuestra potencia excede su propia capacidad de gestión y captura. Es asà que la “claseâ€? toma el signo de excedencia, tanto de la excedencia negativa (los marginados, los encarcelados, los psiquiatrizados, parados, ghettizados, las banlieus) como la excedencia positiva, es decir, aquellos que tienen superávit de potencia productiva (cognitarios) o que tienen superávit de potencia de movimiento (los migrantes). Esta es la nueva composición de clase o, mejor dicho, este es el sustrato al partir del cual se puede constituir la clase. Si deseamos atender a la problemática de la actualización de la composición de la clase, creo que unos y otros podremos encontrar en esto un punto para constituir nuestro común. Ciertamente, no será para retomar la vieja idea de la centralidad absoluta de la lucha de clases, ni aunque sea bajo su composición nueva. Lo interesante es crear un movimiento donde la singularidad pueda devenir sobre lo común conservando su diferencia, sobre un plano liso, sin necesidad de una jerarquización de las luchas. Un movimiento caleidoscópico que desterritorialice hasta los máximos posibles los grados de libertad en todos los aspectos de la vida. Agenciar lo verde con lo precario, lo queer con lo migrante, no se trata de un reto pequeño. El movimiento alterglobalización, aún con sus múltiples imperfecciones, es el mejor ejemplo que por lo de ahora tenemos. Un pequeño monstruo que está creciendo, que anuncia nuevas posibilidades radicales que hay que tallar entre todos con mimo.
Al fin y al cabo, de lo que se trata es de aprender a bailar ligeros una danza colectiva donde los cuerpos se toquen y lascivamente se manoseen. Aprender de los recovecos, producir márgenes, bailar los cuerpos y bailar las mentes, en proceso alegre y constituyente, al son del hermoso cántico del Global Meeting, “Hacer multitud, construir autonomÃa, crear mundosâ€?. Bailar es algo que requiere paciencia y sobretodo mucha inteligencia corporal. Necesita una inteligencia lÃquida para improvisar siempre nuevos gestos, ritmos y movimientos. Bailamos hoy en el intermezzo de un mundo definido por lo post, donde lo viejo no acaba de evaporarse y lo nuevo todavÃa no puede ser nombrado. El post exige entender la polÃtica siempre como experimentación. Si un paso no marcha, aprender a bailar de nuevo. Mientras no consigamos adentrarnos en tal polÃtica danzarina caminaremos plomizos sobre terrenos fangosos.
“No saben bailar. ¡Cómo iba a ser ligera la tierra para ellos!�
Friedrich Nietzsche |
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