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Carta de un misionero al papa
06 jun 2007
CARTA ABIERTA AL PAPA

Te dirijo esta carta porque necesito comunicarme con el pastor de la Iglesia
Católica y no existe ningún canal de comunicación para encontrarte directamente. Me
dirijo a ti como hermano en la fe y en el sacerdocio, puesto que hemos recibido en
común la misión de anunciar el Evangelio de Jesús a todas las naciones.

Soy sacerdote misionero de Quebec (Canadá) desde hace 45 años; me comprometí con
entusiasmo al servicio del Señor cuando empezó el Concilio Ecuménico Vaticano II. He
estado siempre ocupado en un trabajo próximo a los ambientes particularmente pobres:
en el barrio Bolosse, en Puerto Príncipe (Haití), bajo François Duvalier, después
entre los quichuas al Ecuador y, finalmente. en un barrio obrero de Santiago en
Chile, durante la dictadura de Pinochet.

Después de haber leído el Evangelio de Jesús durante mis estudios secundarios quedé
impresionado por la multitud de pobres y tullidos de la vida de los que se rodeaba
Jesús, mientras que los numerosos sacerdotes que nos acompañaban en aquel colegio
católico sólo nos hablaban de moral sexual. Yo entonces tenía quince años.

¿La teología de la liberación es una mezcla errónea de fe y política?

En el avión que te traía al Brasil, una vez más has condenado la teología de la
liberación como un falso milenarismo y una mezcla errónea entre Iglesia y política.
He quedado profundamente molesto y me he sentido herido por tus palabras. Ya había
leído, y releído, las dos instrucciones que el ex cardenal Ratzinger había publicado
sobre esa teología; allí la describes como un espantapájaros que no representa nada
en mi vivencia y convicciones. No he necesitado leer a Karl Marx para descubrir la
opción para los pobres. La Teología de la liberación no es una doctrina o una
teoría; es una manera de vivir el Evangelio en la proximidad y la solidaridad con
las personas excluidas y empobrecidas.

Es indecente condenar así públicamente a los creyentes que han consagrado su vida -y
somos decenas de miles de laicos y laicas, religiosas y religiosos y sacerdotes de
todas partes- los que hemos seguido el mismo camino.

Ser discípulo de Jesús es imitarlo, seguirlo, actuar como él obró.

No comprendo este encarnizamiento y esta hostilidad respecto a nosotros. Justo antes
de tu viaje al Brasil, redujiste al silencio y excluiste de la enseñanza católica el
padre Jon Sobrino, teólogo comprometido y sacrificado, compañero de los jesuitas
mártires de El Salvador y de monseñor Romero. Este hombre de setenta años ha servido
con valor y humildad a la Iglesia de América Latina con su enseñanza. ¿Es una
herejía presentar a Jesús como hombre y sacar las consecuencias ?

Viví la dictadura de Pinochet en Chile, en una Iglesia valientemente guiada por un
pastor excepcional, el cardenal Raúl Silva Henríquez. Bajo su gobierno, acompañamos
a un pueblo asustado, aterrorizado por militares fascistas católicos que pretendían
defender la civilización cristiana occidental torturando, secuestrando, haciendo
desaparecer y asesinando. Viví aquellos años en La Bandera, un barrio popular
particularmente afectado por la represión. Sí que escondí a gente; sí que ayudé a
personas a escapar del país; sí que ayudé a otras a salvar su piel; sí que participé
en huelgas de hambre. También consagré aquellos años a leer la Biblia con la gente
de los barrios populares y centenares de personas descubrieron así la Palabra de
Dios que les ofrecía enfrentar la opresión con fe y valor; yo estaba convencido de
que Dios les acompañaba. Organicé comedores populares y talleres artesanos para
permitir que antiguos prisioneros políticos reencontraran un lugar dentro la
sociedad. Recogí cuerpos asesinados del depósito de cadáveres y les di una sepultura
digna como a seres humanos. Promoví los derechos de la persona con riesgo de mi
integridad física y de mi vida. Sí, la mayoría de las víctimas de la dictadura eran
marxistas y nos hicimos bien próximos porque aquellas personas eran nuestros
prójimos. Y juntos cantamos y esperábamos el final de aquella ignominia.


¡Soñábamos también juntos la libertad!

¿Qué habrías hecho en mi lugar? ¿Por cuál de estos pecados quieres condenarme,
hermano Benito? ¿Qué es lo que te cae tan mal en esta práctica? ¿Se encuentra muy
lejos de aquello que Jesús habría hecho en las mismas circunstancias? ¿Cómo piensas
que me encuentro cuando escucho tus repetidas condenas? Ahora, como tú, llego al
final de mi servicio ministerial y esperaba ser tratado con más respeto y afecto de
parte de un pastor. Pero tú me dices: «No has comprendido nada del Evangelio. ¡Todo
esto es marxismo! Eres un ingenuo». ¿No hay mucha arrogancia en tus palabras?

Tras veinticinco años regresé a Chile a ver a mis amigos del barrio; setenta
vinieron a recibirme en enero y me acogieron fraternalmente e incluso me dijeron :
«Viviste con nosotros como uno más; nos acompañaste durante los peores años de
nuestra historia. Fuiste solidario y nos estimastes. Por eso es por lo que nosotros
te estimamos tanto!" Y aquella misma gente trabajadora añadía: "Hemos sido
abandonados por nuestra Iglesia. Los sacerdotes han vuelto a sus templos; ya no
comparten más con nosotros, ya no viven entre nosotros."

En Brasil ha sucedido la misma realidad: durante veinticinco años se ha ido
reemplazando un episcopado comprometido con los labradores sin tierras y los pobres
de las "favelas" de las grandes ciudades por obispos conservadores que han combatido
y rechazado a miles de comunidades de base, dónde la fe era vivida cerca de la vida
concreta. Así se ha provocado un vacío inmenso que las Iglesias evangélicas y
pentecostales han llenado enseguida, incluso integrándose en medio del pueblo. Y son
centenares de millares los católicos los que se pasan a estas comunidades.

Querido Benito, te suplico que cambies tu mirada. No tienes la exclusiva del Soplo
divino; es toda la comunidad eclesial la que se encuentra animada por el Espíritu de
Jesús. Te lo pido, arrincona tus condenas; tú serás juzgado pronto por el Único
autorizado a clasificarnos a la derecha o a la izquierda, y sabes tanto como yo que
nuestro juicio se hará sobre el amor.

Fraternalmente,

Claude Lacaille.

This work is in the public domain

Comentaris

Re: Carta de un misionero al papa
06 jun 2007
¿Para esto sirve ahora el IMC BCN?
¡DIOS MIO!
Re: Carta de un misionero al papa
07 jun 2007
Eres un capullo Pepito. ¿Tú has leído con atención esta carta? Oh, que habla de Dios, de Cristo y del Evangelio... Claro, tú eres un ateo radical anti-iglesia, ¿no?¡Qué valiente! Eres el mejor, sin duda. Vamos hombre. Igual si estuvieses más cerca de esas comunidades de base de las que habla este sacerdote serías capaz de comprender un poco de qué habla. Yo soy ateo total, pero no puedo no simpatizar con la gente creyente con opciones radicales y que cree en una iglesia diferente. ¡Unamos nuestras luchas, que no somos tantos, cojones! Será que todo lo que se publica aquí es muy pertinente... Si la iglesia católica es un instrumento histórico de opresión, hay gente que lucha contra ello desde dentro, y muchos han muerto o se han jugado la vida por hacerlo. Así que un poco de respeto Pepito.
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