La experiencia socialista de la URSS

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La experiencia socialista de la URSS
per Fernando Hugo Azcurra - Agrupación Mate Amargo de Entre Ríos Correu-e: amilreali ARROBA tutopia.com (no verificat!) Adreça: Paraná, Entre Ríos, Argentina	03 jun 2007
¿Existió similitud de la relaciones sociales de producción entre el capitalismo y el socialismo en la URSS?
La experiencia socialista de la URSS Fernando Hugo Azcurra La unidad originaria entre trabajadores y medios de producciÃ³n Cuando examinamos desde el nivel econÃ³mico mÃ¡s general la experiencia social de lo ocurrido en Rusia, estremece comprobar la similitud entre la forma socialista adoptada por la URSS con la correspondiente al capitalismo y a sus rasgos distintivo: a) relaciÃ³n entre trabajadores no propietarios con propietarios no-trabajadores (similitud), b) los capitalistas expropiados y un solo capital en el Estado-Partido (diferencia). Al mismo tiempo cabe seÃ±alar que no se hubo superado la subordinaciÃ³n y sometimiento del trabajo al capital. Pero aludir asÃ a la situaciÃ³n de lo hecho en la URSS no es otra cosa sino plantear que la unidad originaria entre los trabajadores y la propiedad de los medios de producciÃ³n, rota por las sociedades de clase y, en particular, renovada en su forma por el capitalismo, ni siquiera hubo de ser encarada como una tarea prÃ¡ctica de polÃtica y estrategia de clase de primer orden, y al mismo tiempo como un medio de carÃ¡cter econÃ³mico para superar el atraso desde el cual partiÃ³ la URSS. Dicho de otro modo, bajo la conducciÃ³n de Stalin, la ruptura de la unidad originaria entre trabajadores y sus condiciones objetivas de producciÃ³n y autosustento no se produjo ni figurÃ³ jamÃ¡s entre los objetivos a lograr a corto plazo histÃ³rico como un ejemplo de la nueva sociedad superadora del capitalismo. (En el cap. 2 de â��Imperialismo y Socialismoâ�? hubimos de anticipar algunos conceptos que aquÃ tratamos) Ahora bien, esta â��unidad originariaâ�? es aquella que corresponde a los trabajadores como dueÃ±os de sus condiciones objetivas de producciÃ³n y sustento, ya que ellos mismos constituyen las condiciones subjetivas; unidad, pues, de los medios, los instrumentos y de los resultados de tal proceso. Unidad que excluye el trabajar para otro en condiciones de subordinaciÃ³n por el procedimiento de la coacciÃ³n tanto extraeconÃ³mica (esclavismo, servidumbre) como econÃ³mica (trabajado asalariado). Esta autonomizaciÃ³n asociada de trabajo, propiedad y producciÃ³n no es sino la de dueÃ±os o propietarios de sus propias condiciones de producciÃ³n y reproducciÃ³n que, histÃ³ricamente pueden ejemplificarse en el comunismo natural o comunidad â��asiÃ¡ticaâ�? y en el trabajo del campesinado agrÃcola incluyendo en esta forma la artesanÃa o industria domÃ©stica. Marx afirma (â��TeorÃas sobre el Plusvalorâ�?, FCE. 14, p. 375) â��Ambas son formas infantiles y poco adecuadas para que el trabajo se desarrolle como trabajo social y se desarrolle, con Ã©l, su productividadâ�?. La forma de desarrollo social del trabajo y de su mayor productividad es la que corresponde al modo de producciÃ³n por el capital y a su contraposiciÃ³n especÃfica: el trabajo asalariado. Ahora bien, esta forma social significa una ruptura profunda entre el trabajo y la propiedad sobre las condiciones de producciÃ³n, es la ruptura de aquella unidad originaria. QuizÃ¡s la ruptura mÃ¡s profunda es la del trabajo esclavo ya que en esta modalidad el propio trabajador es concebido como una â��cosaâ�? mÃ¡s integrante de las condiciones objetivas. El capital reproduce y perpetÃºa aquella ruptura pero bajo sus propias caracterÃsticas econÃ³micas e histÃ³ricas, porque, en definitiva, cualesquiera sean las formas sociales del proceso de producciÃ³n, los protagonistas decisivos son siempre los trabajadores, los medios de producciÃ³n y la relaciÃ³n jurÃdica que mantienen con Ã©stos, ya que esto Ãºltimo decide sobre la propiedad de sus resultados (productos). Las formas especÃficas en la que se combinan trabajadores, medios de producciÃ³n y la relaciÃ³n jurÃdica a que da lugar, diferencia las formas econÃ³micas de la estructura social. Volver a recuperar aquella unidad originaria de la producciÃ³n, como es evidente, sÃ³lo puede hacerse sobre la base tÃ©cnica y cientÃfica alcanzada por el modo capitalista de producciÃ³n, la que sÃ³lo es posible de ser restaurada por medio de los procesos de cambio social que ya estÃ¡ experimentando la sociedad burguesa y el capital, la soluciÃ³n es, finalmente, de carÃ¡cter polÃtico prÃ¡ctico y no evolutivo-econÃ³mico. Cuando, como sucede en la realidad socio-polÃtica actual, los cambios hacia el socialismo se inician en sociedades atrasadas, el logro de construir tal base es un objetivo polÃtico y econÃ³mico de primer orden. Pero tambiÃ©n se vuelve imperativo por medio de quÃ© nuevas relaciones de producciÃ³n y propiedad se llevarÃ¡ a cabo tal objetivo. Â¿Por quÃ© es tan importante seÃ±alar la necesidad de la supresiÃ³n de esta ruptura de la unidad y de su forma social antagÃ³nica? Lo es ya que lo que se juega consiste en el comienzo de la superaciÃ³n de las sociedades de clase milenariamente existentes. Y ademÃ¡s porque fuera de los trabajadores asalariados, por debajo de ellos si se quiere, no existe otra clase explotada y que, en potencia, haya de ocupar el lugar de aquellos quienes, a su vez, ocuparÃan el lugar de clase explotadora. Esto serÃa un sin sentido social y econÃ³mico que no encuentra sustento en el proceso real de las sociedades de clase y en particular en la sociedad burguesa. Esta extinciÃ³n de las clases por medio de la liberaciÃ³n de la clase explotada es la eliminaciÃ³n de ella misma y de toda diferenciaciÃ³n de clase, es por ello mismo la construcciÃ³n de otras relaciones sociales y productivas, es la erecciÃ³n de otra sociedad. Por esta razÃ³n no atacar el centro vital de la estructura de clases es continuar manteniÃ©ndola, es continuar repitiendo las mismas relaciones y las leyes de su funcionamiento. Fue esto lo que se pudo encontrar en la URSS (e incluso dirÃamos en toda experiencia de cambio profundo que no acometa como objetivo polÃtico superar este divorcio social y productivo). La fuerza de trabajo de los trabajadores continuÃ³ siendo una mercancÃa en la URSS por cuyo uso se pagaba un salario a cargo del Estado-partido y los medios de producciÃ³n se situaban lejos y por encima de ellos, ajenos a ellos. Las condiciones subjetivas de la producciÃ³n y las condiciones objetivas no se reunieron, reiterando con ello las bases sociales de una producciÃ³n clasista. Pero veamos de mÃ¡s cerca esta relaciÃ³n entre trabajadores no-propietarios quienes venden el uso de su fuerza de trabajo, y Estado propietario que usa tal fuerza. La relaciÃ³n econÃ³mica de los trabajadores y el Estado socialista Las caracterÃsticas tÃpicas de la relaciÃ³n entre trabajador asalariado y las empresas bajo el socialismo realmente existente pueden resumirse de la siguiente manera: -el trabajador es considerado como â��libreâ�?, sin ataduras personales ni de subordinaciÃ³n social de ningÃºn tipo; -el trabajador vende el uso de Ft por tiempo, dÃa, semana, mes, etc. y el Estado la usa productivamente; -el trabajador acepta las condiciones establecidas por las empresas del Estado para el uso de Ft; en rigor Ã©stas estÃ¡n ya establecidas para toda la clase dado que se concebÃa al Estado como la clase misma en el poder; -el trabajador no vende mercancÃas ya que no es un productor dueÃ±o de sus condiciones objetivas de producciÃ³n. No trabaja para sÃ sino para otro. -el trabajador recibe un W por su trabajo; -el trabajador produce mercancÃas y valor por encima de las necesidades de su reproducciÃ³n y, por tanto, es generador de un excedente; -el trabajador no es dueÃ±o de los medios de producciÃ³n por lo que tampoco es dueÃ±o de los resultados del proceso productivo (masa de mercancÃas), aun cuando formalmente se sostuviera que la propiedad estatal era la forma colectiva de propiedad; -el trabajador en estas condiciones reproduce materialmente y en valor su fuerza de trabajo; -el trabajador tampoco es dueÃ±o del excedente; La relaciÃ³n econÃ³mica especÃfica entre trabajadores y capitalistas Examinemos ahora la condiciÃ³n estructural de la relaciÃ³n productiva entre el trabajador â��libreâ�? y la posiciÃ³n del propietario de los medios de producciÃ³n bajo la forma productiva y social capitalista. Es esta una relaciÃ³n de producciÃ³n resultado de toda una larga etapa histÃ³rica de luchas, robos, confiscaciones, etc. (acumulaciÃ³n originaria) para subordinar a los trabajadores al capital, que se va gestando en el seno de la sociedad feudal. El capital, primero se monta formalmente en los modos existentes de trabajo y producciÃ³n y las va socavando; luego, poco a poco, se vuelve realmente dominante con su propia tÃ©cnica y bajo el comando directo del capitalista. Se constituye el modo especÃficamente capitalista de producciÃ³n. Que el trabajador sea â��libreâ�? significa que es propietario de su fuerza de trabajo, y lo es en tanto diferenciaciÃ³n de las formas de producciÃ³n anteriores conocidas, las de trabajo esclavo y trabajo servil. Bajo el capitalismo ya no existen aquellas formas de subordinaciÃ³n personal en las relaciones de producciÃ³n en las que el trabajador carece de entidad autÃ³noma como sujeto de contrato por tanto como ente de juridicidad. Si Ã©stas fueran las condiciones entonces no habrÃa posibilidad alguna de relaciones capitalistas. El capital exige la contraposiciÃ³n de trabajadores que se presenten como â��dueÃ±osâ�? de lo que venden, no sea que alguien pudiera reclamar para sÃ la propiedad de aquellos e impidan la formalizaciÃ³n contractual. Los trabajadores, entonces, se ven obligados a â��ofrecerâ�? a las empresas sus capacidades productivas para poder sostenerse como individuos y como clase, funciona la coacciÃ³n econÃ³mica. A los trabajadores en esta transacciÃ³n mercantil les interesa: primero vender para comprar, esto es, vender el uso de su fuerza de trabajo (mercancÃa), percibir un salario (dinero) para luego con Ã©l adquirir los productos para su consumo (mercancÃa). El circuito es pues mercancÃa-dinero-mercancÃa. Esto seÃ±ala la segunda circunstancia: los trabajadores necesitan acceder a los valores de uso mercantiles sin los cuales no podrÃan subsistir ni ellos ni su familia. El interÃ©s de los empresarios capitalistas es comprar para vender. Compran con dinero (en realidad invierten) medios de producciÃ³n y el uso de la fuerza de trabajo; reÃºne a ambos en el proceso de producciÃ³n mediante el cual obtiene una masa de mercancÃas valorizadas que venden recuperando la inversiÃ³n acrecentada en un plus o excedente. El circuito es dinero-mercancÃa-dinero. Al empresariado capitalista lo motiva el valor de cambio y no el valor de uso, le importa recuperar el dinero invertido incrementado y asÃ proseguir en perÃodos subsiguientes. Entre ambas clases sociales las transacciones se realizan mediante dinero y mercancÃa y, sin embargo, las posiciones que ambas categorÃas ocupan en la relaciÃ³n no son simÃ©tricas. Los trabajadores participan en el movimiento mercantil simple, en tanto los empresarios hacen actuar al dinero como capital y es Ã©ste el movimiento vital para ellos. Ahora bien, la forma particular del cambio entre trabajadores y capitalistas, no entre â��trabajoâ�? y â��capitalâ�?, objetiva una diferenttia specifica respecto del trueque y del cambio entre mercancÃa por dinero: en principio se trata de una relaciÃ³n monetaria o econÃ³mica, o sea no de subordinaciÃ³n personal como en las formas histÃ³ricas anteriores y, en segundo lugar el dinero bajo la forma del pago salarial adquiere el derecho de uso por parte de los empresarios sobre el trabajo vivo y la jornada laboral de los trabajadores. Esta particular relaciÃ³n se compone de dos momentos o procesos claramente diferenciados: el momento formal y el momento real, que el capital y la economÃa burguesa no distinguen, y que en realidad son dos tipos de cambio entre trabajadores y capitalistas. El primer momento expresa la relaciÃ³n contractual: compra de la fuerza de trabajo; el segundo se refiere al trabajo en proceso, a la actividad misma de producciÃ³n y por este medio la transformaciÃ³n inmediata del trabajo vivo en generadora de capital, es su objetivaciÃ³n como realizaciÃ³n del capital que produce capital por medio de la explotaciÃ³n econÃ³mica de los trabajadores. El momento formal se da, pues, como compraventa de la fuerza de trabajo, por tanto se desenvuelve como cambio en el Ã¡mbito de la circulaciÃ³n entre dinero y mercancÃa, se presenta como una transacciÃ³n comÃºn entre partes, una de las cuales vende y la otra compra, surge o se da una relaciÃ³n jurÃdica contractual entre â��igualesâ�? en un mercado particular en la que, por hipÃ³tesis, se decide sobre salarios, jornada laboral y otras condiciones. De manera que, a esta altura, lo que debe destacarse es que: a) no se trata de un cambio de mercancÃas, el trabajador NO le vende mercancÃas al empresario, por tanto, b) los trabajadores venden el uso de una capacidad y no una â��cosaâ�? mercantil; c) los empresarios se comprometen al pago por el uso de la fuerza de trabajo, que es en potencia dado que aÃºn no la utilizan, d) el dinero hasta aquÃ funciona idealmente como medio de compra ya que los empresarios pagarÃ¡n luego de usarla durante el lapso estipulado dÃas, semana, mes, etc. En este momento formal no aparece excedente alguno. En el momento real se da el consumo efectivo (es el â��usoâ�?) de la fuerza de trabajo por parte de quien la ha comprado: es el momento en el Ã¡mbito de la producciÃ³n. En este momento no hay cambio en el sentido formal, sino un â��perfeccionamientoâ�? del contrato del momento anterior: el propietario dinerario y de los medios de producciÃ³n ya no es comprador y el trabajador no vende mercancÃa alguna. Son caracterÃsticas de este momento: a) el trabajador ha quedado realmente subordinado a los capitalistas; b) el proceso de trabajo es dirigido y controlado por el capitalista que es quien toma las decisiones y dicta las Ã³rdenes; c) El propietario â��usaâ�? lo que ha comprado, esto es el valor de uso de la fuerza de trabajo, y el trabajador se la entrega del Ãºnico modo que puede y debe hacerlo: trabajando. d) El trabajador materializa ahora valor en la masa de mercancÃas correspondiente a la jornada laboral pactada; e) aquÃ es cuando aparece la diferenttia specifica del intercambio entre trabajadores y empresarios capitalistas: el trabajador produce al trabajar durante la jornada laboral, mÃ¡s valor de lo que ella le cuesta al empresario; f) el dinero, respecto del trabajador, funciona ahora realmente como medio de pago. Ahora bien, el trabajador no trabaja hasta reproducir sÃ³lo el valor de su fuerza de trabajo sino que debe seguir trabajando todo el tiempo de la jornada laboral que es mÃ¡s extensa. Pues bien, este hecho marca indeleblemente que el valor de uso de la fuerza de trabajo es en sÃ mismo el fundamento del valor de cambio, Ã©sta es la razÃ³n por la cual es su uso el que crea un valor de cambio de magnitud mayor que el que ella misma contiene. Â¡Este es el secreto de la voracidad capitalista en cuanto al trabajo y la extensiÃ³n de la jornada laboral! Vemos que la clave de la explotaciÃ³n del trabajo por el capital estÃ¡ en el momento de la producciÃ³n y no en el de la circulaciÃ³n, en esta Ãºltima los intercambios son de carÃ¡cter equivalente, en la otra se produce mÃ¡s de lo que el capitalista ha invertido, es otra manera de decir que el cambio entre trabajo vivo y trabajo materializado es desigual siendo Ã©sta es la fuente del excedente. El pago del salario a posteriori de su consumo, digamos en la quincena o al mes, oculta esta situaciÃ³n y da la apariencia que el salario es el pago â��justoâ�? por toda la jornada de trabajo. El momento formal se superpone al real y se muestra como el Ãºnico intercambio; el cambio real entre trabajo vivo y objetivado queda subsumido en aquÃ©l como cumplimiento â��equitativoâ�? del contrato por parte del trabajador. La especificidad del socialismo realmente existente Pues bien, todas estas singularidades que caracterizan con precisiÃ³n la explotaciÃ³n de la fuerza de trabajo por el capital y por tanto la subordinaciÃ³n del trabajador a los capitalistas, si las analizamos con atenciÃ³n, son claramente similares a lo que sucedÃa con la clase trabajadora bajo la URSS. Se estructurÃ³ y subsistiÃ³ la separaciÃ³n entre las condiciones subjetivas y objetivas bajo una nueva modalidad: la de la concentraciÃ³n, no sÃ³lo en un polo, sino en un Ãºnico propietario de las condiciones objetivas que repetÃan su condiciÃ³n de capital aunque ya no hubiera capitalistas; podrÃa pensarse en que el proceso de â��colectivizaciÃ³nâ�? del agro (dÃ©cada del 30) desmentirÃa esto pero sin embargo este proceso no fue otra cosa que una gigantesca y acelerada â��expropiaciÃ³nâ�? del campesinado ruso, lo que dio lugar a que formalmente existiera la propiedad cooperativa, pero realmente estaba atada y subordinada a la direcciÃ³n y los planes del partido-Estado. Y fue esta peculiar forma social de producciÃ³n la que constituirÃa la base de los acontecimientos histÃ³rico-polÃticos de la dÃ©cada del 90 en la URSS y en los paÃses europeos socialistas. Esta monopolizaciÃ³n de los medios de producciÃ³n en el Estado como Ãºnico capitalista en un polo, determinÃ³ la continuaciÃ³n de la expropiaciÃ³n de los trabajadores y el mantenimiento de la relaciÃ³n de trabajo asalariada como el otro polo de una contraposiciÃ³n antagÃ³nica. PodrÃa hasta pensarse que en realidad lo que la URSS y los paÃses socialistas europeos constituÃan eran una variante o modalidad socio-econÃ³mica â��asiÃ¡ticaâ�? de producciÃ³n con industrias y producciÃ³n masiva de mercancÃas, pero nunca que fuera un capitalismo de Estado. En esta variante del modo capitalista de producciÃ³n se parte de la existencia de propietarios capitalistas y de relaciones de intercambio y acumulaciÃ³n; requiere la libertad del capital y del trabajo en condiciones de libertad de intercambio, de libertad y movilidad del capital sobre todo, sÃ³lo que estas fuerzas estÃ¡n subordinadas a la acciÃ³n econÃ³mica del Estado. Capitalismo de Estado (Â¡y financiero!) es el actual de la sociedad burguesa, con la producciÃ³n socializada enormemente extendida, con su regulaciÃ³n de mercados, con el control de la circulaciÃ³n monetaria, con la implementaciÃ³n de los estabilizadores automÃ¡ticos (seguro de desocupaciÃ³n, pensiones, jubilaciones, salarios mÃnimos, etc.). Hay que decir, sin embargo, que esta figura (capitalismo de Estado) no es exclusivamente caracterÃstica del modo capitalista de producciÃ³n; bien puede ser una figura socio-productiva de transiciÃ³n entre un sistema y otro, dependiendo de hacia dÃ³nde se dirija, si a estabilizar el capitalismo o a abrir paso a una forma socialista, o sea en manos de quÃ© clase estÃ© el poder estatal. Â¡Y es asÃ! DespuÃ©s de la etapa del comunismo de guerra en Rusia, LenÃn abogÃ³ incansablemente ante el partido sobre la necesidad de pasar por una etapa de tal naturaleza como medio de reactivar la economÃa postrada de Rusia por esa Ã©poca y al mismo tiempo como forma de sostener las fuerzas principales de la RevoluciÃ³n: al proletariado en uniÃ³n con el campesinado, que necesitaban paz, pan y trabajo. Era un procedimiento de consolidar el poder proletario del Estado. Se puede apreciar que esto es muy diferente de lo que acontecerÃa a partir de los aÃ±os 30, y mÃ¡s aÃºn de lo que ya se habÃa estructurado en los aÃ±os 50. Es preciso subrayar que esta figura de polos de concentraciÃ³n social es tambiÃ©n similar a la que se observa hoy bajo el capitalismo monopolista financiero, que manifiesta, como ya vimos, una tendencia a la concentraciÃ³n Ãºnica del capital en manos de los capitalistas financieros y opuestos a la masa de trabajadores asalariados. El capital financiero como representante del capital en su conjunto y su cada vez mÃ¡s ostensible concentraciÃ³n y eliminaciÃ³n de rivalidades tiende a parecerse a lo que se produjo en la URSS: un capital Ãºnico, pero en el que, dentro de su propio seno, surgen fuerzas que le exigen desandar tal camino y volver a recrear las condiciones de la competencia, si no de la etapa primaria como multiplicidad de oferentes y demandante, al menos como monopolios que rivalizan. La competencia es la multiplicidad de los capitalistas, es la relaciÃ³n del capital consigo mismo como otro capital, vale decir, es el comportamiento del capital en cuanto capital. El proceso de producciÃ³n fundado en el capital despliega la competencia como su ley interna y es la condiciÃ³n de su desarrollo como modo de producciÃ³n que transforma las fuerzas productivas en propiedad del capital. La competencia es la naturaleza interna del capital, es su determinaciÃ³n esencial que se presenta y se realiza como acciÃ³n recÃproca de la diversidad de capitales entre sÃ (aun en las condiciones monopolistas como competencia monopolista) Marx dice â��â�¦que es la tendencia interna puesta como necesidad exterior. El Capital existe y sÃ³lo puede existir como muchos capitales, por tanto su autodeterminaciÃ³n se presenta como acciÃ³n recÃproca de los mismos entre sÃâ�? (K. Marx â��Grundrisseâ�? 1972, II, siglo XXI p. 167). La competencia es de modo general, la forma en que los capitalistas hacen que predomine su modo de producciÃ³n. Por esta razÃ³n la burguesÃa y sus acÃ³litos reaccionan siempre con virulencia contra todo lo que se oponga a aquella y buscan â��volver sobre sus pasosâ�? histÃ³ricos: las guerras productivas y comerciales la fuerza a â��concentrarseâ�? y â��centralizarseâ�?, a acelerar el proceso de acumulaciÃ³n y arruinar a los competidores sea quitÃ¡ndolos de los mercados sea absorbiÃ©ndolos, y como reacciÃ³n a esta situaciÃ³n exige la â��eliminaciÃ³nâ�? de ese momento real por otro de restauraciÃ³n de aquellas antiguas condiciones que ya no pueden volver nunca mÃ¡s pero en las que piensan como un â��paraÃso perdidoâ�? del capital. Su comportamiento de clase se da entre ciclos de euforia concentradora y ciclos de reclamos desconcentradores. Ambos momentos son actuantes pero opuestos y generadores de inestabilidades econÃ³micas y polÃticas. Pero el capital monopolista financiero es la realidad mÃ¡s profunda de su existencia actual y el capital no puede avanzar yendo hacia el capitalismo liberal. De modo que el capital no sÃ³lo no puede pensarse como un capital, sino que es completamente improbable que pueda darse en la realidad como una nueva fase del propio modo capitalista de producciÃ³n. La URSS ejemplificarÃa esta dramÃ¡tica verdad: El capital Ãºnico estatal poseÃa el modo de explotaciÃ³n del capital pero sin capitalistas, bajo un modo de producciÃ³n que no le era propio por lo cual generÃ³ un antagonismo social que debÃa resolverse. Tanto en el caso del monopolismo financiero cuanto del social-estatismo esta contradicciÃ³n impele a sus clases sociales a una resoluciÃ³n. En el primer caso, monopolismo, Estado, capital financiero, llegado a este cenit lo lleva al borde de una resoluciÃ³n polÃtica de carÃ¡cter completamente opuesto a la concentraciÃ³n monopÃ³lica: las fuerzas productivas apremian hacia el cambio de relaciones de producciÃ³n por caminos asociados o cooperativos. Pero esta soluciÃ³n sÃ³lo es posible que se verifique en la realidad como cambios polÃticos transformados en objetivo conciente de los trabajadores. De lo contrario, en manos de la propia burguesÃa monopolista financiera la salida serÃ¡ a la burguesa y por ello se convertirÃ¡ en polÃticas desesperadas y peligrosas de volver hacia atrÃ¡s a â��recrearâ�? las condiciones de la â��sanaâ�? economÃa de la inversiÃ³n y de la competencia. En el segundo caso, el de la URSS y el ex - campo socialista, se presentÃ³ parecida encrucijada socio-econÃ³mica a tenor de las relaciones establecidas. A partir de la expropiaciÃ³n de los capitalistas como paso ineludible y necesario, la continuidad en la soluciÃ³n de la encrucijada y su antagonismo consistÃa en una soluciÃ³n positiva: la creaciÃ³n de relaciones asociadas de producciÃ³n tales como empresas de propiedad cooperativa y/o empresas de propiedad estatales con gestiÃ³n autÃ³noma de los trabajadores y polÃticamente bajo su conducciÃ³n y direcciÃ³n como dominadores del Estado y de la sociedad; o bien al no avanzar hacia esa nuevas formas, la propia necesidad intrÃnseca del capital Ãºnico le impondrÃa volver a â��recrearâ�? las condiciones de la multiplicidad de capitalistas por un lado y mantener la multiplicidad de trabajadores por el otro, reestableciendo el momento jurÃdico formal del intercambio y la explotaciÃ³n del trabajo, por tanto, hacer estallar hacia atrÃ¡s tal sistema y poniendo a capitalistas y trabajadores como propietarios â��igualesâ�?. Las discusiones, debates, escritos, etc. a partir de la dÃ©cada del 50 respecto de las categorÃas econÃ³micas y su predominio en el â��socialismo realâ�?, el funcionamiento de la â��leyâ�? del valor, el papel de los precios, la decisiones de inversiÃ³n rÃgidamente centralizadas, la cuestiÃ³n de la rentabilidad de las empresas, los argumentos sobre la necesidad de un â��socialismo de mercadoâ�?, etc. pusieron el centro del dilema en las relaciones â��mercantilesâ�? y de capital, con lo cual por medio de ellos â��hablabaâ�? el Capital y la necesidad de ponerse Ã©l como â��libreâ�?, mÃ³vil, sin obstÃ¡culos, y no a los trabajadores como la clave polÃtica para la soluciÃ³n socio-econÃ³mica.Â¿QuÃ© o quiÃ©n decidirÃa este antagonismo? Pues la relaciÃ³n de fuerzas de los antagonistas: los capitalistas ocultos, camuflados, como burocracia ortodoxa partidaria-estatal y los trabajadores, sin fuerza teÃ³rica, polÃtica y/o sindical para comprender la situaciÃ³n y lo imperioso de luchar por dar un vuelco hacia la izquierda no hacia el capitalismo, o sea construir la salida hacia adelante. Lo que ocurriÃ³ fue la salida hacia atrÃ¡s mediante un gigantesca revoluciÃ³n anticomunista dirigida por los, hasta horas antes, â��comunistas fanÃ¡ticosâ�? que, tal como se evidenciÃ³ ni eran comunistas ni tampoco eran fanÃ¡ticos defensores de los trabajadores. AhÃ estÃ¡n hoy en la Rusia burguesa Â¡exactamente los mismos que constituÃan la â��nomenclaturaâ�? y no otros que fueran opositores y â��revolucionariosâ�?! De manera que bajo el caso del monopolismo financiero si no se pugna por un cambio hacia delante derrocando al capital, Ã©ste retrocederÃ¡ y lo harÃ¡ de cualquier forma, se anunciarÃ¡ asÃ un futuro ominoso: una especie de putrefacciÃ³n histÃ³rico-econÃ³mica; y en el segundo caso en toda experiencia socialista que avance desde aquel primer paso (expropiaciÃ³n de los capitalistas) sin dar el paso hacia el modo de producciÃ³n asociado estarÃ¡ acechado por la reacciÃ³n y la vuelta hacia atrÃ¡s. El modo producciÃ³n asociado Es posible apreciar, pues, la importancia de abordar la superaciÃ³n de aquella separaciÃ³n con un programa no sÃ³lo econÃ³mico sino y, fundamentalmente, estratÃ©gico polÃtico. Y aquÃ se muestra como crucial y notable abordar la cuestiÃ³n de las formas de propiedad colectiva o el â��modo de producciÃ³n asociadoâ�? en su forma especÃficamente cooperativa, porque en su seno se suprime el antagonismo entre capital y trabajo aun cuando, como no puede ser de otro modo, esta forma productiva deberÃ¡ transcurrir entre dificultades y conflictos de toda Ãndole. Las formas asociadas o cooperativas deben considerarse, entonces, teÃ³ricamente y prÃ¡cticamente como la modalidad de transiciÃ³n hacia aquÃ©l modo asociado de producciÃ³n y camino seguro de derrocamiento del capitalismo en cualquiera de sus etapas y formas de desarrollo. No es casual que tanto la sociedad burguesa cuanto la burocracia de la ex - URSS vieran en esta forma cooperativa un enemigo a combatir sin cuartel. No hay que olvidar que, curiosamente, el pensamiento de V.I. LenÃn a este respecto fue silenciado a lo largo de toda la vida de la URSS. LenÃn tuvo en cuenta esta modalidad de transiciÃ³n y reflexionÃ³ sobre ella ya desde la Nueva PolÃtica EconÃ³mica e insistirÃ¡ siempre en su importancia para la construcciÃ³n socialista hasta sus Ãºltimos dÃas de lucidez, veamos sÃ³lo un ejemplo: â��â�¦ siendo la clase obrera dueÃ±a del poder del Estado y perteneciendo a este poder estatal todos los medios de producciÃ³n, en realidad sÃ³lo nos queda la tarea de organizar a la poblaciÃ³n en cooperativas. Consiguiendo la mÃ¡xima organizaciÃ³n de los trabajadores en cooperativas, llega por sÃ mismo a su objetivo aquel socialismo que antes despertaba burlas justificadas, sonrisas y una actitud de desprecio por parte de quienes estaban convencidos, y con razÃ³n, de la necesidad de la lucha de clases, de lucha por el poder polÃtico, etcâ�¦debemos comprender â�¦que el rÃ©gimen social al que en el presente debemos prestar un apoyo extraordinario es el rÃ©gimen cooperativoâ�? (V.I.LenÃn, â��Obras escogidasâ�?, Editorial Progreso, MoscÃº, tomo 3, pp.808-810, â��Sobre la cooperaciÃ³nâ�?). VÃ©anse ademÃ¡s â��Nuestra revoluciÃ³nâ�?; â��CÃ³mo reorganizar la inspecciÃ³n obrera y campesinaâ�? y â��mÃ¡s vale poco pero buenoâ�?, que constituyen parte de los Ãºltimos escritos. No construir este camino, no superar aquella separaciÃ³n llevÃ³ a la restauraciÃ³n capitalista, y hasta podrÃamos decir que volverÃ¡ a suceder si no se comprenden la importancia y profundidad teÃ³rico-prÃ¡ctica de clase de esta soluciÃ³n. PodrÃ¡ parecer a esta altura del desarrollo de los acontecimientos polÃticos y econÃ³micos mundiales algo asÃ como una apelaciÃ³n al lirismo o a una utopÃa ingenua y extravagante. Pero veamos esta vÃa cooperativa, colectiva o asociada. Si los trabajadores son dueÃ±os de sus condiciones objetivas de producciÃ³n y, bajo formas cooperativas en empresas (el tamaÃ±o de las mismas no altera la situaciÃ³n) intercambiarÃ¡n sus propios productos. Eliminados los capitalistas y la propiedad privada de los medios de producciÃ³n, la relaciÃ³n productiva asociada significa que: a) los trabajadores no son ya asalariados; b) los medios de producciÃ³n cesan de ser capital, dominadores y opuestos a los trabajadores, c) los resultados del proceso productivo ya no son mercancÃas productos del capital, es decir que dejan de ser mercancÃas capitalistas; d) el plustrabajo ya no adopta la forma de la ganancia del capital. Los intercambios, pues, ya no serÃ¡n entre capitalistas entre sÃ y entre Ã©stos y los trabajadores, con la finalidad de la ganancia. Para cada empresa podrÃ¡ ocurrir, entonces, que sus trabajadores deberÃ¡n reponer en los productos producidos: 1Âº) el costo de los medios de producciÃ³n como amortizaciÃ³n por el uso de la maquinaria, equipo, etc. de acuerdo a la relaciÃ³n valor/vida Ãºtil; 2Âº) crearÃ¡n un nuevo valor consistente en la magnitud de su remuneraciÃ³n (ya no salario) + el excedente (ya no ganancia capitalista), pero que les pertenece a ellos mismos como dueÃ±os colectivos de los medios de producciÃ³n, dueÃ±os por tanto de los resultados del proceso de producciÃ³n. Y estos intercambios se darÃ¡n con empresas del Estado y, si los hubiere, con trabajadores independientes, todo en una red de vinculaciÃ³n mercantil no capitalista. Y esto no es para nada impensable Â¡es lo que la experiencia capitalista mÃ¡s desarrollada estÃ¡ ya mostrando hasta el hartazgo! Â¡sÃ³lo que bajo la forma que le es propia: la del dominio del capital! ElimÃnese al capitalista Â¿y quÃ© queda? No otra cosa que la producciÃ³n y gestiÃ³n por parte de la masa de trabajadores con una socializaciÃ³n y tecnologÃa de las mÃ¡s avanzadas, pero con una apropiaciÃ³n en adelante colectiva. Para concluir digamos que las formas cooperativas o asociadas + poder estatal en manos de trabajadores + formas de propiedad privada personal, tienen en definitiva que constituir la clave de la sociedad socialista y objetivo que no deben ni pueden faltar en las metas y programas de cualquier partido de los trabajadores que se proponga como finalidad superar al capitalismo. Si los trabajadores no se sienten â��dueÃ±osâ�? de los Mp. si sÃ³lo se los tiene por tal en la â��representaciÃ³nâ�? partidaria o estatal pero no en los hechos cotidianos no habrÃ¡ salida real, superadora y el capitalismo tardarÃ¡ mucho mÃ¡s en desaparecer. Â¡Propiedad colectiva de los Mp! es el grito de guerra actual Â¡Estado de los trabajadores! es el fantasma ominoso de la sociedad burguesa. Â¡El socialismo, aÃºn como trÃ¡nsito histÃ³rico, es el gobierno de los trabajadores, por los trabajadores y para los trabajadores! No somos anarquistas no sostenemos Ã©stas consignas como la arenga y la actividad de â��laâ�? multitud en la cual cualquier grupo polÃtico o de trabajadores pueden hacer lo que les venga en gana Â¡No! SerÃ¡ imperativo atender al problema mayÃºsculo que impondrÃ¡ a los trabajadores la relaciÃ³n concreta del funcionamiento de la autonomÃa cooperativa ajustÃ¡ndolo con los fines social generales por medio de la planificaciÃ³n establecida por parte del Estado, y sobre cuyas especÃficas modalidades todo lo que pueda decirse hoy es irrelevante ya que dependerÃ¡ siempre de las relaciones de fuerza de las clases involucradas, el estado de las fuerzas productivas, la madurez de los trabajadores y la organizaciÃ³n que tengan o de la que carezcan, etc. etc. Los trabajadores, pues, tendrÃ¡n que volver a rescatar sus objetivos y sus formas polÃticas orgÃ¡nicas para cumplir con aquÃ©llos objetivos; con el poder del Estado en sus manos administrar la libertad y democracia para el pueblo Â¡no para los propietarios, no para los burgueses y sus aliados! Â¡SÃ para los trabajadores asalariados! Â¡SÃ para los trabajadores que con estos cambios no sÃ³lo sellan definitivamente â��el derrumbe de las murallas del pasadoâ�? sino que abren las â��puertas de la historiaâ�? en el advenimiento de su propia desapariciÃ³n como clase!
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Comentaris

Re: La experiencia socialista de la URSS
per h	03 jun 2007
No al revisionismo !