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Las guerras de las tortillas y el orden internacional
24 mai 2007
El caos que deriva del llamado orden internacional puede ser doloroso si uno es el blanco o la víctima del poder que determina la estructura de ese orden. Hasta las tortillas comienzan a jugar en este esquema.
En fecha reciente, en varias regiones de México, los precios de las tortillas ascendieron más del 50 por ciento. En enero, en Ciudad de México, decenas de miles de trabajadores y campesinos realizaron una demostración en el Zócalo, la plaza central de la ciudad, para protestar por el alto costo de las tortillas. En respuesta, el gobierno de Felipe Calderón llegó a un acuerdo con productores y minoristas para limitar el precio de las tortillas y de la harina de maíz, muy probablemente una solución temporal.

El alza de precios amenaza el producto principal de comida de los trabajadores y los pobres mexicanos. Forma parte de lo que podríamos llamar el efecto etanol, consecuencia de la estampida de Estados Unidos hacia el etanol basado en el maíz como un sustituto del petróleo, cuyas más importantes fuentes, por supuesto, están en regiones que desafían con más ahínco el orden internacional.

También en Estados Unidos el efecto etanol ha aumentado el precio de la comida en una amplia gama, incluyendo otras cosechas, la ganadería y las aves de corral.

La conexión entre la inestabilidad en el Medio Oriente y el costo de alimentar a una familia en Estados Unidos no es directa, por supuesto. Pero como en todo comercio internacional, el poder inclina la balanza. Una meta principal de la política exterior de Estados Unidos por largo tiempo ha sido crear un orden global en el cual las corporaciones norteamericanas tengan libre acceso a los mercados, recursos y oportunidades de inversiones. El objetivo es comúnmente llamado “libre comercio�, una posición que cuando se la examina, colapsa rápidamente.

No es diferente a lo que Gran Bretaña, una predecesora en la dominación mundial, imaginó durante la última parte del siglo XIX, cuando adoptó el libre comercio, después de que 150 años de intervención estatal y violencia habían ayudado a la nación a conseguir un poder industrial mucho más grande que el de cualquiera de sus rivales.

Estados Unidos ha seguido en gran parte el mismo modelo. Generalmente, las grandes potencias se muestran deseosas de entrar en cierto grado limitado de libre comercio cuando están convencidas de que a los intereses económicos bajo su protección les va a ir bien. Ese ha sido, y sigue siendo, un atributo primario del orden internacional.

El auge del etanol sigue el modelo. Como lo indican los expertos en agricultura C. Ford Runge y Benjamin Senauer en Foreign Affairs, “la industria del biocombustible ha estado por largo tiempo dominada no por fuerzas del mercado sino por la política y el interés de unas pocas empresas grandes�, en especial Archer Daniels Midland, el productor más importante de etanol.

La producción de etanol es factible gracias a subsidios estatales sustanciales y a tarifas muy altas para excluir un etanol brasileño basado en azúcar, mucho más barato y más eficaz.

En marzo, durante el viaje a Latinoamérica de George W. Bush, el único logro fue un acuerdo con Brasil para la producción conjunta de etanol.

Pero Bush, al mismo tiempo que declamaba la retórica del libre comercio para los otros a la manera convencional, enfatizaba que las altas tarifas para proteger a los productores de Estados Unidos se mantendrían, por supuesto, junto con las muchas formas de subsidios del gobierno para la industria.

Pese a los enormes subsidios a la agricultura, financiados por los contribuyentes, los precios del maíz y las tortillas han estado subiendo con gran rapidez. Un factor es que los usuarios industriales de maíz importado de Estados Unidos comienzan a adquirir las variedades mexicanas más baratas usadas para las tortillas, aumentando los precios.

El Tratado de Libre Comercio (TLC) de 1994, patrocinado por Estados Unidos, también puede jugar un rol significativo, que probablemente aumentará. El impacto del tratado fue inundar a México con exportaciones de agroempresas fuertemente subsidiadas, desalojando de sus tierras a productores mexicanos.

El economista mexicano Carlos Salas ha demostrado que después de un aumento estable hasta 1993, el empleo en la agricultura comenzó a declinar cuando el TLC entró en vigencia, principalmente entre los productores de maíz, una consecuencia directa del tratado, concluyen él y otros economistas. Una sexta parte de la fuerza mexicana de trabajo en la agricultura ha sido desplazada durante los años del TLC, y el proceso continúa. Eso reduce los salarios en otros sectores de la economía y propulsa la emigración hacia los Estados Unidos.

Max Correa, secretario general del grupo Central Campesina Cardenista, estima que “por cada cinco toneladas adquiridas a productores extranjeros, un campesino se vuelve candidato para emigrar�.

Tal vez sea más que una coincidencia que el presidente Bill Clinton militarizara la frontera mexicana, previamente bastante abierta, en 1994, junto con la implementación del TLC.

El régimen de “libre comercio� conduce a México del autoabastecimiento de comida hacia la dependencia de las exportaciones de Estados Unidos. Y a medida que el precio del maíz aumenta en los Estados Unidos, estimulado por el poder de las corporaciones y la intervención estatal, uno puede anticipar que el precio de las materias primas puede continuar aumentando de manera drástica en México.

Cada vez más, los biocombustibles posiblemente van a “hacer pasar hambre a los pobres� alrededor del mundo, según Runge y Senauer, en la medida en que las materias primas sean convertidas en producción de etanol para los privilegiados —el casabe en el �frica subsahariana, para tomar un ejemplo ominoso.

Mientras tanto, en el sudeste asiático, las selvas tropicales son taladas y quemadas para obtener aceite de palma destinado al biocombustible, y hay también en los Estados Unidos amenazantes efectos en el medio ambiente a raíz de la producción del etanol basado en el maíz.

El alto precio de las tortillas y otros crueles caprichos del “orden internacional� ilustra la interconexión de los eventos, del Medio Oriente al Midwest, la región central de Estados Unidos, y la urgencia para establecer comercios basados en acuerdos verdaderamente democráticos entre las personas, y no en intereses cuyo hambre principal es por ganancias para las corporaciones protegidas y subsidiadas por un estado que dominan ampliamente, cualquiera sea el costo humano.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=51122


Etanol: tiro de gracia a las Metas del Milenio

Hedelberto López Blanch y Tomy

La producción a gran escala de etanol dará el tiro de gracia a las Metas del Milenio propuestas por Naciones Unidas, que pretenden entre otras acciones, disminuir a la mitad el número de personas que padecen hambre en el mundo para el año 2015.

En septiembre de 2000, la Asamblea General de la ONU, integrada en ese entonces por 189 países, acordó una serie de compromisos a los que denominó Metas del Milenio que debían cumplirse para 2015.

La lista enumera varios objetivos en las esferas de la salud, la educación y la alimentación. En un lugar destacado de la relación aparece la lucha contra el hambre pues organismos internacionales aseveran que más de 1 000 millones de personas en el planeta sobreviven con menos de un dólar al día, y otros 2 700 millones con menos de dos dólares diarios, lo que es igual a no tener acceso a la alimentación de sus familias, a la atención médica, vivienda, ni al agua potable.

A seis años y medio de la aprobación de aquel proyecto mundial, un reciente informe de ONU realizado en todas las regiones del orbe puntualizó que el 1 % de las personas más ricas del planeta posee el 40 % de la riqueza global, mientras que la mitad más pobre solo es dueña del 1 %.

Es decir, las políticas de globalización neoliberal con la profusión de enormes monopolios corporativos e incremento de las privatizaciones de empresas y servicios sociales, han puesto en la picota la forma en que los Estados de las naciones en desarrollo puedan en el futuro resolver las grandes dificultades que padecen sus poblaciones.

El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)señaló que una de cada tres personas que viven en el mundo en condiciones de pobreza extrema se hallan en Africa subsahariana y si continúa esa tendencia, para el 2015 la cifra se elevará al 50 %.

América Latina no se queda atrás en este peyorativo índice y el 44 % de sus habitantes, o lo que es igual, 227 millones de personas, sobreviven en condiciones de pobreza.

Países que en las décadas de 1980 y 1990 del siglo pasado apostaron por introducir políticas neoliberales y de libre comercio auspiciadas por las bancas financieras internacionales con el beneplácito de Estados Unidos y de Europa padecieron o han visto cómo se incrementó la pobreza en sus naciones. Entre estas se destacaron Argentina, México, Nicaragua, Guatemala, Ecuador, Honduras y Venezuela, esta última antes de la llegada del gobierno de Hugo Chávez.

La concentración de capitales en manos de unos pocos no solo afectó a las naciones sudesarrolladas sino también a las industrializadas pues en Estados Unidos existen 45 millones de pobres y en la Unión Europea la cifra si sitúa en 30 millones de personas.

Ahora los cantos de sirena auguran a los países subdesarrollados que podrán obtener fuentes de trabajo, capitales e inversiones si ponen sus tierras a producir cereales, leguminosas y masa orgánica para convertirlos en combustible.

Poderosas compañías transnacionales de alimentos como Monsanto, Nestle, Cargill y otras, ya han expresado que incrementarán la obtención de terrenos en las naciones en desarrollo para dedicarlas a la producción de biocombustibles.

Por tanto, las futuras inversiones en esas áreas quedarán bajo control de esas empresas que contarán con mano de obra barata para incrementar sus dividendos, a la par que sacarán hacia sus países de origen los capitales obtenidos.

La fabricación de alcohol para uso industrial y automotriz (etanol) se extrae de la fermentación de azúcares o del almidón de la biomasa del maíz, cebada, mijo, sorgo, centeno, tártago, mandioca y avena, así como desechos agrícolas y forestales, con el fin de utilizarlo en maquinarias y equipos estadounidenses.

Entre las consecuencias negativas que provocaría la producción de etanol a gran escala se cita la dedicación de enormes extensiones de terreno a la producción de monocultivos que atarían a los países participantes a depender directamente de esas producciones.

En un reciente estudio sobre la fabricación de etanol, el Movimiento Mundial por los Bosques, (WRM por sus siglas en inglés) alertó que “para mover los coches y autobuses europeos con biodiesel se requerirían 25,9 millones de hectáreas, pero que si esto sucediese en toda Europa las consecuencias sobre el suministro de alimentos serían catastróficas�.

La WRM añadió que si el proyecto se llevara a nivel mundial, la mayor parte de la superficie cultivable del planeta, (además de enormes consumos de agua potable y de generación de electricidad) se dedicaría a producir alimentos para autos y no para las personas, con la consecuente debacle alimentaria.

Resulta sintomático que hasta un organismo propulsor de medidas neoliberales y de privatización como el Fondo Monetario Internacional (FMI) se encuentre ligeramente preocupado.

El FMI advirtió que el énfasis puesto por Estados Unidos, Brasil y la Unión Europea (UE) en el etanol elevará aún más el precio de los alimentos.

Estados Unidos pretende doblar el consumo de etanol en 2017, para lo cual necesitará aumentar en 30 % la producción de maíz en los próximos cinco años. En la UE, el 10 % de los carburantes deben ser obtenidos de materia vegetal para 2020, con lo cual el bloque tendrá que dedicar por lo menos 18% de su terreno cultivable a los biocombustibles.

Una tonelada de maíz solo puede producir 413 litros de etanol como promedio, o sea, 109 galones. Como Washington quiere obtener para 2017 cerca de 35 000 galones de ese biocombustible, necesitará 320 toneladas de maíz (en 2005 produjo 280,2 millones de toneladas) lo cual incrementará los precios de ese alimento, fundamental para la sobrevivencia de muchos empobrecidos latinoamericanas pues ese cereal es la base principal de su deficitaria alimentación.

Con las proyecciones de convertir grandes cantidades de alimentos en biocombustible, cada vez se aleja más esa máxima de la Declaración del Milenio de Naciones Unidas que reza: “No escatimaremos esfuerzos para liberar a nuestros semejantes, hombres, mujeres y niños, de las condiciones abyectas y deshumanizadoras de la pobreza extrema, a la que en la actualidad están sometidos millones de seres humanos.� El etanol hará circular por las carreteras y avenidas de los países industrializados a miles de modernos autos pero será el culpable también de la muerte por hambre de millones de seres en el mundo en desarrollo.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=51062
Sindicat Terrassa