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Entrevista :: guerra
El pueblo libanés derrotó al ejército sionista
31 ago 2006
Ya han transcurrido dos semanas del precario cese de fuego acordado en El Líbano. Poco después del acuerdo, el primer ministro israelí, Ehud Olmert, y el presidente de EE.UU., George Bush, salieron a decir que Israel había ganado la guerra contra los “terroristas de Hezbollah�.
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El pueblo libanés derrotó al ejército sionista


Ya han transcurrido dos semanas del precario cese de fuego acordado en El Líbano. Poco después del acuerdo, el primer ministro israelí, Ehud Olmert, y el presidente de EE.UU., George Bush, salieron a decir que Israel había ganado la guerra contra los “terroristas de Hezbollah�. Pero estas afirmaciones triunfalistas chocaron de frente con la dura realidad. Cada vez resulta más claro que, a pesar de toda la destrucción que ocasionó en ese pequeño país, el ejército sionista sufrió una dura derrota a manos de Hezbollah y el pueblo libanés y debió retirarse sin conseguir ninguno de sus objetivos políticos y militares. Al definir lo ocurrido como “una dura derrota� para Israel, debemos considerar varios factores. En primer lugar, la desproporción de las fuerzas combatientes. Israel gastó en esta guerra 9.000 millones de dólares, movilizó más de 30.000 soldados y utilizó la más moderna tecnología militar. Hezbollah utilizó, entre combatientes y reservistas, 6.000 hombres con un armamento muy inferior. A pesar de ello, Israel nunca logró quebrar la capacidad militar de Hezbollah que, hasta el final del conflicto, siguió tirando más de 200 cohetes diarios hacia territorio israelí. Al mismo tiempo, las tropas israelíes sufrieron un alto número de bajas: oficialmente se reconocen 114 soldados y 52 civiles muertos, pero algunas informaciones dicen que el número real de bajas es tres veces mayor, y también la destrucción de numerosos tanques y equipamiento militar. Finalmente, hacía décadas que Israel no veía su territorio atacado en un conflicto militar. En este caso, el norte del país, incluida Haifa, la tercera ciudad israelí, fue permanentemente afectado por los cohetes lanzados por Hezbollah. El resultado fueron miles de personas que debieron abandonar sus casas y, por primera vez en la historia de Israel, la formación de campamentos de refugiados. Pero la mejor demostración del verdadero resultado de la guerra es el claro contraste entre el festejo de los pobladores del sur del Líbano cuando volvían a sus pueblos, a pesar de encontrarlos casi destruidos, y la grave crisis política que se ha abierto en Israel. Llamando las cosas por su nombre, la tapa del tradicional semanario inglés The Economist del 17 de agosto fue Nasrallah ganó la guerra. En el mismo sentido, el diario israelí Haaretz, fervoroso defensor del sionismo, ha insistido en que, para revertir esta realidad desfavorable y garantizar la existencia de Israel, hay que comenzar por reconocer que fueron derrotados. Saludamos este triunfo del pueblo libanés y, junto con las masas árabes y musulmanas festejamos la derrota del ejército sionista. Se trata de un hecho de inmensa importancia porque pone a la orden del día la posibilidad de concretar una tarea histórica: la destrucción del estado racista y gendarme de Israel.

¿Por qué fue posible?

Lo ocurrido en El Líbano no puede explicarse por un análisis puramente militar. Israel es la quinta potencia militar mundial y posee tecnología suficiente, bombas atómicas incluidas, para “borrar� al Líbano de la faz de la Tierra. Es necesario, entonces, analizarlo políticamente. El ataque israelí intentó dar una respuesta ofensiva a dos crisis combinadas. La primera es la del conjunto de la política de “guerra contra el terror� iniciada por Bush el 11 de septiembre de 2001, totalmente empantanada en Irak y, ahora, reabierta en Afganistán. La segunda fue la crisis de la política de los Acuerdos de Oslo y de la constitución de la ANP (Autoridad Nacional Palestina), luego del triunfo electoral de Hamas. Olmert y Bush creyeron que obtendrían una victoria rápida y contundente en El Líbano que les permitiría comenzar a revertir esas crisis. Pero, al igual que Bush en Irak, la política de Olmert chocó contra el colosal ascenso de las masas árabes y musulmanes, cuya expresión más alta son, precisamente, las guerras de liberación nacional contra el invasor imperialista. Es evidente que Hezbollah ha desarrollado una fuerza militar eficiente y que sus milicianos combaten con valentía y determinación. Pero esto es la expresión más visible de la disposición a la lucha del conjunto del pueblo libanés que los apoyó y los defendió y, a la vez, es de donde provienen sus combatientes.

Crisis en Israel

Por tratarse de un país cuya esencia es la de un “estado gendarme�, la derrota política y militar en Líbano ha desatado una fuerte crisis dentro de Israel y el gobierno de Olmert recibe palos por derecha y por izquierda. Por derecha, le critican no haber llevado la guerra hasta sus últimas consecuencias, ocupando todo el territorio libanés para garantizar destruir a Hezbollah. Afirman que fue esta indefinición estratégica la que llevó a la derrota, como expresa una solicitada de un sector de reservistas publicada por Haaretz. Al mismo tiempo, importantes columnistas de este diario han lanzado una campaña pidiendo la renuncia de Olmert y su gobierno y la convocatoria nuevas elecciones como primer paso para revertir la crisis. Según una encuesta del diario Yediot Ahronot, el 63% de los israelíes opinan lo mismo. Por izquierda, un sector minoritario dice que fue un grave error el haberse metido en una guerra de alto riesgo en vez de buscar una solución negociada al tema de los soldados tomados como rehenes. Pero Olmert no es el único en recibir palos. Los altos mandos de las FF.AA. también son fuertemente criticados. Los diarios hablan de que el ejército se dividió entre la “clase de los combatientes� (los soldados y oficiales que lucharon) y la “clase de los comandantes� que, inicialmente, se dedicaron a promocionar sus “victorias� por la televisión israelí y después, cuando ya era claro el rumbo desfavorable de la guerra, comenzaron a echarse la culpa unos a otros. La prensa también señala la bronca creciente del resto del país contra la capital Tel Aviv que es, además, la ciudad más rica del país. Expresan que, además de no sufrir ninguna consecuencia por la guerra, allí existe el “yuppistán�: los hijos de la elite económica, política e intelectual que usaron todas la influencias familiares para no ir a combatir al frente y cumplir su servicio militar en las cómodas oficinas del Comando en Jefe, cerca de los shoppings y comercios más lujosos de la ciudad. Un general incluso amenazó con revelar las estadísticas de los soldados muertos para mostrar que casi ninguno era de Tel Aviv. No nos confundamos, la amplia mayoría de los israelíes está a favor de la destrucción de Hezbollah y apoyó la guerra contra El Líbano, incluso cuando era claro su carácter genocida. Todo indica que, como reacción a la derrota, girarán a la derecha en una futura elección apoyando al partido Likud contra el Kadima y el laborismo, base del actual gobierno de Olmert. Pero la derrota abrió esta profunda crisis y ambas, como concluye Haaretz, muestran que Israel es “un país vulnerable�.

La euforia árabe y musulmana

Por el contrario, la derrota de las tropas sionistas generó una inmensa alegría en los pueblos árabes y musulmanes. Un dirigente árabe expresó esto con mucha claridad: “Durante años y años, a los árabes de las anteriores generaciones se les dijo que nada se podía hacer contra la fuerza de Israel. Ahora todos los árabes están despertando a una nueva realidad. Algunos miles de combatientes irregulares, la mayoría ligeramente armados, pero con voluntad de lucha, pudieron enfrentar al monstruo que tanto temían… y lograron matar al dragón de sus pesadillas. (...) El efecto de la resistencia firme de los combatientes de Hezbollah al ejército de Israel, será de enorme alcance (...) Más allá del Líbano, esa sensación está corriendo como el fuego en un campo seco a través de todo el mundo árabe y musulmán. (…) Es una sensación de poderío que podría eventualmente sellar la suerte no sólo de Israel, sino también de esos gobiernos árabes, que son vistos por su gente como los «vendedores» de la falsa idea de la impotencia árabe para ocultar su propia impotencia y corrupción...� (Ghayth Armanazi, The Independent, 11-8-06). Esta “sensación de poderío� significará seguramente un gran impulso para la lucha de las masas árabes y musulmanas, no sólo en el combate contra Israel sino también, como expresa el autor de la nota, en la lucha contra los gobiernos responsables de décadas de capitulación, especialmente los más amigos de Israel o el imperialismo, como los de Arabia Saudita, Egipto y Jordania. Podemos agregar que será también un aliciente para la lucha de los pueblos iraquí y afgano contra la ocupación imperialista de sus países.

Se agudiza la crisis del imperialismo

A Bush y a Olmert, el tiro les salió por la culata y la derrota de las tropas sionistas no hizo más que potenciar la crisis de la política imperialista en Medio Oriente. Un ejemplo de ello es que, a dos semanas del cese del fuego, aún no se ha podido formar la “fuerza de paz� de 15.000 hombres prevista por la resolución 1701 de la o­nU. Como corresponde al rol de herramienta del imperialismo que tiene esta organización, esta resolución no condenaba la agresión israelí ni la destrucción ocasionada. Se limitaba a llamar al cese de fuego y enviar los “cascos acules� al lado libanés de la frontera. Al mismo tiempo, insistía en el mandato de otras resoluciones anteriores para “desarmar a Hezbollah�. El objetivo real de la resolución es el de amortiguar la derrota del ejército israelí y que la “fuerza de paz� estableciera un “frontera humana� contra Hezbollah. Por esa razón, nos oponemos al envió de estas supuestas “tropas de paz� que, como siempre lo hicieron, sólo defenderán los intereses del imperialismo y de Israel. Más allá de estos objetivos, lo cierto es que el contingente aún no ha podido formarse porque muchos de los países invitados a enviar tropas se rehusaron a hacerlo. Tampoco es claro qué país imperialista enviará el sector central de la “fuerza de paz� y la comandará. Como antigua potencia dominante en El Líbano y con intenciones de retomar su influencia, el gobierno francés se había comprometido a hacerlo. Pero se abrió una crisis con sus mandos militares que rechazaban la propuesta ya que todavía tienen fresco el recuerdo de su participación en otra fuerza de la o­nU en ese país, en la década de 1980, que fue literalmente “volada por el aires�. EE.UU. y Gran Bretaña darán apoyo y materiales pero no enviarán soldados. Alemania ya anticipó que su colaboración será con barcos y transporte. Italia fue el único país imperialista que aceptó mandar un fuerte contingente (3.000 hombres) y comandar la fuerza. Pero ahora ha condicionado su envío a que Israel deje de violar el cese el fuego. Por otro lado, países que sí aceptaron aportar soldados, como Indonesia o Malasia, fueron cuestionados por el gobierno israelí ya que son naciones de mayoría musulmana que no reconocen a Israel.

Una nueva guerra es inevitable

El alto el fuego pactado en El Líbano es sumamente precario. Lamentablemente, debemos decir que todo indica que una nueva guerra parece inevitable. Las tropas sionistas, como una fiera herida, ya lo han violado varias veces y Amir Peretz, ministro de defensa israelí, ha declarado que “Israel debe prepararse para una segunda vuelta en El Líbano" (Clarín, 21/8). Una nueva muestra de que el origen de las guerras y conflictos en la región es el carácter de gendarme armado del imperialismo del Estado de Israel. En una semana, un mes o un año, el estado sionista volverá a atacar y ya se está preparando, lamiendo sus heridas, para hacerlo. Una nueva muestra también de que no podrá haber paz en esa región de Medio Oriente hasta que no se derrote definitivamente y se destruya a Israel. La derrota que sufrió en El Líbano demuestra que, con una lucha unificada de las masas árabes y musulmanas, sería posible hacerlo. Hezbollah, por el prestigio y la influencia que ganó en esta guerra tiene una gran responsabilidad para que se pueda avanzar en ese camino. Por eso, las masas árabes y musulmanas deben exigirle que encabece esa lucha.


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