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Notícies :: educació i societat |
Apuntes para una historia aún por escribir
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per Andrés Devesa Correu-e: andresdevesa@gmail.com (no verificat!) |
11 jul 2006
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"Soñé que me quitaba la vida con un fusil. Cuando salió el disparo, no me desperté, sino que me vi yacer, un rato, como un cadáver. Sólo entonces me desperté."
Walter Benjamin
Uno de los fenómenos más desconcertantes e irritantes del sistema capitalista es esa capacidad que parece tener para absorberlo todo –incluida la crÃtica más lúcida y feroz que se le pueda hacer– como si de una bayeta se tratase. Cuando la mierda amenaza con volverse demasiado visible se saca la bayeta y se frota la sucia superficie de la realidad, limpiando aquello que enturbia el alegre colorido de los baldosines y que habla de la verdadera suciedad, la que se esconde entre las grietas de este edificio llamado capitalismo. Se limpia la superficie y después basta con exprimir la bayeta, expulsando como agua sucia al cubo de los derrotados de la historia a aquellos que alzan la voz para nombrar la auténtica podredumbre. Los baldosines quedan resplandecientes de nuevo, pero la mierda sigue estando ahÃ, oculta por el brillo de los muebles siempre nuevos y de los resplandecientes aparatos eléctricos.
La historia, por desgracia, nos habla de la derrota continua de la revolución. Derrota continua, pero nunca completa, pues siempre podremos encontrar una luz en el pasado que nos ilumine lo suficiente para orientarnos en la oscuridad y lograr encontrar la salida del túnel en el que nos hallamos. Pero el poder es consciente de ese potencial que se esconde en el pasado y no puede tolerarlo, por eso, la mejor estrategia para evitar el resurgimiento de la crÃtica radical y revolucionaria consiste en la recuperación de esa misma crÃtica, domesticándola, adelantándose a sus posibles herederos para desalentarlos, desorientarlos y poder presentar asà la derrota como inevitable. La recuperación desarma al pasado de su contenido emancipatorio y lo reduce a mera anécdota, a folklore. Gracias a esa capacidad del capitalismo de fagocitarlo todo podemos ver a Durruti convertido en el protagonista de una sosa novela negra, a los anarquistas españoles presentados como defensores de la democracia, a los surrealistas reducidos a un grupo de poetas y artistas o a Debord y los situacionistas pintados como unos bohemios que dejaban pasar la vida por las calles de ParÃs. Se trata de derrotar de nuevo a los eternos perdedores, que son además burlados al ser utilizados para justificar y reforzar aquello contra lo que lucharon.
Esa recuperación no consiste tanto en alterar la historia como en dar la versión de la misma que mejor se avenga a los intereses del orden dominante. Nadie puede negar que Durruti fue un moderno bandolero, un aventurero del que podrÃan hacerse pelÃculas al gusto de Hollywood –que ya hizo una pelÃcula inspirada en el guerrillero anarquista Quico Sabaté, convenientemente expurgada de los elementos incómodos– con solo cambiar algunos escenarios y diálogos. Pero Durruti era mucho más que eso, era un gigante con un corazón que no le cabÃa en el pecho, era un luchador, un anarquista, una persona que entregó su vida a la tarea de destruir este mundo para construir uno nuevo sobre sus ruinas. Nosotros lo sabemos y ellos lo saben y la mejor forma de neutralizar el potencial emancipatorio que tiene su figura es convertirlo en objeto de esa historia vacÃa que nos venden los historiadores profesionales o en un fetiche revolucionario cuya memoria queda reducida a la añoranza de unos tiempos que no volverán. La vida y obra de Durruti quedan convertidas, por obra y gracia del capitalismo contra el que luchó, en una bonita canción o en una novela de aventuras con buenos y malos que nos hablan de tiempos en los que la lucha tenÃa sentido, hoy ya no lo tiene, nos aseguran, mintiendo y esperando que la mentira se convierte en verdad algún dÃa. Para evitar que esa realidad pueda llegar a ser tal debemos mirar a la historia. La verdadera tarea del historiador es dar un “salto de tigre al pasadoâ€? y traer de vuelta a Durruti, no para reeditar sus gestas, pues la nostalgia nunca es revolucionaria, sino para escuchar su voz grave y tomar la mano que nos tiende desde el pasado rompiendo el continuum de la historia, vengándole a él y a todos los derrotados de la única forma en que puede hacerse, creando ese mundo nuevo ahora.
El poder siempre camina unos pasos por delante de sus crÃticos, por lo que ya conoce el terreno que éstos tienen todavÃa por delante y puede asà adelantarse a sus movimientos. De ese modo, la recuperación se inicia antes de que los revolucionarios puedan siquiera haber llegado a agotar las posibilidades de su crÃtica y de su pulso al capitalismo. Eso es lo que le sucedió a las ideas de la Internacional Situacionista. Hace ya muchos años que los situacionistas fueron convertidos en objeto musealizable, en protagonistas de libros que no suelen aportan nada más que autocomplacencia y nostalgia, hasta el ingobernable Debord es citado y alabado por sujetos a los que no ocultó su más profundo desprecio mientras estuvo vivo. Pero no se puede dejar de anotar que el proceso de recuperación de los situacionistas comienza muy pronto, aunque ese proceso se haya acelerado en las últimas dos décadas. Ya en su época de mayor esplendor, a finales de los años sesenta del pasado siglo, se daban los primeros pasos hacia esa recuperación, la disolución de la IS fue una medida para tratar de combatir esa recuperación, pero no la pudo evitar.
Esa domesticación del potencial revolucionario de las teorÃas situacionistas tuvo uno de sus puntos álgidos en vida del propio Debord y éste tuvo su parte de responsabilidad al colaborar en el documental de Canal + Guy Debord, son art et son temps, quizás la única concesión que hizo en su vida al sistema al que tanto combatió y despreció, pero que fue un paso más en ese proceso de recuperación de sus ideas y, sobre todo, de neutralización de su legado. Fue el gran error –no el único, desde luego, pero sà el único que de verdad se le puede reprochar– de uno de esos personajes extraños de la historia, extraño porque jamás se vendió –el documental pudo ser un error, pero nunca fue una traición a sus ideas–, y no hay elogio mayor que se le pueda hacer, viendo como han acabado tantos otros, incluidos muchos de sus antiguos camaradas de la IS. Debord no llegó a ver estrenado el documental, se suicidó unos meses antes y una pregunta flota en el aire: ¿fue ese su último gesto de coherencia y de radical libertad? Es posible, pues nunca escondió su pesimismo, pero a pesar de todo y aun si fuese cierto eso, su vida y su acciones nos hablan antes que nada de “organizar el pesimismoâ€? tal y como decÃa Walter Benjamin, otro pesimista que no quiso dejarse arrastrar por ese pesimismo, sino dotarlo de significado, aunque también él acabase suicidándose. Y citar a Benjamin junto a Debord no es casual, ambos tenÃan mucho más en común que el hecho de que acabasen suicidándose, su visión lúcida todavÃa nos asombra, iluminando los oscuros callejones de un sistema que aparenta –sólo aparenta– no tener salida. Ser consciente de las derrotas que jalonan la historia no supone dejarse llevar por el desencanto, sino todo lo contrario, preparar el camino para la superación de esa historia.
La disolución de la crÃtica situacionista en el batiburrillo interesado de las vanguardias, del arte experimental o de la crÃtica de los mass media cruza ahora a este lado de los Pirineos –todo llega tarde aquÖ, cuando en Francia hace ya mucho que tomó impulso. En los últimos meses una pequeña avalancha de publicaciones de y sobre la IS ha llegado a los estantes de las librerÃas, aunque no todas tengan, evidentemente, las mismas intenciones. Lo único que les une es que reflejan el creciente interés que despiertan las teorÃas situacionistas. Entre esas publicaciones podemos encontrar el afán puramente arqueológico y comercial de editoriales como Anagrama, publicando libros como la novela Todos los caballos del rey de Michèle Bernstein o un conglomerado de textos de Debord, El planeta enfermo, publicitados como inéditos en castellano aunque no lo sean. Estos textos, a pesar de su incontestable valor crÃtico, sólo sirven a los intereses recuperadores de aquella teorÃa crÃtica presentándola como algo muerto, como una reliquia de aquel glorioso mayo francés cuyo eco parece no apagarse nunca. Las razones de su publicación no son las de avivar las llamas de la revolución, sino los beneficios económicos, pues siempre habrá unos cuantos que compren esos libros, aunque sólo sea por interés bibliográfico e historiográfico –me incluyo en esa lista– y, sobre todo, el dotar a Anagrama de un prestigio como editorial de “vanguardiaâ€? y “comprometidaâ€?, engañando asà a aquellos que se quieran dejar engañar, puesto que si tuviese el más mÃnimo interés en llevar cabo una tarea editorial crÃtica mejor harÃa publicando libros que aportasen argumentos para un debate sobre las condiciones del mundo en el que vivimos, actualizando la crÃtica del mismo. Es más fácil, menos arriesgado y mucho más rentable vendernos las ilusiones de revoluciones pasadas que apostar por la dura tarea de preparar las condiciones para un nuevo combate.
En una lÃnea radicalmente distinta, en la de repensar lo que supuso la crÃtica situacionista y las consecuencias que podemos extraer de su derrota, se inscriben dos libros aparecidos también en los últimos meses. No voy a hacer una reseña de los mismos, simplemente los cito para destacar la labor crÃtica de unos pocos que no se conforman con mirar con nostalgia al pasado sino que lo interpelan para buscar en él el aliento que nos permita iniciar un nuevo asalto. El primero de ellos En el caldero de lo negativo, de Jean-Marc Mandosio, lleva a cabo una crÃtica de las limitaciones teóricas y prácticas que tuvo la Internacional Situacionista y que propiciaron tanto su fracaso como la posterior recuperación de sus ideas, siendo su objetivo la actualización de esa crÃtica y su superación, conservando en la mochila el legado valioso que aún conservan muchas de las ideas de los situacionistas. El segundo, Historia de un incendio. Arte y revolución en los tiempos salvajes. De la Comuna de ParÃs al advenimiento del punk, de Servando Rocha, es, tal y como dice su subtÃtulo, una historia de la relación entre arte y revolución a lo largo del último siglo y medio, historia en la que los situacionistas tienen un destacado papel. Esta historia, que rastrea en “los asaltos que se ejecutan en ella y a través de ellaâ€?, se inscribe en la concepción historiográfica benjaminiana, que busca en la tradición de los oprimidos ese pacto secreto entre el pasado y el presente que permita romper con la marcha inexorable de la historia. El historiador no debe limitarse a narrar la triste historia de aquellas derrotas, sino dotarlas de significado para la construcción del ahora, propiciando la oportunidad para un nuevo asalto. Esa es la tarea del historiador que se tenga por revolucionario. Este libro nos da pistas sobre ello, tejiendo un fino pero resistente hilo que nos une a esa historia.
El objetivo de quienes detentan el poder y de aquellos que gustosamente colaboran con ese poder es que no podamos aprender del pasado otra cosa más que a llorar nuestras derrotas. El potencial emancipatorio que tiene ese pasado plagado de derrotas debe ser desterrado, de ahà el interés en presentarlo como algo muerto e inmóvil, un producto más para consumir, no sea que a través de pequeños saltos podamos traer a la luz del presente a esos derrotados para crear un ejército capaz de hacer frente de nuevo a este mundo. Porque eso es lo importante, da igual lo radical que pueda ser una idea o un teorÃa, si no engarza con la realidad de su tiempo es simplemente algo vacÃo, y es tarea de los revolucionarios de hoy llevar a cabo esa labor de artesano, unir los pedazos del pasado para construir un ahora que detenga la marcha de la historia, esa locomotora que nos conduce al abismo.
Tengamos siempre en la memoria la visión de ese cadáver, el cadáver de la revolución, sólo fijando en la retina su imagen podremos algún dÃa darnos cuenta que no estaba muerto, simplemente dormÃa esperando el dÃa en que sonase la campana para un nuevo asalto, esperando que éste sea por fin el definitivo, aquel que quede por fin marcado en el calendario, aquel que detenga el tiempo vacÃo de la historia e instaure el tiempo-ahora, el tiempo en el que los eternos derrotados de la historia salgan de sus tumbas para unirse a la gran fiesta de la revolución. Escribamos esa historia, rompamos la Historia. |
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Comentaris
Re: Apuntes para una historia aún por escribir
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per Raskolnikov |
12 jul 2006
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Que vagi de gust...
http://bopsecrets.org/SI/index.htm
En emule hay todos los documentos audiovisuales que nos legó Debord.
Insuperable. |
Re: Apuntes para una historia aún por escribir
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per Lector |
12 jul 2006
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Parece que Benjamin fue sólo un presunto suicida, puesto que se le enterró
en un cementerio católico. En cualquier caso estaba en un callejón sin salida.
http://en.wikipedia.org/wiki/Walter_Benjamin
Por otra parte no creo que a Debord se le pueda llamar pesimista. Si acaso,
cultivador de la tristeza que conviene a semejante mundo (cf. "Tous les
chevaux du roi", pag. 31). Parece presumible que su suicidio haya sido
libre eutanasia, puesto que estaba diagnosticado de neuropatÃa alcohólica, mal
incurable y muy doloroso, que venÃa ya amargando de forma creciente sus
últimos años.
La publicación en Anagrama de "El planeta enfermo" no es
arqueologÃa ni conglomerado puesto que se trata de la traducción del libro del
mismo tÃtulo publicado por Gallimard, sólo dos años antes, en 2004, a
propuesta de la viuda de Debord. Podemos suponer el aspecto polÃtico de su
objetivo, puesto que publica un texto inédito (crÃtica de la polución),
escrito para la revista número 13 de la IS que jamás apareció, junto a dos
textos ya publicados en la citada revista. Uno de ellos constata la irreversible
descomposición de la ideologÃa de la burocracia china, algo que confirma el
artÃculo de una revista de dudosa calidad
http://www.fp-es.org/jun_jul_2006/story_15_19.asp
En cuanto al artÃculo sobre la revuelta negra ha tenido su mejor
confirmación recientemente en las "banlieues": no es ya la teorÃa lo
que les falta a los excluidos.
No es la falta de Debord que a Devesa le parezca que la publicación hoy de
Marx (o de Debord) pueda ser una manifestación de su recuperación. Que Devesa
lea hoy a Debord por interés "bibliográfico e historiográfico" nos
dice bastante sobre su posición |
Re: Apuntes para una historia aún por escribir
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per Michael Mourre |
12 jul 2006
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Hoy día de Pasqua del Año Santo aquí
en la insignie iglesia de Notre-Dame de París acuso:
a la Iglesia católica universal de haber desviado
letalmente nuestra fuerza vital hacian un cielo vacío...
acuso a la iglesia católica de estafa
acuso a la iglesia católica de infectar el mundo con su moralidad FÚNEBRE
de ser la llaga que se extiende en el cuerpo descompuesto de Occidente
En verdad Dios os digo: Dios ha muerto
Vomitamos la agonizante insipidez de vuestras plegarias pues vuestras plegarias han sido el HUMO
pringoso de los campos de batalla de Europa.
Sumergíos pues en el trágico y exaltante desierto de un mundo en el que Dios ha muerto
y labrad esta tierra con vuestras manos desnudas
con vuestras manos ORGULLOSAS
con vuestras manos sin plegarias
Hoy día de Pascua del Año Santo
Aquí n la insignie iglesia de Notre-Dame d Francia
proclamamos la muerte de Cristo-dios, para que el hombre PUEDA VIVIR POR FIN. |
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