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Anàlisi :: immigració
Carta Abierta al Comisario de la Verneda
06 jul 2006
Lo que su nombre indica. Breve reseña de la estancia en la Verneda.
CARTA ABIERTA AL COMISARIO DE LA VERNEDA
Alejandro González Rodríguez.
Arquitecto y escritor. Ese es el perfil del peligroso `guarro´ que sus hombres detuvieron a golpes e insultos el pasado Sábado 24 de Junio en el edificio en obras del nuevo centro de internamiento para emigrantes de Barcelona. Cabría hacer muchas reflexiones sobre esta detención y sobre las razones que nos llevaron a muchos y muchas a arriesgarnos a la misma, pero voy a intentar ser conciso y objetivo. Cosa harto difícil tras el rencor acumulado bajo los golpes en mi cabeza.
Tuve mucho tiempo para reflexionar en la celda en la que esperamos una salida que parecía no llegar nunca. Tuve tiempo incluso de entretenerme en medirla, con la intención de saber exactamente en qué grado de hacinamiento me encontraba encerrado e intentar imaginarme en qué grado se encontraría un inmigrante en nuestra condición.
Nuestra celda de la Verneda era una celda de azulejos cuadrados blancos del tamaño de la palma de mi mano extendida, es decir, de veinte centímetros de lado. Tenía catorce azulejos de alto, dieciocho de ancho, veinte de fondo. Es decir, 2.80 metros de alto, 3.60 de ancho, 4 de fondo. La zona para dormir era un cajón elevado 45 centímetros, la altura necesaria para sentarse en el borde, y que ocupaba todo el ancho y la mitad del fondo. Dormíamos en colchonetas de goma de un par de dedos o tres de espesor. Tres azulejos de ancho, sesenta centímetros. Nosotros teníamos suerte: una colchoneta por persona. En la celda opuesta, de mujeres, había siete compañeras en la mitad de espacio, con menos colchonetas que ocupantes. Esto hace que nuestra celda tuviera un máximo teórico de ocupación de seis personas. De hecho esto no es así, porque es bastante incómodo dormir en franjas de sesenta centímetros, dado que los movimientos naturales del cuerpo cuando uno duerme necesitan algo más de espacio. Así, nosotros acabamos durmiendo divididos en dos grupos. Cinco dormían arriba y cuatro dormíamos en el suelo. Esto da una primera medida del hacinamiento que sufríamos. En un momento dado increpamos a uno de sus hombres por esta cuestión y yo, personalmente, le pregunté que para cuántas personas estaba pensada la celda. Hombre inteligente porque tras contarnos mentalmente en unos segundos de silencio dijo, de manera harto apropiada, “nueve personas� para, acto seguido, plantearnos que de qué nos quejábamos si cuando la celda era ocupada por inmigrantes era en una cantidad incluso mayor a la nuestra. Una sola persona más que nosotros haría diez inmigrantes en la celda. Es decir, toda la superficie de la misma ocupada. Otro interesante dato sobre los grados de hacinamiento posibles en un centro de internamiento. Como dijo la empleada de la limpieza la mañana del domingo… “parecéis chinches en escabeche.� Chinches en escabeche.
Al día de estar allí el aire era irrespirable, una especie de tocino espeso que diera la sensación a uno de vivir dentro de sus zapatos más viejos y usados. A intentar ignorarlo no ayudaba la mancha en uno de los ángulos superiores, una especie de charco seco y marrón de contornos indefinidos que nos hacía dudar de si era un resto de heces o comida arrojados en un acto de desesperación y rabia contra las paredes del presidio. Tampoco ayudaban las antiguas llagas blancas entre azulejos, ahora negras, residuos filamentosos oscuros y húmedos de varios milímetros de espesor. La única ventilación provenía de la puerta de reja, una puerta de 4 azulejos de lado, es decir, 80 centímetros. Aproximadamente se dividía en 19 partes iguales, de las cuales 9 estaban abiertas. Esto hace 9 huecos de unos 4 a 4.5 centímetros de lado y unos dos metros de altura. Unos 0.8 metros cuadrados de superficie de ventilación. Éramos nueve personas en la celda lo que hace un décimo de metro cuadrado por persona. Es decir, como si en un dormitorio una persona que no pudiera asearse ni cambiarse ventilara su cuarto por una ventana cuadrada de unos 30 centímetros de lado. Una ventana que diera a la confluencia de 65 situaciones parecidas de estancamiento cenagoso (también había presos comunes en la galería) y no al aire fresco del Montserrat, por supuesto. Diez inmigrantes reducirían todavía más el tamaño de la hipotética ventana. Todavía más.
Y sepa que me siento como un auténtico acomodado quejándome. No porque el trato no fuera inhumano, que lo era, sino porque un emigrado sin papeles llega a pasar 40 días y 40 noches en esta situación. Sin luz solar, sin movimientos que animen un cuerpo roto, malnutridos con bandejas de comida sobrecalentada y repugnante, sin posibilidad de agua y aseo excepto en los raros momentos de gracia de sus agentes, fácil modo de tortura indetectable. Probablemente humillados de la misma manera que nosotros y nosotras a golpes e insultos pero, además, sin la presión bendita y protectora de los compañeros y compañeras y de aquellas instituciones que saben que un acto como el nuestro es legítimo. Porque las contradicciones de este autodenominado sistema de las libertades han de salir a la luz. Porque no es tolerable que nadie que huye del hambre y la guerra sea tratado como es tratado un inmigrante en un centro de internamiento. Ese frío eufemismo neutral que oculta una cruel realidad de dolor injustificado, injustificable, sangrante, intolerable.
Por todo ello le vuelvo a repetir una consigna ya conocida: Ninguna Persona es Ilegal. Tan sólo aquellos que torturan a otros seres humanos, espoleados por el odio, el rencor, el desprecio, la mentira, el beneficio.

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Comentaris


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Re: Carta Abierta al Comisario de la Verneda
09 jul 2006
LLORA LLORA GILIPOOOOOOOOOOOOLLLASSSSSSS

LOS CALABOZOS HUELEN MAL POR LA GENTUZA COMO TÚ ANORMAL.

ADMINISTRAMIERDAS DE INDYMIERDA BORRAD CUANTOS MENSAJES QUERAIS A VER SI SOIS TAN RÃ?PIDOS BORRÃ?NDOLOS COMO NOSOSTROS ESCRIBIENDOLOS!!!!!!!!!!

MANIPULADORES FASCISTAS!!!!!!
Sindicato Sindicat