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Notícies :: antifeixisme : educació i societat : dones
dones maquis. La Celia i la Sole. Entrevista a Remedios Montero
28 mai 2006
Mujeres con historia e historia con mujeres.

MUJERES CON HISTORIA E HISTORIA CON MUJERES

La història s’ha escrit i s’escriu sobre uns models culturals hegemònics que tradicionalment han desvaloritzat o ignorat els diferents rols que han adoptat les dones. El tret androcèntric que conté i defineix la història, no és més que un reflex de l’organització patriarcal de la societat.

Si bé és cert que la majoria de les histriadores coincideixen en assenyalar que no ha existit, en les societats patriarcals i fins al dia d’avuí, una rebel.lió col.lectiva i organitzada de dones; també és cert que s’han silenciat i castigat severament cadascuna de es rebel.lions tant de diferents grups de dones com de dones a nivell individual. Un clar exemple és el cas de les briuixes: centenars de milers de dones van ser cremades pels seus coneixements mèdics i pel seu coneixement sobre productes medicinals. Aquestes rebel.lions han estat ignorades com a tals per la història, ja que el contrari hagués suposat un dur cop per a l’ordre simbòlic masculí.

Per tant, és important i necessari reprendre el procès de redescobriment de la història per a escoltar les veus que han estat silenciades. Per això, en aquestes línies s’ha intentat rescatar de l’oblit l’essencial paper que desenvoluparen les dones en una lluita històrica, no molt llunyana ni en el temps, ni en l’espai: la lluita del Maquis.

Remedios Montero Martínez, es mostra encantada en explicar quina fou la seva experiència en la guerrilla antifranquista i el paper que desenvoluparen les dones en aquesta lluita. Com diu ella, ahora ya solo puedo explicar lo que sucedió para que no se olvide, y para combatir las mentiras de aquellos que, ya en aquella época, propinaban palizas a las presas para obtener declaraciones en las que afirmasen que la función de las mujeres en la guerrilla era proporcionar diversión a los guerrilleros.

La Reme, com se la coneix en el seu entorn, va creixer a Morte, un poblet de Cuenca. És d’una familia treballadora que era coneguda al poble com “los rojos�. Era encara molt menuda quan va tenir lloc la Guerra Civil, per això en la seva memoria no guarda molts records de la mateixa. En canvi si que en guarda i de tristos de quan la guerra acabà, ja que, segons diu, Franco entró matando, encerrando en las cárceles, torturando, fusilando...

Com ella mateixa apunta, “de la mujer nunca han dicho nada y hemos luchado siempre: antes, durante y después de Franco. La mujer siempre ha sido luchadora y siempre ha luchado: metieron en la cárcel a cantidad de mujeres, fusilaron a muchísimas, capturaron a muchísimas y torturaron a muchísimas. Lo que pasa es que, siempre que se habla de la resistencia antifranquista, se ha hablado del hombre. Las mujeres hemos luchado como nadie y ya es hora de que se sepa lo que hemos hecho�.

- ¿Cómo entraste en contacto con el Maquis?

Entré en contacto, como punto de apoyo, cuando tenía 17 o 18 años, cuando mataron a un hermano mío que estaba en la guerrilla. En mi casa estábamos mi hermano de 16 años, mi padre y yo. Mi padre quería encargarse él de suministrarles, pero no podía porque era muy conocido en el pueblo y lo tenían muy vigilado. En ese caso me favoreció ser mujer, porque como nosotras siempre hemos estado discriminadas, hemos tenido que depender del padre, marido o hermano, y no valíamos más que para la casa (eso es lo que siempre ha sido la mujer en la sociedad), pues nadie iba a pensar que una chica como yo iba a ponerse a suministrarles.

- ¿Cuál era la función del punto de apoyo?

Nuestra participación en la guerrilla era fundamental porque quienes estaban en el monte no podían bajar a la ciudad y dependían de nosotros. Los puntos de apoyo les suministraban todo lo que necesitaban: ropa, calzado, medicinas, comida, información sobre la guardia civil... Era un trabajo con mucho mérito porque no teníamos armas como los compañeros del monte, nosotras dependíamos de nuestra audacia.

Una amiga mía que se llama Esperanza Martínez, que vivía en una aldea cercana, también estaba de apoyo. Entonces nos pusimos de acuerdo las dos e íbamos a comprarles. En el pueblo no podías comprar porque nos conocía todo el mundo y era muy sospechoso. Teníamos que guardarnos del pueblo y de la guardia civil, era horrible. Nos íbamos a comprar a Cuenca, que estaba a dos horas. Unas veces cogíamos un burro que traía ella, otras veces un caballito que yo tenía. Llegábamos a Cuenca, comprábamos todo lo que nos encargaban y se lo traíamos. Había veces que hasta esto era difícil porqué en el camino había guardias civiles que te miraban y te interrogaban.

Cuando llegábamos a Morte, se lo dejábamos en un pajar que había. Si no había vigilancia de la Guardia Civil venían, pero si había vigilancia nos tocaba a nosotras salir a media noche, cuando no había nadie, y acercárselo a la orilla del monte. Eso era muy peligroso y muy difícil, te jugabas la vida, y por eso había mucho miedo. Pero sabías que había que hacerlo y lo hacíamos.

Los enlaces o los puntos de apoyo, especialmente las mujeres, tenían mucho mérito, y a pesar que muchas de ellas no tenían conciencia política, murieron por negarse a rebelar el lugar de la estafeta.

Las estafetas nos servían para saber qué teníamos que comprar y qué había que hacer. Eran notas con información sobre la Guardia Civil y las cosas que necesitaban, que nos dejábamos en una determinada piedra o escondite que conocíamos.

- ¿Cuando te incorporaste al Maquis?

Estuvimos dos años o dos años y medio como enlaces, pero llegó un momento que nos descubrieron. La guardia civil se hizo muy borde, era la “contrapartida�: iban a las casas donde sabían que eran de izquierdas, vestidos y haciéndose pasar por de guerrilleros, para ver si picabas. Entonces los puntos de apoyo estaban quemados porque esa gente ya no dejaba títere con cabeza: el que sabían que era punto de apoyo o que les ayudaba en algo, lo cogían y le pegaban unas palizas brutales. A unos los mataban y a otros los encerraban en una cárcel. Un punto de apoyo que teníamos por Teruel, su marido estaba en guerrillas, pues cuando la descubrieron, fueron y la torturaron tanto que la mataron. Después la colgaron y dijeron que se había suicidado.

Otro punto de apoyo que había en Morte, se enteró de que la guardia civil iba a venir a por nosotros. Nos avisó y esa misma noche nos marchamos. En aquella situación se trataba o de subirnos al monte o de que nos cogieran e ir a la cárcel. Nos marchamos mi padre, mi hermano de 16 años y yo, y de casa de Esperanza se fueron ella, dos hermanas más jóvenes, el padre y un cuñado. Al día siguiente de irnos al monte, la guardia civil se presentó en casa para detenernos. En el monte yo pasé a ser Celia y Esperanza cambió su nombre por el de Sole.

- ¿En qué agrupación estuviste y cuál era la situación de las mujeres en ella?

Estuve durante dos años en la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón. Allí había de todo, comunistas, de la CNT y hasta socialistas (a pesar que el partido Socialista no estaba de acuerdo con las guerrillas).

Nuestro Sector era el V, y éramos 10-12, para movernos fácilmente. En cada sector había una persona que era “el encargado� de recibir las órdenes y transmitírnoslas. Nos reuníamos todos para enterarnos de lo que había que hacer y todos tomábamos las decisiones. En las asambleas todos participábamos y éramos iguales.

La vida allí era muy dura, sin embargo era menos peligrosa que en la ciudad, porque allí estabas siempre con los camaradas y estábamos armadas para defendernos. O sea que, con todo lo difícil que era aquello, creo que aun era más difícil estar en la ciudad. Aunque salían a suministrar no siempre teníamos comida. Un invierno estuvimos tres o cuatro días sin comer nada de nada, porque nevó y si salíamos, dejábamos rastros. Estuvimos tomando agua, cogíamos hierbas de las que había por allí, las hervíamos y nos tomábamos el agua sin azúcar porque no teníamos.

No te podías lavar porque solo tenías una cantimplora para beber agua. Si alguna vez pasábamos por algún río y no había peligro, entonces te podías lavar. Cuando había que cambiar de sitio tenías que andar de noche para que no te vieran, por caminos que no estuvieran transitados, y con el macuto a cuestas, dormir en el suelo... Otras veces nos asaltaron, como una vez que, la guardia civil entró y nos echó el alto. Los camaradas dispararon, y entonces tuvimos que irnos porque no se les podía hacer frente con tan poca munición. Nos fuimos a unas aliagas que había en el llano, nos tumbamos debajo de ellas, y la guardia civil se volvía loca mirando por todos los montes. Cuando se fueron por la noche, salimos de allí y nos fuimos a otro campamento.

Al poco tiempo, la guardia civil disfrazada de campesino atacó con hachas a mi hermano de 16 años cuando iba hacia otro campamento. Al de un año, mi padre iba en una marcha, se encontraron a la guardia civil y tuvieron un tiroteo en el que también murió. Durante los dos años que estuvimos luchando en la guerrilla, aprendimos mucho porque todos los días teníamos clase. Apenas sabíamos leer y escribir, y allí teníamos camaradas que eran maestros o que tenían una carrera, y se dedicaban a enseñarnos lo mismo política que culturalmente.

En lo que respecta a la situación de las mujeres en la guerrilla, pues nos respetaban como a cualquiera. Allí éramos camaradas más y nos han respetado como lo que éramos: compañeras guerrilleras. Cuando había una reunión todos participábamos, y cuando había que hacer alguna cosa en el campamento, todos la hacíamos. Por no hacer, siendo mujer, no hacíamos ni la comida. Cada uno se lavaba su ropa, si había que coserse un botón, cada uno se lo cosía, allí no había ninguna diferencia de nada. Lo único que nosotras no hacíamos era ir a suministrar a los pueblos porque había que cargar mucho peso. Pero en lo demás, en guerrilla éramos todos iguales, pese a que ha habido mucha gente que nos ha dado montones de palos en la cárcel para que dijéramos que estábamos allí para la diversión de ellos. Pero jamás lo han conseguido, ni con palos ni con nada. En nuestro expediente eso no costa para nada, porque es que no lo hemos dicho, ni lo consiento que lo diga nadie porque no es verdad.

Y no solo en la guerrilla, las mujeres, desde que entró Franco, jugaron un papel estupendo. Las mujeres han sufrido, trabajado y luchado muchísimo. Me acuerdo ir a la puerta de la cárcel a llevar la comida a mi padre y aquello era un martirio. A las mujeres, que no se habían comido su parte para llevarla a los familiares, las trataban a patadas hasta que les tocaba meter la cesta, se la cogían de mala manera, las insultaban... sufrían horrores. Aparte, cuando había que luchar clandestinamente, la mujer se organizó y luchó, lo que pasa es que nunca se ha dicho, pero efectivamente la mujer trabajó en aquella época mucho.

- ¿Cuándo te detuvieron?

Del monte me mandaron a Villalonga, porque querían reorganizar el partido. A los meses me descubrió la guardia civil porque coincidió que un guardia civil era natural del lugar de nacimiento que yo llevaba en la documentación. Volví al monte a través de los puntos de apoyo.

A los pocos meses, aproximadamente en el 52, dieron la orden que se tenía que deshacer la guerrilla porque ya no era rentable. A Esperanza y a mí nos mandaron a Francia para hacer de enlaces y pasar camaradas para allá.

En el primer viaje que hice, al salir de Francia, cogieron a un camarada nuestro y eso causó mucho revuelo por allí. Llegué a Salamanca, recogí a los tres camaradas y teníamos que ir a Burgos para llegar hasta la frontera. Pero ,al coger a aquel camarada, los gendarmes pusieron mucha vigilancia por aquel paso. Entonces el Partido mandó a Esperanza, para que me dijera que cambiáramos de frontera. Con tan mala suerte, que el que venía con ella, era un traidor, y cuando llegó aquí la entregó a ella y dijo donde estábamos nosotros. Cuando nosotros llegamos a Burgos, la estación ya estaba rodeada, nos detuvieron y nos llevaron a la cárcel.

- ¿Qué puedes contar de las cárceles franquistas?

La cárcel fue brutal. Las cárceles siempre son malas pero aquellas eran brutales. Las funcionarias procuraban, por todos los medios, hacerte la vida imposible. Las cárceles de Franco, el que no ha pasado por ellas... sobre todo las comisarías. La cárcel aunque era mala, era otra cosa, pero las comisarías, eran matapersonas. Esa Dirección General de Madrid, en la Puerta del Sol, ahí entrabas y te apaleaban, te despedazaban. Te metían astillas entre las uñas, te administraban corrientes, te obligaban a arrodillarte en una tabla llena de garbanzos, sal y arroz hasta que te perforaban las rodillas, te hacían salvajadas. A veces te daban una paliza y te dejaban tumbada en el suelo, te tiraban un cubo de agua para que te espabilaras y volver otra vez, y así seguido. Cosas que yo digo, ¿cómo puede haber una persona humana que pueda hacer a otra cosas así? Porque yo sería incapaz de hacer las cosas que ellos hacían al peor enemigo.

A todos nos hacían las mismas barbaridades. A uno de los que venían conmigo lo mataron a palos delante de mí, el veía lo que me hacían a mi y yo veía lo que le hacían a él. Yo creo que el ver las barbaridades que hacía esa gentuza, la rabia que acumulaba, me hacía ser más fuerte y seguir adelante.

Después de 15 o 20 días nos trajeron a Valencia, a una comisaría que estaba en la calle Samaniego, donde pasamos otra vez por las mismas preguntas, las mismas torturas, todo lo que quisieron. Cuando ya vieron que no sacaban nada y que estábamos medio muertas, nos trajeron a la cárcel.

La cárcel estaba al lado del Río, al lado de la Modelo. Estuvimos 15 o 20 días aisladas, porque a las nuevas las aislaban en una celda, y luego ya nos bajaron al patio. Aquí había muy pocas políticas, con lo cual no podíamos luchar o protestar. Además, no te dejaban ni coser ni leer, te pasabas todo el día del patio a la celda y de la celda al patio sin hacer nada más, era aburridísimo. A los 4 años de estar aquí presas nos hicieron el Consejo de Guerra y nos condenaron, por bandolerismo a mano armada, a 20 años y un día. Después de juzgarnos nos llevaron para terminar de cumplir la condena a Madrid, al penal de Alcalá de Henares. Allí había muchas políticas porque a algunas les habían conmutado la pena de muerte por unos 30 años, y entonces había 15 o 20. Teníamos talleres para trabajar, te pagaban una miseria, te explotaban a rabiar, pero por cada día de trabajo, te quitaban un poco de condena, y eso te ayudaba. Además, aprovechábamos los talleres de costura para coser ropa que mandábamos a los camaradas del monte.

Allí formamos el Partido Comunista e íbamos pasándonos las noticias que nos facilitaba la familia. Había solidaridad, estábamos organizadas y lo que la una necesitaba, si la otra lo tenía, era de todas.

En Madrid estuve otros cuatro años y medio, porque hubo un indulto que me cogió. En total 8 años y medio que he estado en la cárcel. Salí con la condicional, tenías que presentarte en la policía cada primero, durante dos años. Tenía que tener unos fiadores para salir, y fueron mi hermana y su marido que vivían en Valencia. Cuando terminé la condicional, no podía arrimarme a ningún sitio que oliera a izquierdas porque salías de la cárcel y estabas completamente vigilada. Entonces me marché a Francia, a Toulouse, y allí hice otra vez contactos con el PC, seguí trabajando con las mujeres, había muchísimas mujeres. Estaba el grupo de Mujeres Democráticas que trabajaba mucho.

El Partido me mandó a Praga, donde había un colectivo de camaradas. Allí me encontré con Florián a quién no había visto desde el monte y lo creía muerto. Teníamos muchas cosas en común y habíamos trabajado tanto juntos que no nos costó mucho enamorarnos, casarnos y san sacabó. Y nos casamos allí en Praga y allí hemos estado hasta que le dieron el pasaporte español a él en 1978.

- Después de haber estado luchando toda tu vida, ¿qué opinión te merece la situación actual?

La situación, fatal, porque desde luego a ellos se les llena la boca de democracia, pero ¿qué democracia tenemos? Sólo están luchando para ellos, para los ricos, para su gente. Pero para la gente trabajadora y para el pueblo, ¿que es lo que están haciendo? Es que toda la vida luchando y ahora te encuentras que están los mismos, porque son los hijos, los hermanos, los tíos, los parientes, son igual que eran ellos. Y que no hacen lo que hacían antes porque no pueden, pero en lo que pueden, te hacen barbaridades, no tienen ninguna consideración con el pueblo, eso no se puede negar.

De nosotros no se han acordado para nada. Éramos gente republicana armada que luchábamos como se podía en el monte. Y en cambio, el estado democrático no se ha preocupado para nada de nosotros, lo único que han reconocido es que no éramos bandoleros. En muchas comunidades autónomas tampoco se ha cumplido la indemnización que se fijó por decreto para todo aquel republicano que hubiese estado en la cárcel más de tres años y que tuviese más de 65 años, de esto hace ya dos años y ni dios se acuerda.

Malgrat el temps transcorregut, la Reme continua emocionant-se quan relata algunes de les seves vivències. Es mostra molt orgullosa del camí que ha recorregut i reivindica el reconeixement del paper desenvolupat per les dones en la resistència antifranquista. Ella ens ha deleitat amb la seva història, però la història està plena de Remes que han lluitat en diferents fronts. Fronts que unes vegades han estat a la montanya, com el de la nostra Reme, però que altres vegades han estat a la ciutat, els moviments socials, els col.lectius... arribant, moltes dones, a convertir la seva quotidianeitat, en el seu principal front de lluita.

“Como agentes de cambio histórico, las mujeres, a nivel individual o a nivel colectivo, son a su vez, decisivas en impulsar un cuestionamiento de las formas de las relaciones de género vigentes en la sociedad, como también en forzar cambios sociales y generar estrategias diversas de resistencia� Mary Nash

M.G. Junquero

font:xarxa feminista del país valencià

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