Las enfermedades dominantes en el mundo actual
La conversión de las afecciones
cardiocirculatorias, los tumores malignos y los accidentes en las
enfermedades sociales dominantes en los países desarrollados, se
ha ido
produciendo a lo largo del siglo XX, como resultado de una compleja
serie de factores que no puede resumirse en un esquema sencillo. Entre
los generales figuran el aumento de la esperanza de vida que, en
España, por ejemplo, ha pasado de menos de cuarenta años
en 1901 a casi
ochenta en 1996; y el retroceso de las enfermedades infectocontagiosas,
a pesar de que en las dos últimas décadas hayan quedado
desmentidas las
expectativas triunfalistas de su próxima erradicación.
Una rápida
visión de conjunto de este proceso la ofrece la trayectoria en
España
de los porcentajes del total de muertes que corresponden a
dichos capítulos:
1901
1920
1940
1960
1990
Enfermedades infectocontagiosas
52,1
53,2
38,3
13,9
1,2
Enfermedades cardiocirculatorias
14,4
17,6
25,0
34,1
40,7
Tumores
1,5
2,7
3,9
13,7
23,9
Accidentes
1,5
2,7
3,9
13,7
23,9
Otros capítulos
30,5
24,8
23,7
30,5
28,6
Esta trayectoria es paralela a la de la tasa
de mortalidad infantil por mil nacidos vivos, uno de los
indicadores globales más expresivos de la situación
epidemiológica:
1901
185,9
1920
165,2
1940
108,7
1960
35,5
1990
7,6
Las diez principales causas de muerte en España durante
el año 2000 han sido las siguientes:
Hombres
Muertes
Porcentajes
1a. Infarto de miocardio y
angina de pecho
22.073
11,60
2a. Cáncer de
pulmón
15.432
8,38
3a. Enfermedades
cerebrovasculares
14.931
7,67
4a. Enfernedades pulmonares
obstructivas crónicas
12.197
6,11
5a. Otras enfermedades del
corazón
6.841
3,62
6a. Insuficiencia
cardíaca
6.182
3,29
7a. Cáncer de
próstata
5.448
2,74
8a. Accidentes de
tráfico
4.861
2,56
9a. Cáncer de colon
4.726
2,46
10a. Otras enfermedades
respiratorias
4.501
2,35
Mujeres
Muertes
Porcentajes
1a. Enfermedades
cerebrovasculares
21.489
11,30
2a. Infarto de miocardio y
angina de pecho
16.615
9,06
3a. Insuficiencia
cardíaca
12.701
6,33
4a. Otras enfermedades del
corazón
8.504
4,68
5a. Cáncer de mama
5.663
4,54
6a. Diabetes
5.286
3,08
7a. Demencia no especificada
5.192
3,00
8a. Otras enfermedades
respiratorias
5.078
2,70
9a. Cáncer de colon
4.029
2,61
10a. Enfermedades pulmonares
obstructivas crónicas
3.976
2,32
La ausencia de datos sobre los países
más
pobres impide reflejar mediante indicadores la enorme desigualdad ante
la enfermedad y la muerte en el mundo actual. Como mero acercamiento,
nos limitaremos a comparar los correspondientes a España con los
de
Japón, los Estados Unidos y el Perú:
JAPÓN
EEUU
España
Perú
Porcentajes del total de muertes
Enfermedades
infectocontagiosas
1,4
1,5
1,2
20,3
Enfermedades
cardiovasculares
38,0
46,2
40,7
11,9
Accidentes
3,7
4,5
5,6
4,8
Otros
capítulos
34,1
28.1
28,6
57,0
Tasa de
mortalidad infantil
4,3
10,3
7,6
33,8
El paludismo o malaria
El paludismo o malaria ha sido un grave
problema en los países mediterráneos desde la
Antigüedad hasta el siglo
XX. Ello explica los innumerables estudios que ha motivado desde los
textos hipocráticos del siglo V antes de nuestra era. Entre los
primeros de orientación moderna figura el que Antonio
José Cavanilles
(1797) dedicó a su relación con el cultivo del arroz en
Valencia,
basándose en datos estadísticos. Su mayor frecuencia en
comarcas con
aguas estancadas promovió una corriente sanitaria centrada en la
desecación, diame-tralmente opuesta a la ideología
ecologista actual,
defensora a toda costa de la conservación de los humedales.
Tradicionalmente se distribuía entre las
ciudades y el campo de modo inverso a la tuberculosis y tiene tasas
bajas de letalidad. Por ejemplo, en la España de 1950
había 19.644
casos declarados y produjo solamente 72 muertos, lo que corresponde a
una tasa de letalidad de 0,37 por ciento. En consecuencia, las tasas de
mortalidad no reflejan el problema médico-social del paludismo
en las
zonas endémicas, donde las tasas de morbilidad pueden ser tan
elevadas
como las de Puçol, Sueca y otras localidades arroceras
valencianas en
las que, durante el siglo XIX, lo padecía más de la mitad
de los
habitantes.
Aunque fue declarado oficialmente erradicado de
España en 1965, se mantiene en más de un centenar de
países y es
considerado uno de los principales
problemas sanitarios actuales. En la mayor
parte de las regiones palúdicas se ha agravado en el curso de
los
últimos diez años. Más de dos mil millones de
personas, es decir, el
cuarenta por ciento de la población mundial viven en zonas de
alto
riesgo. El paludismo es una de las grandes causas de muerte de
niños de
menos de cinco años, ya que mata del 20 al 30 por ciento de los
niños
de este grupo de edad. Las condiciones socioeconómicas y
sanitarias,
las guerras y la resistencia a los insecticidas de los mosquitos que lo
transmiten hacen impracticable actualmente su erradicación.
Lejos de disminuir, como suponían
algunas
previsiones, el número de casos se ha cuadriplicado en el
continente
americano en el curso de tres lustros, además de reintroducirse
en
zonas en las que estaba erradicado, como los Estados Unidos. Algo
parecido sucede en Asia, aunque la situación es todavía
peor en África,
donde se estima que anualmente se producen unos 88 millones de casos
nuevos solamente en los países subsaharianos. Una de las
estrategias
para marginar los factores socioeconómicos de esta
situación es la
manipulación del ambientalismo climático,
amparándose en las proclamas
de determinados grupos ecologistas, en los que se han refugiado muchos
procedentes de la alta burguesía que antes alardeaban de
izquierdismo.
En los medios de comunicación de masas e incluso en
publicaciones con
pretensión de científicas, se repite continuamente que el
"cambio
climático" es la causa del grave retroceso de la
situación sanitaria
actual, tanto en los países subdesarrollados como en los
más ricos.
Según esta "doctrina", la contaminación por el CO2
procedente del tráfico automovilístico y aéreo, la
industria y la
producción de energía apenas afecta a los pulmones (en
contraste con
los terribles daños del humo del tabaco), pero produce un
progresivo
calentamiento del planeta mediante el "efecto invernadero". El
incremento de la temperatura, que con tanta precisión afirman
haber
calculado los "expertos" al servicio de las multinacionales, no
sólo
está fundiendo los hielos polares y elevando el nivel de los
mares,
sino difundiendo enfermedades como el paludismo o malaria. Por ejemplo,
el informe de 1999 del Fondo Mundial de la Naturaleza predijo:
"En el sur de España, el año 2020
será habitual
la presencia de mosquitos de la malaria ... en el sureste, el alza de
la temperatura creará el ambiente idóneo para la
reproducción de los
mosquitos que traen la malaria".
En este contexto, resulta oportuno recordar que
en la España de 1901, con dieciocho millones de habitantes,
había medio
millón de enfermos de paludismo, que se acumulaban, sin
necesidad de
"cambio climático", en tres focos: litoral atlántico
meridional,
litoral valenciano y cuencas del Guadalquivir, el alto Guadiana y el
Segura.
La tuberculosis
El prototipo de enfermedad social
infectocontagiosa crónica es la tuberculosis, que hace poco
más de
medio siglo era la primera causa de muerte en los países
desarrollados.
La más importante desde el punto de vista social es la pulmonar,
producida fundamentalmente por el Mycobacterium tuberculosis. Entre
las demás tuberculosis, cuya relación con la anterior no
fue demostrada
hasta la constitución de la bacteriología médica,
destacan la
ganglionar («escrofulosis») y la ósea, en especial
la de la columna
vertebral («mal de Pott»), ambas debidas al Mycobacterium
bovis, principal agente de la tuberculosis bovina. Recordemos
también la cutánea {lupus vulgaris), la renal,
la meningitis tuberculosa, etc.
El reservorio principal es humano, al que hay
que añadir los bóvidos en el caso del Mycobacterium
bovis. La
forma de contagio es aérea entre un ochenta y un noventa por
ciento,
seguida en importancia por la digestiva, tras la ingestión de
leche
contaminada por M. bovis. Es una enfermedad muy antigua en el
Viejo Mundo, ya que ha sido demostrada en el período
neolítico y el
Egipto arcaico. En cambio, es discutida su presencia en la
América
precolombina. La colonización europea la ha llevado a numerosos
territorios, entre los que se encuentran la zona ártica, muchas
islas
del Pacífico y quizá también América.
En España, la tuberculosis siguió
un curso que
se refleja en la evolución de la tasa de mortalidad
específica por cien
mil habitantes: se mantuvo en torno a 200 desde 1860 hasta comienzos
del siglo XX y, a partir de entonces, descendió en etapas que
pueden
ejemplificarse en las cifras de 1940 (111,5), 1960 (25,2) y 1980 (3,9).
Es una de las enfermedades más claramente asociadas a la
pobreza. En
una ciudad como Madrid, en la que causó 2.046 muertes el
año 1904, con
una tasa de mortalidad específica de 386,1 por cien mil
habitantes,
hubo únicamente 54 fallecimientos en el distrito más rico
(tasa: 209,3)
y 608 en el más pobre (tasa: 1.107,4). Era entonces
predominantemente
urbana, con una tasa de mortalidad en grandes ciudades como Madrid,
Barcelona, Valencia o Sevilla que duplicaba la de las correspondientes
provincias. No resulta extraño que figurase en las
reivindicaciones
sanitarias de los movimientos proletarios como "enfermedad social" por
excelencia. Las causas de su descenso han sido muy debatidas, pero hay
un acuerdo general en que no se produjeron cambios genéticos en
la
virulencia del germen. El factor principal parece ser la mejora de la
dieta alimenticia, seguido de la superación del hacinamiento, la
mejora
de la higiene personal, etc.
En la última década ha habido mil
setecientos
millones de tuberculosos en el mundo, es decir, la tercera parte de la
humanidad, y anualmente mueren en torno a tres millones y aparecen
entre ocho y nueve millones de casos nuevos.
Las cifras más elevadas corresponden a
territorios del África subsahariana, Asia superior, Indonesia,
Indochina y los Andes. Sin embargo, no afecta solamente a zonas de
población miserable, sino también a las personas
más pobres de todos
los países, incluidos los más ricos, en los que
está aumentando de
forma alarmante. En los Estados Unidos, por ejemplo, desde 1985 a 1991
descendió un 9 por ciento entre los clasificados por el racismo
oficial
como "blancos", pero se incrementó un 26 por ciento entre los
"negros"
y un 72 por ciento entre los "hispanos". Otro ejemplo significativo es
el de Suiza, donde aumentó globalmente un 15 por ciento entre
1989 y
1990, correspondiendo la mitad de casos nuevos a inmigrantes. Estos
hechos suelen ocultarse, atribuyéndolos exclusivamente al sida,
para
que no se sepa que la verdadera causa es el aumento de la miseria. En
España, donde se declaran anualmente más de diez mil
casos nuevos de
tuberculosis, se ha demostrado que el aumento debido a la
infección por
el virus de la inmunodeficiencia humana se limita al siete por ciento.
Las enfermedades
infectocontagiosas "emergentes"
Es muy lamentable atribuir a los inmigrantes
procedentes de los países subdesarrollados la reaparición
o el
incremento en los países ricos de las enfermedades de causa
microbiana,
encabezadas por la tuberculosis y el paludismo o malaria, ya que los
llamados "estudios étnicos" (racistas) los convierten en
"culpables"
mediante la falsificación de los condicionamientos
socioeconómicos.
A la reaparición y el incremento hay que
añadir
otras enfermedades infectocontagiosas nuevas, cuyos agentes se
desconocían. Desde 1973 hasta la actualidad se ha descubierto
casi una
treintena de microorganismos patógenos para la especie humana,
entre
ellos, el Vibrio cholerae 0139 responsable de las recientes
epidemias de cólera, la Escherichia coli 0157:H7 o "bicho
de las hamburguesas" y el virus de la inmunodeficiencia humana
causante del sida.
De 1976 procede la identificación de las
bacterias del género Legionella, en especial L.
pneumophila, como agentes de la denominada legionelosis, enfermedad
cuya forma neumónica tiene una elevada letalidad y produce
brotes
epidémicos en edificios públicos como grandes almacenes,
hoteles y
hospitales, principalmente asociados a instalaciones centralizadas de
agua caliente y aire acondicionado que no se limpian debidamente para
ahorrar dinero.
En 1989 se descubrió el virus de la hepatitis
C, que
actualmente es una de las principales causas de cirrosis, cáncer
de
hígado y enfermedades crónicas del hígado,
así como de algunas de los
ríñones y de la sangre.
En este capítulo puede también
incluirse el prion, es
decir, la partícula infecciosa carente de ácidos
nucleicos, causante de
la encefalitis espongiforme bovina, lamentablemente denominada "vacas
locas" no
sólo por los medios de comunicación, sino incluso en
algunas
publicaciones médicas. Como es generalmente sabido, se ha
desarrollado
principalmente en Gran Bretaña, donde ha habido más de
ciento setenta
mil casos, siendo uno de los indicadores de la profunda crisis que
padece el sistema sanitario británico, que era modélico
hasta los años
ochenta. Se ha demostrado su relación directa con la enfermedad
de
Creutzfeldt-Jacob, o encefalopatía espongiforme humana, y aunque
hasta
ahora no hay muchos casos declarados, se teme que pueda producirse una
grave epidemia en el próximo futuro. En la actualidad estamos
pendientes de las "vacas locas" de los Estados Unidos.
Entre los microorganismos patógenos
recientemente identificados hay también varios agentes causales
de
enfermedades que antes no eran consideradas infecciosas. Destaca el Helicobacter
pylori, descubierto en 1983, que es un factor importante de la
úlcera duodenal y también de la gastritis tipo B y el
cáncer gástrico.
La aparición de nuevas afecciones
infectocontagiosas y la reaparición o el aumento de otras ya
conocidas
ha motivado que se conviertan en términos de moda las
expresiones
"enfermedades infecciosas emergentes" o "reemergentes", difundidas
principalmente por la revista Emerging Infectious Viseases, que
se edita desde 1995. En el lenguaje médico castellano dominante
hoy en
España, estos términos han causado una situación
que sería divertida si
no reflejase la triste ausencia de rigor de muchas traducciones de los
seguidores de "solamente inglés", tan patéticamente
desorientados como
hace unas décadas lo estaban los médicos que se limitaban
al idioma
francés o pedanteaban con expresiones alemanas. Cualquiera sabe
que en
inglés emergency significa "urgencia" y emergence corresponde
a "emergencia", vocablo que en ambas lenguas se extiende a lo que nace,
sale o comienza. Sin embargo, en la misma línea iletrada de
traducir sophisticated (complicado, refinado) como
"sofisticado" (adulterado, falseado), emergency se
ha vertido masivamente en el castellano de España como
"emergencia",
llegándose en el mundo médico a la especulación
bizantina de
distinguirla conceptualmente de "urgencia" y organizar servicios
asisten-ciales separados con uno y otro nombre. Por lo tanto, hoy se
siente la necesidad de hablar de "la emergencia de las enfermedades
infecciosas emergentes" o del "problema emergente de la emergencia y
reemergencia de las enfermedades infecciosas". Pero "dejemos esto
aparte como cosa de risa", frase que tanto gustaba a Dionisio Daza
Chacón, gran cirujano del siglo XVI y uno de los fundadores de
la
terminología médica castellana. |