Nunca la llamada Feria de Abril, la de aquí, la que bendijo Jordi Pujol, ha venido precedida por tanto jaleo y sombras.
Las sombras andaluzas que parecen proyectarse sobre la Feria de Abril, la de aquí, son capítulos que algunos andaluces informados te cuentan en voz baja, porque, eso aseguran, hay papeles que demuestran todo lo que dicen. O sea, que este año hasta la manzanilla anda alborotada.
La manzanilla, los pescaítos y los feriantes, a quienes parece que les han pegado un subidón del 50% y dicen no entenderlo.
Dicen no entenderlo porque las parcelas que alquilan para vender sus cosas son espacios que los ayuntamientos de Barcelona y Sant Adrià ceden gratuitamente a la FECAC, que es la que organiza la Feria de Abril, la de aquí, la que bendijo Pujol.
El problema de ciertas ferias no es que sean negocio para uno o algunos. El negocio es el negocio como el fútbol es el fútbol. El problema de ciertas ferias es cuando la manzanilla o el jamoncito se mezclan con la política, por la cosa del voto. Y es entonces cuando se tuerce todo, hasta el jamón de plástico.
Es entonces cuando los andaluces informados te llaman para decirte que subvencionar con dinero público ciertos inventos que sólo benefician a quienes hacen negocio y a los políticos que fingen que les gusta bailar sevillanas o escuchar fandangos es algo feo. O nada guapo.
Aquí, hace ya un tiempo, nos han salido unos andaluces que se definen como Els Altres Andalusos. Y estos titos, entre los que se encuentran mis queridos Lluís Cabrera y Juan Miguel Portal, dicen que no quieren seguir siendo monos de feria. Nadie quiere tanto a Andalucía como estos andaluces, que ya son catalanes.
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