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A 45 años de la derrota de EEUU en Girón
17 abr 2006
A 45 AÑOS DE LA DERROTA DE EE.UU. EN GIRON

“Perdimos porque Fidel está con ellos�

—José M. Gutiérrez, invasor de Bahía de Cochinos

• Arthur M. Schlesinger, asesor presidencial del misteriosamente asesinado presidente Kennedy, escribió lo que la gran prensa norteamericana no tuvo el valor de decir tajantemente: "La realidad fue que Fidel Castro resultó ser un enemigo mucho más formidable, y estar al mando de un régimen mucho mejor organizado que lo que nadie había supuesto. Sus patrullas localizaron la invasión casi en el primer momento. Sus aviones reaccionaron con rapidez y vigor. Su Policía eliminó cualquier posibilidad de rebelión o sabotaje detrás de las líneas. Sus soldados permanecieron leales y combatieron bravamente"
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POR GABRIEL MOLINA
A mediados de abril de 1961, formado en unidades de milicias, del Ejército Rebelde y la Policía, el pueblo echó abajo como un castillo de arenas la larga y cuidadosamente preparada Operación Pluto, con la que el Gobierno de Estados Unidos pretendía borrar de la faz del continente a la Revolución Cubana y su ejemplo.


Al fondo, el Houston, uno de los barcos invasores abatidos por la aviación revolucionaria desde el primer día.[/b]


Unos 1 500 hombres entrenados por la CIA, equipados con el último armamento utilizado por el Ejército norteamericano, y con una amplia cobertura aérea, en apenas 72 horas son puestos fuera de combate en las arenas de Playa Girón, la primera derrota militar de Estados Unidos en América Latina.

El descalabro conmovió profundamente a la sociedad norteamericana y a los círculos imperiales de poder, donde durante muchos meses y hasta años se discutió quién tuvo la culpa de aquel fracaso, pese a que el propio presidente John F. Kennedy asumió por completo la responsabilidad.

La liquidación de la invasión antes de las 72 horas cerró el paso a la intervención directa de Estados Unidos y evitó que la victoria cubana resultara incomparablemente más costosa.

El mito de invencibilidad de la gran potencia empezó su final. A partir de entonces muchas cosas comenzaron a cambiar en el mundo.

17 DE ABRIL: LA INVASION

La luna, en cuarto creciente, se ocultó al anochecer: un suave viento soplaba del Norte entre 15 y 25 millas por hora. La noche era fresca cuando el miliciano Mariano Mustelier y el alfabetizador Valerio Rodríguez divisaron una luz que se acercaba por el mar en la oscuridad. Era un barco que hacía señales.

Movieron el yipi que tripulaban hasta colocarlo frente al barco y le hicieron señales.

Era poco después de la medianoche del 17 de abril en Playa Girón.

Se trataba del barco Blagar, uno de los siete que conducían cerca de 1 500 hombres financiados, preparados y conducidos por la CIA para invadir a Cuba. También viajaba un grupo de hombres-rana, a cuyo frente venían algunos oficiales del Ejército y otros departamentos de EE.UU.

Del barco comenzaron a disparar sobre el yipi. Mustelier contestó con su fusil FAL. Los disparos hirieron al brigadista adolescente de 13 años que enseñaba a leer y escribir a los residentes de la zona. Mustelier lo llevó al pequeño cuartel de milicias y volvió con cinco hombres. Desde el barco comenzaron a dispararles con cañones, mientras los hombre-ranas, que habían desembarcado, los conminaron a rendirse.

¡Patria o Muerte! fue la firme respuesta que habían aprendido de Fidel.

Esas sencillas palabras simbolizaban lo que aguardaba a los invasores.

La metralla hirió a dos de los valientes defensores. Otro fue enviado al central Covadonga para avisar, y un cuarto a la planta de radio para comunicar con Santa Clara e informar del desembarco.

En Playa Larga, situada en el extremo interior central de la Bahía de Cochinos, a unos 31 kilómetros de Playa Girón, que se encuentra en la entrada derecha de la bahía que viene desde el Sur, una escuadra del batallón 339 de las Milicias Nacionales Revolucionarias de Cienfuegos había sido situada para proteger el lugar. A medianoche, sus cinco hombres observaron los relámpagos del tiroteo en Playa Girón. A las 2:00 a.m. una lancha se acercaba. La orden de alto fue contestada con fuego de ametralladoras y fusiles. El combate se inició inmediatamente y Ramón González Suco, jefe de la escuadra, avisó por microondas al central Australia.

Juntos a su jefe, García Garriga, Hernández, Jaramillo y Quintana resistieron hasta que se les agotó el parque. A las 2:45 a.m. se retiraron, después de. informar al central.

Desde los barcos Houston y Bárbara J. también dispararon contra Playa Larga y Buenaventura. En este último punto una lancha de la Marina de Guerra respondió al fuego desde el muelle.

Tan pronto al capitán Cordero, jefe del batallón 339, integrado por 528 obreros y estudiantes de la ciudad de Cienfuegos, recibió el parte en el central Australia, lo comunicó a La Habana. Por órdenes del Comandante en Jefe, a las 2:30 a.m. partió hacia Girón, un recorrido de 6 u 8 horas. Para entonces, las lanchas con calaveras pintadas en el costado, habían desembarcado a los mercenarios portando M-3 y otras armas en tres puntos de la bahía: Playa Girón, Playa Larga y Hornos.

Los milicianos que combatieron en los primeros momentos habían sido enviados el día anterior, cuando en un recorrido el comandante Juan Almeida, jefe de las fuerzas del centro de la isla (en la parte Oriental el jefe era el comandante Raúl Castro, y en la Occidental el comandante Che Guevara), apreció las dificultades de comunicación en la zona y envió una compañía.

En el punto uno, el Comandante en Jefe Fidel Castro recibió la Información y comprobó que se estaba produciendo el desembarco apoyado por armas pesadas.

Fidel comentaría después que los imperialistas solamente analizaron militarmente la zona del desembarco, sin preocuparse de que en la Ciénaga de Zapata la población había sido "redimida de la peor miseria, el peor aislamiento".

En un lugar donde en el pasado hasta los perros morían de hambre, donde a los hombres les compraban el saco de carbón a 60 centavos, ahora éstos ganaban de 8 a 12 pesos diarios. Se habían construido carreteras, centros turísticos.

Además, a la zona fueron enviados 200 alfabetízadores y 300 hijos de campesinos estaban estudiando en La Habana.

A tal punto llegó la Revolución a esa zona, que uno de los invasores, José Manuel Gutiérrez, cuando le informaron en la travesía de Nicaragua a Cuba que se dirigían a la Ciénaga de Zapata, conocedor de lo que ocurría en el lugar dijo: "¡Se acabó!, porque si en algún lugar el Gobierno tiene influencia..."

Gutiérrez fue de los que desembarcaron en Playa Larga y oyó cuando los milicianos les gritaron: ¡Patria o Muerte! ¡Viva Fidel Castro!

Además de los batallones de infantería, los invasores desembarcaron batallones de cañones pesado y motorizados, una compañía de tanques y lanzaron un batallón de paracaidistas al amanecer.

El batallón de las Milicias de Cienfuegos, con armas ligeras, choca al alba con los invasores. Después de decidir el movimiento del 339, Fidel ordenó al capitán José R. Fernández, con el batallón de responsables de milicias, trasladarse desde Matanzas a Jovellanos y a otro de Matanzas a avanzar. Orientó al batallón 117 de Las Villas ir hacia Yaguaramas y Covadonga.

Los paracaidistas invasores fueron lanzados en la retaguardia del batallón 339, de Cienfuegos, y en la retaguardia del batallón de Las Villas.

El Comandante en Jefe ordenó a la aviación revolucionaria atacar.

A las 5:00 am. sólo había tres aviones en activo. Los aparatos sufrían los efectos de la falta de piezas de repuesto por el bloqueo. Por otra parte, once aviones de distintos tipos fueron inutilizados por el bombardeo a sus bases dos días antes, el 15, con insignias de la Fuerza Aérea Revolucionaria para contar con la ventaja de la sorpresa.

Fidel pidió por teléfono que le pusieran al piloto Enrique Carreras.

¡Tienes que hundirme esos barcos! —fue la orden.

El capitán Carreras partió en un Sea Fury, seguido por Bourzac. Silva Tablada era el tercero, en un B-26.

Desde el aire, Carreras vio el espectáculo imponente de los 7 u 8 barcos y "un número Indeterminado de lanchones y lanchas de desembarco en pleno ajetreo".

Observó que uno de los barcos grandes navegaba hacia el interior de la bahía seguido por una fragata de guerra. Iba repleto de tropas y suministros bélicos. Las luces de las trazadoras y las explosiones de los proyectiles disparados desde los barcos trataban de cortarle el paso cuando se lanzó en picada sobre ellos. Carreras fue el primero en hacer blanco con sus cohetes en el barco Houston. Bourzac y Silva también lo tocaron. El primer barco estaba fuera de combate. La fragata de guerra que lo escoltaba huyó cuando lo vio perdido.

En un segundo vuelo, Carreras lanzó sus cohetes contra el barco Río Escondido, y lo tocó en el mismo centro. Estalló envuelto en llamas y se destruyeron una buena parte de los suministros de los mercenarios. Antes de regresar, Carreras tumbó un B-26, pero éste o las antiaéreas enemigas tocaron su motor y dificultaron su regreso a la base.

Al final del primer día, la Fuerza Aérea Revolucionaria había hundido cuatro barcos y derribado cinco aviones enemigos.

Desde por la mañana, Fidel se trasladó al frente de guerra. En el central Australia describió a un grupo de oficiales la estrategia a seguir e impartió las órdenes para ejecutarla.

Los combates se desarrollaron ininterrumpidamente durante todo el día.

El Gobierno Revolucionario emitió ese día un comunicado que anunciaba el desembarco y terminaba diciendo:

¡Adelante, cubanos, que la Revolución es invencible y contra ella y contra el pueblo heroico que la defiende se estrellarán todos los enemigos!

Gritemos ahora con más ardor y firmeza que nunca, cuando ya hay cubanos inmolándose en combate:

¡VIVA CUBA LIBRE! ¡PATRIA O MUERTE! ¡VENCEREMOSI

Fidel Castro Ruz

Comandante en Jefe y Primer Ministro del Gobierno Revolucionario.

18 DE ABRIL: LA CONTRAOFENSIVA

El segundo día de la batalla se inició de madrugada con un ataque de nuestros tanques hasta la misma Playa Larga, apoyados con el fuego de antiaérea. La víspera, una buena parte de las fuerzas no pudieron ser usadas a causa de la aviación enemiga.

Además de los batallones de milicias que iniciaron la defensa activa con el objetivo de desalojar a los invasores, el de Cienfuegos, el de Matanzas, el de Responsables de Milicias y el de Las Villas, Fidel movilizó las columnas uno y dos del Ejército Rebelde, una compañía de tanques, baterías antitanques, cuatro baterías de obuses de 122 y el batallón de la Policía.

Pero el enemigo dominaba el aire con sus B-26 y las baterías llegaron hasta determinados puntos y esperaron la noche para trasladarse, ya que la aviación revolucionaria era usada en destruir los barcos y no podía prestar protección a estas fuerzas avanzando por las vulnerables carreteras.

Al batallón de responsables de milicias se le brindó protección con dos aviones cuando cruzaba desde Matanzas para que pudiese llegar.

Los once hombres que defendían el central Covadonga recibieron orden de resistir hasta que llegasen los refuerzos y así lo hicieron; igual situación se produjo en el central Australia.

El balance más importante del primer día había sido la increíble proeza de la aviación revolucionaria. Con un número reducidísimo de aviones (la tercera parte que la fuerza enemiga) y diez pilotos, sin relevos ni reemplazos, sin piezas de repuesto, hundieron la mitad de la marina enemiga, derribaron cinco aviones y brindaron protección aérea a la infantería para mantener la cabeza de playa del lado Oeste de la Ciénaga.

El batallón de milicias pasó la noche del 17 atacando Playa Larga por la ancha carretera, ya que era el único medio de atravesar la Ciénaga. El avance resultaba heroico, pues la aviación enemiga barría constantemente el avance. Pero al anochecer llegaron las baterías antiaéreas, las de obuses y los tanques.

A las 12:00 pm la batería de obuses del batallón 122 comenzó atacar en Playa Larga y en la madrugada el avance de los tanques llegó hasta el borde de la playa.

Al amanecer se ordena también al batallón 111, que está en el central Australia, avanzar hacia Cayo Ramona, que está en poder del enemigo, y situarse en la retaguardia de éste. Un batallón daría la vuelta por Buenaventura a tomar Playa Larga.

Fidel ordenó además otros movimientos de tropas: una compañía de tanques a Yaguarama, para que estuviese allí la noche del 18. Cuatro baterías, de una fuerza de artillería del 122, a Covadonga; una compañía de tanques pesados, de reserva a Yaguaramas. Otra compañía de tanques para emplearla el día 19 por la mañana. Y una columna especial de combate y el batallón de la Policía, que entró por Australia-Girón.

Los invasores veían el combate del siguiente modo: "…cuando empezó la noche (la del 17) empiezan a llegar los tanques de Fidel. Entonces la gente se miraba uno a otro, y se decían: Pero, ¿qué es lo que pasa aquí, pero dónde están los milicianos que se iban a unir a nosotros?... al día siguiente nos mandan a cubrir la retirada a Playa Girón, para que se vaya todo el mundo, y nos mandan a nosotros atrás..."

Uno de los paracaidistas invasores, Antonio Fernández Alvarez, narró lo que acontecía en el lado enemigo al amanecer del día 18.

"Como a eso de las 7:00 ó 7:10 a.m. empezó a atacar otra vez la misma milicia que había atacado la primera avanzada, pero esta vez con obuses, los ya conocidos obuses 120, y cuando éstos dieron en las primeras trincheras nuestras e hirieron a unos cuantos compañeros nuestros, Alejandro del Valle (jefe de los paracaidistas) mandó la retirada hacia otro lugar que le llamaban Dos Vías o que le llamamos nosotros Dos Vías, no sé cuál será su verdadero nombre, en un lugar que hay un caserío muy chiquito y un cruce de carreteras.

"Se volvieron a posesionar otra vez las tropas en trincheras para esperar al enemigo, pero ya esta vez llamando para que viniera otro batallón a resistir, pues ya había algo de descontento entre la gente. Porque se decía que las tropas se iban a rebelar, que no iba a ser continua la pelea, que no se iba a pelear... Mandaron otro batallón a ese lugar de Dos Vías y ahí se entabló otro combate; de nuevo la retirada por la artillería, ya todo el mundo se retiraba hacia playa..."

Mientras tanto, en La Habana y otros lugares del país, los órganos de la Seguridad del Estado, apoyados eficazmente por los Comités de Defensa de la Revolución, por una parte detenían a bandas que se venían siguiendo, y por otra se realizaban arrestos preventivos de las personas que resultaban sospechosas de potencialmente colaborar con el enemigo.

Desde el día 15 se anunció la captura de una banda en Pinar del Río, dirigida por el norteamericano Howard Frederick Anderson, propietario del parque de diversiones Coney Island, situado en la playa de Marianao.

A la banda, compuesta por 15 personas, se le ocuparon ocho toneladas de armas ocultas en un lugar conocido por Las Furnias, en Pinar del Río.

Anderson era un agente de la CIA que puso en contacto a la banda encabezada por Joaquín del Cueto, ex teniente del Ejército de la tiranía, con un funcionario de la embajada de Estados Unidos, oficial de la CIA, conocido como Mr. Avignon, quien antes del rompimiento de relaciones era uno de los encargados de dirigir la acción subversiva interna.

El centro de enlace era una bodega situada en 70 y 29-F, Marianao.

Las 8 toneladas de armas las había recibido el 22 de febrero de 1961, traídas desde Estados Unidos por un barco norteamericano hasta las costas pinareñas. Entre esos equipos bélicos recibidos figuraban 40 cajas de rifles; 12 cajas de fusiles automáticos; 18 cajas de ametralladores Thompson; 18 cajas de ametralladoras calibre 30; 5 cajas de bazucas y 5 de morteros; una caja de dinamita plástica, etcétera.

El día 17 los Comités de Defensa de la Revolución detuvieron al cura Eduardo Boza Masvidal, conocido dirigente contrarrevolucionario, a quien ocuparon en la iglesia de La Caridad gran cantidad de propaganda y medicinas, con las cuales trasegaba.

La solidaridad internacional, por su parte, se extendía por todo el mundo. De ella, dos expresiones son elocuentes: el general Lázaro Cárdenas, ex presidente de México, aprestaba los medios para venir a Cuba a combatir junto al pueblo cubano, provocando un gran impacto cuando el canciller Roa dio esta noticia en la Asamblea de la ONU.

Y desde el distante país soviético, que en esos días había impresionado fuertemente al mundo con la hazaña cósmica de Yuri Gagarin, lo cual hacía más respetable aún los cohetes de la URSS, el Gobierno enviaba un mensaje al Gobierno de Estados Unidos expresando la indignación de su pueblo y advirtiendo: "…no debe haber confusión respecto a nuestra posición: prestaremos al pueblo cubano y a su Gobierno toda la ayuda necesaria para rechazar la agresión armada a Cuba".

19 DE ABRIL: LA VICTORIA

El día 19 por la mañana, tercero de la invasión, se comienza a atacar Playa Girón por las fuerzas revolucionarias con artillería, tanques e infantería. Otras tropas con las mismas armas combaten para tomar a San Blas y lo logran entre 9:30 a.m. y 10:00 a.m.

Después de eso se realizó una extensa preparación artillera contra las posiciones enemigas en Girón.

A las 2:40 p.m., cuando las fuerzas cubanas estaban a dos kilómetros y medio de Girón, aparecieron dos destructores de la Marina de Guerra de Estados Unidos, que habían escoltado a la flota invasora, desde Nicaragua hasta Cuba.

A los diez minutos, una cantidad extraordinaria de lanchones, botes de motor y otras embarcaciones, partieron desde los barcos hacia tierra. El capitán Fernández, que se encontraba en esa parte al frente de la tropa cubana, pensó que se trataba de otro desembarco y ordenó hacerles fuego. Algunas embarcaciones navegaban de la costa hacia los barcos.

Un avión cubano llegó e hizo fuego sobre los lanchones y botes. Las embarcaciones que venían hacia tierra tuvieron que regresar a los destructores.

Posteriormente, uno de los prisioneros, hijo de José Miró Cardona, declaró que se seguía combatiendo en Girón cuando se supo de repente que la jefatura de los invasores se había marchado. Inmediatamente se produjo entre ellos una completa desintegración. Los destructores de la Marina de Guerra de Estados Unidos trataban de evacuar a San Román y otros, pero fracasó el intento.

El presidente de Estados Unidos había sido presionado por la CIA, los Miró Cardona y Tony Varona, para hacer intervenir directamente a las fuerzas armadas norteamericanas. Consciente de las tremendas consecuencias que implicaría, Kennedy decidió no autorizarlos. En su lugar permitió que las unidades navales de EE.UU. tratasen de evacuar a los mercenarios.

Horas antes, autorizó también proteger el último bombardeo de los B-26, con los aparatos a reacción del portaaviones Essex, que estaba cerca participando en la escolta de la fuerza invasora.

Los aviones de la Marina de Guerra de Estados Unidos llegaron mal coordinados, después de la incursión de los B-26. Ese día fueron derribados otros cinco aviones enemigos para elevar el total a diez. Cuatro de esos últimos pilotos eran norteamericanos bajo contrato con la CIA, pues los de origen cubano se negaron a continuar. Uno de ellos era Leo Francis Baker, de Boston. El Gobierno norteamericano comenzó a pasarles un cheque de 245 dólares quincenales a las cuatro viudas.

En total se derribaron 12 aviones B-26 a los invasores.

En Playa Girón, la última resistencia de los mercenarios la realizaron con dos tanques. Al quedarse sin mando se rindieron.

Fidel ordenó organizar un cerco para ir capturando a los enemigos que huían, y a los supervivientes de los barcos hundidos. Uno de ellos, Ulises Carbó, hijo del ex propietario del diario Prensa Libre, de La Habana, estaba a bordo del Houston cuando fue hundido. Nadó como muchos otros integrantes de ese batallón que no pudo desembarcar gracias a la puntería y arrojo de la aviación revolucionaria, llegó a la costa y huyó durante once días hasta que se entregó a los milicianos.

Entretanto, los miembros del flamante Congreso, pantalla de la invasión, habían sido encerrados en una base aérea desierta en Opa-Locka, Florida.

Hasta allí fue a verlos Arthur M. Schlesinger por orden de Kennedy. Lo recibió el oficial de la CIA conocido como Frank Bender, de origen alemán, y el relato de Schlesinger es una sabrosa tragicomedia:

"Nos llevó con ostensible sigilo a un coche aparcado allí cerca. Viajamos durante un rato: luego paramos ante un puesto de hamburguesas donde encontramos un segundo carro. Empezaba uno a sentirse como un personaje de una película de Hitchcock. Entonces reanudamos nuestro viaje milla tras milla de estéril paisaje de Florida. Finalmente llegamos a la base aérea de Opa-Locka... paramos a unas cuantas yardas de una casa de madera, rara e indescriptible, situada en lo más profundo del campamento. En los terrenos patrullaban jóvenes G-1 norteamericanos con los revólveres visibles en las pistoleras..."

En la reunión, Varona acusó a la CIA y fue el que con más vehemencia demandó la intervención de los aviones y los infantes de Marina de Estados Unidos. Era la estampa viva del traidor a lo que fue su patria.

Schlesinger los llevó a Washington a entrevistarse con Kennedy.

"Después de oír a Kennedy se mostraron mucho más sumisos que por la mañana", escribió Schlesinger en su libro Los mil días de Kennedy.

Ya ese día 19, de todos modos, la batalla estaba decidida.

El balance de la invasión fue de unos 89 mercenarios muertos y 1 197 prisioneros. Las bajas revolucionarias fueron de 157 muertos.

Las armas cubanas asestaron una aplastante derrota al enemigo en menos de 72 horas. Los sueños de la CIA se vinieron al suelo.

El centro de la CIA en Washington envió un cable a sus estaciones de todo el mundo el 19 de abril, instruyéndolas para tratar la invasión como si hubiese sido una misión de abastecimiento a los alzados en las montañas del Escambray.

El cable trataba de esconder la primera derrota del imperialismo en América, diciendo que la operación de abastecimiento había sido un éxito. Era sencillamente ridículo.

Uno de los miembros de la brigada invasora, llamada 2506, José Manuel Gutiérrez, en su comparecencia en televisión después de haber sido capturado, tal vez sin quererlo, mostró una diferencia fundamental, entre muchas, de los que venían a asaltar a Cuba por encargo de una potencia extranjera y los que la defendían.

"Al otro día por la mañana pasa un jeep diciendo: Ríndanse, ríndanse y tirando tiros; y al poco rato un grupo salimos y nos entregamos, el que iba en el jeep era Fidel, y yo le decía a uno: —Por eso nosotros perdimos, porque Fidel está con ellos, peleando en el frente y los que estaban con nosotros, los que nos trajeron ‘embarcados’, se fueron después..."

Arthur M. Schlesinger, asesor presidencial del después misteriosamente asesinado presidente Kennedy, escribió lo que la gran prensa norteamericana no tuvo el valor de decir tajantemente: "La realidad fue que Fidel Castro resultó ser un enemigo mucho más formidable, y estar al mando de un régimen mucho mejor organizado que lo que nadie había supuesto. Sus patrullas localizaron la invasión casi en el primer momento. Sus aviones reaccionaron con rapidez y vigor. Su Policía eliminó cualquier posibilidad de rebelión o sabotaje detrás de las líneas. Sus soldados permanecieron leales y combatieron bravamente". •

(Fragmento revisado del libro Diario de Girón, Editora Política, 1984)

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